Luis Alberto de Herrera
LA MISION
PONSONBY(H)
Luis Alberto de Herrera nació
en Montevideo el 22 de julio
de 1873. Inició su actividad
política en 1892 en el club
"2 de enero", y debutó como
periodista en 1893 en "El
Nacional". Practicó la do-
cencia de Historia en 1894 y
la judicatura en 1899. Abo-
gado desde 1903, nunca ejer-
ció tal actividad profesional.
Intervino junto a Diego La-
mas y Saravia en la revolu-
ción de 1897, y acompañó
al "Aguila del Cordobés" en
la campaña de 1904 hasta su
muerte en Masoller. Diplo-
mático en 1902, ingresó al
Parlamento en 1905 como
Diputado, y reelecto como
tal en 1914, fue candidato
por primera vez a la Presi-
dencia de la República en
1922, completando su 6a.
candidatura en 1950. En
1916 y en 1933 Constitu-
yente, en 1925 Presidente
del Consejo Nacional de Ad-
ministración, en 1934 y
1938 Senador y en 1954
Consejero de Gobierno, en
cuyo desempeño fue célebre
su actividad como "Fiscal de
la Nación". Su enfoque críti-
co de la historia americana,
lo coloca como iniciador del
"revisionismo histórico". Su
obra escrita, además de una
calificada producción de pe-
riodismo partidario, cubre el
análisis histórico y la teori-
zación política, debiendo se-
ñalarse entre otras:
we'MZ'
Luis Alberto de Herrera
La Misión
PONSONBY (II)
LA DIPLOMACIA BRITANICA
Y LA INDEPENDENCIA
DEL URUGUAY
Serie Revisión Historiografica
VOLUMEN 3
VII
Comisión Especial para realizar la edición de una
selección de obras del Doctor Luis Alberto de Herrera
WALTERR. SANTORO
(Presidente)
HEBERT ROSSI PASINA
(Vicepresidente)
RICARDO ROCHA IMAZ
EDUARDO JAURENA
AB AYUBA AMEN PISANI
AGAPO LUIS PALOMEQUE
(Secretario)
(Resoluciones de la Cámara de Representantes de fechas I a de abril
y 17 de setiembre de 1986 y de la Comisión Especial, de 21 de octubre
y 4 de noviembre de 1986)
VIII
grupo de apoyo para confrontación de pruebas:
Agapo Luis Palo meque
Alberto Candau
Fernando Iglesias
Evaristo Mariscurrena
Mar íaC rosta
SandraLarrosa
Guillermo Mas de Ay ala
María Gómez de Volpi
Marisa Ber gallo
Mónica Sáenz
IX
AUTORIDADES DE LA CAMARA
(1988)
Presidente:
ler. Vicepresidente:
2do. Vicepresidente:
3er. Vicepresidente:
4to. Vicepresidente:
Secretarios:
ERNESTO AMORIN LARRAÑAGA
HUGO GRANUCCI
ALFONSO REQUITERENA VOGT
JUAN JUSTO AMARO
NELSON ARREDONDO
HECTOR S. CLAVUO
HORACIO D. CATALURDA
JOSE CELLI
WASHINGTON BERMUDEZ
Prosecretarios:
Antecedentes
XIII
ANTECEDENTES DE LA RESOLUCION DE LA
CAMARA DE REPRESENTANTES
DE 15 DE JUNIO DE 1972
Rcp. N 8 148
PROYECTO DE RESOLUCION
Artículo único. — Refuérzase en la cantidad estrictamente necesaria el
Rubro “Eventuales o Extraordinarios” del Presupuesto de Secretaría de
la Cámara de Representantes, con el fin de editar las obras completas del
doctor Luis Alberto de Herrera en el centenario de su natalicio.
Montevideo, 6 de junio de 1972.
Ricardo Rocha Imaz
Representante por Montevideo.
EXPOSICION DE MOTIVOS
Se cumple el 22 de julio de 1973 el centenario del nacimiento del
doctor Luis Alberto de Herrera.
Personalidad de vasta y apasionante actuación pública, controvertido
y discutido, amado y venerado, en su hora, por su propia dinámica de
luchador que le llevó a decir: “viví tiempos agitados por nuestra propia
agitación”, su paso a la inmortalidad aquietó y midió el juicio de sus
contemporáneos y los que siguieron.
Emplazada en bronce, libre ya de las asperezas de las recias luchas
políticas, su figura se proyecta como la de uno de los hombres públicos
de nuestro país con mayor gravitación popular.
Fue Jefe Civil del Partido Nacional, revolucionario, tribuno,
periodista, Magistrado, Legislador, diplomático, intemacionalista,
Constituyente, estadista, conductor de multitudes, gobernante, escritor,
fundador del revisionismo histórico.
XIV
Esta última condición, que pareció secundaria a los de su tiempo, por
gravitaciones y urgencias de otro orden del doctor de Herrera, y la
necesidad de que las nuevas generaciones tengan acceso a su vasta y
valiosísima labor literaria, nos lleva a presentar el proyecto cuyos
fundamentos dejamos expuestos y en el que recogemos iniciativas de
anteriores Legislaturas.
Montevideo, 6 de junio de 1972.
Ricardo Rocha Imaz
Representante por Montevideo.
(TEXTO DEL PROYECTO APROBADO
EL 15 DE JUNIO DE 1972)
RESOLUCION
Artículo único. — Autorízase a la Presidencia de la Cámara a editar las
obras completas del doctor Luis Alberto de Herrera en el centenario de
su natalicio.
XV
ANTECEDENTES DE LA RESOLUCION DE LA
CAMARA DE REPRESENTANTES
DE 1ro. DE ABRIL DE 1986
Repartido N Q 176
PROYECTO DE RESOLUCION
Artículo l 9 . — Cúmplase la resolución del 15 de julio de 1972, referente
a la publicación de las obras del doctor Luis Alberto de Herrera,
creándose en el Presupuesto del Cuerpo, la partida correspondiente.
Artículo 2 9 . — Comuniqúese, etc.
Montevideo, 10 de abril de 1985.
Walter R. Santoro
Representante por Canelones
EXPOSICION DE MOTIVOS
El 8 de abril próximo pasado, se cumplió un nuevo aniversario del
fallecimiento del doctor Luis Alberto de Herrera.
La Cámara de Representantes, por Resolución de fecha 15 de julio de
1972, dispuso la publicación de las obras del ilustre hombre público.
En el Presupuesto del Cuerpo del mes de setiembre de 1972 -último
presupuesto aprobado antes de la disolución del Parlamento- se incluyó
en el artículo 13 del mismo, inciso c) del Rubro “Gastos Eventuales o
Extraordinarios” un refuerzo para atender la edición dispuesta.
La decisión de la Cámara no fue cumplida, por lo que corresponde
hacerlo.
Montevideo, 10 de abril de 1985
Walter R. Santoro
Representante por Canelones
XVI
Luis Alberto de Herrera
Comisión de Asuntos Internos
INFORME
Señores Representantes:
La Comisión de Asuntos Internos ha estudiado el proyecto de resolu-
ción presentado por el señor Representante don Walter R. Santoro,
tendiente a que se cumpla la resolución de la Cámara de 15 de junio de
1972, sancionada sobre la base de una iniciativa del señor Representante
Ricardo Rocha Imaz.
En oportunidad de sancionarse aquella resolución distintas voces se
hicieron oír para que fuera el Profesor Juan Pivel Devoto quien dirigiera
la publicación.
Fiel a esas manifestaciones, la Comisión recabó la opinión de la citada
personalidad y en visita que realizara a una de sus sesiones, ilustró sobre
el trabajo a realizar: que debería reeditarse el índice publicado en ocasión
de conmemorar el centenario del natalicio del doctor Luis Alberto de
Herrera y luego una selección de sus obras.
De sancionarse el proyecto en la forma aconsejada y contando con las
partidas de gastos suficientes, se publicarán por su orden, el índice citado,
"La Tierra Charrúa", "La Misión Ponsonby", "La Paz de 1828", "Oríge-
nes de la Guerra Grande", "Por la Verdad Histórica", "La seudo historia
para el Delfín", "La Diplomacia Oriental en el Paraguay", "Buenos Aires,
Urquiza y el Uruguay", "La clausura en los ríos", "El drama del 65",
"Antes y después de la Triple Alianza", "Por la patria", "Labor diplomá-
tica en Norteamérica", "La Doctrina Drago y el interés del Uruguay",
"Uruguay Internacional", "Desde Washington", "La Revolución France-
sa y Sudamérica" y luego una selección de ensayos y discursos de corte
político y social.
El trabajo obedecerá a un criterio temático y no cronológico, aten-
diendo a lo aconsejado por el Profesor Pivel Devoto. El total de las obras
seleccionadas, alcanzará a unos dieciséis tomos de quinientas a seiscien-
tas páginas cada uno, en formato similar al de la Revista Histórica.
XVII
El costo estimado obtenido, oscilará en los nuevos pesos 1 .350.000 por
tomo con un tiraje de mil quinientos ejemplares. Atendiendo al monto es
que la Comisión considera que la publicación debe hacerse en forma
escalonada.
Es cuanto esta Comisión tiene que informar al Pleno.
Sala de la Comisión, 10 de diciembre de 1985.
Héctor N. Barón, Miembro Informante;
Abayubá Amén Pisani, Marino Irazoqui,
Oscar Magumo, Carlos E. Negro.
(TEXTO DEL PROYECTO APROBADO EL l 2 DE
ABRIL DE 1986:)
Artículo Unico. — Sustituyese la resolución de 15 de junio de 1972 por
la siguiente:
“Artículo 1 Q . — Autorízase a la Presidencia de la Cámara a publicar una
selección de las obras del doctor Luis Alberto de Herrera, la que se
realizará durante esta Legislatura. La Comisión de Presupuestos
integrada con la de Asuntos Internos preverá, en ocasión de estructurarse
el Presupuesto de Secretaría, la inclusión de la partida correspondiente.
Artículo 2 8 . — Encomiéndase al Profesor Juan Pivcl Devoto, la selección
de las obras y supervisión del trabajo.
Artículo 3°. — La edición constará de mil quinientos ejemplares y será
distribuida en la forma que determine la reglamentación que dicte la
Presidencia de la Cámara en acuerdo con la Comisión de Asuntos
Internos”.
XVIII
ANTECEDENTES DE LA RESOLUCION DE
LA CAMARA DE REPRESENTANTES
DE 17 DE SETIEMBRE DE 1986
27. — Comisión Especial para realizar la edición de una
selección de obras del Dr. Luis Alberto de Herrera.
Léase otra moción de urgencia llegada a la Mesa, suscrita por los
señores Diputados Porras Larralde, Fau y Cataldi.
(Se lee:)
“Mocionamos para que se designe una Comisión Especial, integrada
por cinco miembros, con el cometido de realizar la edición de una
selección de las obras del doctor Luis Alberto de Herrera, en
cumplimiento de la Resolución de la Cámara aprobada el l fl de abril de
1986. La Comisión Especial dispondrá de un plazo de seis meses para
llevar a cabe su cometido”.
— En discusión.
Si no se hace uso de la palabra, se va a votar.
(Se vota)
— Cincuenta en cincuenta y uno: Afirmativa.
XIX
CESION DE DERECHOS DE AUTOR
DE LA OBRA DEL DR. HERRERA
Comisión designada para realizar
la edición de una Selección de
obras del Doctor Luis Alberto
de Herrera.
Acta N e 7
En Montevideo, a los veintidós días del mes de julio de 1987, siendo
la hora 15, en la sala de la Presidencia de la Cámara de Representantes,
se reúne en sesión pública la Comisión designada para realizar la edición
de una selección de la obra de Luis Alberto de Herrera con asistencia de
sus miembros Representantes Nacionales Ricardo Rocha Imaz, Eduardo
Jaurena, Hebcrt Rossi Pasina y Abayubá Amen Pisani. Preside el Repre-
sentante Nacional Walter Rubén Santoro. Asisten especialmente invita-
dos la señora María Hortensia de Herrera de Lacalle, el Presidente de la
Cámara de Representantes Víctor Cortazzo, los Secretarios del Cuerpo
doctores Héctor S. Clavijo y Horacio D. Catalurda, el Senador Luis
Alberto Lacalle y el Director Nacional de Educación Pública profesor
Juan E. Pivcl Devoto.
Actúa en Secretaría el Jefe de Dcpto. Agapo Luis Palomcque.
Se encuentran presentes asimismo, varios señores Senadores y Dipu-
tados, así como numeroso público.
Iniciado el acto el Presidente de la Cámara de Representantes profesor
XX
V íclor Cortazzo usa de la palabra agradeciendo a los familiares del doctor
de Herrera el gesto de ceder en favor de la Cámara de Representantes los
derechos de autor por la obra del mencionado hombre público, tal como
se había anunciado por su única heredera señora María Hortensia de
Herrera de Lacalle.
Acto seguido el Representante Nacional Waller R. Santoro, en su
calidad de Presidente de la Comisión, destaca el carácter nacional de la
personalidad y la obra del Doctor de Herrera y dispone sea leído por
Secretaría el documento que registra la voluntad de dicha heredera de
ceder los derechos de autor referidos, cumplido lo cual, lo suscriben la
totalidad de miembros de la Comisión Especial, la señora María Horten-
sia de Herrera de Lacalle, el Presidente de la Cámara de Representantes
y los Secretarios del Cuerpo. Su texto en fotocopia que se agrega, integra
esta acta, como Anexo.
A continuación el Senador Luis A. Lacalle en nombre de su señora
madre, doña María Hortensia de Herrera de Lacalle, formula una elocu-
ción final destacando, entre otros conceptos, las características de las
obras de próxima publicación.
Finalmente, siendo la hora 15 y 30 se levanta la sesión, labrándose la
presente para constancia.
WALTER R. SANTORO
Presidente
AGAPO LUIS PALOMEQUE
Secretario
Anexo al Acta N Q 7
En Montevideo, a los veintidós días del mes de julio de mil novecien-
tos ochenta y siete, ante la Comisión designada para realizar la edición de
una selección de las obras del doctor Luis Alberto de Herrera, la señora
María Hortensia de Herrera de Lacalle, en su calidad de única y legítima
XXI
heredera del doctor Luis Alberto de Herrera, manifiesta su voluntad de
ceder en favor de la Cámara de Representantes los derechos de autor
correspondientes a las ediciones que realice la misma, de la totalidad de
la obra del referido hombre público, solicitando se formalice oportuna-
mente el documento que prescribe la Ley N 9 9.739, de 17 de diciembre
de 1937. Presente el Presidente de la Cámara de Representantes, señor
Víctor Cortazzo, y los Secretarios del Cuerpo, doctores Héctor S. Clavijo
y Horacio D. Catalurda, expresan que aceptan en nombre de la Cámara,
la cesión de derechos referida.
Para constancia se labran dos ejemplares de un mismo tenor que
firman de conformidad.
(Siguen firmas:)
María Hortensia de Herrera de Lacallc
Waltcr Rubén Santoro Ricardo Rocha Imaz Eduardo Jaurena
Hebert Rossi Pasina Abayuba Amen Pisani
Víctor Cortazzo
Presidente
Héctor S. Clavijo Horacio D. Catalurda
Secretarios
Advertencia
El lomo I de la presente obra fue publicado con fecha diciembre de 1 988,
por la misma empresa editora, con una Introducción del doct or Walter R.
Sanloro y un prólogo a cargo del profesor José de Torres Wilson.
Luis Alberto de Herrera
La Misión Ponsonby
TOMO II
La Misión Ponsonby
[AÑO 1824]
3
ALVEAR A CANNING (1)
Londres, julio 24 de 1 824. (Enviado por el general Alvear, de Bedford
Street N 9 3, a S.E. George Canning). Las provincias del Río de la Plata se
van a reunir en congreso — si es que ya no lo han hecho — por medio de
sus representantes en el curso del año comente.
El pueblo de cad? jna de las diferentes provincias elegirá directamen-
te sus representantes.
El congreso en primer término, se ocupará de todo lo referente a la
usurpación de la provincia Oriental por las tropas del Brasil. Y, a
continuación, respecto a las relaciones exteriores, cuya dirección ha sido
confiada principalmente, al gobierno de Buenos Aires.
Se tratará de dar al país una organización estable y permanente, y de
nombrar un Poder Ejecutivo para la nación en general, con las modifica-
ciones que parezcan convenientes.
Las provincias que envían diputados a este congreso son las siguien-
tes: Buenos Aires, Córdoba, Mendoza, Tucumán, Salta, Santa Fe, Co-
rrientes, La Rioja, Calamarca, Santiago del Estero, Entre Ríos y Misio-
nes.
La de la Banda Oriental no puede ser representada, por estar subyu-
gada por un poder extranjero; ni la del Paraguay, por el aislamiento en
que, hasta este momento, ha resuelto continuar.
(1) Habíamos pensado poner en breve comentario al pie de las notas que siguen, siendo
ellas, en su mayoría, tan jugosas, pero ha crecido tanto — contra nuestra primera
intención — el volumen de esta modesta obra, que desistimos de aquel propósito crítico.
Y quizás sea mejor así, a fin de que nada perturbe el juicio sereno del lector.
Por lo demás, hemos querido que ella aparezca enel centenario de nuestra constitución.
Incorporamos, por su interés preliminar, los informes del general Alvear y del cónsul
Ilullet. En cambio, y a pesar de nuestro buen deseo y empeño, no será difícil que falten
algunas piezas de importancia. Queda a otros la tarea de perfeccionar este esfuerzo.
4
Luis Alberto de Herrera
Es de importancia observar que todas las provincias que van a reunirse
en congreso han gozado, sin interrupción, durante los últimos catorce
años, de completa independencia, es decir, siempre, a partir del 25 de
mayo de 1810.
La plaza de Montevideo, único punto que retenían los españoles en
toda la extensión del estado, fue obligada, en 1814, a rendirse al ejército
libertador de las Provincias Unidas del Río de la Plata, que la sitiaban.
La independencia de estas provincias no solamente ha estado libre de
toda agresión, por parte de sus enemigos, sino que aquellas también han
empleado su poder y fuerza en hacer la guerra en el territorio de sus
hermanos esclavizados y en libertarlos del yugo español; y las provincias
independientes han tenido la gloria de alcanzar éxito en ese propósito en
Cliile, después de arrollar al enemigo, en la forma más completa, en las
batallas de Chacabuco y Maipú, en 1816 y 1818. Este mismo ejército de
las provincias — que por sus victorias tomó la denominación de “ejército
de los Andes” — unido, en 1 820, a otro, formado en la república de Chile,
a fin de libertar al Perú, obligó a los españoles a abandonar la ciudad de
Lima y, extendiéndose sobre una inmensa región, al fin consiguió
establecer una comunicación con la república de Colombia y cc. itribuir
a la liberación del reino de Quilo.
Quizás no sea ocioso agregar que, si el gobierno de Buenos Aires no
ha acreditado, hasta ahora, ningún agente ante el gobierno de S.M.B., esto
se debe a que está convencido de que el deseo del gabinete británico será
favorecer, espontáneamente, a los nacientes estados de América en todo
lo que sea sugerido y penni. ido por los grandes intereses que representa
y protege; y que, en consecuencia, el objeto más importante del gobierno
de Buenos Aires será concentrar toda su atención y recursos para dar al
país administrado por él tal mejoramiento moral y tal cultura que
permitan elevarlo a .a prosperidad que promete su territorio y la indepen-
dencia que, con Un. a gloria para sí mismo, ha conquistado y cuyos
beneficios empieza a cosechar. El gobierno de Buenos Aires y las
picvincias del Río de la Plata están, por lo tanto, ansiosos de cultivar la
amistad del gobierno de S.M.B., con preferencia a todos los otros
gobiernos del continente, están enterados de que la nación y el gobierno
La Misión Ponsonby
5
inglés son el pueblo más moral y el gabinete más ilustrado de Europa, y
que, en consecuencia, su ejemplo debe ser el más ventajoso para los
nuevos estados americanos, estando más de acuerdo con los principios
sociales y orden necesarios a dichos estados, por los elementos físicos y
morales que los componen.
Las provincias del Río de la Plata, después de haber empleado todos
los medios que la prudencia y el deseo de paz pueden sugerir a un pueblo
anheloso de obtenerla, aunque sin desmedro de su dignidad, con el
propósito de vivir en amistad con la corte del Brasil, después de pedirle
que retirara sus tropas de la Banda Oriental, que retiene con violación de
todos los derechos, y habiéndole sido imposible obtener un resultado
favorable, se encuentra bajo la penosa pero urgente necesidad de lanzarse
a la guerra, la más justa, a fin, no sólo de recobrar esa hermosa provincia,
sino también de rechazar en tiempo, aquellas pretensiones, tan ilegales
como impolíticas, que ese gobierno ha juzgado propio sustentar y que
acaricia desde su emancipación.
Las provincias del Río de la Plata, satisfechas de poder gozar de la
felicidad que su nuevo estado político les permite, sin aspirar a ningún
otro objeto que el de organizarse bajo un buen gobierno, reflejo de su
situación, que exclusivamente se ocupe de la prosperidad del país, ha
considerado como la mayor calamidad — y lo deplora muy sinceramen-
te — que el gabinete brasileño siga una Enea de conducta tan opuesta a la
corrección y tan en desacuerdo, con sus propios intereses.
Ellas estimarían una dicha muy señalada que un gobierno tan justo y
tan fuerte como el de Gran Bretaña se dignase establecer como principio
— si en la sabiduría de sus consejos lo juzgase razonable — que todos los
nuevos estados americanos se mantuvieran dentro de sus antiguos límites
y respetaran los de sus vecinos; y que no consintiera, bajo ningún
concepto, que ninguno de ellos ocupe, por la fuerza, porción alguna del
territorio poblado por cualquier nación vecina.
6
Luis Alberto de Herrera
IIULLET A CANNING
Leadenliall Street, 102. Londres, julio 31 de 1824. (El señor John
Hullet fue nombrado cónsul general de Buenos Aires, en Gran Bretaña,
en 1824).
(Privada). El señor Hullet saluda al señor Canning y, de acuerdo con
la promesa hecha durante la conversación privada con que fue honrado
por el señor Canning, el 9 del corriente, se permite incluir un bosquejo
relativo al estado presente de Buenos Aires, y reiterar las seguridades de
que, en todo tiempo, tendrá placer en facilitar cualquier información que
se desee y que esté en su poder dar.
Londres, 3 1 de juüo de 1 824. (Privada). La parte de América del Sur
que, bajo el gobierno español, constituía el virreinato de Buenos Aires,
estaba limitada, al noreste, por el Brasil, al norte y noroeste, por el
virreinato de Lima, al oeste, por el reino o presidencia de Chile, y, al sur,
por las tierras incultivadas habitadas por indios errantes, pero sobre las
cuales el virrey de Buenos Aires invocaba la soberanía del rey de España
hasta el Cabo de Hornos. Todo ese inmenso país está escasamente
poblado, pero averiguar el número de habitantes, con alguna certeza, es
casi imposible en el estado actual de información. Los censos tomados,
de tiempo en tiempo, por órdenes de Madrid, están lejos de ser correctos,
desde que además de otras causas, las clases bajas han deseado y han
conseguido ocultar su número. De acuerdo con algunos datos estadísticos
la población, excluyendo los indios aborígenes suma 1.580.000 mientras
otros, incluyendo los indios, llevan el total a 2.400.000 y la opinión
corriente en el país la estima en más de tres millones.
Con respecto a las castas, puede observarse que los blancos de pura
extracción española son muy numerosos y principalmente habitan los
pueblos. El número de negros, al contrario, es, en la actualidad, extrema-
damente pequeño, no habiendo sido considerable nunca y habiéndose
reducido, desde larevoluciónporlaprohibición del comercio de esclavos
y por la libertad otorgada a éstos, a condición de servir en los ejércitos,
que han sido repetidamente reclutados en esta forma, indemnizando el
La Misión Ponsonby
7
estado a los propietarios.
Los mestizos, forman la gran masa de la clase baja y trabajadora, en
las villas y campiñas; los indios son muy numerosos en las provincias del
Alto Perú, donde viven en aldeas, profesan el cristianismo y dan señales
de una civilización incipiente. El breve bosquejo (adjunto y marcado A),
del comienzo y progreso de la revolución, desde la expulsión del último
virrey, en 1810, es de la pluma de un nativo, respetable, de Buenos Aires,
que era miembro de la sala de representantes hasta que renunciói a fines
de 1823, cuando sus asuntos mercantiles liicieron necesario su viaje a
Europa.
Además del contenido de ese bosquejo, se puede decir que, desde la
guerra civil, que en 1 820 rompió la unión de las provincias, Buenos Aires,
sin embargo, ha sido reconocido por todas como núcleo central, en
posesión de la parte mayor de las rentas públicas y a cargo de las
relaciones con los otros estados de América y con Europa. Ha existido,
sin embargo, un entendimiento común de que ninguna de las provincias
sería obligada, por la violencia, a incorporarse alauniónyselespermilió,
por lo tanto, aprender, por propia experiencia, que aun cuando ellas
podrían, de acuerdo consupropiaelección, tener administración local, no
podrían gozar de una existencia respetable y sin peligro, sin un gobierno
común a todos. Unos pocos años parecen haber producido ese efecto y el
gobierno de Buenos Aires, en consecuencia, ha enviado una invitación
para la celebración de un congreso general de representantes de todas las
provincias; algunos de ellos, según las últimas noticias, ya habían llegado
a la capital y otros estaban en camino; de m anera que se espera una pronta
reunión del congreso.
Las provincias, actualmente fuera de la Unión, son:
l e Paraguay, que, por su temperamento muy singular y original
política, resistió a la tropas enviadas por Buenos Aires para emanciparlos
de España; pero que, inmediatamente después, destituyó al gobernador
español y se sometió a ser despóticamente gobernado por un abogado
paraguayo, llamado Francia, quien prohibió toda comunicación exterior,
de cualquier especie, dejándose al Paraguay más inaccesible que China
s
Luis A Iberio de Herrera
o Japón.
Aquí procedería observar que los famosos establecimientos de los
jesuítas no estaban en el Paraguay, como se cree comunmente, sino en la
región situada entre sus límites y los del Brasil, que constituía laprovincia
de Misiones, incorporada a las Provincias del Río de la Plata.
2- La provincia de Montevideo, o Banda Oriental, ocupada por las
fuerzas brasileñas, contra la voluntad de sus habitantes y el sentimiento
nacional de toda la Unión.
3 9 Las provincias de Alto Perú, desde Potosí hasta La Paz, dominadas
por las tropas bajo el mando de jefes que actúan a nombre y en defensa
del rey de España. Su destino, probablemente, será decidido por las
operaciones militares en el virreinato de Lima, aun cuando las Provincias
Unidas están ahora reuniendo una fuerza de cuatro a seis mil hombres,
para cooperar en el Alto Perú con el ejército combinado del general
Bolívar.
Durante la activa guerra de las Provincias Unidas contra España, una
considerable deuda pública se acumuló. En 1821, Buenos Aires tomó a
su cargo la liquidación, no solamente de esa deuda, sino también de otra
dejada por la administración española. Se creó un fondo, cuyos intereses
invariablemente han sido pagados con puntualidad, y la amortización se
efectúa con un recurso fijado. Las rentas públicas han aumentado y dejan
superávit, aun cuando muchos de los impuestos más resistidos han sido
derogados y los derechos de aduana considerablemente reducidos. Se ha
establecido, con éxito, un banco como también una caja de ahorro; y el
año pasado la sala de representantes concedió autorización al ejecutivo
para levantar un préstamo de cinco millones de pesos en Europa, que ha
sido negociado en Londres, con el propósito de hacer mejoras internas,
tales como la construcción de villas y fuertes sobre la frontera del sur y
la población de las tierras no cultivadas. El estado financiero, para el año
1 823, tal como fue presentado a la sala de representantes y publicado con
autorización, figura adjunto, bajo la letra B.
La falta de gente marina y la aversión de las clases inferiores a la vida
del mar, impide a las Provincias Unidas aspirar a poseer una fuerza naval.
La Misión Ponsonby
9
Al principio de la revolución los barcos mercantes eran armados para la
rendición de Montevideo; pero tan pronto como este objeto fue consegui-
do, por la destrucción de la escuadra española, se dispuso de los barcos
y quedan solamente unos pocos, pequeños, para la vigilancia aduanera y
como paquetes de río.
La fuerza militar consiste, principalmente, en una milicia numerosa,
que ya había sido organizada bajo el gobierno español; aun cuando no dis-
ciplinada de acuerdo con las ideas europeas, es muy eficiente, por estar
habituada a la naturaleza del país y a servir tanto a pie como a caballo. Se
calcula que, desde 1810 hasta 1 820, B uenos Aires ha tenido habitualmen-
te de 10.000 a 15.000 hombres bajo las armas, divididos en varios cuer-
pos, empleados en el Alto Perú, contra Montevideo y en la liberación de
Chile y Perú.
El ejército permanente, de regulares, desde entonces ha sido reducido
a un número muy pequeño necesitándose solamente para el servicio
intemo y para guardar las fronteras del sur contra el pillaje de los indios;
pero el espíritu marcial de la población hace fácil crear y disciplinar
nuevos reclutas para el ejército republicano. Es satisfactorio observar que
la sabia administración seguida por el gobierno de Buenos Aires en los
últimos tres años, ha producido el plausible suceso de que, los miembros
del poder ejecutivo dejen el poder en conformidad con las leyes consti-
tucionales y dando posesión a los sucesores, debidamente electos.
El mensaje del ejecutivo saliente, elevado a la sala de representantes
el 3 de mayo pasado, no puede ser leído sin interés. Una copia, imprimida
con autorización, va adjunta, bajo la letra C.
[AÑO 1826]
CANNING A PONSONBY
Londres, febrero 28 de 1826. Excmo. lord Jolm Ponsonby. Exento,
señor; Como complemento de las instrucciones generales que S.M. me
autorizó a trasmitir a V. E. en mi nota N g l , hay un punto sobre el cual creo
10
Luis Alberto de Herrera
necesario suministrar a V.E, algunas especiales: las diferencias pendien-
tes entre el gobierno de Buenos Aires y el Brasil, sobre la reclamación de
cualquiera de esos países a la posesión de la Banda Oriental y de
Montevideo. Conel fin de proporcionar a V.E. una información completa
sobre el origen y desarrollo de esa lucha, agregó copia de seis despachos
dirigidos a sir Charles Stuart y de cuatro de S.E. sobre el particular.
También incluyo copia de dos notas de M. de Sarratea expresando el
deseo de su gobierno de iniciar, bajo los auspicios de Gran Bretaña, una
negociación con el Brasil, a fin de evitar la guerra.
Si alguna confianza puede depositarse en las expresiones contenidas
en esas notas del señor Sarratea, como exponente de los sentimientos
reales del gobierno de Buenos Aires, por una parte, y, por la otra, en las
declaraciones de los ministros brasileños a sir Charles Stuart, como está
detallado en los despachos de S.E. (N°\ 59 y 91), el gobierno de S.M.
puede razonablemente esperar salir victorioso en sus empeños de atraer
a Buenos Aires y al Brasil a un amistoso arreglo de las diferencias
actualmente existentes entre ambos.
Hay dos maneras por las cuales considera el gobierno de S.M. que se
puede llegar a una feliz terminación del asunto.
Primera: Que la cesión de Montevideo, por el Brasil, fuera negociada
sobre las bases de un arreglo similar al que fue adoptado entre España y
Portugal, cuando estalló la revolución militar en Cádiz; esto es, que sea
acordada una compensación pecuniaria por Buenos Aires al Brasil, por
los gastos ocasionados a esa potencia por la ocupación de Montevideo,
o:
Segunda: Que la ciudad y territorio de Montevideo se liicieran y
permanecieran independientes de cualquiera otro país, en una situación
semejante a la de las ciudades hanseálicas en Europa.
He aprovechado una oportunidad para sugerir esas ideas del barón de
Itabayana, quien me ha asegurado, de la manera más fonnal, el deseo de
la corte de Río de Janeiro de contribuir, en lo posible, a la restauración de
la paz con Buenos Aires y ha escrito a su gobierno pidiendo instrucciones
con el fin de autorizar al gobierno británico a mediar entre ambas parles
La Misión Ponsonby
11
contendientes. A su llegada a Buenos Aires. V.E. debe aprovechar la
primera oportunidad que se le presente para entrar de lleno en el asunto,
en forma confidencial, con los ministros del gobierno de Buenos Aires,
explicándoles las ideas de su gobierno sobre el particular y sugiriéndoles,
a la vez, la conveniencia de enviar cuanto antes, aquí, al ministro que ellos
han designado, o a M. de Sarratea, instrucciones y plenos poderes que le
habiliten a intervenir en la negociación. No sé cómo expresar a V.E., en
la medida que quisiera, la ansiedad del gobierno de S.M. por restaurar y
conservar la paz entre los nuevos estados de América y el profundo
interés que, en la opinión de este gobierno, esos estados deben poner en
evitar dar motivo, por sus querellas, a la intervención de los extraños en
sus asuntos políticos.
Soy de V.E., etcétera.- (firmado) George Caiming.
CANNING A PONSONBY
Londres, marzo 18 de 1826. A S.E. lord John Ponsonby. Excmo.
señor: Adjunto a V.E., para su conocimiento una selección y compendio
que he mandado hacer de todos los documentos más importantes existen-
tes en esta oficina, con relación a Montevideo y a la causa de las
diferencias entre el Brasil y Buenos Aires.
V.E. considerará este documento como formando parte de los arclii-
vos de la misión de S.M. en Buenos Aires.
Tengo el honor, etcétera.- (firmado) George Canning.
CANNING A PONSONBY
Londres, marzo 18 de 1826. A S.E. lord Jolin Ponsonby. Excmo.
señor: Adjunto a V.E. una carta (cuya copia se incluye para su informa-
12
Luis Alberto de Herrera
ción) que V.E. debe entregar, inmediatamente de su llegada a Río de
Janeiro, al ministro de relaciones exteriores brasileño.
V.E. requerirá una audiencia del emperador del Brasil y, cuando sea
admitido a su presencia, V.E. le expresará a S.M.I., en nombre del rey,
nuestro señor, el vivo interés de S.M. por la felicidad de S.M.I. y la de su
familia, por el bienestar del imperio del Brasil y el voto formal de S.M.
por la conservación de la paz en el nuevo mundo y, en consecuencia, su
deseo de que se llegue al ajuste de las diferencias entre el Brasil y Buenos
Aires, por las cuales esa paz está actualmente interrumpida y comprome-
tida.
Tengo el honor, etcétera.- (firmado) George Canning.
CANNING A INHAMBUPE
Londres, marzo 18 de 1826. A S.E. el señor ministro de relaciones
exteriores del Brasil. Señor ministro: El rey, mi señor, ha tenido el agrado
de disponer que lord Ponsonby, enviado extraordinario y ministro pleni-
potenciario ante el gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata,
visite Río de Janeiro, en su viaje a Buenos Aires, con el propósito de
comunicarse con los ministros de S.M. el emperador de Brasil sobre el
estado de cosas que, desgraciadamente, existe entre el imperio del Brasil
y las Provincias Unidas del Río de la Plata.
Las repetidas manifestaciones del deseo del gobierno brasileño de
queS.M. intervenga enesta infortunada querella, permiten aS.M. esperar
que la visita de lord Ponsonby a Río de Janeiro será recibida como una
prueba de su buena voluntad hacia el Brasil.
El gobierno de Buenos Aires ha solicitado, de igual manera, la
intervención de S.M. y ha sugerido una base sobre la cual podría abrirse
una negociación de paz entre los dos poderes beligerantes.
Lord Ponsonby, está encargado de esta obertura.
Si aceptada, ella puede conducir a la paz, que es el principal anhelo de
La Misión Ponsonby
13
S.M.
Si declinada, es de esperar que el gobierno de S.M. estará preparado
para sugerir alguna otra base de negociación, en términos tales que lord
Ponsonby pueda presentarla al gobierno de Buenos Aires.
Se provee a lord Ponsonby de esta carta de introducción ante V.E., a
fin de que pueda ser informado de la misión que lleva y pueda dar crédito
a todo lo que él diga a V.E. sobre el asunto que la motiva.
Lord Ponsonby tendría especial deseo de presentar sus respetos a
S.M. el emperador del Brasil y, al ser admitido a la presencia de S.M.I.,
le expresará, en el nombre del rey nuestro señor, su vivo interés por la
felicidad de S.M.I. y la de su familia y por el bienestar del imperio del
Brasil.
Tengo el honor, etcétera.- (firmado) George Canning.
CANNING A PONSONBY
Londres, marzo 18 de 1826. A S.E. lord John Ponsonby. Excmo. se-
ñor: La noticia de la renovación de las hostilidades entre el imperio del
Brasil y el estado de Buenos Aires, llegada después que mi despacho
N 9 2 fue escrito, me indujo a diferir la partida de V.E., a la espera de que
M. de Sarratea recibiese alguna comunicación de su gobierno, que
pudiera habilitarme a impartir a V.E. instrucciones más precisas, con
respecto a la desgraciada e inoportuna disensión entre Buenos Aires y el
imperio del Brasil, que las contenidas en aquel despacho. Mis esperanzas
no han sido defraudadas. He recibido de M. de Sarratea, recientemente,
un memorándum con una nota explicativa (cuyas copias adjunto) repi-
tiendo, en cumplimiento de nuevas instrucciones recibidas de su gobier-
no, lo que ya me había expresado, en forma menos oficial: el ansioso
deseo del gobierno de Buenos Aires de que S.M. interponga su valiosa
influencia ante el gabinete de Río de Janeiro.
Las bases sobre las que el gobierno de Buenos Aires está dispuesto a
14
Luis Alberto de Herrera
fundar un arreglo, son, como M. de Sarratea que me lo ha expresado ahora
claramente, las establecidas, por decisión de los poderes aliados, para el
arreglo de idéntica disputa entre España y Portugal y mencionadas, más
de una vez, en los despachos de sir Charles Stuart y al señor Parish, de los
cuales está V.E. enterado. Esto es: que Buenos Aires pague al Brasil una
suma de dinero, como reembolso de los gastos efectuados, primero, por
el rey de Portugal y, luego, por el emperador del Brasil, con motivo de la
ocupación de Montevideo y de la Banda Oriental y como compensación
por la cesión de esa ciudad y territorio a Buenos Aires.
Cualquiera que sea la probabilidad de éxito de esta proposición, sería
muy conveniente someterla al emperador del Brasil. No podrá proporcio-
narse una oportunidad más favorable, a este fin, que la que ofrece la
partida de V.E. para América. Por lo tanto, le significo el deseo del rey
de que, en viaje al Río de la Plata V.E. desembarque en Río de Janeiro,
donde solicitará una audiencia de los ministros brasileños, para enterarles
de la proposición del gobierno de Buenos Aires y saber en qué disposición
se hallan para entrar en negociaciones con éste, sobre las bases propues-
tas, ofreciéndose, asimismo, V. E. como mediador, ya acepten ellos esa
proposición o ya quieran formular otras al gobierno de Buenos Aires.
El deseo del gobierno brasileño del apoyo y consejo de S.M. para el
arreglo de su diferencia con Buenos Aires, ha sido tan vehementemente
expresado en la correspondencia que V.E. y a conoce — cuyo extracto está
incluido en mi despacho anterior — que S.M. se considera autorizado a
esperar que la iniciativa tomada será debidamente apreciada por S.M.I.
S.M. confía que el gobierno brasileño aprovechará, en la más amplia
extensión, la facilidad que la visita de V.E. a Río de Janeiro le proporciona
para poner término a las hostilidades, tan perjudiciales para todos los
nuevos estados de América y tan especialmente peligrosas para la
estabilidad de la actual forma de gobierno existente en el Brasil.
Pero, aunque en estos conceptos, sólo puede anticipar una favorable
acogida a la obertura confiada a V.E. en Río de Janeiro, de ninguna
manera desconozco que si, a su llegada, la suerte hubiera sido favorable
a las armas brasileñas, tal vez V.E. no encontraría inclinación a aceptar
esa obertura para entraren negociaciones, pro paz, de una manera sincera
La Misión Potisonby
15
y formal.
En cuanto puedo ver, los posibles motivos en que el gabinete brasi-
leño pudiera fundarse para declinar la negociación sobre las bases pro-
puestas, son, principalmente, dos: primero, el poder que le daría a Buenos
Aires la posesión de ambas márgenes del Río de la Plata, por el control
de la navegación de ese río; y, segundo, el rechazo de las pretensiones de
Buenos Aires a la herencia de los derechos de España sobre la ciudad y
territorio de Montevideo, en cuyo reclamo de herencia, sólo, debe
confesarse, se funda la proposición de abrir o, más bien, de reiniciar la
negociación, sobre las bases anteriormente establecidas entre España y
Portugal.
TralLidose de la última de estas dos objeciones, V.E. observará a los
ministros brasileños que, a menos que por un acuerdo general y tácito, los
estados del nuevo mundo se comprometan a mantenerse, los unos
respecto de los otros, en cuanto a sus derechos geográficos y de Emites,
exactamente lo mismo que cuando eran colonias, infaliblemente surgirán
grandes complicaciones, provocadas por sus pretensiones y rivalidades;
y, entonces, todo el continente americano, ya se trate de tierras que hayan
sido españolas o portuguesas, ofrecerá, finalmente campo propicio a las
empresas de atrevidos aventureros, que tal vez intentarán fundar, para sí,
nuevos dominios.
Si Buenos Aires no tiene título sobre Montevideo, como antigua po-
sesión de España, ¿puede el Brasil reclamarlo, invocando la comparati-
vamente reciente ocupación de esa provincia por Portugal, ocupación
que, por muchos años después que se produjo, fue considerada, no sólo
por España, sino por todos los aliados de España y Portugal, como un acto
forzado y de defensa propia, de parte de Portugal, y únicamente tempo-
rario y provisorio?
Si se niega que al asumir una existencia política independiente,
Buenos Aires se colocó en el lugar de España, con respecto a los poderes
extranjeros, ¿puede alegarse que el emperador del Brasil hereda de
Portugal otro derecho, sobre Montevideo, que el que pudo darle la
ocupación del mismo por Portugal?
16
Luis Alberto de Herrera
Y bien, Portugal retuvo a Montevideo, dispuesto a restituirlo a
España, bajo el cumplimiento, por España, de ciertas condiciones espe-
cificadas.
¿Pretende el emperador del Brasil que él mantiene la posesión de
Montevideo, en igual condición, y que restituiría esa ciudad y territorio,
pero sólo a España, cuando ésta estuviera en situación de reclamarlos? Si
así fuera, S.M.I. puede, por cierto, sin contradicción, rehusarse a ceder a
Buenos Aires, colonia rebelde, lo que él reserva para restituir a su
primitivo dueño.
Pero, ¿es posible que el emperador del Brasil no mida las consecuen-
cias de declarar, de esta suerte, a toda la América española, que él
reconoce en una parte de ese continente los derechos, inextinguidos, de
España? ¿No advierte los recelos que semejante declaración provocaría
en todas las otras provincias que, como Buenos Aires, han roto la tutela
de la madre patria?
Por otra parte, si no reconoce el derecho de España a la devolución de
Montevideo, ¿negaría a Buenos Aires la existencia de ese derecho, con
el propósito de conservar para sí esa ciudad? ¿Qué sería esto, sino
convertir en conquista absoluta una ocupación defensiva, ofreciendo así
a los estados del nuevo mundo un ejemplo que puede conducir a
interminables violaciones, disputas y trastornos?
En cualquier caso, ya pretenda retener Montevideo para España, o
negarlos derechos de España y Buenos Aires y declare su determinación
de conservarlo para sí, dará motivo a los nuevos estados de la América
española para unirse, tarde o temprano, en una acción común contra el
Brasil; en primer término, por ver en él un poder que sostiene, en
principio, la repudiada supremacía de su metrópoli; y, en segundo
término, contra un poder invasor y conquistador, indiferente a los
derechos de sus vecinos y ansioso de hallar pretexto para encender
guerras de ambición y dominio.
Con esos argumentos, confío que V.E. no encontrará difícil disuadir
a los ministros brasileños de cualquier intento de convertir el litigio
pendiente entre Brasil y Buenos Aires en una cuestión de derecho
La Misión Ponsonby
17
abstracto y de legitimidad, que afectaría, a la vez que a Buenos Aires, a
todos los nuevos estados de América, que se han independizado de
España.
Importante como la cuestión de Montevideo puede ser para el
gobierno brasileño, no es menos que la discusión de ese asunto no sea
llevada apoyándose en tales principios o sostenida, por el lado de ellos,
con argumentos capaces de indisponer con la monarquía del Brasil los
sentimientos e intereses comunes de todos los estados republicanos de la
América española.
Anteriormente, he tenido ocasión de advertir al ministro brasileño, de
las instigaciones hechas al general Bolívar, desde Europa, para tratar una
guerra contra el Brasil, bajo cualquier pretexto, con el único motivo de
derrocar una monarquía que se levanta, sola, en todo el vasto continente
de América y que es considerada por los apasionados de las formas
democráticas de gobierno, como esencialmente incompatible, con la
segura existencia de las repúblicas americanas.
El general Bolívar — todo inclina a creerlo — hasta ahora se ha mos-
trado sordo a esas instigaciones. Su conducta, en el asunto de Clúquitos,
da una prueba, tolerablemente satisfactoria, de que no está deseoso de
encontrar un pretexto para atacar al Brasil; pero, tal vez sería probarlo
demasiado, si el Brasil le arrojara, otra vez, una directa provocación de
guerra con actitudes que presentarían al imperio del Brasil, ante la general
sospecha y enemistad de la América española, como campeón de los
derechos de la madre patria, o como agresor de los derechos de uno de los
nuevos estados.
En cuanto a la otra objeción, más práctica, que presumo de parte del
gobierno de Río de Janeiro, sobre la entrega de Montevideo a Buenos
Aires, no se le puede negar considerable fuerza. En realidad, la dificultad
de toda la cuestión reside en esto: en que el valor de Montevideo, para
cada parte, consiste menos, tal vez en el positivo beneficio que pueden
esperarse derive de su posesión que en el perjuicio que ellos temen de su
posesión por el contrario.
No puede negarse, por consiguiente, que, suponiendo le fuera tnuis-
18
Luis Alberto de Herrera
ferido a Buenos Aires, mediante una compensación pecuniaria convenida
con el Brasil, sería además razonable que se tomaran todas las precaucio-
nes justas, según estipulaciones precisas, en el tratado de arreglo, a fin de
asegurar al Brasil un ininterrumpido goce de la navegación del Río de la
Plata.
S.M. no rehusaría prestar su garantía para la estricta observancia de
tales estipulaciones, si le fuera requerida.
El gobierno inglés, por cierto, preferiría, en el deseo de evitar, en lo
posible, compromisos de esa naturaleza, que el tratado fuera ajustado a
satisfacción de ambas partes, sin necesidad de esa garantía. Pero, si ésta
fuera solicitada por ambas partes, S.M. consentiría en darla, antes de que
el tratado no se realizara. Si la proposición del gobierno de Buenos Aires
no es aceptable para el de Río de Janeiro, toca a los ministros brasileños,
a menos de que ellos estén dispuestos a arriesgarlo todo — aun la suerte
misma de los azares de la guerra — sugerir alguna modificación de esta
propuesta, u otras bases, sobre las cuales la negociación para el arreglo
de los puntos en litigio pueda ser establecida.
No corresponde al gobierno británico sugerir determinada contrapro-
posición; pero V.E. trasmitirá al gobierno de Buenos Aires cualquier
proyecto del gobierno brasileño, capaz, según el criterio de V.E. de
conducir, en algún grado, a la feliz terminación de las hostilidades. Queda
librada a su discreción la apreciación de este asunto, inclinándose a
recibirla comunicación para Buenos Aires, de cualquier proposición que
no sea absolutamente de carácter ofensivo.
Se ha sugerido como V.E. está ya enterado, que Montevideo, o toda
la Banda Oriental, con Montevideo por capital, podría ser erigida en un
estado separado e independiente. Nosotros, no estamos, aquí, en condi-
ciones de juzgar hasta donde semejante arreglo sería practicable y hasta
qué punto el territorio y población de ese nuevo estado estaría capacitado
para adquirir y acertadamente desenvolver una existencia política inde-
pendiente. Con respecto a este arreglo, V.E. no debe ofrecer la garantía
de S.M., ni alentar ninguna demanda en ese sentido.
Nada puede ser de más importancia para el Brasil que conseguir que
La Misión Ponsonby
19
sus desavenencias con Buenos Aires estén en vías de arreglo antes de que
el congreso general de estados, en Panamá, sea requerido (como podría
ocurrir, a pedido de Buenos Aires) para intervenir en el asunto. En una
asamblea así compuesta, no puede dudarse de que la decisión sería
favorable al imperio del Brasil.
Si la discusión del asunto, no obstante, fuera transferida a Panamá, el
comisionado de S.M. en el congreso recibirá instrucciones para ejercitar
sus buenos oficios, a favor de una solución amistosa y satisfactoria. Me
cuesta creer que se produzca el caso de una repulsa absoluta por parte de
los ministros brasileños, ya sea a escuchar la proposición que V.E., está
encargado de trasmitir, por parte de Buenos Aires, o a articular alguna
propuesta propia.
Pero si, infortunadamente, ese caso ocurriera, sólo puedo decirle a
V.E. que deberá despedirse de los ministros brasileños, expresándoles un
profundo y sincero sentimiento por las dificultades, y aun peligros, a que
el emperador y el imperio del Brasil quedarán expuestos, por culpa de
violentos e irrazonables consejos; y eximiendo de toda responsabilidad,
al gobierno británico, en las consecuencias de una actitud que él habría
tratado, en vano, de evitar.
V.E. reiterará las seguridades ya dadas, por mí, al barón de Itabayana
de que Gran Bretaña observara una escrupulosa neutralidad durante esta
infortunada guerra, confiando, sin embargo, que los derechos de guerra
establecidos no serán atacados, por ninguno de los beligerantes, más allá
de los límites prescriptos por la ley de las naciones.
V.E. no debe ocultar, al mismo tiempo, que, aunque observando una
conducta escrupulosamente neutral, el gobierno británico se inclinará en
favor de aquel beligerante que demuestre mejor disposición para poner
amistoso término a la lucha, y agregará que cuando, el gabinete de Río de
Janeiro asuma una actitud más pacífica, V.E. tiene orden de renovar (si
el gobierno brasileño lo deseara) la negociación, ahora infructuosamente
iniciada, y de ser el voluntario y celoso agente de cualquier obertura que
el emperador del Brasil creyera conveniente hacer, por intermedio de
V.E., al gobierno de Buenos Aires.
20
Luis Alberto de Herrera
V.E. aprovechará cualquier oportunidad que se le presente para
trasmitir a mister Dawkins, comisionado de S.M. en Panamá, un informe
del resultado de su misión en Río de Janeiro.
Tengo el honor de saludar a V.E., etcétera.- (firmado) George Can-
ning.
PONSONBY A CANNING
Río de Janeiro, mayo 26 de 1826. Excmo. señor: Tuve, en el día de
hoy, una entrevista con el ministro de relaciones exteriores, vizconde de
Inhambupe, para informarle que, por mandato del rey, mi señor, era
portador de proposiciones sobre cuya base podrían abrirse negociaciones
de paz entre el Brasil y las Provincias Unidas de La Plata.
Agregué que S.M. había sido inducido a confiarme esta misión
cordial, por el vivo deseo que el gobierno de Buenos Aires había
expresado al de S.M. de que ejerciera sus buenos oficios ante el gabinete
de Río de Janeiro; y que el pedido del gobierno brasileño del concurso de
S .M. , para alcanzar el término de la querella con Buenos Aires, había sido
expresado tan firmemente en su correspondencia, que S.M. tiene derecho
para confiar que el paso dado será debidamente apreciado por el gobierno
de S.M.I., esperando que ambas partes aprovecharán, en toda su exten-
sión, la oportunidad que se les ofrece de poner fin a las hostilidades en pie,
tan inconvenientes para todos los nuevos Estados de América y muy
especialmente azarosas para la estabilidad de la actual forma de gobierno
del Brasil.
Expuse la proposición hecha por el gobierno de Buenos Aires: La
insinuación de hacer de la Banda Oriental un estado independiente,
teniendo a Montevideo por capital, y la esperanza de mi gobierno de que
el gobierno brasileño, haría alguna proposición propia, a fin de iniciar las
negociaciones de paz, si es que la proposición y la insinuación enunciadas
no les fueran satisfactorias.
La Misión Ponsonby
21
Sabía que el ministro estaba en perfecto conocimiento de todo lo que
yo estaba encargado de proponerle.
El vizconde comenzó manifestando la elevada opinión que el gobier-
no de terna de la disposición amistosa de S.M. el rey, mi señor,
hacia el emperador del Brasil, y que consideraba su intervención como
una prueba más de la amistad de S.M. a S.M.I. y del interés de S.M. por
el bienestar del imperio del Brasil.
Dijo que aprovecharía la primera oportunidad para trasmitir a S.M.I.
la proposición formulada y que me haría conocer, rápidamente, su
determinación al respecto.
Luego, el ministro habló, con bastante amplitud, sobre la liistoria de
las relaciones entre el Brasil y los habitantes de Montevideo y la Banda
Oriental. Sin embargo, liizo poco o ningún hincapié en los derechos del
Brasil a la posesión de aquella ciudad y territorio, excepto al proveniente
del acto libre de la ciudad y provincia antedichas, cuando solemnemente
declararon ser súbditos del emperador y se incorporaron a su imperio,
eligiendo y enviando diputados a tomar asiento en la legislatura del
Brasil.
Me abstuve de combatir sus argumentos, aunque fácilmente pudo
haberlo hecho, creyendo más oportuno tratar, antes de recurrir a esa
medida, de inducirlo a considerar la actual política del Brasil y a examinar
el hecho de si era o no, ventajoso para el emperador mantener su posesión
de la Banda Oriental.
Traté todos los tópicos relacionados con ese punto, que están conte-
nidos en mis instrucciones y me aventuré a agregar algunas cosas que me
parecieron útiles al designio que tenía en vista.
El vizconde, fácilmente aceptó mi fomia de tratar el asunto y no
intentó negar que grandes dificultades y peligros podrían quizá amenazar
al imperio; pero también manifestó “que muchas dificultades y peligros
podrían surgir y amenazar al Brasil, si se decidía la renuncia de Monte-
video y la Banda Oriental, a favor de Buenos Aires”. Se extendió sobre
“el perjuicio de una frontera desamparada, que deja al imperio sin
defensa, por ese lado, y sobre la necesidad de asegurar la libre navegación
22
Luis Alberto de Herrera
del Plata al comercio brasileño; y, especialmente, sobre el riesgo para el
honor del emperador, ahora tan profundamente comprometido en la
prosecución de la guerra”.
En cuanto a lo primero, repliqué “que había fortalezas en la frontera,
que podrían ser puestas en estado adecuado de defensa, o erigirse nuevas,
a un costo nunca comparable al costo de la guerra, y que, después que se
hiciera la cesión del territorio en litigio, ni Buenos Aires, ni ningún otro
poder, tendría motivo para una agresión con la menor apariencia de
justicia; que, cualquier ataque, franco o encubierto, al imperio, expondría
a los agresores a todo y, sobre todo, al reproche de ambición e insaciable
inquietud de conquista, subversivo de la paz y bienestar de América, que
los enemigos del Brasil imputaban al gobierno brasileño, y que Inglaterra,
Europa y el mundo entero reprobarían, entonces, lodo mal que se infiriese
al Brasil y atribuirían a impulsos ilegítimos cualquier hostilidad meditada
o emprendida contra el imperio”.
A lo segundo, dije en respuesta, que el honor del emperador radicaba
sobre base más sólida que la cuestión de mantener, o no mantener, una
adquisición determinada. Que S .M.I. no tenía compromiso de proteger de
enemigos a la Banda Oriental, pues, en los hechos, la inmensa mayoría
del pueblo de aquella provincia estaba actualmente en armas contra su
autoridad y, además, que una renuncia a esa provincia, ahora, cuando no
puede alegarse que S.M.I. lo hacía obligado por los sucesos, demostraría
que S.M.I. adoptaba esa medida teniendo en vista los intereses del
imperio y de acuerdo con los consejos y deseos persistentes de su más
viejo y más fiel aliado, el rey de Gran Bretaña, a quien el honor del
emperador le es tan digno de celo como el propio, y no bajo la presión de
un poder extraño.
Observé que la continuidad de la guerra produce necesariamente
muchos grandes males a un estado joven, que empobrece las finanzas y,
al mismo tiempo, hiere su poder productivo.
El vizconde parecía estar, en realidad, enterado de las desventajas y
de los peligros a que el Brasil se expondrá con la prolongación de la
guerra, y dijo poco o nada más en apoyo de esto; pero pareció deseoso de
hacerme sentir que la compensación pecuniaria propuesta era de poca
La Misión Ponsonby
23
importancia y que no se aproximaría, ni remotamente, al gasto que la
ocupación había ocasionado a Portugal y al Brasil.
Evidentemente parecía creer que el emperador no asentiría a las
proposiciones en cuestión, pero habló como si estuviese convencido de
que su gobierno estaba dispuesto a proponer alguna base de arreglo entre
las partes litigantes.
Notando que esta era su opinión, traté más abiertamente, aunque
todavía con precaución, de orientar su atención hacia la necesidad
geográfica que impediría a los estados de La Plata y a todos sus vecinos
(incluyendo el nuevo estado de Bolivia) a continuar indefinidamente
defendiendo, por la fuerza, la libertad de La Plata del contralor del
imperio del Brasil, y le destaqué la posición de Bolívar mismo cuya fuerza
militar él conocía, así como sobre su número y equipo y, sobre todo, la
calidad de las tropas, su disciplina, experiencia, valor reconocido y
entusiasta adhesión a su jefe, como también su confianza en su pericia y,
finalmente, esa misma pericia, en sí, que ya ha triunfado sobre las más
grandes dificultades.
Señalé tan delicadamente como pude, la probabilidad, más que
posible de que Bolívar, u otros, si fueran llevados al extremo, tratarían de
difundir entre el pueblo brasileño, los principios republicanos, a los
cuales, en verdad, una gran parte de la población de las provincias está
notoriamente inclinada; y le presioné, enérgicamente a poner fin a una
guerra de donde tales peligros se apuntan en todas partes y de la cual era
imposible esperar ningún beneficio, en proporción a los riesgos que
origina.
Le previne contra demora, observándole que Buenos Aires, muy
posiblemente, sometería la consideración del asunto al congreso de
Panamá, y le pregunté si podría esperar jueces favorables en esa asamblea
o dudar de que esa intervención produciría al B rasil dificultades mayores,
creándole, quizás, nuevos enemigos.
Tengo el honor de saludar a V.E., etcétera. — (firmado) John Pon-
sonby.
A S.E. George Canning, etcétera.
24
Luis Alberto de Herrera
PONSONBY A CANNING
Río de Janeiro, mayo 26 de 1 826. Excmo. señor: Tuve el honor de ser
recibido en audiencia por S.M.I.
Informé a S.M.I. de que la noticia oficial del deceso de S.F.M.I. y R.
el rey de Portugal, no había sido recibida en Inglaterra y que, por lo tanto,
no podía S.M. el rey, mi señor, ofrecer directamente a S.M.I. la expresión
de su condolencia por ese calamitoso suceso; pero que yo estaba autori-
zado a testimoniarle todo el pesar que mi soberano siente por la pérdida
de tan amable monarca y tan cercano y respetable aliado, y a asegurarle
el vivo deseo del rey, nuestro señor, de cultivar con el hijo las relaciones
amistosas que tanto tiempo han existido entre S.M. y el augusto padre del
emperador.
Dije que tenía orden de expresarle a S.M.I., en nombre del rey, mi
señor, el vivo interés que S.M. siente por la felicidad de S.M.I. y la de su
familia y por el bienestar del imperio del Brasil, y su caluroso anhelo del
afianzamiento de la paz en el nuevo mundo y, por tanto, del cese del
conflicto entre el Brasil y Buenos Aires, por el cual esa paz está
parcialmente interrumpida y en vía de mayores riesgos.
S.M.I. replicó que agradecía profundamente los sentimientos de S.M.
el rey, mi señor, y que apreciaba, en el mas alto grado, la amistad que
nuestro soberano le manifestaba, así como a su familia y al imperio del
Brasil. S.M.I. agregó que impartiría órdenes a sus ministros con respecto
a la proposición de la cual sabía yo era portador.
Tengo el honor de ser con gran verdad y miramiento, señor, su más
obediente y humilde servidor. — (firmado) John Ponsonby.
A S.E. George Canning, etcétera.
PONSONBY A CANNING
Río de Janeiro, mayo 27 de 1826. Excmo. señor: Tarde, anoche, recibí
el despacho N 5 14 de V.E. y los cinco adjuntos.
La Misión Ponsonby
- • ■— w <-i mm .11 ... - ! ^
Siempre be entendido que era principal proposito dé V ,E! ülülBHeKcl
afianzamiento de la autoridad en Portugal, sobre la base de la separación
de las coronas del Brasil y Portugal.
Encontré, a mi llegada aquí (como V.E. ya lo sabe), el asunto
arreglado en una forma aproximada, confio que en mucho, a la opinión
de V.E. sobre la política más conveniente para los dos países.
Es cierto que pueden encontrarse en ese arreglo cosas capaces de
quitarle perfección inmediata y definitiva, pero creo que me expondría a
crear nuevas demoras sí, ahora, le insinuase al emperador algunas nuevas
vistas sobre el asunto; y, aún más, dudas sobre los sentimientos de mi
gobierno al respecto, y que, también me arriesgaría a actuar en contradic-
ción con lo que puede parecerle a V.E. adecuado en lanueva situación del
asunto. Por lo tanto, he juzgado prudente guardar un silencio absoluto
sobre la materia.
Tengo el honor de saludar a V.E. etcétera. — (firmado) John Pon-
sonby.
A S.E. George Canniug, etcétera.
PONSONBY A INIIAMBUPE
(Confidencial). Río de Janeiro, junio 4 de 1 826. A S.E. el vizconde de
Inliambupe, ministro de relaciones exteriores del Brasil. Exento, señor:
V.E. me ha hecho la justicia de estar íntim amente persuadido de la pureza
de los motivos que me han impulsado en todas las conversaciones que he
tenido el honor de mantener con V.E. Sería, ciertamente, imposible para
una persona de buen juicio, experiencia y capacidad, no haber advertido
en ellas ese acento de sinceridad que ningún hombre puede, con éxito,
imitar o asumir. Siento, por lo tanto, poco o ningún reparo e.t cumplir la
tarea que he tomado a mi cargo de sintetizar mucho de lo que lie tenido
el honor de expresar veibalmente a V.E. y agregar aquellas s_gesliones
o argumentos, en apoyo de mis opiniones, que crea útiles a una aclaración
mayor; y hacerlo así en ténninos de la más perfecta franqueza y con
26
Luis Alberto de Herrera
cuidado escrupuloso de que, por una mal entendida delicadeza, no
aparezca del ilitada la plena y libre expresión de mis sentimientos, o
alterada la verdad y su fuerza, en lo más mínimo.
V.E. no sólo me ha concedido esta libertad, sino que ha tenido la
bondad de desearla, y ciertamente yo me consideraría indigno de esa
muestra de confianza si no hablara libremente, aun en los términos más
vigorosos, sobre asuntos en los cuales van envueltos el bienestar de este
país, su futuro destino, el carácter de las instituciones políticas de
Sudamérica y, posiblemente, aun la paz de Europa.
Me dirijo a V.E., en gran parte, como a un particular, e invoco ese
concepto para que todo lo que yo diga quede completamente confidencial
entre nosotros; y quito de mis cualidades públicas tanto cuanto pueda ser
necesario para mantenerme libre de aparecer mezclándome en asuntos
que no me conciernen.
En una palabra, le hablo a V.E. como lord Ponsonby, y lo hago con
interés y el conocimiento que poseo del caso como representante de mi
soberano, y como esta carta no ha sido escrita para S.M.I., no me será
necesario vestir mis ideas con el lenguaje ceremonioso que su dignidad
augusta me impondría, de otra manera, usar. Entro, pues, a mi recapitu-
lación.
En nuestra primera conversación, me tomé la libertad de recalcar a
V.E. mi deseo de evitar una discusión sobre los derechos de S.M.I. al
territorio de la Banda Oriental y la ciudad de Montevideo; creí mejor,
considerar, simplemente, la cuestión política o ladel interés real de S.M.I.
y su país en la contienda en que están ahora comprometidos. Insistí, en
esto, porque me parecía que aquel punto debería ser discutido más bien
por los beligerantes y porque consideré la cuestión del derecho muy poco
apropiada en el presente caso para tener influencia en la decisión final de
un conflicto en que tantas y tan poderosos intereses, tanto personales
como políticos han creado, y aumentarán, un intenso sentimiento de
pasión en el corazón de la mayoría de los combatientes.
Penetrado del acierto de este punto de vista, abordé el examen (sin
ninguna referencia a derechos) del valor que tenía para Brasil el dominio
La Misión Ponsonby
27
en disputa, como un bien, si fuera retenido y, como perjuicio, si fuese
abandonado. Sobre el primero de estos aspectos, yo no puedo pretender
tal exacto conocimiento de los hechos como para dar una opinión muy
autorizada; pero lo que sé del asunto, es suficiente para permitirme decir,
y aun creer, que el valor de la Banda Oriental y cii dad de Montevideo es
para el emperador de poco volumen e importancia.
La segunda cuestión, es, en mi entender, más discutible. Bien se
comprende que la posesión de la Banda Oriental de Montevideo y del
Plata, por otro estado, podría ser perjudicial para el Brasil; pero, bajo este
aspecto, me parece que es necesario fijar mucho más la atención sobre el
precio que le costará al Brasil y sobre los sacrificios que tendrá que hacer
para evitar tal perjuicio que sobre la existencia, aisladamente considera-
da, de la dificultad en sí.
Nadie, yo creo, puede sostener que la posesión de la Banda Oriental
es necesaria para la seguridad del imperio del Brasil, ni para su prospe-
ridad comercial, puede ser que fuera ventajoso para ambos, pero no les
es necesaria. Una ventaja, para los hombres razonables, no debe ser
adquirida al mismo precio atribuible a lo que es esencial para la existencia
de un estado. Pero, ¿cuál es el precio que el Brasil tendrá que pagar por
la Banda Oriental?
Para contestar a esta pregunta, debo examinar qué interés cree tener
el enemigo en impedir al Brasil posesionarse de ella y qué interés directo,
tiene en estar seguro de que ningún poder, cualquiera sea, tenga medios
de contralorear la política de esa provincia. /-_rroje, cualquier hombre, el
más rápido vistazo sobre el mapa y verá que el comercio de todo el antiguo
virreinato de Buenos Aires y de todas las tierras vecinas, hasta las
cordilleras, depende, completamente, para su salida al mar, de la libre
navegación del Plata y que, cualquier poder adueñado de la Banda
Oriental y de Monte vid* y puede, cuando así lo quiera, cerrar o abrir a los
otros el Río de la Pla.a. ¿Quién no está enterado de los activos estímulos
que ahora incitan a las empresas comerciales a través de lodos los Estados
Unidos ce La Plata y las provincias del Alto Perú, etcétera? Se ha abierto
a esas poblaciones un nuevo mundo de aspiraciones , gustos y necesidades
cuya satisfacción depende del comercio del Plata. ¿Acaso hombres
28
Luis Alberto de Herrera
nacidos recién al goce de una nueva y mejor existencia, consentirán
perderla, o sólo disfrutarla según el capricho de un rival? ¿Y cómo puede
suponerse que exista en un estado republicano una autoridad oficial
bastante fuerte como para obligar al pueblo a desprenderse de todos sus
halagos individuales y a consentir, también, que se tronche y se paralice,
para siempre, su aspiración a la riqueza y al poder y, en consecuencia,
malograrse para siempre?
V.E. sabe, por lo menos tan bien como yo, que el gobierno de Buenos
Aires se ha mostrado ya sin fuerza para dominar la voluntad y las acciones
de su pueblo, en asuntos mucho menos caros a su sentimiento que los
intereses que ahora menciono; y seguramente V.E. no confía en un
contralor eficaz, aunque se intentara, en el caso en cuestión; ni puede,
V.E. yo creo, suponer posible que pueda encontrarse algún gobierno en
este país que ensaye, ni intente ensayar, el mantenimiento de la paz en
semejante condición.
Estoy convencido de que la guerra entre el Brasil y Buenos Aires será
tan eterna como los deseos de riqueza, de poder, de fama, o de seguridad
de esas vastas masas de hombres, desparramadas desde el océano hasta
los Andes. Pienso que aunque la bandera imperial estuviera flotando,
triunfalmente, sobre la ciudad de Buenos Aires, aun entonces, la guerra
no habría adelantado mucho sobre lo ya hecho.
Pero miremos un poco quienes están probablemente llamados a ser
partes en esta guerra contra S.M.I. y con qué poder pueden actuar contra
él. El pueblo de Buenos Aires está ya comprometido y él, indiscutible-
mente, es secundado por la inmensa mayoría de los habitantes de la B anda
Oriental, de donde son rechazadas, en este momento, por su propio
esfuerzo, las tropas de S.M.I. , y, en Montevideo, es sabido que los
partidarios del Brasil constituyen una minoría.
Los esfuerzos de Buenos Aires, tanto por tierra como por mar, recién
han comenzado; pero se afirma, particularmente, que pueden dar un gran
impulso a esa fuerza; y recuérdese que es la característica de un gobierno
republicano volverse más y más vigoroso, en proporción al peligro que
presiona, a medida que el pueblo más se apasiona por la causa. Pero, para
La Misión Ponsonby
29
no referir más a Buenos Aires, permítaseme que solicite a V.E. que tome
la vista a Bolivia y a Bolívar mismo. ¿Puede V.E. dudar sobre lo que le
interesa a él hacer en este momento? V.E. sabe que, en enero último, más
o menos, el gobierno de Buenos Aires le envió una diputación, para
pedirle su ayuda en la contienda y, ¿puede V.E. dudar de que él accederá
a tal pedido? El ya ha limpiado todas las provincias de arriba de tropas
españolas. Tiene un ejército victorioso que emplear. Es la verdadera
cabeza y, en cierto sentido, el alma de las repúblicas de América. Ya ha
dado su opinión sobre el derecho de los beligerantes, y esa opinión es
resueltamente hostil a los títulos invocados por el emperador. ¿Qué hay
para refrenarlo personalmente? No dudo de 1 l excelencia de las tropas
brasileñas; tampoco de su fidelidad a su emperador; tampoco del acierto
civil y pericia militar de S.M.I. pero no puedo ignorar el número, el valor
y la experiencia de esas tropas que Bolívar puede lanzar contra él, ni las
capacidades que este jefe ha demostrado tantas veces y que, hasta ahora,
le han permitido triunfar en toda contienda y sobre toda dificultad. Ni
puedo dejar de ver que, en este caso particular, Bolívar cuenta con una
inmensa ventaja; tiene a su favor el celo y la cooperación de todos los
espíritus turbulentos, que procuran su propio „eneficio mediante la caída
de los gobiernos existentes, para elevarse ellos; y también tiene a todos
aquellos que, más honestamente, pero más ciegamente, buscan, la satis-
facción de sus aspiraciones, por el establecimiento de la forma republi-
cana de gobierno. ¿No hay nadie así dentro de los límites del Brasil?
¿Bolívar apelará a su ayuda, en vano? ¿Es, acaso, imposible que una, o
más, de las provincias de S.M.I. muestren síntomas de tales opiniones
políticas y que fuercen el envío de tropas para mantener el orden allí? ¿Y
aun en afortunado cumplimiento de ese deber, no expondría a S.M.I. al
riesgo de debilitar su poder militar en el sitio y a la hora en que más lo
necesita? V.E. está al tanto de los actuales gastos exigidos por el ejército
y la marina y sabe cuánto esa erogación afecta las entradas del emperador:
debo, pues, repetir mi pregunta: ¿a cuánto montará ese gasto, en el caso
de una larga guerra? La marina de S.M.I. está bien equipada, pero
demanda constantes repuestos y grandes erogaciones. ¿Puede esperarse
que las fuentes de las cuales provienen los ingresos actuales no serán
30
Luis A Iberio de II errera
afectadas por la guerra y continuarán tan productivas como hasta ahora?
Creo que tal esperanza no sería razonable y, juzgando el futuro por el
pasado, tengo motivos para creer que una fuerte presión fácilmente
podría ejercer el enemigo sobre los recursos pecuniarios de cuya
flota ha demostrado, en los hechos, que no obstante su eficiencia y su
número, sólo es suficiente para mantener el bloqueo del Plata, pero
incapaz de impedir la salida de los barcos; y, suponiendo que algúnoficial
intrépido se escapara del Río de la Plata e hiciera crucero frente a los
puertos del imperio, interceptando su comercio, como fue el caso, hace
algún tiempo, en Río de Janeiro, ¿qué daño no originaría ese solo barco
enemigo, antes de que fuera posible a S.M.I. enviar sobre él una fuerza
más poderosa, para proteger la extensión enorme de costas que configura
el frente marítimo de su inmenso imperio?
¿Puede el gobierno brasileño buscar en Europa los recursos para
satisfacer sus necesidades pecuniarias, mediante un empréstito? Todos
saben que el estado de cosas en Francia, así como en Inglaterra, hace
imposible imaginar tal socorro. ¿Puede el emperador lanzar sus ejércitos
sobre países donde puedan mantenerse, o puede esperar un solo aliado
con cuya activa ayuda le sea dado contar? ¿Quién es ese aliado?
He repetido mucho de lo que dije a V.E. y más de lo suficiente para
fatigar su paciencia; pero debo, también, reiterar algunas de las razones
sobre las cuales fundé mi opinión de que este era el momento más
propicio para que S.M.I. celebrara la paz, y que la demora sólo acrecerá
la probabilidad de dificultades mayores, primero, dándole tiempo a
Bolívar para madurar sus planes, luego, dándole tiempo a Buenos Aires
para demandar la ingerencia del congreso de Panamá, dor.úe el asunto
sería discutido, sin anuencia de S.M.I. y a despecho de sus protestas; y,
si se discutiera, sería lo más probable — creo — que fallaran jueces todos
contrarios a la causa de S.M.I., cuya decisión, si desfavorable, traerá,
como consecuencia, un recrudecimiento de la opinión pública contra el
Brasil y, posiblemente, la formación de una liga, contra S.M.I., de todos
los estados de Sudamérica representados en ese congreso. Porque hay que
observar que este asunto puede muy fácilmente transformarse en una
querella, no sólo entre el Brasil y la Plata, sino entre las Américas
La Misión Ponsonby
31
española y portuguesa. Es fácil darle el aspecto de un conJicto, que
incluya la única base sobre la que cualquiera de los nuevos estados funda
sus derechos territoriales, porque esos derechos deben, todos, ser fijados
considerando los posesorios gozados por la madre patria; y, en el caso,
hay, además de los viejos Emites geográficos de los estados, una diferen-
cia derivada del lenguaje, que debe pesar mucho, aun en el pensamiento
de quienes no se cuentan entre los más irreflexivos políticos de América
del Sur. Digo, por tanto, que demorar la paz es, en realidad, perder y no
ganar una ventaja.
De nuevo a lo que refiere al honor de S.M.I. Se dice que el honor de
S.M.I. lo obliga a la prosecución del fin que se ha propuesto alcanzar, es
decir, el sometimiento de los rebeldes a su autoridad legítima. Segura-
mente S.M.I. está demasiado elevado, por su propio valer y por lo que ha
hecho en las más nobles empresas humanas, para ser afectado en su honor
por el trivial concepto de mantener, o no mantener, determinado acto
político, al que está comprometido por obligaciones morales. La reputa-
ción de sabiduría de S.M.I. sufriría, sin embargo, desmedro, si tal
insistencia en mantener un acto político mostrara haber sido imprudente
y probara ser perjudicial a sus intereses y a los intereses de su imperio; o
si una larga guerra, onerosa y peligrosa, consecuencia de ese acto político,
desviara (como sucedería) la atención del emperador del perfecciona-
miento de las instituciones políticas que ha creado y que engendrarían,
rápidamente, el poder y la prosperidad de sus dominios, si se las dejara
madurar, sin perturbarlas. Frutos que darían a S.M.I. un renombre muy
superior a la gloria de los más grandes conquistadores. Pero, descendien-
do de este elevado plano — en el cual S.M.I. puede estar bitn, por las
grandes cosas que ya ha hecho — y encarando la cuestión de honor como
si consistiera sólo en perseverar en la guerra en la Banda Oriental,
permítaseme preguntar ¿en qué condición quedaría ese honor si las armas
de S.M.I. sufrieran reveses, lo que debe reconocerse que es posible? ¿En
caso de necesidad, se rehusaría S.M.I. a ceder de sus puntos de vista, a fin
de preservar a sus súbditos y a su imperio de cualquier mal mayor que
pudiera originarse? Ciertamente, no. De lo que se desprende que, si el
honor consiste en eso, S.M.I. se colocará en una situación en que puede
32
Luis Alberto de Herrera
verse obligado a sacrificar ese honor, tan querido para él. Pero es difícil
comprender cómo puede sostenerse que el honor se perdería por el
abandono de Montevideo en el momento actual. S.M.I. tiene, ahora,
asegurado el dominio de aquella fortaleza, y ninguna fuerza la ataca, ni
obliga a abandonarla por exigencia de una necesidad militar; si S.M.I.
determinara, ahora, dejarla, el mundo consideraría su decisión como
tomada después de una madura consideración de los intereses políticos
de su imperio y de acuerdo con los deseos encarecidamente expresados
por el más viejo y más fiel aliado de S.M.I. en homenaje a la paz general
de América y a su venidera prosperidad.
Demore, en cambio su decisión y, ¿quién puede asegurar que un gran
conjunto de fuerzas no amenace, por lo menos, los dominios de S.M.I.?
¿Podrá, entonces, escuchar proposiciones de paz, tan libre de sentimien-
tos desagradables como puede hacerlo en el momento actual?
¿Quién supondrá que, cuando sus enemigos hayan perfeccionado sus
medios de agresión, cuando hayan, a costa de un gasto enorme, traído a
su vecindad la masa de sus fuerzas, consentirán en tratar con él en
condiciones que no sean infinitamente menos buenas y honorables que
las que tan fácilmente pueden ahora obtenerse?
V.E., como dije anteriormente, hace justicia a la pureza de mis
intenciones, las ci ales suscitan en mí un deseo tan vivo de ver terminadas
las hostilidades. V.E. sabe que mi gobierno no alienta otro interés que el
que descansa sobre la prosperidad del Brasil y América, en general, de
mantener la paz entre sus varias naciones y asegurar su rápido ascenso
hacia su bienestar.
Los sentimientos de mi gobierno son muy decididos por la ventura de
la casa de Braganza, aliada de Inglaterra en épocas pasadas; pero el honor,
en su verdadero sentido, la justicia y la discreción, imponen al rey, mi
señor, mantener, en cualquier circunstancia, la más estricta neutralidad,
si la guerra, desgraciadamente, continuase.
Ningún hecho, sin embargo, por desastroso que pueda resultar en el
curso de las hostilidades, a uno de los beligerantes, inducirá a S.M. a
prestar la menor ayuda a cualquiera de ellos.
La Misión Ponsonby
33
Es incierto, como tuve el honor ya de asegurarle a V.E. que Inglaterra
procure la adquisición de territorio. Rehusaría, perentoria e instantánea-
mente, tal oferta, si le fuera hecha por alguna de las partes.
Ella no consentiría en tomar la más pequeña participación en cual-
quier proyecto, presente o futuro, que. tenga tal objeto como fin. El rey,
mi señor, al consentir que su gobierno sirviese de intennediario para
trasmitir una proposición de negociaciones de paz al gobierno del Brasil,
ha demostrado el interés amistoso que toma en el bien de este país, y
cualquier hombre de sano juicio debe ver y comprender que la interven-
ción de tal monarca es asunto de muy seria importancia. Mi gobierno ha
sometido al gobierno del Brasil las proposiciones hechas por el gobierno
de las Provincias Unidas de la Plata, porque lo juzga apropiado para
producir un resultado feliz para ambas partes. Mi gobierno ha sugerido
otra base, posible, sobre la cual podrían fundarse negociaciones, y ha
expresado, además, la esperanza de que el gobierno brasileño hará alguna
propuesta para iniciar oberturas de paz, si la ofrecida, en nombre de las
Provincias Unidas de La Plata, y las sugeridas por mi gobierno, no fueran
satisfactorias al gobierno de S.M.I., y S.M. el rey, mi señor, me ha
ordenado ser el portador de tales proposiciones del Brasil al gobierno de
las Provincias Unidas de La Plata; pero es innecesario decir que las bases
que lleve de aquí a Buenos Aires un ministro de S.M. el rey de Gran
Bretaña, en su nombre y por su orden, deben ser tales que tengan
probabilidad de producir algún resultado pacífico; no deben, pues, ser
meras palabras o un obvio recurso para eludir los manifiestos deseos de
un aliado tan allegado y de un monarca tan poderoso.
Mencioné a V.E., en nuestra conversación, con la franqueza a que es
acreedor, los temores que yo tenía de que la base que V.E. me enunció
como la que el gobierno brasileño deseaba que yo llevase a Buenos Aires
y sobre la cual quería comenzar negociaciones de paz, era de tal natura-
leza que no podía pensarse, de ninguna manera, que tuviera la menor
probabilidad de éxito, y que yo mismo dudaba si me sería posible, dentro
de mis instrucciones, consentir en ser su portador. Que no solamente la
creía ineficaz, sino, tan evidentemente ineficaz, que era más a propósito
para aumentar, en Buenos Aires, la irritación que para conducir a la
34
Luis Alberto de Herrera
restauración de sentimientos amistosos. Se propone, como base de
pacificación, “que el Brasil quedará en posesión de todo lo que disputa y,
en cambio, reconocerá al gobierno de La Plata”, cuando es perfectamente
bien sabido, por todo el mundo tanto como por La Plata, que el Brasil ha
reconocido ya al susodicho gobierno de La Plata.
¿Puede negar V.E. que tal proposición tiene la apariencia de una
insignificancia? Estoy cierto de que su gobierno no creerá que S.M. el rey
de Gran Bretaña se halla dispuesto a ser intermediario de una propuesta
que no sea la más seria, bien pensada y decorosa, digna de ser trasmitida
a un estado soberano, amigo y aliado de S.M. Exteriorizo a V.E., sobre
este punto, sólo mis sentimientos actuales, en toda la confidencia de la
correspondencia privada, reservando, para una exposición oficial y
definitiva, mi opinión y decisión sobre este asunto, hasta después de
haber recibido de V.E., de acuerdo con su promesa, el texto, preciso y
oficial, de las proposiciones que el gobierno de S.M.I. considere apropia-
das para ser presentadas por un ministro de S.M.I. al gobierno de La Plata,
de parte de S.M.I. el emperador de Brasil.
Tendría muchas excusas que presentar a V.E. por la extensión de esta
carta, si ella no hubiere sido escrita por el propio pedido de V.E. y en
cumplimiento de mi deber, tanto como a impulso de los sentimientos que
me animan de no dejar nada sin hacer, dentro del alcance de mis débiles
facultades, por la realización de los benéficos anhelos de mi augusto rey
y señor por la perpetua prosperidad de la casa de Braganza y del imperio
del Brasil.
Tengo el honor de ser, con gran verdad y con la más alta considera-
ción, de V.E. el más humilde y obediente servidor. — (firmado) John
Ponsonby.
PONSONBY A CANNING
Río de Janeiro, junio 5 de 1826. Excmo. señor: El l 2 de junio tuve una
conferencia con el vizconde de Inliambupe, a su pedido, en la que me
informó que S.M.I. habiendo lomado en consideración laproposición del
La Misión Ponsonby
35
gobierno de Buenos Aires, de la cual era yo portador, y la sugestión
formulada de erigir a la Banda Oriental, con Montevideo por capital, en
estado independiente, había decidido rechazar la primera y no adoptar la
segunda; pero que, en conformidad con los anhelos de S.M.B . el gobierno
de S.M.I. había preparado una proposición propia, que deseaba que yo
trasmitiera al gobierno de Buenos Aires, como base para fundar negocia-
ciones de paz.
La propuesta fue hecha en los siguientes términos (los tomé por
escrito de boca del ministro y luego se los leí, a fin de asegurarme de su
perfecta exactitud; la redacción francesa es del vizconde): "Sa majesté
imperiale reconnait la Banda Oriéntale comme partie intégrame de son
empire; etSMJ. reconnaitralaConfedérationdesEtats Unís déla Plata ” .
Expresé, en los términos más suaves, mi sorpresa por la anterior
propuesta y le señalé a S.E. la imposibilidad de que ella llevara a un
arreglo amistoso; y le insinué, ligeramente, mi duda de que yo pudiera ser
su portador. Entonces, dirigí el comentario a una renovación de nuestra
última discusión sobre los intereses políticos del emperador y del impe-
rio, afectados, como están, por la guerra y amenazados por los peligros
que pueden derivarse, si ella continuara.
Reforcé mis anteriores argumentos, y el vizconde, por su parte,
insistió sobre el derecho, reivindicado por el emperador, a la Banda
Oriental y a Montevideo, en virtud de la voluntaria sumisión de los
habitantes a su autoridad. El vizconde también habló, con palabras
vigorosas, de la lesión a su honor que implicaría para el emperador la
entrega del territorio ahora ocupado por sus ejércitos. La conversación,
en resumen, fue casi la misma que aquella cuyo extracto envié en mi
despacho N 9 2, hasta que el ministro insinuó, más bien que dijo, que podía
ser posible que se sospechara que Inglaterra deseaba obtener posiciones
territoriales en Sudamérica.
Sabiendo que este tópico había sido motivo de conversación (así
como otro a que inmediatamente me referiré) en los círculos de la corte,
me felicité de encontrarla oportunidad de contestar a esto, lo que hice casi
en los términos que serán encontrados enel despacho adjunto N 9 1. El oU o
36
Luis Alberto de Herrera
punto, que también había sido y es todavía tema favorito entre las
personas allegadas a la corte, y que el vizconde insinuó, es la probabilidad
de que Inglaterra ayudaría al emperador, si sus asuntos seriamente
exigieran auxilio contra ataques, etcétera. Mi respuesta a esta presunción,
también está contenida en la carta mencionada (anexo N g 1), a la que me
permito referir.
Es necesario que dé las razones que tuve para escribir esa carta, a que
he aludido. En primer lugar, el vizconde Inhambupe deseaba que yo
resumiera la esencia de lo que le había dicho en mis varias conversaciones
con él, y, como yo suponía que así lo deseaba, a fin de mostrarla al
emperador, sin riesgo de incurrir en el resentimiento de su señor, y como
yo sabía que el emperador mismo dirigía todos los asuntos, me alegré de
que él conociera lo que podía decirse sobre el estado de cosas, en
oposición a las opiniones acariciadas por él.
El estilo de mi carta lo adopté considerando algunas peculiaridades de
la idiosincracia de S.M.I. y su gran extensión resultó del deseo de ser
claro.
Tengo el honor de saludar a V.E., etcétera. — (firmado) John Pon-
sonby.
A S.E. George Canning, etcétera.
INHAMBUPE a ponsonby
Río de Janeiro, junio lOde 1826. AS.E. lord John Ponsonby. Excmo.
señor: He leído, con la más seria atención, la carta que V.E. me dirigió el
cuatro de este mes, después de nuestra primera y segunda conferencia, en
la cual V.E., confidencialmente, me expone los motivos que debían
inducimos a abandonar la provincia Cisplatina, con el propósito de poner
fin al estado de guerra en que infortunadamente estamos con el gobierno
de Buenos Aires.
Si esta proposición no fuera hecha por lord Ponsonby y no emanara
del gabinete de Gran Bretaña, ciertamente yo, en cumplimiento de las
La Misión Ponsonby
37
órdenes de S.M. el emperador, mi señor, me limitaría a contestar simple
y negativamente, in limine, a la pretensión de Buenos Aires, pero,
tratándose de lord Ponsonby, quien, por su talento, cualidades y el
carácter que inviste, merece mis respetos y consideración, y siendo V.E.
el representante de la nación británica, es requisito que yo cumpla un
deber que la gratitud y amistad me imponen, por los buenos oficios
puestos de manifiesto en favor de la prosperidad del Brasil.
V.E., fundando sus argumentos en razones de mera utilidad, demues-
tra que nosotros deberíamos abandonar la Banda Oriental del Río de la
Plata, recibiendo una indemnización proporcionada a nuestras pérdidas,
dejando de lado, por consecuencia, los principios indiscutibles de dere-
cho que hacen nuestra posesión legítima; este asunto, se resolvería como
un simple caso de hecho, que no podría existir si no tuviera a la justicia
como base.
Reconozco el sentimiento de imparcialidad por el cual V.E. se regula
en conformidad con el espíritu de su misión, como ministro mediador,
especialmente deseoso de obtener la paz y armonía que necesitan el
pueblo del Brasil y el de las Provincias Unidas del Río de la Plata;
tampoco tengo la menor duda respecto a los buenos deseos y disposicio-
nes favorables que mueven a S.M.B. a tratar de terminar el conflicto de
Montevideo, no teniendo otro interés sino el de ver restablecida la buena
inteligencia entre los dos gobiernos y preocupado, solamente, de fomen-
tar su estabilidad y bienestar.
Cuando S.M.I., apremiado por las circunstancias, se vio forzado,
violentamente, a oponerse a la perfidia con que Buenos Aires, bajo
apariencia amistosa, trató de levantar en la Banda Oriental el estandarte
de la rebelión, sostenido por aventureros pagos, ordenó que se lucieran
solemnemente púbücas, en un manifiesto, las razones en que fundaba sus
procederes guerreros, a fin de alejar toda idea de que él sacrificaba la
sangre de sus súbditos a un mero capricho y de establecer que estaba
haciendo una guerra defensiva, únicamente, para repeler la traición y
maquinaciones urdidas contra el B rasil . Y o podría envi ar a V.E. una copia
de ese documento oficial, si V.E. no me hubiera asegurado que tema
conocimiento de su contenido.
38
Luis Alberto de Herrera
Dejando de lado, por lo tanto, como V.E. lo desea, la cuestión de
derecho, incuestionablemente favorable al imperio, porque ella es más
propia para que la discutan los beligerantes y no los mediadores, dejo, por
un momento, esta arma tan poderosa, para encarar, francamente, el
aspecto del interés, que V.E. señala, en cada uno de los dos casos de
retención o de abandono de la provincia Cisplatina, de modo que V.E.,
mejor enterado de nuestros motivos, pueda intervenir, con completo
conocimiento del caso, en el debate de los que sostienen la disputa, cuyo
arreglo amistoso ha sido dignamente confiado a V.E.
Es, también, con el mapa general de Sudamérica en la mano, que yo
preguntaría, no sólo a un mediador bien intencionado, sino a todos los
poderes imparciales del globo. ¿A quién es más necesaria la posesión de
la provincia Cisplatina, al Brasil, llamado a ella por su configuración
geográfica y por los límites naturales del Paraguay y del Río de la Plata,
o a las provincias que la naturaleza ha ubicado más allá de esos ríos?
¿Es posible, yo preguntaría, que al Brasil, contra quien la democracia
del Río de la Plata he declarado injustamente una interminable guerra de
principios, pueda vivir en paz y en la seguridad de su sistemamonárquico,
teniendo tan cerca de sí, sin ninguna separación, a los incendiarios de la
federación, sin que fuera suficiente el más extenso y costoso cordón
sanitario para evitar la infección que sus malas costumbres sembrarían en
el pueblo brasileño?
¿Qué poder sobre la tierra tomaría para sí la abrumador tarea
(empenlio) de preservamos de los mortales golpes que recibiríamos,
todos los días, de las oscuras y tenebrosas maquinaciones de los desorga-
nizadores de las Provincias Unidas, en combinación con las facciones y
con los descontentos de Brasil?
\
¿Quién respondería, con buena fe, por los robos diarios, por las
depredaciones de toda clase, que tan fácilmente practicarían esos pue-
blos, dados y acostumbrados a la rapiña por una larga serie de crímenes,
cometidos con impunidad durante el libertinaje revolucionario, cuando
les es imposible curarse de este feo vicio, que se ha identificado con su
existencia y con la desenfrenada ambición de su invencible haraganería?
La Misión Ponsonby
39
¿Cómo cubrir la frontera de Río Grande de San Pedro del Sur,
expuesta, por todas partes, al robo de ganado, su principal riqueza, al
fomento del contrabando, a una repentina invasión o a una guerra
subrepticia, como la que Buenos Aires empezó y esta haciendo contra el
Brasil? Agréguese a todas estas consideraciones la reconocida impoten-
cia del gobierno de Buenos Aires (que es el general de la provincias) para
enfrentar y mantener disciplinados, por el temor a la ley y a la justicia, a
sus inquietos gobernados, y dígase, entonces, si nos está permitido, sin
renunciar al sentido común, o sin un completo abandono de nuestros
intereses, consentir que tales hombres, tales gobiernos y tales principios
tengan poder, posean dominio y presidan los destinos de Montevideo.
Buenos Aires y sus asociados no están, ciertamente, en el mismo caso.
Ellos saben que el Brasil es un imperio constituido, reconocido por los
gobiernos civilizados, cuya conducta tiene por base la justicia, la mora-
lidad y el exacto cumplimiento de las leyes.
Esta inicua pretensión, este insaciable deseo de apropiarse del trabajo
de otros hombres (suor alheio), después de haber aniquilado, por la
devastación, por el desorden y por el despilfarro, el más rico patrimoiúo,
después de haber declarado la más vergonzosa bancarrota; ese ardiente
deseo de mejorar su infortunada condición a expensas de sus vecinos,
empleando con este fin la traición, siempre odiosa, la inhábil seducción
y la más baja y atroz sedición y anarquía — aún más que la alegada
necesidad de puerto y el furtivo temor de ser privados, en el futuro, de la
libre navegación del Río de la Plata — es lo que lanza a Buenos Aires y
a sus aliados a la impía y ruinosa guerra que sostienen contra este imperio.
¿No sería más obvio sugerir la idea de establecer alguna garantía que
acallara sus temores imaginarios? Tal debiera haber sido, ciertamente, su
conducta, si ellos hubieran procedido con la buena fe que tanto les falta.
No son las razones alegadas por las provincias argentinas menos
especiosas, en cuanto a sus presunciones de que el comercio del Peni y
de Qúle pueda sufrir por la incorporación de la provincia Cisplatina al
imperio, dado todos estos supuestos inconvenientes desaparecen por la
libertad de los puertos de la Banda Oriental, que el gobien.o de S.M.I. ha
40
Luis Alberto de Herrera
ofrecido; dado que todo el mundo sabe que por ninguna parte de la
provincia de Montevideo pasa, o puede probablemente pasar, ninguna
operación comercial de Buenos Aires o de las provincias interiores; dado
que es indudable que los diversos intereses conectados, de Perú y Cliile,
prefieren la mayor facilidad que la navegación por el Cabo de Hornos
ofrece a su comercio, haciéndoles elegir esa ruta mercantil; dado que,
finalmente, se sabe, por larga experiencia y la existencia política del
antiguo virreinato bajo el sistema colonial, que la provincia de Montevi-
deo, absolutamente independiente de sus supuestas hermanas, por la
excelencia de sus puertos, la fertilidad de su suelo y la riqueza de sus
producciones, es solamente deseada por Buenos Aires para someterla,
otra vez, al sistema de expoliación que la antigua metrópoli constante-
mente ejerció sobre esa infortunada provincia.
Veo, con dolor del corazón, que la titulada federación del Río de la
Plata ha conseguido contagiar a V.E. los temores que se revelan a través
del cordial interés que V.E. muestra por la suerte futura de Brasil.
Desgraciadamente para Buenos Aires y sus aliados del Río de la Plata, el
gobierno imperial no les ha concedido a esos amagos la importancia que,
quizás, se les ha atribuido, en otras partes.
Sinceramente reconozco que, de todos los males que tal probabilidad
puede traemos, una guerra de cábala y perfidia es el único digno de
atención; pero el gobierno imperial, que conoce el secreto de su intriga y
que sabe mantener la dignidad de su propia conducta, dará, siempre que
sea provocado en tal sentido, a sus enemigos extemos e intemos, una
lección para siempre aplastante.
Pero, aunque los peligros fueran tan reales e inevitables como V.E.
prevé, el emperador, mi señor, en la prosecución de la guerra con Buenos
Aires, antes de permitir que se desmembrara del Brasil una provincia
legalmente incorporada, o de infringir la constitución jurada, que la
reconoce como parle integrante del territorio brasileño, sacrificaría, con
su propia vida, la del último de sus soldados, prefiriendo salvar el honor
nacional antes que aceptar un pacto que, ni aun aparentemente, lo
lesionara.
La Misión Ponsonbv
41
En tal concepto y, dada la absoluta necesidad en que nos encontramos
de retener in perpehuim la provincia de Montevideo, y de no cederla, ni
aúnen la más pequeña parte, repito a V.E. las mismas ofertas que han sido
hechas ya para obtener la deseada pacificación, con las ampliaciones
contenidas en la propuesta que someto a la meditación de V.E. y que es
la siguiente: “Que no siendo admisible la base ofrecida por Buenos Aires,
sobre cesión, por nuestra paite, de la Banda Oriental del Río de la Plata,
en nuestro poder, con una indemnización agregada, por pérdidas, S.M. el
emperador, deseoso de poner término a esta contienda, en beneficio
común, y apreciando, sobre manera, la mediación de Gran Bretaña en
asunto de tanta trascendencia, me autoriza a decir a V.E. que la base de
paz es que Buenos Aires reconozca, simple e ilimitadamente, la incorpo-
ración del estado Cisplatino al Brasil, como parte de este imperio; y, en
compensación, Montevideo sera declarado puerto libre para todas las
naciones. Además de ésto, su puerto será un abrigo para los buques de
Buenos Aires, sin pagar ningún derecho y, sobre esta base, se hará un
tratado de paz, comercio y navegación, conteniendo las estipulaciones y
acuerdos que sean útiles a ambos estados”. Me consideraría muy afortu-
nado si esta correspondencia produjera el deseado efecto y si V.E. , en bien
de la humanidad y de estas nuevas naciones, obtuviera, por su mediación,
un resultado feliz, que pusiera fin a la guerra y restableciera la deseada
paz, con gran gloriapara V.E. mismo y para la generosa nación británica.
Tengo el honor de reiterarme, con la mayor estima y la más alta
consideración, atento y fiel servidor de V.E. (firmado) Vizconde de
lnhambupe.
l’ONSONBY A 1N1I AMUUPE
(Confidencial). Río de Janeiro, junio 12 de 1826. Excmo. señor:
Tengo el honor de acusar recibo de la carta de V.E., de 10 del corriente,
en contestación a la que tuve el honor de dirigirle el 4 de este mes.
Me pennito expresar a V.E. mi alto aprecio por los favorables
42
Luis Alberto de Herrera
sentimientos, hacia mí, que me hace el honor de manifestar, aprovechan-
do la oportunidad para repetir, con entera verdad, que estoy y he estado
calurosamente animado por el deseo de ver la paz restablecida, a fin de
que la prosperidad y la felicidad del emperador y del imperio del Brasil
sean su consecuencia.
Quizá fuera impropio que yo reiterara las razones con que he tratado
ya, sin éxito, de persuadir a V.E. del acierto de los pasos conducentes a
obtener (antes de que sobrevengan mayores perjuicios) el cese de las
hostilidades, tan deploradas por mi gobierno, como las que ahora desgra-
ciadamente existen; pero debo tomarme la libertad de confesar el profun-
do dolor que siento al no encontrar en la proposición de la que S.M.I. me
hace el honor de hacerme portador ante los Estados Unidos de la Plata,
nada que pueda, probablemente, llevar a una sólida pacificación.
V.E. puede, sin embargo, quedar completamente seguro de que no
ahorraré ningún esfuerzo para promover cualquier proyecto que tenga
por objeto la restauración de la paz, en condiciones justas, beneficiosas
y honorables. Tengo órdenes de S.M. el rey, mi señor, de hacerlo así, y
mis propios anhelos, como hombre privado, coinciden, enteramente, con
mi deber como súbdito y servidor del gran rey a quien sirvo.
Pido a V.E. que me trasmita la proposición que S .M.I. ha determinado
confiarme, en forma que yo pueda hacerla conocer auténticamente en
Buenos Aires, separada de la carta privada y confidencial de cuyo
contenido sólo yo estoy en posesión.
Estoy informado de que S.M.I. el emperador ha salido de la ciudad.
Por lo tanto, diferiré mi partida hasta la vuelta de S.M.I., en la esperanza
de que S.M.I. se sirva permitirme tener el honor de aproximarme a su
imperial persona para despedirme.
He evitado molestar a V.E. con una comunicación oficial, en el deseo
de ahorrar su tiempo, tan valioso para el servicio de su país, y feliz
tambiénde acreditar, aúnen undetalle, mi anhelode hacer todo lo posible
para ser personalmente agradable a V.E.
Tengo el honor de saludar a V.E., etcétera. — (firmado) John Pon-
sonby.
A S.E. el vizconde de Inhambupe, etcétera.
La Misión Ponsonby
43
PONSONBY A CANNING
Río de Janeiro, junio 13 de 1826. Excmo. señor: Tengo el honor de
incluir la contestación del vizconde de Inhambupe a mi carta del 4 del
corriente.
En ella está contenida la proposición que el gobierno brasileño ha
resuelto enviar al gobierno de La Plata. Creo que es suficientemente
distinta de lo que fue — en estilo y por las adiciones hechas — como para
autorizarme a ser su portador y que puede ser ventajoso para la paz hacer,
por lo menos, alguna obertura.
No ha habido ninguna idea de acercamiento que pueda llevar a un
arreglo, ni siquiera me ha sido insinuada por ninguna autoridad; pero
entiendo que todo el consejo aprobó virtualmente el principio de la paz,
cuando fue tomada en consideración mi carta del 4, y que sólo el em-
perador lo rechazó, declarando, con gran violencia, que está resuelto a no
renunciar, nunca, a nada, etcétera.
He creído oportuno demorarmi partida, a fin de despedirme de S.M.I. ,
a su vuelta de su palacio de campo; y, previamente a mi partida
manifestaré por escrito al ministro brasileño que Gran Bretaña observará,
durante esta desgraciada guerra, una escrupulosa neutralidad, confiando
que los reconocidos derechos de guerra no serán llevados, por ninguno de
los beligerantes, más allá de los límites prescritos por la ley de las
naciones.
Espero no incurrir en error si, bajo mi responsabilidad, reservo, por el
momento, el contenido del siguiente párrafo de mis instrucciones N e 3,
donde se me ordena declarar: “Que, aunque escrupulosamente neutral en
su conducta, la simpatía del gobierno británico no puede dejar de
pronunciarse en favor de aquel beligerante que haya mostrado la más
pronta disposición para traer la querella a una solución amistosa”.
El gobierno brasileño, al formular una proposición, de la cual puedo
consentir ser el portador (aunque, en si misma, casi fútil), ha llenado, tal
vez, aquella condición, cuyo no cumplimiento habría exigido la declina-
ción arriba mencionada, y mi actual concepto de las cosas, aquí, me
44
Luis Alberto de Herrera
inclina a pensar que es mejor, en todo sentido, dejarlas marchar, por el
momento, estando siempre en tiempo de articular aquella declaración.
Más adelante, expresaré que estaré pronto para ser, si el gobierno
brasileño lo deseare, solícito y celoso emisario de cualquier propuesta, de
carácter pacífico, que el emperador pueda creer del caso trasmitir, por mi
intermedio, al gobierno de Buenos Aires.
Aprovecharé la primera oportunidad para ponerme en comunicación
con el señor Dawkins, en Panamá. Ninguna se me ha ofrecido aún.
Envío mis despachos por H.M.S. Brilon, y tendré el honor de escribir
nuevamente a V.E. por el paquete brasileño, que saldrá el domingo, 19 del
corriente.
Tengo el honor de ser, con gran verdad y consideración, señor, su más
obediente y humilde servidor. — (firmado) John Ponsonby.
A S.E. George Caiming, etcétera.
La Misión Ponsonby
45
LA PROPOSICION
Los Estados Unidos de La Plata reconocerán, simple e ilimitadamen-
te, la incorporación del estado Cisplatino al Brasil, como provincia del
imperio, y, en compensación, Montevideo será declarado puerto libre
para todas las naciones, y, además de esto, de abrigo para los buques de
Buenos Aires, sin que paguen ningún derecho.
Sobre esta base, se concertará un tratado de paz, comercio y navega-
ción, con las estipulaciones y acuerdos que convengan ambas pai tes.
1NIIAMBUPE A PONSONBY
Palacio de Río de Janeiro, junio 15 de 1826. Excmo. señor: He puesto
en conocimiento de S.M. el emperador, mi señor, la proposición que V.E.
ha hecho, como mediador entre el imperio del Brasil y el gobierno de
Buenos Aires, a fin de alcanzar la deseada paz entre los dos estados: es
decir, que la provincia Cisplatina sería separada del imperio, para ser
incorporada a las Provincias Unidas del Río de la Plata, y que el gobierno
de Buenos Aires daría una indemnización pecuniaria al gobierno brasi-
leño.
S.M.I., aunque reconoce en este acto una prueba más del interés que
S.M.B. pone en la prosperidad del imperio, no cree, en conjunto,
aceptables dichas proposiciones.
El mismo augusto señor, deseoso sin embargo de probar, por su parte,
cuánto anliela poner término a las calamidades de una guerra, de la cual
sólo pueden resultar los más graves daños a los dos países, provocada
muy en contra de sus generosos sentimientos de moderación y relación
46
Luis Alberto de Herrera
amistosa con todos sus vecinos, me lia ordenado ofrecer a V.E. otra
proposición de paz: “Que Buenos Aires reconozca simple e ilimitada-
mente, la incorporación del estado Cisplatino al Brasil, como provincia
del imperio, y, en compensación, Montevideo será declarado puerto libre
para todas las naciones, y, además, de abrigo para los buques de Buenos
Aires, sin que paguen ningún derecho; y, sobre esta base, será concertado
un tratado de paz, comercio y navegación que contenga las estipulaciones
y acuerdos que convengan ambas paites”.
Al cumplir las órdenes del emperador, mi señor, me considero feliz de
tener esta oportunidad de ofrecer a V.E. las protestas de mi verdadera
estima y muy alta consideración. Dios guarde a V.E. — (filmado)
Vizconde de Inhambupe.
A S.E. lord John Ponsonby, etcétera.
PONSONBY A CANNING
Río de Janeiro, junio 18 de 1826. Excmo. señor: Aún no he podido
obtener del gobierno brasileño el texto de la proposición que acepté llevar
a Buenos Aires, desligada de otro asunto y redactada en ténninos
apropiados, por separado.
Tengo el honor de incluir un impreso, recién publicado aquí, que, se
dice, es de origen oficial. Por lo tanto, se puede considerar como la
versión que divulgan para que aparezca su opinión sobre los asuntos con
La Plata, etcétera.
Yo no comprendo bastante el portugués para pretender juzgarlo; pero
creo que son meras zonceras y zonceras viejas, también.
Tengo el honor de saludar a V.E., etcétera. — (firmado) John Pon-
sonby.
A S.E. George Camiing, etcétera.
(El anexo a que se refiere, consiste en ocho páginas impresas, en
portugués, tituladas: “Recordagao dos direitos do Imperio do Brasil á
La Misión Ponsonby
47
Provincia Cisplatina” .)
PONSONBY A 1NIIAMBUPE
Río de Janeiro, junio 25 de 1826. Excmo. señor: En la conversación
que días atrás tuve el honor de mantener con V.E., traté de expresar, con
renovada energía, el sincero anhelo con que mi gobierno desea ver alguna
exteriorización de aspiraciones pacíficas en los consejos del gobierno
brasileño, y señalé, con la amplitud que el claro entendimiento de V.E. y
buena fe en los negocios me autorizan a usar, cuán desprovista está de tal
espíritu la respuesta que el gobierno de S.M.I. ha dado a la proposición
del gobierno de La Plata.
Yo referí entonces, y refiero, ahora, no a los comentarios o razona-
mientos que figuran en la réplica misma.
Pido, ahora, permiso para tomarme la libei tad de recordar a V.E. (pero
en la forma más confidencial posible) aquella conversación y para decir
cuán fervientemente espero que V.E. la juzgue juiciosa y encuentre el
modo hábil de persuadir al gobierno brasileño sobre la conveniencia de
adoptar alguna medida que pueda esperarse conduzca a un comienzo de
negociación para el restablecimiento de la paz; y que yo no me sienta
obligado antes de mi próxima partida de este país, a expresar, en el
lenguaje de mis instrucciones, los sentimientos con que mi gobierno
recibirá la noticia de la forma en que la mediación de S.M. ha sido tratada
por el gobierno brasileño, tan poco de acuerdo, en los hechos, con lo que
los repetidos pedidos y consejos de S.M. para la solución de la querella
con Buenos Aires habían dado al gobierno británico el lógico derecho de
esperar.
Esta nota, dirigida al conocimiento de V.E., sólo tiene por objeto
llamar su atención, seriamente, sobre el asunto a que refiere, con la
esperanza de que la sabiduría e influencia de V.E. prevean y eviten el
error.
48
Luis Alberto de Herrera
V.E. sabe con cuánta sinceridad procede el gobierno de Gran Bretaña,
que desea ver seguro el trono del Brasil, que presume los peligros que lo
amenazan y que ha informado de esos peligros a los ministros del
emperador.
Confío recibir de V.E., cuando loeslime conveniente, alguna respues-
ta a esta nota, confidencial y secreta, a fin de dar los pasos que las
circunstancias puedan demandar.
Tengo gran placer en aprovechar de esta oportunidad para asegurar a
V.E. la alta consideración con que soy, etcétera. — (firmado) John Pon-
sonby.
A S.E. el vizconde de Inliambupe, etcétera.
1NHAMBUPE A PONSONlíY
Río de Janeiro, julio 29 de 1826. Excmo. señor: He tenido el honor de
recibir la caita confidencial de V.E. del 25 del corriente mes y, después
de leerla con la debida atención, veo que V.E. desea, con motivo de su
próxima partida, ser portador de algunas bases que puedan llevar a la paz
inmediata entre el emperador del Brasil y las Provincias del Río de la
Plata.
No creo necesario repetir a V.E. que el gobierno brasileño desea,
sinceramente, entrar en alguna negociación que pueda conducir a la paz
con el gobierno de Buenos Aires; pero, al mismo tiempo, debo manifestar
a V.E., con la franqueza que corresponde a mi carácter, que S.M. el
emperador del Brasil no aceptará ninguna proposición que tenga como fin
la cesión de la provincia Cisplatina a dicho gobierno, porque S.M.I.,
entonces, faltaría a la protección que debe a un pueblo que lo aclamó en
fonna espontánea y que forma parte, hoy, del imperio de Brasil, habiendo
prestado juramento a la constitución de la monarquía brasileña.
Sin embargo, si V.E. juzga que hay, a su juicio, alguna manera de
poner término a la guerra, por medio de negociaciones, espero que V.E.
La Misión Ponsonby
49
me enviará, por escrito la base que considere preferible para alcanzar un
fin tan ventajoso y yo me apresuraré a llevarla al conocimiento imperial,
para trasmitir, luego a V.E. su determinación.
Tengo el honor de saludar a V.E. con verdadera estima y alta
consideración. — (firmado) Vizconde de Inhambupc,
A S.E. lord John Ponsonby, etcétera.
INIIAMBUPE A PONSONBY
Río de Janeiro, julio 29 de 1826. Excmo. señor: Tengo el honor de
acusar recibo del oficio que V.E. me dirigió, con fecha del 13 del
corriente, y absteniéndome de contestar, como me sena muy fácil,
algunas de las aserciones en él contenidas, me limitaré a manifestarle que
si, por un lado, el gobierno de S.M.I. el emperador ve con la mayor pena
que V.E. no considere suficiente la base que el gobierno propuso a V.E.,
en calidad de mediador, para iniciar las negociaciones de paz entre el
emperador del Brasil y Buenos Aires, por otro lado, dicho gobierno se ha
sentido muy halagado por la declaración que V.E. fonnula de que su
gobierno mantendrá, durante la guerra infortunadamente existente entre
los dos países, la más escrupulosa neutralidad. V.E. puede abrigar la
certeza de que el gobierno imperial cumplirá estrictamente las leyes que
el derecho de las naciones prescribe en tales casos.
No cerraré esta respuesta sin manifestar a V.E. cuán grato me ha sido
que la honorable comisión que V.E. trajo a esta corte me haya dado
ocasión de apreciar íntimamente los talentos, luces y distinguidas cuali-
dades que adornan a V.E. y que lo hacen acreedor a la estima de todos
aquellos que tienen la buena fortuna de cultivar su trato.
Pido a V.E. que acepte las protestas de la leal amistad y alta con-
sideración con que tengo el honor de suscribirme muy atento y seguro
servidor. — (firmado) Vizconde de Inhambupe.
A S.E. lord Jolui Ponsonby, etcétera.
50
Luis Alberto de Herrera
PONSONBY A INHAMBUPE
Río de Janeiro, julio 30 de 1 826. Excmo. señor: El abajo firmado tiene
el honor de acusar recibo de la nota de V.E. , de fecha julio 29, y se permite
expresar la gran satisfacción con que ve la declaración de las disposicio-
nes pacíficas del gobierno brasileño y ratificar sus fervientes añílelos de
que ella pueda conducir a un ajuste amistoso de la diferencia existente
entre el Brasil y La Plata.
El abajo firmado está animado por el sincero deseo, así como por el
deber, de hacer todo lo que esté a su alcance para complacer al gobierno
brasileño y tienda a la restauración de la paz; pero el abajo firmado se
considera impedido, por su posición, de tomar sobre sí el sugerir al
gobierno brasileño alguna proposición que sirva de base para fundar esas
negociaciones de paz.
El criterio y conocimiento del gobierno imperial son las mejores
fuentes de las cuales puede brotar tal proposición y es de allí que el
gobierno británico cree que debe brotar.
El gobierno británico ha sido solicitado, por formal petición del
gobierno del Brasil, como mediador, y tiene, por lo tanto, el derecho de
esperar que el gobierno brasileño hará algo que, en realidad, abra el
camino a una posible cesación de hostilidades.
El abajo firmado tiene la desagradable necesidad de manifestarque no
ve en la contraproposición presentada por el gobierno brasileño el menor
síntoma de tal posibilidad; y, penetrado de que S.M.B. debe esperar que
los pasos que ha dado serán debidamente apreciados por S.M.I. y que el
gobierno brasileño, efectivamente, aprovechará la oportunidad obtenida
por S.M. (a pedido del gobierno brasileño) para intentar medidas que
pongan término a las hostilidades, tan perjudiciales para los nuevos
estados de América y tan particularmente peligrosas para la estabilidad
de la presente forma de gobierno en el Brasil, el abajo firmado vivamente
desea que el gobierno brasileño crea oportuno tomaren consideración las
representaciones amigables que ahora tiene el honor de dirigirle.
El abajo firmado aprovecha esta oportunidad para reiterar a V.E. su
La Misión Ponsonby
gran miramiento y alta consideración, etcétera. — (turnado)
sonby.
A S.E. el vizconde de Inliambupe, etcétera.
INIIAMBUPE A PONSONBY
Río de Janeiro, 7 de agosto de 1 826. Excmo. señor: Tengo el honor de
acusar recibo de la nota que V.E. me dirigió el 30 del mes último, donde,
en respuesta a la mía del 25 del mismo mes, declina proponer las bases
que yo esperaba que V.E. nos sugeriría como las más indicadas para
entrar en alguna negociación eficaz para poner fin a las hostilidades
existentes, por desgracia, entre el Imperio y el gobierno de Buenos Aires.
Tanto por las conferencias que ha celebrado conmigo, como por las
notas que le he dirigido, V.E. no dudo que hará justicia a la pureza de
intenciones y propósitos del gobierno de S.M.I. de acabar con las
calamidades de la guerra. Por esa razón, el mismo gobierno, estimando
en su justo valor la mediación cuyo desempeño ha sido conferido a V.E.,
se apresura a comunicarle, de manera formal y precisa, las bases que
considera más adecuadas para hacer la paz y más conformes con el honor
y derechos de S.M.I.
En consecuencia, nada más puede agregarse a este respecto, excepto
que el gobierno imperial, siempre dispuesto a vivir en paz con sus
vecinos, desea ver terminados los males de la guerra, que sólo pueden
proporcionar peijuicios sin cuento a dos estados de reciente fono ación.
Tengo el honor de saludar a V.E., etcétera. — (firmado) Vizconde de
Inhambupe.
A S.E. lord John Ponsonby, etcétera.
52
Luis Alberto Je Herrera
PONSONBY A INHAMBUPE
Río de Janeiro, agosto 1 1 de 1 826. Excmo. señor: Tengo el honor de
acusar recibo de la nota de V.E., fecha el 7 del actual.
Había abrigado la esperanza de que la sabiduría del gobierno brasi-
leño hubiera fácilmente encontrado algunas bases hábiles para poner
ténnino a las hostilidades, tan peligrosas para los beligerantes como
perjudiciales para el bienestar de toda Sudamérica. Y es con profunda
pena que me entero de que la proposición formulada por los ministros de
S.M.I. no contiene nada calculado para lograr ese indispensable fin, sino
que, por el contrario, está forjada como para hacer imposible el éxito de
la mediación y frustrar los anhelos de los verdaderos amigos de la paz y
de América.
Es necesario, a los fines de la mediación, que cada uno de los
beligerantes se halle dispuesto a hacer alguna concesión, porque si
cualquiera de ellos sostuviera que todas sus pretensiones debieran de ser
atendidas y pretendiera del poder mediador que hiciera de tal demanda la
base del arreglo, se habría llamado al mediador, no para conciliar, sino
para tomar parte directa en la disputa. Si las proposiciones presentadas,
una por el gobierno del Brasil y la otra por el gobierno de La Plata, fueran
minuciosamente examinadas, se encontraría que la de este último gobier-
no contiene en sí los elementos necesarios para la existencia de la
mediación, es decir, el principio de transacción: ofrece dar algo en
retribución de lo que desea recibir.
Laproposición del Brasil, por el contrario, exige todo y no ofrece nada
en cambio, y, por consiguiente al excluir la idea de concesión, hace
imposible la mediación. El Brasil reclama la mediación de S.M.B. tan
vehementemente como La Plata, así como su apoyo y consejo para el
arreglo de la diferencia entre ambos países. No se puede dudar cuál de los
vecinos ha demostrado el mayor deseo porque el beneficio de la paz sea
pronto disfrutado y sobre cuál recae la pesada responsabilidad de estar
menos dispuesto a la terminación de la guerra.
El gobierno británico, alegando razones que nunca fueron contesta-
La Misión Ponsonby
53
das y que yo esperaba pudieran haber gravitado favorablemente en el
ánimo de los componentes del gabinete de Río de Janeiro, colocaba ante
los ojos de este gobic^o, con viva luz, el riesgo seguro y el probable
peligro a que el emperador y el imperio del Brasil mismo se exponen,
insistiendo en una política que fomenta viejas animosidades y las crea
nuevas, por las que muy poco puede ganarse y, en cambio, se puede
perder todo, y que, sin necesidad, amenaza levantar en amias a los
republicanos contra el principio monárquico en Sudamérica.
Gran Bretaña se ha empeñado inútilmente y, ahora, es fútil la es-
peranza de que una amistosa intervención pueda alcanzar resultado,
porque decididamente el Brasil es contrario a toda transacción. En este
estado de cosas, declaro que, habiendo el gobierno británico prevenido a
los ministros de S.M.I. de los peligros a que ellos voluntariamente se
exponían, pone a salvo toda responsabilidad por las consecuencias de un
procedimiento que se ha esforzado, en vano, en modificar. Declaro,
asimismo, que el gobierno británico observará, durante esta infausta
guerra, una escrupulosa neutralidad, esperando, sin embargo, que los
derechos de guerra vigentes no serán ejercidos por ninguno de los
beligerantes más allá de los límites prescriptos por la ley de las naciones.
Me ha sido ordenado no ocultar que los deseos del gobierno británico,
escrupulosamente neutral en su conducta, no podrán dejar de inclinarse
en favor de aquel beligerante que demuestre la mejor disposición para
ponerle amistoso témiino al conflicto y que, toda vez que el criterio, en
Río de Janeiro, asumiera un carácter más pacífico, tengo instrucciones de
estar pronto para renovar, si el gobierno del Brasil así lo deseara, la
gestión ahora tan infructuosamente iniciada y de ser intermediario,
voluntario y solícito, de cualquier obertura que el emperador del Brasil
encontrara conveniente entablar ante el gobierno de Buenos Aires.
A través del cambio de opiniones que he tenido el honor de efectuar
con V.E., sobre la razón de esta guerra, he evitado, intencionalmente,
todo comentario sobre la reclamación de derechos a la posesión de la
Banda Oriental, formulada por el gobierno brasileño y siempre me he
limitado, estrictamente, a la cuestión política, de paz o guerra, que afecta
directamente los intereses del Brasil y La Plata y a toda Sudamérica en
54
Luis Alberto de Herrera
general.
Sin embargo, puede ser conveniente declarar que, no sólo me lie
abstenido de dar mi opinión sobre el reclamo de derecho, sino que mi
silencio no debe ser tenido como asentimiento a la justicia del reclamo o
como negación de su validez.
Es con infinita pena que abandono finalmente toda esperanza de una
feliz terminación de la empresa acometida, confiada a mi cuidado por
S.M. el rey, mi soberano, y desearía que fuera posible que algún acon-
tecimiento, favorable a los intereses del Brasil, pueda, en momento más
afortunado, propiciar loque tan ardientemente he deseado: una paz sólida
y duradera.
Al poner término a esta importante gestión, ruego a V.E. me permita
expresarle la satisfacción personal que he experimentado por la franque-
za y confianza que siempre me ha dispensado, aprovechando la oportu-
nidad para ofrecerle las expresiones de mi más alta consideración.
De V.E. respetuoso y atento servidor. — (firmado) John Ponsonby.
A S.E. el vizconde de Inhambupe, etcétera.
PONSONBY A CANNING
Río de Janeiro, agosto 11 de 1826. Excmo. señor: Visité, hace pocos
días, al secretario de relaciones exteriores, para rogarle modificara la
respuesta de su gobierno a la proposición del de Buenos Aires, y he
aprovechado la oportunidad para hablarle, en sentido general, de la
cuestión pendiente entre estos dos países — Brasil y La Plata — entrando
de lleno, nuevamente, al examen de las dificultades y peijuicios que la
guerra acarreará.
Apercibiéndome de que nuestras opiniones apenas diferían y de que
él también ansiaba vivamente la paz, le pregunté si juzgaba que nada
podía intentarse con el fin de poner término a las hostilidades y si creía
imposible que la idea que había sido sugerida en la iiúciación del asunto.
La Misión Ponsonby
55
y a la que su gobierno, aparentemente, había prestado tan poca atención,
podría ahora ser considerada como conducente al resultado apetecido,
esto es: que Montevideo y la Banda Oriental fueran declarados un estado
independiente.
Observé que tal arreglo haría desaparecer una dificultad sobre la cual
el emperador había insistido grandemente — el punto de honor — y enu-
meré las diversas ventajas que de él se derivarían para el Brasil, aun con
prescindencia de la mayor de todas: la conclusión de la guerra.
Solicitándome aclaraciones sobre mi pensamiento, en lo referente a
la independencia de la Banda Oriental, me preguntó: ¿Quién será la
garantía del arreglo? Le contesté que no veía la necesidad de ella, pero
insistió: ¿Inglaterra no ofrecería esa garantía? Le repliqué que segura-
mente no. Me dijo que su pregunta se refería, especialmente, a la garantía
de la libre navegación del Río de la Plata. Le manifesté que tal vez
Inglaterra consintiera en tomar algunas medidas para asegurar el libre
comercio en ese río, si se lo solicitaran todas las partes interesadas.
Me preguntó: “¿Dónde se encontrarían personas capaces de constituir
el gobierno de la provincia?”.
Le contesté lo siguiente: “Los mismos que pueden hacer la guerra,
podrán, probablemente, mantener la paz y en Montevideo, que ustedes
retienen ahora por la fuerza, por lo menos, las tres cuartas partes de los
habitantes están decididamente contra ustedes, como nadie lo ignora; y
una ciudad tan favorablemente colocada como esa puede producir
personas capaces de gobernar". Pero observé que sería más propio
considerar ese punto más adelante, si la independencia fuera tomada
como base para la negociación.
El ltízo una insinuación respecto a los sentimientos personales del
emperador y a su determinación de continuar la guerra, la que evité
contestar directamente; pero continué abogando en favor de la paz,
señalando los peligros a que la guerra exponía al trono y la insensatez de
confiar en un éxito, ahora que la experiencia había demostrado que la
inmensa superioridad numérica de la escuadra del emperador y su
comparativa abrumadora fuerza nada podían hacer en el Plata contra la
56
Luis Alberto de Herrera
insignificante defensa del enemigo, favorecido por la situación, etcétera;
que era evidente que toda la ventaja que el Brasil podía esperar, en
adelante, era la de interrumpir el comercio del río, mediante el bloqueo,
que, aunque Buenos Aires podía sufrir y sufría por esta hostilidad, no era
este un perjuicio capaz de hacer ceder a un pueblo empeñado en la
contienda por múltiples sentimientos, como lo estaba el pueblo compro-
metido en esta lucha, que, después de todo, las consecuencias del bloqueo
las experimentaban, en primer término, los aliados y amigos del Brasil,
y que, su renovado rigor, había ya originado grandes trastornos y disputas
y que (como él bien sabía) algunas cuestiones, más serias aún, se habían
producido, como su consecuencia, y otras eran inminentes.
Que todas las naciones lesionadas en sus intereses comerciales,
estaban grandemente excitadas y demostraban sus sentimientos de dis-
gusto y desaprobación contra los beligerantes y, especialmente, contra la
parle que parecía menos dispuesta a escuchar propuestas de paz.
Que esos sentimientos podían muy pronto gravitar sobre los gobier-
nos de esas naciones y serla causa de la adopción de medidas para impedir
a sus respectivos súbditos servir en la guerra en las filas de cualquiera de
los beligerantes; y que esa medida traería, como resultado, la total
inhabilitación del Brasil para continuar la guerra por mar, pues, como él
bien lo sabía, las tripulaciones de los barcos brasileños estaban compues-
tas, en su totalidad, por elementos extranjeros. Y agregué: que la forma
en que súbditos del mismo rey, hombres de la misma sangre, estaban
ahora peleando, unos contra otros, por una causa completamente ajena y
sin interés para ellos, era, en sí misma, chocante; que eso era motivo de
gran escándalo y de enérgica censura contra los gobiernos que lo
permitían y que, probablemente, ya hubieran sido todos ellos informados
de ese estado de cosas, por sus respectivos agentes en estos países.
Que, por mi parte, yo había considerado de mi deber trasmitir
circunstanciadamente esos informes a mi gobierno y exponerle, con toda
veracidad, las opiniones corrientes.
Continué: “Suponga, pues, que los gobiernos de Europa y de Estados
Utúdos obligaran a sus súbditos a observar estricta neutralidad a causado
La Misión Ponsonby
57
esa advertencia: ¿cuál sería la consecuencia de esa decisión para uste-
des?”. A lo que replicó que yo sabía, que, entonces, la escuadra no podría
moverse: pero agregó: “Esa medida, si fuera adoptada, afectaría, por
igual, a Buenos Aires”.
Le contesté que lo afectaría, pero en un grado menor, pues Buenos
Aires sólo cuenta con unos pocos barcos y esos le son de escasa utilidad
para la defensa, mientras que el Brasil necesitaba toda una escuadra para
poner en práctica sus planes y Buenos Aires nunca podría equipar una
marina de combate; que, para defender su capital contra todos los barcos
brasileños, le bastaban unas pocas cañoneras, que sólo le demandaban
pequeñas erogaciones, mientras la escuadra y la guerra en la Banda
Oriental le insumían al emperador más de la mitad de las rentas que
producía su imperio.
Le rogué que tuviera presente que el crédito estaba agotado y no había
probabilidad de más empréstitos; que él conocía el estado de la propia
banca y la disposición de la cámara de diputados; que se hallaban ahora
al borde de grandes y serias dificultades y que unos pocos pasos más
podrían significar lo irremediable.
Que la intervención de mi gobierno había sido pedida para esta
cuestión en particular; que Gran Bretaña había sido siempre la amiga más
fiel de la casa de Braganza y, por consiguiente, había deseado y apoyado,
en todo momento, la seguridad del trono y el honor del emperador; que,
si algún otro motivo hubiera influenciado al rey, no habría tenido reparo
en declararlo, porque era un monarca demasiado poderoso para necesitar
otras armas que las emanadas de su propio poder y tan sabio como grande
para descender a vanas argucias diplomáticas. Que el consejo dado por
el gobierno británico, estaba fundado sobre hechos que el gobierno
brasileño no podía negar e inspirado en el deseo de afirmar el trono del
emperador y para preservar de guerras y desastres a toda América.
Que, como amigo y como soberano solicitado por el gobierno
brasileño para mediar, los consejos del rey de Inglaterra debían ser
considerados con gran atención; que, en realidad, poco caso se había
liecho de ellos, porque la respuesta a la proposición de Buenos Aires, no
58
Luis Alberto de Herrera
sólo era fútil, sino que podía ser considerada ofensiva por el gobierno de
La Plata, antes que indicativa de la menor buena disposición para llegar
a la paz por parte del gobierno del Brasil.
Que la vehemencia con que el emperador del Brasil había expresado
a S.M.B. su deseo de consejo y apoyo para poner fin a su disputa con
Buenos Aires, había despertado una justa confianza en la sinceridad y
rectitud de sus intenciones; pero que yo no había hallado la evidencia de
ese deseo y creía que el gobierno británico sería de la misma opinión,
cuando fuera informado de los procedimientos seguidos aquí.
Que el gobierno británico había prevenido claramente al gobierno del
Brasil de las consecuencias que podría acarrearle la prosecución de una
insistente política belicosa y que, por consiguiente, no podía ser respon-
sable de lo que a causa de ella pudiera sobrevenir.
Al finalizar nuestra entrevista, el secretario me rogó le escribiera y
manifesté que lo haría sólo para llamar su atención sobre el tema de
nuestra conversación.
En todas las conferencias que he celebrado con el vizconde de
Inliambupe, he usado argumentos de la misma naturaleza de los que
acabo de mencionar y, los suyos, se han limitado, gene, ulmente, a lo
siguiente:
“Que los orientales son rebeldes y que deben ser sometidos por la
fuerza, para prevenir que el mal ejemplo pueda contagiarse a otras
provincias del imperio.
“Que los bonaerenses son unos villanos, a quienes hay que enseñarles
a respetar al emperador, que ellos, en realidad, empezaron la guerra
excitando una rebelión en la provincia Cisplalina y ayudando a los
insurgentes.
“Que el Río de la Plata es el límite natural del Brasil, por ese lado,
como el río Amazonas lo es por el otro.
“Que el emperador está en posesión de Montevideo y que nadie podrá
arrancárselo.
“Que el emperador tiene los medios de obligar a Buenos Aires a hacer
La Misión Ponsonby
59
la paz y que los pondrá en práctica y que el trono mismo debe arriesgarse,
cuando el honor del emperador está en juego.
“Que Bolívar está demasiado ocupado en el Perú para pensaren estos
asuntos y que, si él estuviera dispuesto, Colombia no lo ayudaría a atacar
al Brasil”.
Habiendo llegado a mi conocimiento que parte de mi conversación ha
sido repetida a S.M.I. y deseando conocer sus intenciones, antes de
escribir al vizconde de Inhambupe, diferí mi carta liasta el 25 de julio,
fecha en que le envié la nota privada (cuya copia adjunto, N 9 1 ), de la que
recibí respuesta el 29 (N 2 3) y, el 30, le envié la nota cuya copia incluyo
(N 9 4); su contestación (N 9 6), me llegó el 8 de agosto.
Mi primera nota tenía por objeto incitarle a adoptar alguna determi-
nación, como consecuencia de nuestra anterior conversación. En su
respuesta, me pedía le suministrara algunas bases, a lo que me negué en
mi nota inmediata, lamentando no complacer sus deseos, por considerar
que aquéllas debían surgir del gobierno de S.M.I. En su última nota, me
devolvió la proposición original de su gobierno, cuyo extracto va a
continuación: “Que Buenos Aires reconoce espontánea y voluntariamen-
te la incorporación del estado Cisplatino al Brasil, como provincia del
Imperio, y, en compensación, Montevideo será declarado puerto libre
para todas las naciones y, además, será de refugio para los barcos de
Buenos Aires, sin que ellos deban pagar derechos; y que, sobre esas bases,
será celebrado un tratado de paz, comercio y navegación, conteniendo las
estipulaciones y acuerdos que puedan ser convenientes para ambas
partes”.
Contesté el 10 del comente. (Copia N 9 7).
Me he esforzado en demostrar, valiéndome de hechos irrecusables,
que el gobierno británico no ha sido tratado con la atención debida, pero
que yo he considerado correcto no hacer manifestaciones sobre el
particular. Llevaré conmigo la proposición del Brasil, pero me esforzaré
por evitar cualquier ofensa que se le pueda inferir al gobierno de Buenos
Aires.
Estoy satisfecho de que la conducta y la situación del gobierno del
60
Luis Alberto de Herrera
Brasil merezcan y necesiten la repetición de esos pasajes de mis instruc-
ciones que establecen tan firmemente los sentimientos del gobierno de
S.M.B.
Lamentaría tener que expresar mis opiniones sobre el peligro en que
el gobierno se verá colocado, por causas internas producidas, o próximas
a producirse, a consecuencia de la guerra, que el emperador está decidido
a proseguir; pero la contienda puede tomar, de un momento a otro, un
nuevo aspecto, si las tropas sitiadoras privaran estrictamente a Montevi-
deo de provisiones, por tierra (lo que pueden hacer), porque no sólo la
ciudad está ahora escasa de los artículos de primera necesidad sino que
la misma flota brasileña depende de los víveres de Montevideo para
abastecerse, pues tiene escasez para mantener sus hombres.
Mi larga permanencia en ésta habrá, por lo menos probado al gobier-
no brasileño que S.M.B. desea formalmente poner fin a las hostilidades,
y esto es una señalada prueba del valor que S.M.I. asigna ahora a los
consejos y deseos del gobierno de S.M.B.
Me dirigiré inmediatamente a Buenos Aires, pues, durante mi perma-
nencia en ésta, no he recibido una sola línea procedente de allá.
No lie podido encontrar el medio de enviar algún despacho al señor
Dawkins; el señor Chamberlain, quien conoce muy bien este país, me
aconsejó aguardar hasta mi arribo a Buenos Aires.
Saludo a V.E. con mi más alta consideración, etcétera. — (firmado)
John Ponsonby.
A S.E. George Canning, etcétera.
PONSONBY A CANNING
Río de Janeiro, agosto 19 de 1826. Excmo. señor: Tengo el honor de
adjuntar la respuesta del vizconde de Inhambupe a mi última nota, de la
cual va una copia (N 9 7) con el despacho N 9 10.
La Misión Ponsonby
61
Desde que tuve el honor de escribir la última vez, he examinado
detenidamente la constitución de este imperio y he consultado la opinión
de personas caracterizadas, para ilustrarme sobre este punto, habiendo
llegado a la conclusión de que el emperador no podrá celebrar un tratado
sin el concurso de la legislatura, si en ese tratado hubiere alguna cláusula
sobre pago de dinero o sobre la cesión de alguna porción de territorio.
Como S.M.I. ha declarado, públicamente, que la Banda Oriental es
una parte integrante del imperio, yo opino que la solución de este asunto
está dentro de las atribuciones de la legislatura y que, en consecuencia,
no habrá autoridad existente, antes del próximo mayo, capaz de hacer la
paz sobre las únicas bases posibles.
No se puede negar que existen disturbios en la parte septentrional del
imperio. Se ha tratado de la guerra en la cámara y se han hecho censuras,
pero entiendo que los mayores enemigos del actual orden de cosas
esperan de él demasiados provechos para ir contra su estabilidad. El
emperador está equipando cinco cruceros (uno, una presa inglesa) para
defenderse, según creo, de los barcos de Buenos Aires, que se cree operan
aguas afuera de este puerto, atacando el comercio.
El total de los gastos de guerra es costeado por emisiones del banco,
cuyos billetes tienen ahora, comparados con la moneda de plata 40% de
pérdida. Como lo comuniqué antes a V.E. , las provincias, en vez de enviar
dinero, están retirándolo de aquí.
Considero que todos piensan que hay motivos suficientes para alar-
marse por el estado del imperio y opino que tal creencia, por sí sola, ya
constituye un peligro.
Ciertamente veo que hay causas justificadas para tales aprehensiones,
pero creo que un gobierno establecido tiene tanto poder, si lo ejercita, que
cuenta siempre con la mejor probabilidad de éxito en caso de crisis.
Confío que aquí ocurrirá lo mismo en la emergencia.
Según he oído, los bonaerenses han levantado ganados de Río
Grande, por valor de 120.000 libras. Si ellos se establecen como dueños
de esta región, aumentarán infinitamente las dificultades, que ya van
siendo grandes, en que la flota brasileña se halla, por escasez de provisio-
<52
Luis Alberto de Herrera
nes.
Tengo el honor, etcétera. — (firmado) Ponsonby.
A S.E. George Canning, etcétera.
CANNING A PONSONBY
Londres, agosto 21 de 1826. A S.E. lord John Ponsonby.
Excmo. señor: Los despachos que V.E. lia enviado desde Río de
Janeiro, hasta el N 9 6, inclusive, han sido recibidos y pasados al rey.
Tengo gran placer en significar a V.E. , la entera aprobación, por parte
de S.M., de la conducta observada, en cumplimiento de las instrucciones
que le fueron impartidas, para tratar de convencer al gobierno brasileño
de la necesidad de terminar la guerra existente, por desdicha, entre el
Brasil y Buenos Aires.
Es deplorable, para América y, principalmente, para el Brasil mismo,
que los consejeros de S.M.I. sean tan inabordables sobre este asunto.
A la vez, es satisfactorio que las razones que, según lodos los prin-
cipios grandes y justos de política, debieran pesar en el ánimo de esos
consejeros, hayan sido sugeridas al gabinete de Río de Janeiro, tan eficaz
y sagazmente, por nuestro país. V.E. ha procedido acertadamente al
declinar la misión que se le quería encomendar, de ser portador de la
primera proposición formulada por los suministros brasileños. Hubiera
resultado, no sólo ineficaz, sino también ofensivo para el estado ante el
cual está V.E. acreditado, que la trasmisión de esa propuesta la efectuara
V.E. en su primer viaje a esa capital y hubiera sido, igualmente, un mal
principio para el afianzamiento, no sólo de la amistad, sino también de la
autoridad que yo confío V.E. alcanzará en Buenos Aires, dentro de corto
tiempo. V.E. ha procedido correctamente al aceptar la segunda proposi-
ción.
Esta no es muy promisora, pero, por lo menos, mantiene abierta la
La Misión Ponsotiby
63
negociación y puede esperarse que, si el éxito naval de Buenos Aires
continúa tan marcado como el último despacho de mister Parish lo
describe, pueda ser persuadido el emperador de que debe introducir
enmiendas en la propuesta, antes de empezar a sufrir las consecuencias
que una guerra de resultados adversos debe, necesariamente, acarrear
sobre el Brasil. Por lo tanto, V.E. debe extremar sus esfuerzos para
convencer al gobierno de Buenos Aires, no digo de que acepte — porque
creo que esto difícilmente puede esperarse — pero que modifique, antes
de rechazarla, la proposición de la cual V.E. es portador.
Los despachos del 13 de junio, del barón de Mareschal a su corte, que
me han sido comunicados por el príncipe de Esterhazy, fortifican la
esperanza de que los propósitos del emperador, aunque bastante violen-
tos y tenaces, no sean, en conjunto, inflexibles, si los azares de la guerra
y los esfuerzos de V.E. se aúnan para llevar a efecto una negociación
Tengo el honor, etcétera. — (firmado) George Canning.
PONSONBY A CANNING
Río de Janeiro, agosto 26 de 1 826. Excmo. señor: El emperador tuvo
a bien concederme ayer una audiencia y tuve el honor de despedirme, en
consecuencia, de S.M.I.
Me embarco mañana en el Doris, con rumbo a La Plata. Encontré a los
ministros de S.M.I. en gran expectativa del rápido éxito de las operacio-
nes contra Buenos Aires; pero no sé que hayan recibido ninguna comu-
nicación del teatro de la guerra sobre la que esa expectativa pueda
fundarse, siendo para mí evidente que las dificultades del gobierno
brasileño, referentes al sostenimiento de la guerra, son muy grandes, con
probabilidad de que aumenten cada día más.
Sé que el emperador está dispuesto a mantener la posesión de la B anda
Oriental y a rehusar toda propuesta, excepto un incondicional someti-
miento a su exigencia. Una presión extranjera, o disturbios internos,
64
Luis Alberto de Herrera
podrían, únicamente, cambiar este propósito. No he podido formar
opinión sobre la primera contingencia; pero, la segunda, estoy cierto, lo
amenaza.
He continuado manteniendo al margen de toda discusión el derecho
que el emperador se arroga sobre la provincia, sabiendo que esto sólo
habría producido inútiles chicanerías diplomáticas; pero he aprovechado
más de una oportunidad para manifestarle, privadamente, al secretario de
relaciones exteriores, mi opinión de que, en cualquier tiempo que este
título fuera discutido, se evidenciaría que, enrealidad, está fundado sobre
la conquista, disfrazada con el nombre de elección libre por el pueblo.
Las medidas que oficialmente he lomado y otras de carácter más
privado, han tenido por objeto cumplir los deseos del gobierno de S.M.B . ,
esto es: procurar la paz, por medio de la amistosa intervención de S.M.
el rey y, fracasando ésta, prevenir al gobierno brasileño de los peügros a
que voluntariamente se expone; absolver de toda responsabilidad a mi
gobierno, que queda en completa libertad de tomar las medidas que crea
necesarias, según el desarrollo de los acontecimientos y declarar su
simpatía a aquel de ambos beligerantes que muestre más disposiciones
pacíficas y que propicie, al mismo tiempo, cualquier obertura de paz.
Tengo el honor de saludar a V.E., etcétera. — (firmado) John Pon-
sonby.
A S.E. George Canning, etcétera.
La Misión Ponsonby
65
PONSONBY EN BUENOS AIRES
PONSONBY A CANNING
Buenos Aires, setiembre 24 de 1826. Excmo. señor: Tengo el honor
de poner en su conocimiento mi arribo a estas playas, efectuado el 1 6 del
comente.
El 17, escribí al secretario de relaciones exteriores, rogándole me
comunicara la fecha en que el presidente me recibiría. Este, me señaló el
día 19, expresándome su deseo de que la recepción fuera pública y yo
pronunciara algunas palabras cuando liiciera entrega de la carta de S.M.
El 19, el coche del presidente, arrastrado por seis caballos y acom-
pañado por otros carruajes, vino a mi casa a buscarme y me condujo al
fuerte, donde el presidente está obligado a residir. El general, jefe de la
artillería, y el subsecretario de relaciones exteriores, así como el señor
Parish, estaban en el mismo coche. En el Fuerte, fui recibido por una
guardia de honor y saludado por los cañonazos de práctica.
Una comisión me recibió a la entrada principal y me condujo a un
salón en el piso superior, donde encontré al ministro de relaciones
exteriores, quien me presentó al presidente, al que liice entrega de mi carta
credencial y dije:
“Que había recibido orden de entregar a S.E. una carta de S.M. el rey
de Gran Bretaña, acreditándome, ante el gobierno de las Provincias
Unidas del Río de la Plata, como su enviado extraordinario y ministro
plenipotenciario.
“Que estaba orgulloso del honor que me había dispensado el rey, mi
soberano, al elegirme para atestiguar una nueva prueba de los sentimien-
Lmt AMxrta ét Horma
La Misión Ponsonby
67
proposiciones arriba mencionadas no han alcanzado, consideré del caso
dedicar toda mi atención al asunto y tengo el honor de enviar, ahora, a
V.E. junto con esta carta, un proyecto que ruego a V.E. tenga la bondad
de trasmitir al presidente, en su oportunidad, enterándole, al mismo
tiempo, de su verdadero carácter, esto es, que su naturaleza es estricta-
mente privada.
Tengo el honor de saludar a V.E. etcétera. — (firmado) John Pon-
sonby.
PROYECTO DE BASES DEL MEDIADOR
Memorándum de las bases generales para una convención de paz
entre Su Majestad Imperial y las Provincias Unidas del Plata.
la. La provincia Oriental será declarada estado libre e independiente.
2a. Las partes signatarias de esta convención se comprometen a
abstenerse de toda intervención, directa o indirecta, y a impedir, por todos
los medios a su alcance, la intromisión de cualquier otro poder, europeo
o americano, en la formación de la constitución política y gobierno que
los habitantes de ese estado juzgaran convenientes establecer. Será
regido por su propia constitución, no pudiendo ser incorporado a ningún
otro poder europeo o americano, por subyugación; no será levantada
ninguna fortaleza, ni ninguna fuerza militar extranjera será, en ningún
tiempo, recibida ni podrá permanecer en ningunaparte de su territorio, sin
el consentimiento, previamente obtenido, de los antedichos poderes
contratantes.
3a. Las partes contratantes se garantirán mutua y respectivamente este
arreglo, por el término de veinte años, a contar desde la fecha de la firma
de esta convención.
4a. Las fortificaciones de Montevideo y Colonia, serán de inmediato
demolidas (desmanteladas).
5a. Los gastos que ocasione la ejecución de lo establecido en el
68
Luis Alberto de Herrera
artículo precedente, serán costeados por el gobierno de las Provincias
Unidas del Río de la Plata, a quien, en consecuencia, le será pennitido
contratar personas competentes para dirigir y poner en práctica ese
cometido.
6a. Las autoridades brasileñas se comprometerán a no entorpecerlos
trabajos de demolición de los antedichos fuertes y prestarán toda la ayuda
que les sea posible en ese sentido.
7a. El gobierno de las Provincias Unidas estará en libertad de empezar
esta operación dentro de seis semanas, o antes, si fuere posible, después
de la ratificación de esta convención.
8a. La guarnición brasileña pennanecerá en las fortificaciones hasta
que los trabajos de demolición hayan sido terminados.
9a. Si alguna diferencia se suscitara entre las paites contratantes, antes
de la demolición completa de las fortificaciones, será requerida la
potencia mediadora para designar un comisionado, o comisionados, para
examinar la causa de la diferencia sometida a él, o a ellos, y su decisión
o la de ellos, será acatada.
10. Luego que la demolición de las expresadas fortificaciones quede
completamente terminada, a satisfacción de ambas partes contratantes,
éstas, inmediatamente, retirarán sus respectivas fuerzas existentes en las
fortalezas, o en otras partes de la provincia de la Banda Oriental, dentro
de sus propias fronteras.
11. Todos los prisioneros tomados por ambas partes, por mar o por
tierra, desde la ruptura de las hostilidades entre las partes signatarias de
esta convención, serán inmediatamente restituidos a sus respectivos
países, y todos los oriundos de la Banda Oriental, detenidos por motivos
políticos, por cualquiera de las dos partes, serán inmediatamente puestos
en completa libertad.
12. Las hostilidades, por mar o por tierra, cesarán desde la fecha en
que esta convención sea ratificada y, una vez así felizmente restablecida
la paz, las partes contratantes nombrarán, de inmediato, sus respectivos
plenipotenciarios para negociar y concluir entre ellos un tratado defini-
tivo de límites y comercio.
La Misión Ponsonby
69
PONSONBY A RIVADAVIA
(Privada), Lunes a la noche, setiembre 25 de 1826. He considerado
cuidadosamente el punto a que V.E. ha dado tanta importancia y he
recorrido todos los documentos en que podía esperar hallar algo que me
permitiera asentir a lo que creo V.E. desea seriamente; pero sólo he
encontrado muchas y fuertes razones para corroborar la determinación
del gobierno británico de no garantizar arreglo alguno territorial, de
cualquier clase o bajo cualesquiera circunstancias, yo creo que faltaría a
mi deber, si accediese, aun en el menor grado, a la solicitación de tal
medida, y así ocurriría, sin duda, si yo trasmitiese al Río de Janeiro el
proyecto con la condición, puesta por V.E., de que yo acceda a que el
gobierno británico sea colocado en aquella situación. Por lo tanto,
después de una madura reflexión, yo debo negar toda conexión con
cualquier medida que tenga por objeto, directo o indirecto, proponer a
Gran Bretaña que dé su garantía a cualquier arreglo territorial.
V.E. puede atribuir al vivo deseo que tengo de hacer todo lo que pa-
rezca a V.E. ser ventajoso al gran fin de todas nuestras aspiraciones — la
paz — cualquiera irresolución que pueda haberse advertido en mi conver-
sación de esta tarde con V.E., y espero que se persuadirá de que siento un
verdadero pesar de verme obligado a adoptar una línea de conducta que
puede ser contraria a sus inclinaciones.
Ya he manifestado verbalmente a V.E., con mucha extensión, la
entera convicción en que yo particularmente me hallo de que la garantía
que se desea no producirá a Buenos Aires ventaja alguna que no fuese
obtenible por otros medios, que son asequibles; pero V.E. es el propio,
como, ciertamente, el mejor juez de sus intereses, y yo solamente debo
lamentar que no esté en mi poder contribuir a una obra necesaria a la
prosperidad, seguridad y quizás a la existencia de esta república, y a la
pacificación de Sudamérica.
Tengo el honor, etcétera. — John Ponsonby.
A S.E. el presidente.
70
Luis Alberto de Herrera
PONSONBY A RIVADAVIA
(Confidencial). Buenos Aires, setiembre 27 de 1826. Excmo. señor:
He sentido infinito saber, por el señor García, que V.E. persiste en dar
tanta importancia a la garantía, por S.M.B., de cualquier arreglo que
pueda efectuarse en la cuestión territorial pendiente entre el gobierno de
V.E. y el del Brasil. Lo siento, porque sé que tal garantía es absolutamente
contraria a la política adoptada por el gobierno de S.M. y que él nunca
consentirá en prestarla.
Respecto de la otra garantía, que también fue objeto de discusión entre
V.E. y yo: a saber, la garantía por S.M. de la libre navegación del Río de
la Plata para las partes interesadas, no me creo obligado a hablar en los
mismos términos estrictos y no ocultaré a V.E. mi particular opinión de
que, si los beligerantes juzgasen que tal medida fuese necesaria y esencial
para conseguir una pacificación, mi gobierno no se rehusaría a escuchar
la propuesta, con una fuerte disposición a hacer todo lo que pareciera
necesario (y que esté dentro de los límites de su política) para alcanzar
aquel objeto, que es el mas benéfico y urgente.
Tengo el honor, etcétera. — (firmado) John Ponsonby.
A S.E. el presidente.
PONSONBY A GARCIA
(Extracto de una carta privada). Buenos Aires, setiembre 29 de 1826.
Acabo de enterarme, por el señor Parish, que no se ha progresado en el
asunto que nos ha ocupado últimamente.
Supongo que la dilación es provocada por la actitud de S.E. el
presidente, al perseverar en su demanda de la garantía inglesa para el
tratado. Si ese fuera en verdad el caso, no hay probabilidades de que el
asunto adelante lo más mínimo.
Sé que mi gobierno no atenderá semejante demanda y yo me consen-
La Misión Ponsonby
71
tiré, tampoco, formularla. Sin embargo, pudiera ser que el presidente
creyera razonable que el pedido de garantía para el libre comercio del Río
de la Plata, por las partes interesadas, debiera partir de mí (como su
origen) en mi carácter oficial.
No considero oportuno distraerlo, enumerándole las muchas y diver-
sas razones que hace personalmente ventajoso para el presidente ser, él
mismo, el proponente de esta medida, y creo suficiente para mi propósito
decir a usted, francamente, que yo no puedo consentir en iniciar esas
gestiones. El señor Parish me manifestó que creía que el presidente
deseaba verme mañana. Siempre consideré un grato deber visitar a S.E.
cuando así lo ha deseado; pero, si él ahora desea verme con el propósito
de discutir, otra vez, los tópicos que acabo de mencionar, puedo asegurar
a usted que malgastará su tiempo. Nada puede hacer cambiar mi determi-
nación sobre estos puntos que son cuestión de deber, de mi parte, hacia
mi gobierno.
Sentiré grandemente que se produzca algún entorpecimiento, pues
sería lamentable la pérdida del actual momento, cuando las cosas están
todavía en un estado que puede admitir la iniciación de una negociación;
situación propicia, que mucho temo no volverá a producirse, para
conducir el asunto a una feliz terminación, dentro de un plazo relativa-
mente breve.
El domingo despacharé el “Ranger” con comunicaciones para mi
gobierno! (firmado) John Ponsonby.
PONSONBY A CANNING
Buenos Aires, octubre 2 de 1826. Excmo. señor: Tengo el honor de
informar a V.E. que visité a S.E. el presidente, el 20 del pasado y le
comuniqué la proposición de Río de Janeiro, de que yo era portador, ya
trasmitida a V.E. en mi despacho N 9 10.
La leyó atentamente y manifestó que no era digna de que se la
72
Luis Alberto de Herrera
discutiera. Le informé de la parte de mi gestión en Río, que juzgué
suficiente para abonar la vehemencia con que el gobierno británico ha
urgido al gobierno brasileño para que tome algunas medidas, efectivas,
tendientes a la restauración de la paz, y S.E., en términos firmes, expresó
que él y la república sentían viva simpatía y gratitud hacia S.M. por su
amistosa mediación.
Con anterioridad a mi entrevista con el presidente, yo había examina-
do con gran cuidado, y discutido largamente con el señor Parish, las
opiniones que yo terna acerca de la conducta que convenía seguir en las
circunstancias en que actualmente se encuentra este país, para cumplir
mis instrucciones respecto a la paz.
He celebrado también, acompañado por el señor Parish, una larga
conversación con el señor García, a quien — nombrado, por este gobier-
no, enviado extraordinario ante el de S.M. — .juzgué con título suficiente
para merecer mi confianza y obtener de él informaciones muy útiles, por
tratarse de una persona de larga experiencia en los asuntos políticos de
este país.
Cuando le hube expuesto mis opiniones, pude comprobar, con gran
satisfacción, que éstas concordaban, en absoluto con las suyas. Me
manifestó, también, que él creía que un notable cambio se había produ-
cido en las opiniones del presidente, bastante como para dar lugar a una
esperanza de que ahora estaría mejor dispuesto para acoger la propuesta
de arreglo que yo pensaba presentarle, con el fin de alcanzar la termina-
ción de la guerra. Finalmente, el proyecto de erigir a la Banda Oriental en
un estado independiente y, también, insinuar que podía no ser imposible
obtener del gobierno de S.M.B., a petición de los beligerantes, la garantía,
a las dos partes, de la libre navegación del Río de la Plata.
Estoy perfectamente enterado de que el gobierno de S.M. preferiría
evitar antes que apoyar esa gestión; pero, al mismo tiempo, estoy tan
convencido de que, sin ella, no sólo la fórmula en trámite sería rechazada
por este gobierno sino que, aunque fuera considerada, no produciría los
benéficos resultados que, en mi opinión, se derivarían de la ejecución de
todo el proyecto, incluyendo la garantía que, en consecuencia, el fin
La Misión Ponsonby
73
primordial que persigue el gobierno de S.M., — una paz sólida y durade-
ra — se perdería, a causa de una consideración de menor importancia.
El presidente habló largamente en favor de la paz, refiriendo, muy
enérgicamente, a las dificultades de la guerra y a los peligros a que se
exponían las instituciones de la república, si ésta continuaba, por el
probable advenimiento al poder de los aventureros militares, de cuyo
predominio había sido librado recientemente Buenos Aires y en razón de
los cuales el país ha sufrido larga e intensamente.
Le manifesté la opinión que tenía sobre la independencia de la Banda
Oriental, la única base posible sobre la cual, en los actuales momentos,
cabe fundar una negociación de paz con el emperador del Brasil,
exponiendo las razones en que apoyaba esa opinión y los resultados que
yo suponía se derivarían de esa medida para los intereses de Buenos
Aires.
Escuchó mis palabras tan favorablemente como era de desear y, en su
respuesta, recalcó, principalmente, sobre la necesidad de una garantía
para afirmar la duración de tal arreglo y sobre su ineficacia para la
conservación de la libre navegación del Río de la Plata, de la cual depende
la seguridad y, tal vez, la existencia de Buenos Aires. Le repliqué,
entonces, que la garantía respecto al río, si pudiera ser obtenida, haría
desaparecer ese peligro e insinué la posibilidad de que fuera lograda. Me
formuló diversas preguntas sobre el particular y le contesté que, hablando
como yo lo hacía, enteramente sin atribuciones, él debía tomar mis
palabras como mi opinión individual; pero que yo creía que, si los
beligerantes acudían al gobierno de S.M., éste quizás accediera a la
demanda, cargando con la responsabilidad de garantir a las partes
beligerantes la libre navegación del Río de la Plata, si considerara
necesaria esa decisión para la obtención y estabilidad de la paz.
Me expuso que apreciaba esa medida en su justo valor, pero que no
la consideraba suficiente seguridad, pues, como no podía confiar, ni una
llora, en la buena fe del gobierno brasileño, juzgaba absolutamente
necesario que cualquier tratado que se concertara, sobre las bases men-
cionadas por mí, debía ser garantido, en todas sus partes, por Gran
74
Litis Alberto de Herrera
Bretaña.
Le dije que Gran Bretaña no accedería nunca a prestar tal garantía y
que, al declarárselo así, lo hacía con perfecto conocimiento de causa, por
lo cual no elevaría esa proposición a mi gobierno.
Comuniqué al señor García el resultado de esa entrevista y me
contestó que creía casi seguro que el presidente, al fin, adoptaría la actitud
sugerida por mí y calurosamente, me aconsejó que perseverara.
Poco después, volví a ver al señor García, quien había celebrado una
entrevista con el presidente y discutido con él, ampliamente, la cuestión.
Me pidió que le hablara por segunda vez, pues confiaba que el presidente
abandonaría la idea de solicitar esa inasequible garantía. En esta visita, se
acordó que yo maduraría la idea, hasta ese momento tratada sólo
verbalmente, y que la expondría por escrito.
Así lo hice y remití los artículos (véase copia N 9 1), al señor García
quien se comprometió a hablar de ellos al presidente; y, habiéndolo hecho
así, me trasmitió sus impresiones favorables sobre el posible éxito de la
gestión, por lo que entrevisté nuevamente al primer magistrado, llevando
el proyecto conmigo. Loencontré muy lejos de renunciara sus demandas.
Le hice todas las objeciones que consideré eficaces para persuadirlo
de que, aunque pudiera obtener la garantía territorial, esta no sería mayor
ventaja para su país que la derivada de la garantía marítima. Agregué que
los acontecimientos que se desarrollaban actualmente en la Banda
Oriental probaban que los brasileños no podían someterla campaña y que
sólo se sostenían en las plazas fortificadas. Que si el tratado propuesto
fuera concertado y, por consiguiente demolidas las fortificaciones sería
insensato suponer que los brasileños intentaran posesionarse de un
territorio que ya la experiencia les ha probado no podrían dominar sin la
ayuda de esos fuertes desmantelados; aparte de que es difícil imaginar
qué finalidad podrían perseguir, porque la demolición de las murallas de
Montevideo y de otros punto dificultarían sus operaciones navales y, la
garantía del río, por Inglaterra, las haría totalmente imposibles.
Que, por consiguiente, para reconocer algún sólido fundamento a la
inseguridad que él (el presidente) presentía, era necesario dar por conce-
La Misión Ponsonby
BIBLIOTECA MVJN : C!PA« |
dido que los brasileños serían, r
como para violar un solemne
alguna ventaja de su perfidia.
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iu suiu uesieaies, siuu ramoien tan tumos
tratado, sin la probabilidad de recoger
No puedo recordar qué respuesta dio el presidente a mis argumentos;
pero creo que, simplemente, repitió su aserto anterior de que los brasi-
leños no eran de confiar; y volvió a insistir en que, sin la garantía
solicitada, no progresaría, por su parte, el asunto. A lo que repliqué que
era inútil, entonces, seguir discutiéndolo y que sólo me restaba echar al
fuego el documento (lo tema en la mano), y comunicar a mi gobierno el
fracaso absoluto de mis gestiones para producir algún movimiento en pro
de la paz. El presidente me rogó, entonces, con alguna vehemencia, que
no pusiera fin de esa manera a mi intervención y que le enviara el
proyecto, por la vía usual, es decir, por intermedio del ministro de
relaciones exteriores. Le repliqué que siempre tendría agrado en compla-
cerle y corresponder a su pedido.
Estaba seguro de que él obedecía a algún propósito al hacer esa
demanda y sospeché pudiera ser llevarme, en forma solapada, a dar un
carácter oficial y público a una comunicación que era completamente
confidencial.
Sin embargo, estaba cierto que no lograría su fin, si tal era su
intención, y, a mi regreso a casa, envíe el proyecto al ministro de
relaciones exteriores, acompañado de la carta cuya copia (N 9 2) adjunto.
Al siguiente día, el señor Parish me informó que el señor García le había
comunicado que el presidente adhería a su solicitud de la garantía
territorial y que, en consecuencia, deseaba verme nuevamente. Al ente-
rarme de esto, escribí al señor García una carta, de la que incluyo un
extracto (N 2 3), manifestándole que, si el presidente persistía en su
demanda de garantía, malgastaba su tiempo, porque nada podría inducir-
me a alterar mi conducta.
En la mañana de ayer, el ministro de relaciones exteriores me visitó
y me dijo que había sido comisionado por el presidente para comunicar-
me que él no podía tomar sobre sí la responsabilidad de rehusar o aceptar
el proyecto que yo le liabía sometido, sin consultar al congreso, y que
podrían hacerlo, si yo lo presentaba al gobierno por nota oficial. Rehusé
76
Luis Alberto de Herrera
hacerlo así, diciendo que yo sólo había actuado como un amistoso
consejero y que correpondía a su gobierno adoptar sus propias medidas
oficiales; pero que estaba dispuesto a apoyar y sostener, calurosamente,
cualquier iniciativa pacífica que fuera necesario trasmitir al Brasil.
Me guié, en este caso, como anteriormente y en caso análogo en Río
de Janeiro, por el siguiente párrafo de mis instrucciones: “No correspon-
de al gobierno británico sugerir ninguna especificada contraposición,
etcétera”, y por la sospecha de que pudiera existirel intento, al estimular-
me a dar origen oficial a la proposición sometida al congreso, de despertar
en esa asamblea la creencia de que Inglaterra contempla, principalmente,
su propio y especial interés y que, por consiguiente, más tarde o más
temprano, ayudará a la república; idea que yo sabía había sido ya alentada
por diversas personas y que, si arraigaba en el congreso, predispondría a
sus miembros a adoptar la política de los partidarios de la guerra y a
apoyar la demanda del presidente sobre garantía territorial, medida que
espero (aunque yo indudablemente no estoy en condiciones de emitir una
opinión acabada sobre el asunto) que el congreso no tomará. Más bien,
creo en la adopción de otra, en oposición a ciertos hombres, quienes,
rehusándose a ajustar su conducta a las necesidades actuales, pretenden
seguir adelante, con una terquedad, ignorancia o ceguedad extraordina-
rias, en prosecución de un objeto que es más que probable no lograran
nunca y que, aunque lo obtuvieran, no lo podrían retener; son los mismos
hombres que comenzaron esta guerra, sin contar con los medios bélicos
necesarios para sostenerla, y que descuidaron, durante el período que
medió entre su declaración y el cierre de su puerto al enemigo, proveerse
de lo indispensable para la lucha. Hombres que ahora cuentan, con
insensata seguridad, con recursos pecuniarios consistentes, totalmente,
en papel moneda, estimado como legal, que sufre una depreciación de
115 por ciento; hombres que conocen su escasa influencia sobre las
provincias y sospechan a Bolívar mas bien inclinado a ser su enemigo que
su amigo.
En mi apreciación de las ventajas probables que se derivarían del
proyecto que he insinuado, incluyo sus efectos como una medida de
guerra (si fallara para deparar la paz), porque es una verdad, indiscutible.
La Misión Ponsouby
77
que a los orientales les disgusta estar sometidos a Buenos Aires casi tanto
como al Brasil y que la independencia es su más ardiente anhelo. Por
consiguiente, si Buenos Aires, en un solemne acto, se declarara resuelto
a establecer la independencia de la provincia Oriental, sería secundado,
en su guerra contra el Brasil, con todo el entusiasmo y ardor con que los
hombres luchan por su propia causa, en vez de ser (como ahora ocurre)
tan a menudo engañado y resistido como apoyado.
Hace dos días, tuve oportunidad de leer una carta, recién recibida de
Lavalleja, en la que dice que Alvear, el general en jefe, cruzó mediante
una estratagema un río, cuyo vado estaba defendido por los orientales,
quienes se cuentan en el numero de sus propias tropas. El general
Rodríguez, que en otro tiempo ocupó la presidencia de la república, y el
comando en jefe del ejército, conferido ahora a Alvear, recientemente, de
regreso de las provincias, fue atacado por las tropas que él creía bajo su
mando, despojado hasta de la camisa y, según se dice, escapó, apenas, de
ser muerto.
Lo que acabo de exponer, le permitirá apreciar algunos de los
antecedentes en que se funda mi opinión sobre la política más adecuada
que conviene a este país, con relación a su propia situación y tal es, creo,
la versión más favorable que puede darse de sus recursos marciales.
Aún no he mencionado a todo un regimiento abandonando a sus
oficiales, ni a un coronel abandonando a su regimiento, porque, según
dijo: "no pelearía contra los orientales, sus compatriotas”.
En estado de cosas, tengo motivos para suponer que mañana recibiré
del gobierno un completo rechazo del proyecto de paz que el señor
García, el hombre más ilustrado de la nación, les ha instado, con todo
empeño, a adoptar y que estoy convencido será aceptado por el país, en
general, cuando sea conocido.
La situación de los comerciantes británicos, aquí, es de lo más
calamitosa; el comercio está completamente arruinado y, como el estado
actual del cambio de este país se lo demostrará a V.E., sus capitales han
quedado reducidos a menos aún de la mitad. Tengo algunas esperanzas,
tal vez demasiado optimistas, de que el proyecto que he presentado, aquí,
78
Luis Alberto de Herrera
pueda ser favorablemente recibido en Río y conduzca a una negociación,
si fuera aceptada aquí y convenientemente dirigida.
Creo que el emperador ha empezado a sentir las dificultades de la
guerra y a sospechar que está expuesto a considerables peligros, aun
dentro de sus propios dominios. Creo, también, que él está mucho más
deseoso de evitar que la Banda Oriental vaya a las manos de Buenos
Aires, que de cualquier otra cosa: que la pasión, no la política, es su mayor
impulso. Y, en realidad, el Brasil tiene poco o ningún interés, directo o
indirecto, en la posesión del Río de la Plata, a menos que el Brasil se haga
la ilusión de conservar para siempre la Banda Oriental, esperanza que,
dentro de todo lo que puedo presumir, es algo que juzgodebe considerarse
quimérico.
El proyecto en cuestión, arrancando la provincia al dominio de
Buenos Aires, satisfaría, en cierto sentido, el odio del emperador contra
Buenos Aires. Le evita, también, a su orgullo la mortificación de tener que
ceder algo directamente a esa nación, y como el tratado, si alguno hubiera,
sería negociado bajo la mediación de Inglaterra, podría, hasta cierto
punto, pensar o decir que era a un aliado y amigo que aconsejaba, no a un
enemigo que exigía, a quien él consentía en transferir un territorio del cual
se denomina soberano.
Mi nota ha resultado demasiado larga, pero yo no poseo habilidad
para hacerla más breve, sin dejar de expresar muchas cosas que creo de
mi deber decir a V.E.; y, a pesar de su extensión, sólo he dado un informe
corto e imperfecto de mis conversaciones con el presidente, aunque he
dicho bastante para enterar a V.E., con corrección de lo sustancial de su
conducta. Si me es permitido emitir una opinión, diré que, según mi modo
de ver las cosas, la actitud del presidente responde, en mucho, a móviles
puramente personales. El cree que los partidarios de la guerra son
numerosísimos en el país; pero, no obstante, está convencido de que la
paz es absolutamente necesaria y de que tal vez sea mejor que, bajo
cualquier circunstancia, la Banda Oriental sea separada de Buenos Aires,
en vez de quedar unida a ella. En sus conversaciones conmigo, ha
admitido que así sea. No puedo creer que no esté convencido de que la
garantía del río produciría toda la seguridad deseable para los intereses
La Misión Ponsonby
79
positivos de este estado.
Confío en su indulgencia y reclamo su perdón si, en alguna manera,
ha contravenido la letra o el espíritu de mis instrucciones. No alcanzo a
ver nada que lo haga presumir, a no ser haber insinuado la posibilidad de
que el gobierno de S.M.B. pudiera otorgar la garantía marítima; pero, al
proceder así, puse especial cuidado en no mencionar a mi gobierno; lo
hice en mi nombre, exclusivamente, y en ese punto, como en todos los
otros, el nombre del gobierno de S.M. no ha sido comprometido.
Me aventuraré, sin embargo, a declarar que estoy convencido de que,
de esa medida, se derivarían los más grandes beneficios para toda
Sudamérica, pues haría desaparecer la causa de muchas disputas, mante-
niendo siempre unalibre entrada para el comercio en sus inmensos países,
cuyos ríos son en su mayoría navegables, y, tal vez, facilitando un
intercambio comercial con el Paraguay, si se considerase conveniente.
Me hago un honor en repetirme de V.E. con gran sinceridad y respeto
su más atento y humilde servidor. — (firmado) John Ponsonby.
A S.E. George Canning, etcétera.
DE LA CRUZ A PONSONBY
(Confidencial). Buenos Aires, octubre 3 de 1826. Excmo. señor:
Habiéndose enterado S.E. el presidente del contenido de la carta que V.E.
se dignó dirigirme el 25 del ppdo., así como del proyecto acompañado,
me ha autorizado para hacer a V.E. la siguiente exposición.
Que, si la propuesta del gobierno del Brasil al gobierno de esta
república, para el restablecimiento de la paz entre los dos estados — de la
cual V.E. manifiesta ser portador — es la que aparece indicada en el
documento que V.E. tuvo la bondad de mostrar al presidente, esa
propuesta fue considerada, de común acuerdo, por S.E. el presidente y por
V.E. como imposible de ser aceptada bajo ningún concepto, ni como
contraproyecto, ni como base para una negociación pro paz, puesto que
80
Luis Alberto de Herrera
en ella el gobierno del Brasil exige mucho más de lo poseído, o de lo que
poseía antes de la guerra. Y V.E. me permitirá observar que el carácter de
la antedicha proposición queda plenamente confirmado por la noble
actitud adoptada por V.E., al no ponerla en conocimiento de este
ministerio.
S.E. el presidente, considera su deber rectificar en esta ocasión la idea
que V.E. parece tener de que él le manifestó deseos de saber si algunas
otras bases podrían ser ofrecidas, a fin de obtener la paz, que había
fracasado en las prestigiadas por el gobierno de S.M.B., aceptadas por el
gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata.
Lo que S.E. recuerda, como ocurrido en el caso, es que, al manifestarle
a V.E. el deseo de que él y todas las autoridades de esta república están
animadas, de poner término a la guerra, tan pronto como sea posible, y de
su favorable disposición para realizar por el logro de ese fin todos los
sacrificios que los intereses esenciales de la nación puedan consentir,
V.E. expuso la idea sobre la que el proyecto que ha tenido la bondad de
enviar está basado y que adjunto a la carta que ahora contesto.
S.E. el presidente manifestó inmediatamente a V.E. que una base de
esa importancia, que era probable fuera fatal y que, desde luego, resultaba
tan perjudicial para la existencia de esta república, era, no sólo contraria
a sus principios, sino que, entrar a apreciarla, sobrepasaba los límites de
su autoridad. Que, no obstante eso, si tal proposición fuera presentada
oficial y directamente por el poder mediador (al que tanto el presidente
como las autoridades están resueltos tratar con todas las consideraciones
a que es tan acreedor), entonces, él se consideraría obligado a darle el
trámite que corresponde, de acuerdo con las instituciones del país. Pero
S.E. aprovechó la oportunidad para declarar, también, que él siempre
juzgaría de su deber solicitar de la representación nacional el rechazo de
la proposición, a menos que, como parte esencial de la misma, la garantía
del poder mediador y proponente pudiera ser lograda.
Por consiguiente, no es sino una consecuencia de lo que dejo expuesto
el requerimiento formulado por V.E. en su carta, de que el proyecto que
la acompañaba sea considerado como una sugestión pura y estrictamente
La Misión Ponsonby
81
privada.
No está dentro de las atribuciones de S.E. el presidente dar otra
respuesta sobre el particular que la que tuvo el honor de enviar, hace dos
meses, al señor Parish.
Al mismo tiempo, tengo la satisfacción de expresar a V.E. que he
recibido órdenes especiales de S.E. el presidente de renovar las segurida-
des de su más decidida y completa disposición, así como la de todas las
autoridades de la república, de hacer, sin reserva, los mayores esfuerzos
para lograr la conclusión de la guerra, por medio de una justa paz; y que
la misma disposición existe, en grado aún mayor, de parte de S.E. y de las
antedichas autoridades, de ser guiados por los consejos del gobierno al
que V.E. representa tan dignamente y de rendir la mayor consideración
y respeto a S.M.B., a quien consideran el mejor y más grande amigo de
la república.
Tengo el honor de saludar a V.E. con lodo respeto y consideración. —
(firmado) Francisco de la Cruz.
A S.E. lord John Ponsonby, etcétera.
PONSONBY A DE LA CRUZ
Buenos Aires, octubre 9 de 1826. Excmo. señor: El infrascrito,
ministro plenipotenciario y enviado extraordinario de S.M.B. tiene el
honor de acusar recibo de la nota que el señor general de la Cruz, ministro
de relaciones exteriores, le dirigió el 3 del actual.
El infrascrito lamenta profundamente comprobar que existe una dife-
rencia de opinión sobre el significado de lo que fue dicho en la conver-
sación que tuvo el honor de celebrar con S.E. el presidente. El señor
general dice que S.E. el presidente juzga de su deber rectificar la idea, que
me supone, de que le manifesté el deseo de saber si algunas bases
pudieran ser ofrecidas, por medio de las cuales pudiera obtenerse la paz,
fracasada en las propuestas por gobierno de S.M.B . , las que, sin embargo,
82
Luis Alberto de Herrera
habían sido aceptadas por el de las Provincias Unidas del Río de la Plata.
El infrascrito no asegura que S.E. el presidente le formulara ninguna
pregunta directa sobre el punto mencionado en la carta del señor ministro
y hasta admite que se dé por concedido que ninguna demanda formal fue
hecha porel presidente. El infrascrito considera perfectamente indiferen-
te, para la apreciación de la cuestión, si los hechos fueron o no de esa
naturaleza; pero juzga oportuno afirmar, y asilo hace, que la presentación
de las bases al presidente fue la inmediata consecuencia de las manifes-
taciones del presidente y del vivo anhelo que expresó por el restableci-
miento de la paz y de su lamentación por la prolongación de la guerra. El
infrascrito se permite llamar la atención del señor ministro sobre el
párrafo de su propia carta, que sigue inmediatamente al que ya ha citado,
donde el general encontrará el hecho establecido por el infrascrito, de la
manera más evidente y más resuelta, por lapalabra del presidente mismo:
“Que, mientras exponía S.E. el deseo de que él y todas las autoridades de
esta república están animadas de poner término a la guerra, tan pronto
como sea posible, y de su favorable disposición para realizar, porel logro
de ese fin, todos los sacrificios que los intereses esenciales de la nación
puedan consentir, V.E., entonces me indicó la idea sobre la que el
proyecto está fundado”.
En el mismo párrafo, V.E. continúa en los siguientes términos: “S.E.
el presidente manifestó inmediatamente a V.E. que una base de esa
importancia y naturaleza, que era probable fuera fatal y que, desde luego,
resultaba tan perjudicial para la existencia de esta república, era, no sólo
contraria a sus principios, sino que, entrar a apreciarla, sobrepasaba los
límites de su autoridad. Que, no obstante eso, si tal proposición fuera
presentada oficial y directamente por el poder mediador (al que tanto el
presidente como las autoridades están resueltos a tratar con todas las
consideraciones a que es tan acreedor), entonces, él se consideraría
obligado a darle el trámite que corresponde, de acuerdo con las institucio-
nes del país. Pero S.E. aprovechó la oportunidad para declarar, también,
que él siempre juzgaría de su deber solicitar de la representación nacional
el rechazo de la proposición, a menos que, como parte esencial de la
misma, la garantía del poder mediador y proponenle pudiera ser lograda”.
La Misión Ponsonby
83
El infrascrito declara que sus recuerdos de esa conversación no
concuerdan, de ninguna manera, con las reminiscencias de S.E. el
presidente, pues no tiene memoria, en absoluto, de que el presidente le
hiciera tal manifestación de desaprobación de las bases sugeridas, sino
que, por el contrario, aprobó la idea general (teniendo en cuenta el estado
actual del país y el que puede crearse en el futuro) y que la objeción
esencial formulada por S.E., para darle el curso que le correspondía, era
sólo esa carencia de seguridad que la mala fe que él atribuye al gobierno
del Brasil imprime a cualquier tratado fundado sobre ella y para cuya falta
de seguridad el presidente sólo veía un posible remedio: la garantía de
Gran Bretaña para cualquier compromiso que fuera concertado entre el
gobierno de la república y el del Brasil.
El infrascrito recuerda que S.E. el presidente se mostró plenamente
compenetrado de la importancia de la medida sugerida y, aunque expresó
que podía ser desaprobada por muchos, el infrascrito se dio perfecta
cuenta de que el presidente estaba deseoso de darle curso regular, esto es,
proponerla al congreso, con tal que la garantía británica friera concedida,
y no de otro modo; pero el infrascrito nunca entendió que debía ser
oficialmente promovida por él, como ministro inglés.
Habiendo el infrascrito establecido el alcance y naturaleza de sus
reminiscencias y de su apreciación sobre lo pasado, no considera nece-
sario entrar en investigaciones sobre la evidencia contenida en la liistoria
de las gestiones, juzgadas en su verdadero carácter, desde sus comienzos
hasta su terminación; ni llamar en su apoyo evidencias colaterales, a las
que podría recurrir.
En más de un párrafo de la carta del general de la Cruz, Gran Bretaña
está designada como el poder proponente de bases. Primero, cuando
menciona la paz fracasada sobre las bases propuestas por el gobierno de
S.M.B. y, nuevamente, cuando el presidente dice que él siempre consi-
deraría de su deber exigir de la representación nacional que no asintiera
a tal proposición, a menos que, com o parte esencial de ella, fuera obtenida
la garantía de la potencia mediadora y proponente.
El infrascrito cree necesario llamar la atención del ministro de
relaciones exteriores sobre este error, reclamando su enmienda en lo
84
Luis Alberto de Herrera
relativo a la primera referencia. El ministro encontrará, en los documen-
tos oficiales, que fue su propio gobierno quien propuso esas bases y que
el gobierno británico las trasmitió a S.M.I. el emperador del Brasil, en
nombre de las Provincias Unidas del Río de la Plata.
En cuanto al segundo punto citado, el infrascrito debe dar una
categórica negativa. Inglaterra no ha propuesto nada.
S.M. el rey de Gran Bretaña, habiendo consentido en ser mediador
entre esta república y el imperio del Brasil, debe tomar en consideración
la situación política de este país y el estado de su gobierno, sean cuales
fueren las opiniones que puedan resultar de ese examen, y dar consejos,
si lo juzgare conveniente; pero trasmitir una opinión, o formular un
consejo al gobierno de una potencia amiga, no tiene gran semejanza, en
la fonna, o en esencia, con el hecho de ser el proponente, directo y oficial,
de una fórmula al gobierno de un estado. No es probable que Inglaterra
tome sobre sí tal misión, y ella respeta demasiado la independencia de la
república para dar pretexto a la acusación de que intenta establecer otra
influencia en su política que no sea la emanada de su desinteresada
amistad. Es un error de primera magnitud suponer que Inglaterra pueda
tener algún interés predominante en el arreglo de los asuntos de este país
como para inducir al gobierno británico a alejarse de su reconocida
política, al extremo de dar lugar a la suposición de que consentiría en
garantir cualquier arreglo territorial en Sudamérica, suposición que debe
haber nacido de la idea de S.E. el presidente de demandar una garantía
especial.
Inglaterra es amiga de la república del Río de la Plata y del imperio
del Brasil y desea la restauración de la paz entre ellos, para su común
beneficio.
Inglaterra finca todo su interés, acertadamente, en la común prospe-
ridad de esos países. Sin embargo, para asegurar la paz y felicidad de esos
estados, sería probable que el gobierno británico consintiera en tomar
sobre sí, como ya el infrascrito lo declaró al presidente, aun alguna
obligación onerosa, no estando en flagrante contradicción con su cono-
cida política, y que en la inteligencia de que tales pudieran ser las
La Misión Ponsonby
85
generosas disposiciones del gobierno de S.M., que el infrascrito declaró
su opinión privada de que S.M.B. podría ser inducido a prestar su
garantía, para la libre navegación del Río de la Plata, a las partes
interesadas, siempre que ambas partes así de él lo solicitaran.
El infrascrito, ve, con profunda pena, el fracaso de las esperanzas que
abrigaba de que tuvieran iniciación, por lo menos, los trabajos pro paz y
teme, fundadamente, que sólo tendrá que limitarse a contemplar la rápida
y acelerada declinación de la prosperidad de estos estados, que debieran
disfrutar de mejor suerte y a los que, posiblemente, tanto la victoria como
la derrota les resultaría igualmente desastrosa.
Es con íntimo pesar que cumplirá el deber de comunicar a su gobierno
que, en ambos países, ha encontrado la misma determinación de conti-
nuarla guerra y que la mediación que S.M.B. les ha ofrecido, accediendo
al deseo de los beligerantes, ha resultado estéril.
El infrascrito aprovecha esta oportunidad para renovar al señor
ministro de relaciones exteriores las seguridades de su alta consideración
y estima, etcétera. — (firmado) John Ponsonby.
A S.E. el general de la Cruz, ministro de relaciones exteriores. (El
general de la Cruz contestó manifestando que había puesto esta nota en
conocimiento del presidente).
DE LA CRUZ A PONSONBY
(Confidencial) Buenos Aires, octubre 10 de 1826. El infrascrito,
ministro de relaciones exteriores, ha recibido y pasado al conocimiento
del Excmo. señor presidente de la república, la nota confidencial que se
ha servido digirle S.E. lord Ponsonby, enviado extraordinario y mirústro
plenipotenciario de S.M.B., con fecha de ayer, en contestación a la del
infrascrito del 3 del corriente.
El infrascrito, etcétera. — (firmado) Francisco de la Cruz.
A S.E. lord Ponsonby, etcétera.
86
Luis Alberto de Herrera
PONSONBY A CANNING
Buenos Aires, octubre 20 de 1826. Excmo. señor: El señor Parish ya
ha enterado a V.E. del descontento y estado de los asuntos, en laprovincia
de Córdoba, anteriores a mi arribo a ésta.
La junta de esa provincia complementó, luego, aquellos actos con una
publicación del decreto, del que tengo el honor de adjuntar una copia,
declarando su determinación de separarse del congreso y de mantener, no
sólo su propia libertad (como ellos la llaman), sino de tomar sobre sí la
protección de las otras provincias oprimidas, a consecuencia de lo cual le
fue ordenado al gobierno entrar en relaciones con Bolívar, o con el
gobierno de B olivia, e iniciar los convenios que se consideraran necesa-
rios.
El decreto luego establece que Córdoba está dispuesta a cooperar en
la guerra contra el Brasil y en la defensa de la seguridad, integridad e
independencia de la nación y a hacer cualquier sacrificio que las necesi-
dades del país y el bienestar del estado puedan demandar.
El documento N 5 3, que incluyó, enterará a V.E. de los acontecimien-
tos revolucionarios que recientemente han determinado la separación del
departamento de Tarija, en la provincia de Salta, de las Provincias Unidas
y su incorporación, por el momento, a Bolivia.
Mientras la guerra con el Brasil continúe y exija todas las fuerzas
disponibles del gobierno, éste no tendrá otros medios que la astucia y las
intrigas para contener estos sucesos y restaurar su autoridad nominal en
los distritos convulsionados.
Entiendo que el gobernador de Tucumán está en armas con sus fuerzas
y existen probabilidades de que ataque al gobierno cordobés, en nombre
de la autoridad nacional; pero esas medidas violentas sólo lograrán
ensanchar la brecha ya abierta en la Unión y, si la milicia de Tucumán
fuera derrotada, como es probable, no será indudablemente obligada, por
Bustos, a seguir lapolítica de Córdoba, que parece perseguir la formación
de una nueva Unión, constituida por todas las provincias más septentrio-
nales contra Buenos Aires.
La Misión Ponsonby
87
V.E. observará que, en ambos casos, el nombre de Bolívar es
mencionado y sindicado como el futuro sostén de los revolucionarios.
Cuesta creer que él esté dispuesto a prestar abierta protección a los
insurrectos de Córdoba, aunque, por lo que hasta mí ha llegado, de
ninguna manera parece improbable que el gobierno de B olivia, como lo
ha hecho antes, insista en sus pretensiones sobre Tarija y sea, así, la causa
de una pendencia con las Provinas de la Plata, contra las que ya cree tener
sobrados motivos para una guerra, por la suspensión del definitivo
reconocimiento de su independencia, por Buenos Aires.
El partido del señor Rivadavia no ha titubeado, sin embargo, en
declarar que estos sucesos han sido intencionalmente promovidos por
emisarios de Bolívar, con el fin de suministrarle un pretexto para penetrar
con sus tropas colombianas en las provincias de la Plata y tratar de
establecer aquí, como lo ha hecho en otras partes, su propia y suprema
autoridad.
Tengo el honor, etcétera. — (firmado) John Ponsonby.
A S. E. George Canning, etcétera.
PONSONBY A CANNING
Buenos Aires, octubre 20 de 1826. Excmo. señor: Ya he enterdo a
V.E. de la manera en que S.E. el presidente recibió la proposición del
gobierno del Brasil, y que me abstuve de darle ningún carácter oficial.
El presidente consideró mi conducta como un acto de cortesía hacia
él y de respeto a su gobierno; y, tal vez, no sólo evité irritar a S.E., sino
que lo privé de los medios de irritar a otros, los que, a juzgar por su
posterior conducta, habría estado dispuesto a hacer.
La proposición aún puede semr como una base, aunque no veo
ninguna probabilidad de que adquiera realidad, a menos que este país
fuera reducido a un sometimiento incondicional por el emperador.
Me considero obligado a declarar la muy mala opinión que me he
88
Luis Alberto de Herrera
formado respecto a la situación de los asuntos aquí; porque no se me
oculta que esta república está en un estado próximo a la extrema debilidad
y en gran peligro de verse manifiestamente imposibilitada de continuar
la guerra con alguna esperanza de éxito. Las rentas de la república
ascienden, más o menos, a 1.200.000 pesos aproximadamente al año; los
gastos, a unos 600.000 pesos al mes. El exceso de los gastos sobre las
rentas, se cubre por medio de préstamos del banco, tomados en billetes
que ahora, en Buenos Aires , están al cambio de 1 20 por ciento de pérdida
contra bulliones (oro en barras). Las provincias no contribuyen en nada
a costear los gastos que origina la guerra, los que gravitan, exclusivamen-
te, sobre Buenos Aires. El ejército, de ocho a diez mil hombres, destaca-
dos en la Banda Oriental, está bien equipado, y, según se dice, bien
disciplinado; pero el reclutamiento se hace en extremo dificultoso y sólo
se consigue bajo el más severo apremio.
Parece que las tropas de línea, milicia y otras fuerzas, ascienden a más
de veinte mil hombres, número que bien puede resultar oneroso para una
población no mayor de 600.000 almas.
La flota está compuesta por un barco, tres bergantines de guerra, una
goleta bergantín, tres bergantines, once cañoneras y la vieja corbeta del
almirante Brown, ya inútil para operaciones de mar. De los tres barcos
comprados a Chile, y que doblaron el Cabo de Hornos, uno, sufrió tales
avenas que fue necesario volverlo al Pacífico, donde está ahora desman-
telado.
Otro, la fragata, fue visto en un temporal, hace dos meses, cerca del
Cabo de Hornos y, desde entonces, no se ha tenido más noticias acerca de
su paradero. Esta fragata era vieja y débil y se teme que haya naufragado.
El tercer barco, el más pequeño y en malas condiciones de navegación,
está en un puerto del sur.
No veo ninguna probabilidad de mejorar el estado de las finanzas,
mientras el bloqueo continúe y destruya el comercio; aún creo que hay
gran peligro de que empeore mucho más. El gobierno lia tenido una
desavenencia con el banco, que vaciló en hacerle nuevos adelantos en la
escala por él demandada. Se ha efectuado una reunión de los directores
La Misión Ponsonby
89
del mismo, de cuyo resultado aún no he tenido noticias; sospecho que la
discusión de este asunto arrojará demasiada luz sobre la poco sólida
situación de las finanzas y el estado del maltrecho crédito.
El ejército está completamente desprovisto de medios para sitiar a
Montevideo de manera más eficaz que por el bloqueo terrestre, método
que la experiencia ha demostrado ser inocuo, mientras exista el predomi-
nio de los brasileños en el mar.
El plan actual de campaña consiste en lanzar el ejército a la provincia
de Río Grande, a fin de levantar al pueblo contra el emperador y libertar
a los negros. No se supone que el ejército pueda penetrar más allá de Río
Grande, pero es sobre el efecto de esta operación que el gobierno funda
todas sus esperanzas de impresionar seriamente al emperador y obligarle
a hacer la paz. Ciertamente, no veo ninguna razón para creer que un éxito
de sus armas imprima empuje a los intereses o causa de Buenos Aires.
Esta guerra es, en su esencia, una guerra naval y la posesión de la Banda
Oriental y, tal vez, aun la de Montevideo no significaría ninguna ventaja
para Buenos Aires en tanto el bloqueo del río pueda ser mantenido por el
enemigo.
He dado un resumen de la flota republicana y V.E., que conoce el
poder de la escuadra brasileña en el río, juzgará de las probabilidades que
aquélla tiene de forzar el bloqueo. Los imperiales no han demostrado
mucha astucia ni coraje, mientras que, del lado de Buenos Aires, el
almirante Brown ha acreditado gran energía y la más temeraria decisión.
El me ha dicho que, si pudiera tomar una de las fragatas brasileñas, estaría
en condiciones de desalojar del río a la escuadra bloqueadora.
Los brasileños no intentaron un ataque contra la ciudad de Buenos
Aires, ni podrían, creo yo, realizarlo fácilmente. No hay razón para
presumir que la guerra termine por la eficiencia militar o naval de
cualquiera de los beligerantes; pero, probablemente, el Brasil trastornará
intensamente sus finanzas y Buenos Aires arruinará completamente las
suyas.
Parece ser que el único remedio para los males presentes, es colocar
una barrera entre las piules contendientes y la idea sugerida en mis
90
Luis Alberto de Herrera
instiucciones, esto es, la independencia de la Banda Oriental, parece ser
la más oportuna; yo creo que la única de posible andamiento; pero, para
hacer efectiva esa formula, será necesario que Inglaterra garanta a los
beligerantes la libre navegación del Río de la Plata, y, también al tercero:
el nuevo estado a crear.
Sin esta salvaguardia, cualquier paz que pudiera ser suscrita, no sería
más que una tregua; y, con ella, yo imagino ambas seguras y permanentes,
porque esos intereses y temores que, de otro modo, llevaría a las partes
a la renovación de las hostilidades, en la primera oportunidad, perderán
completamente su fuerza, cuando el Brasil no tenga medios de herir a
Buenos Aires en sus grandes intereses, ni tampoco de dañarle, mayor-
mente, y Buenos Aires no abrigue temores de que su existencia o su
prosperidad pueden correr riesgo por el bloqueo de su único canal de
comunicación con Europa.
Alcanzando esta garantía, la posesión de la Banda Oriental es de poca
utilidad para Buenos Aires y yo creo que, sin la garantía, la entera y
completa posesión de esa provincia no libraría a ese estado de sus actuales
dificultades y peligros, porque ellos se derivan, por entero, del bloqueo
del Río de la Plata y, siendo el Brasil superior por mar, puede mantener
el bloqueo tanto tiempo como le plazca. Considero que su superioridad
persistirá tanto cuanto ambos estados dependan de extranjeros para
mantener sus fuerzas navales; y porque el más rico de los estados que
pelean, valiéndose de extranjeros mercenarios, puede, si así lo desea,
poseer siempre la mayor fuerza y, probablemente, también los mejores
oficiales.
La generosa política del gobierno británico no necesita otro estímulo
para prestar su ayuda efectiva a la preservación de este país y servir al
bienestar general de toda esta parte de Sudamérica, que la certeza del
mucho bien que puede realizar, y creo no perjudicar ese punto de vista
llamando particularmente la atención de V.E. sobre los intereses británi-
cos, que en tan alto grado pueden ser acrecentados, o tal vez creados por
la seguridad de la libertad de comercio en el Río de la Plata.
Salta, una de las provincias de la república Argentina, y Paraguay,
La Misión Ponsonby
91
!,1
suministran los mismos productos (en algunos casos de superior calidad)
que los enviados por el Brasil a Inglaterra. Por el Plata y los grandes ríos
que desembocan en él, alimentados por corrientes más pequeñas, que
cruzan el territorio, todos esos productos podrían ser obtenidos por
Inglaterra, aprecio mucho más reducido que en el Brasil. Las márgenes
de los grandes ríos abundan en maderas apropiadas para la construcción
de barcos, lanchas y balsas, cuyos solos materiales serían vendidos a muy
considerable precio en los países de abajo. (Sigue una exposición de las
ventajas mencionadas).
Sabemos en qué gran número los ingleses han acudido a los territorios
de La Plata, como comerciantes, mecánicos y agricultores, y las grandes
extensiones de tierra adquiridas en propiedad por ellos. Conocemos,
también, el deseo del gobierno y pueblo de esta república de alentar a los
colonos y, más particularmente, a los colonos ingleses y ofrecerles
facilidades para su rápido establecimiento, favor cido por la ausencia de
bosques y otros obstáculos que, en otras parles, impiden el inmediato
cultivo.
El colono encuentra aquí abundancia de caballos y ganados, un suelo
rico y una fácil y constante comunicación con Inglaterra. La religión, no
sólo es tolerada, sino respetada, y las personas y propiedades extranjeras
están tan bien garantidas como las de los mismos nativos. Y, como
perspectiva casi cierta, la probabilidad de que, por la industria y la
inteligencia, puede acumularse, rápidamente, una considerable fortuna.
Bajo tales circunstancias, si la corriente inmigratoria no hubiera sido
sofocada por la fuerza, como lo está siendo ahora por el bloqueo, es de
suponer que habría ido en aumento cada vez mayor, hasta formar en este
país, en corto tiempo, una población suficiente para ocupar las tierras
vacías, que son tan abundantes como asequibles. Los ingleses traen
consigo hábitos y gustos que sólo pueden ser satisfechos por los produc-
tos ingleses, e Inglaterra debe ser, por años, el depósito de donde una
numerosa y cada hora más creciente población proveerá sus necesidades
y muchos de sus lujos. Pero todas las ventajas existentes ahora, o que
puedan ser deseadas en el futuro, dependen de la seguridad de la libre
92
Luis Alberto de Herrera
navegación del Plata; porque todo aquí se basa en el comercio y su
interrupción produce (como los hechos actuales lo prueban ampliamente)
un rápido decaimiento y parece amenazar las instituciones políticas del
estado y sus leyes e integridad.
Me causa algo más que disgusto la ceguedad del presidente, frente a
los verdaderos intereses de su país. El ha sido, en algunos casos, un
competente administrador de los asuntos de la república y ha contribuido
mucho a dar una conveniente dirección a sus nuevas energías, así como
ha sido el autor de muchas importantes y benéficas leyes y reglamentos
internos; pero, como político, parece carecer de las cualidades requeri-
das. El alentó y apoyó el desenfrenado y necio estallido de la multitud, del
que proviene el verdadero origen de esta desastrosa guerra. El descuidó
(metido en la guerra) prepararse debidamente para llevarla adelante con
probabilidades de éxito; esto es, cuando aún el río estaba Ubre. Desde
entonces, ha dirigido los mayores esfuerzos del gobierno a las operacio-
nes por tierra, sin ver que era por los medios navales, únicamente, que
podía evitar el golpe mortal dirigido al estado, el único golpe de muerte
que el Brasil puede infligirle. El ha sostenido la guerra recurriendo a un
sistema de papel moneda de la peor naturaleza (que ya amenaza romperse
en sus manos), habiendo retirado previamente de Londres (por un acto
insensato) los asuntos financieros de este país, que estaban en manos de
Alexander Baring, para entregarlos Mress. Hullet y Cía., de quienes él no
puede esperar ayuda en sus apremiantes necesidades. Y, ahora, mantiene,
en la forma más obstinada, una política belicosa, de la que no puede
esperar ningún resultado seguro, obedeciendo creo, a las instigaciones
del orgullo, aun contrariando sus propias opiniones.
De todo lo que puedo deducir de este estado de cosas, concluyo que
los orientales están tan poco dispuestos a permitir que Buenos Aires tenga
predominio sobre ellos como a someterse a la soberanía de S.M.I. el
emperador. Ellos luchan contra los brasileños, pero es para rescatar a su
país y librarse ellos mismos de una asfixiante esclavitud, no para
colocarse bajo la autoridad de Buenos Aires; y, si el emperador fuera
alguna vez desalojado de la Banda Oriental, los orientales estarían
igualmente prontos a luchar contra Buenos Aires por su independencia.
La Misión Ponsonby
93
como lo hacen ahora contra el Brasil.
La firme convicción que aliento acerca de estos hechos es la que me
infunde tanta confianza en la fórmula sugerida, que no sólo promete
positivos beneficios a la república, librándola de una guerra de carácter
civil, consecuencia a mi juicio, de la anexión de la Banda Oriental a
Buenos Aires, pero que tendría la positiva ventaja, si se utilizara, de
aliviar el estado de todas sus dificultades presentes y asegurarle una
nueva era de prosperidad.
La Banda Oriental es casi tan grande como Inglaterra; tiene el mejor
puerto del Plata dentro de sus límites; el suelo es particularmente fértil y
el clima el mejor, con mucho, de estas regiones; está bien regado y, en
partes, provisto de buenos montes. Muchos de sus habitantes tienen
grandes posesiones; son tan cultos como cualquier persona de Buenos
Aires y muy capaces de constituir un gobierno independiente, probable-
mente tan bien administrado y conducido como cualquiera de los gobier-
nos de Sudamérica. El pueblo es impetuoso y salvaje, pero no más que el
de aquí (yo creo) como el de todo el continente.
Lo que Córdoba ha hecho (véase mi despacho N 9 24), puede ser un
ejemplo de la probable conducta de la Banda Oriental, si fuera anexada
a Buenos Aires.
He hecho todo lo que está en mi poder para inducir al gobierno a tomar
algunas inmediatas medidas pacíficas. Apercíbome de lo angustiosamen-
te que el tiempo cerca a la república de toda suerte de peligros y pienso
que las tentativas de paz debieran hacerse, ahora, antes de que algún
imaginario o real éxito de parte de cualquiera de los contendientes,
levante vanas esperanzas y aumente la obstinación de las hostiüdades.
Sin embargo, no tengo motivos para creer que el presidente adopte
ninguna medida conducente al logro de este fin, hasta que la adversidad
lo obligue; y yo temo, debo confesarlo, que la notoriedad de la mala
situación de este país se haga tan evidente que el emperador se sienta
tentado a exigir un incondicional sometimiento a todas sus demandas y
que, finalmente, este país se vea obligado a ceder a ellas.
94
Luis Alberto de Herrera
Puedo, presumo, arriesgar una opinión y es, que si tal caso llegara,
podría ser ventajoso para Inglaterra ofrecer la garantía, tan a menudo
mencionada, del libre comercio del Río de la Plata, porque esa medida
salvaría de la ruina a las Provincias Unidas del Plata y a los cuantiosos
intereses británicos, que correrían la misma suerte.
Espero que V.E. me excusará por haber hablado sobre un punto que
no está literalmente dentro de los términos de mis instrucciones, pero que
yo considero lo suficiente en armonía con su espíritu como para suponer
que seré disculpado por haberlo abordado.
Aunque el presidente y sus consejeros están tan poco inclinados a la
paz, creo que el pueblo calurosamente la desea y que pocas personas
serias se encontrarían capaces de objetarla, tal vez aunque fuera desfavo-
rable. Por consiguiente, confío mucho en que el malestar del pueblo
obligará al gobierno a cambiar su política y confío que el emperador se
mostrará moderado, cuando eso ocurra.
No tengo informes como para poder formar una opinión sobre las
intenciones de Bolívar, pero imagino que el presidente y el gobierno están
muy preocupados de que pueda Bolívar dirigir sus miras hacia este lado
y no osan aceptarlo como amigo, por temor de que él intente convertirse
en amo.
Oigo decir a todo el mundo, y lo creo, que la paz devolvería, casi de
inmediato, su gran prosperidad a este país, si pudiera ser lograda, ahora ,
o muy en breve.
Tengo el honor de saludar a V.E., etcétera. — (firmado) John Pon-
sonby.
A S.E. George Canning, etcétera.
PONSONBY A DE LA CRUZ
Buenos Aires, octubre 24 de 1826. El infrascrito tiene el honor de
poner en conocimiento de S.E. el general de la Cruz que ha recibido orden
La Misión Ponsonby
95
especial de su gobierno de poner de manifiesto ante el gobierno de las
Provincias Unidas del Río de la Plata la conveniencia de realizar todos los
esfuerzos a su alcance para continuar la negociación para la restauración
de la paz entre las Provincias Unidas y S.M.I. el emperador del Brasil y
que puedan considerarse hábiles para producir ese tan deseable y bené-
fico resultado.
El infrascrito, por lo tanto, tiene el honor de trasmitir a S.E. el general
de la Cruz los deseos de su gobierno y ruega a S.E. que exponga a S.E.
el presidente, en temprana oportunidad el contenido de esta nota. —
(firmadoj/o/w Ponsonby.
A S.E. el general de la Cruz, etcétera.
DE LA CRUZ A PONSONBY
Ministerio de relaciones exteriores. Buenos Aires, octubre 26 de
1826. El infrascrito, ministro de relaciones exteriores, al acusar recibo de
la nota, fechada el 25 del actual, que S.E. lord Ponsonby, enviado
extraordinario y ministro plenipotenciario de S.M.B. tuvo la bondad de
dirigirle, poniendo de manifiesto el vivo deseo que anima a S.M.B. de que
avancen las negociaciones pro paz, ya iniciadas por su mediación, tiene
el honor de dirigirse a S.E. con el fin de asegurarle que S.E. el presidente,
inspirado en el noble deseo de poner término a la guerra existente, por
desgracia, entre la república de las Provincias Unidas y el imperio del
Brasil y con el propósito de dar a todo el mundo, y especialmente a
S.M.B., una prueba evidente de la sinceridad de este anhelo, ha ordenado
al que suscribe que repita a S.E. lord Ponsonby la siguiente declaración,
que S.E. hace, en la forma más solemne: “Que el gobierno de las
Provincias Unidas del Río de la Plata está convencido de la ventaja y, más
aún, de la mutua necesidad de afianzar una paz, honorable para ambas
partes beligerantes, en términos tales que no sea posible una renovación
de la guerra; y que, a tal efecto y en este sentido, tenderán sus esfuerzos,
hasta donde lo pennitan los intereses esenciales de la nación”.
96
Luis Alberto de Herrera
El infrascrito, al trasmitir esta declaración, está igualmente autoriza-
do para solicitar del lord Ponsonby que tenga la bondad de comunicarla
así al ministro de S.M. en la corte de Río de J aneiro, con el fin de que haga
de ella el uso que considere más conveniente con respecto al gobierno de
S.M.I. y más conducente al objeto de la amistosa mediación de S.M.B.
ante los gobiernos beligerantes.
El infrascrito se hace un honor en renovar a S.E. lord Ponsonby las
seguridades de su más alta consideración. — (firmado) Francisco de la
Cruz.
A S.E. lord John Ponsonby, etcétera.
GARCIA A PONSONBY
(Privada y confidencial). Buenos Aires, octubre 30 de 1826. Excmo.
señor: En cumplimiento de la promesa que ayer formulé a V.E., comuni-
qué al presidente su deseo de tener alguna seguridad, oficial y escrita, de
que S.E. admitirá como base de las negociciones el proyecto ya sometido
asu consideración, que tengo el honor de adjuntaraésta, después de haber
merecido amplia aprobación de S.E. el presidente.
S.E. categóricamente rehúsa dar ninguna declaración oficial, pues,
según su criterio, equivaldría a una nueva propuesta de bases, contraria
a la determinación tomada por el gobierno de no hacer ni considerar otras
proposiciones, hasta no estar cierto de la aceptación de éstas por S.M.I.
Si esto fuera logrado, el presidente cumplirá lealmente su palabra de
aceptar esa propuesta como base de la negociación y de darle el curso que
corresponda, de acuerdo con las leyes de la república. Esto, además de las
razones, que V.E. conoce, sobre las cuales el presidente funda su juicio
sobre el proyecto sugerido y respecto a la organización y existencia futura
del país. El le ruega a V.E. que, para su propia satisfacción, considere dos
puntos:
l 2 Que este gobierno no puede rehusar su aprobación al proyecto, una
La Misión Ponsonby
97
vez aceptado por el Brasil, porque, si lo hiciera así, le daría al Brasil una
extraordinaria influencia moral sobre la opinión pública en la Banda
Oriental.
2- Que el proyecto, una vez presentado a la legislatura de las
Provincias Unidas, con la certeza de que la paz sólo depende de su
decisión, haría gravitar tanto la fuerza de la opinión pública en favor del
gobierno que, fuese lo que fuere, el partido de la oposición no podría
resistirlo.
Y, por último, el presidente ruega a V.E. se sirva considerar, con esa
precisión de juicio que le caracteriza, laposición de S .E. y la conveniencia
de no arriesgar, antes de tiempo, ningún paso que pudiera comprometer
su autoridad y dar preponderancia a otras ideas.
Tal es, excelencia, el punto de vista bajo el cual el presidente aprecia
esta cuestión.
Yo habría deseado hacer imposibles para llevar adelante, sin el más
leve obstáculo, la obra de la paz; pero, ya que no he podido realizar esa
aspiración, me consuela, por lo menos, la esperanza de que todos nos
uniremos y ayudaremos, con noble cordialidad, para alcanzarla finalidad
en vista.
Entretanto, me hago un honor en presentar a V.E. las expresiones de
mi mayor consideración. — (firmado) Manuel J. García.
A S.E. lord Jolm Ponsonby, etcétera.
BASES DE LAS PROVINCIAS UNIDAS
Memorándum para la base principal de una convención
entre el gobierno de las Provincias Unidas del Río
De la plata y SM. el emperador del Brasil.
I 2 La provincia Oriental se erigirá en un estado libre, independiente
98
Luis Alberto de Herrera
y separado.
2 9 Las partes contratantes se obligan a abstenerse, por sí, de toda
ingerencia directa o indirecta, y a estorbar, de común acuerdo, con todos
sus medios, la ingerencia de cualquier otra potencia, europea o america-
na, en la formación de la constitución política y gobierno que los
habitantes de dicho estado juzguen conveniente establecer. El será regido
por la autoridad del propio país, ejercida por sus naturales. Será asimismo
declarado incapaz de ser incorporado por sumisión, o por federación, o
de cualquiera otra forma, a ningún otro estado europeo o americano. No
podrá tampoco admitir la incorporación del pueblo, provincia o territorio
de cualquier otro estado, por ninguna causa o motivo.
3 9 Las paites contratantes se garantirán mutuamente este convenio
por el término de quince años, contado desde la data de su celebración.
4 e Las fortificaciones de Montevideo y la Colonia serán arrasadas.
5 9 Los gastos que ocasione la ejecución del anterior artículo, serán
satisfechos por el gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata,
al cual se permitirá, en consecuencia, nombrar las personas que sean
necesarias para la ejecución e inspección de los trabajos de demolición.
6 S Las autoridades brasileñas se comprometerán a no oponer dificul-
tades con respecto a la demolición de las fortalezas expresadas; antes
bien, prestarán todo auxilio razonable para su más pronta y debida
ejecución.
7 9 El gobierno de las Provincias Unidas estará en libertad de empezar
la dicha operación en el término de cuarentadías, o antes, si fuese posible,
después de la ratificación de esta convención.
8 9 La guarnición brasileña continuará en las fortalezas hasta que se
complete la demolición de las obras.
9 9 En el caso de sobrevenir algunas disputas entre las partes contra-
tantes, sobre la ejecución de la demolición de las expresadas fortificacio-
nes, se pedirá a la potencia mediadora que nombre uno o más comisiona-
dos para determinar sobre los puntos de la disputa, y su decisión será
obligatoria a las expresadas partes contratantes.
10. Luego que la demolición de las referidas fortalezas sea ejecutada
La Misión Ponsonby
99
a satisfacción de las partes contratantes, retirarán inmediatamente a sus
fronteras todas las fuerzas respectivas existentes en las fortalezas y
provincia de la Banda Oriental.
1 1. Todos los prisioneros tomados por una y otra parte, en mar y tierra,
desde el principio de las hostilidades, entre las partes contratantes, serán
inmediatamente devueltos a sus respectivos gobiernos, y todos los
nativos de la Banda Oriental, detenidos por una y otra parte, en virtud de
sus opiniones políticas, serán inmediatamente puestos en plena libertad.
12. Cesarán las hostilidades, por mar y por tierra, desde la data de la
ratificación de esta convención; y, restableciéndose de este modo la paz,
las partes contratantes nombrarán respectivamente plenipotenciarios
para negociar y concluir un tratado definitivo de límites y comercio entre
ellas.
13. Para asegurar al nuevo estado que debe erigirse en cumplimiento
de esta convención, y a las partes contratantes de la misma, todos los
beneficios resultantes de la restauración de la paz, las dichas partes
contratantes se comprometen a pedir, juntas o separadamente, a S.M. el
rey de Gran Bretaña, soberano mediador, el que preste a dicho nuevo
estado y a las partes contratantes, a todas y a cada una respectivamente,
aquella garantía que S.M. juzgue ser suficiente al dicho objeto. - Buenos
Aires, octubre 9 de 1826.
PONSONBY A CANNING
Buenos Aires, octubre 31 de 1826. Excmo. señor: No me fue posible
obtener del presidente, hasta una hora o dos antes de la salida del paquete,
su determinación definitiva sobre el asunto que ahora someto a la
consideración de V.E. y, por lo tanto, no podré ser tan explícito, como
debiera, por lo que presento mis excusas.
Desde que el despacho de V.E. (N 2 20) obra en mi poder, he hecho
diversas tentativas para poner en práctica sus instrucciones y he celebrado
100
Luis Alberto de Herrera
frecuentes entrevistas con el señor García, cuya completa coincidencia
con todas mis opiniones sobre la política que debe seguir este país, lo
indicaba como particularmente apropiado para ser utilizado. Su influen-
cia y habilidad, lo hacen la fuerza propulsora más poderosa de la causa
en cuyo éxito está empeñado, y yo debo a él, en gran parte, el resultado
que he logrado.
En cumplimiento de las órdenes de V.E. de mantener abiertas las
negociaciones, dirigí al ministro de relaciones exteriores, el 24 del
corriente, la nota N g 1 que adjunto. En su respuesta, fechada el 26 y
también adjunta, establece que el presidente declara, de la manera más
solemne: “Que el gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata
está convencido de la ventaja y, más aún, de la mutua necesidad de
afianzar una paz, honorable para ambas partes beligerantes, en términos
tales que no sea posible una renovación de la guerra y que, a tal efecto y
en ese sentido, tenderán sus esfuerzos, hasta donde lo permitan los
intereses esenciales de la nación”. Más adelante, manifiesta que está
autorizado a rogarme que comunique esto “al ministro de S.M. en la corte
de Río de Janeiro, con el fin de que haga de esas manifestaciones el uso
que crea más conveniente con respecto al gobierno de S.M.I. y más
conducente al objeto de la amistosa mediación de S.M.”.
Por lo tanto, confío que hayan sido satisfechos los deseos de V.E.,
pues la negociación queda abierta. Pero el principal objeto consistía en
inducir al presidente a aceptar alguna proposición dirigida a conseguir esa
paz, tan deseada y necesaria.
El presidente ha consentido en aceptar el proyecto que ya he tenido el
honor de adelantar a V.E. en mi despacho N 2 1 9, introduciendo sólo una
pequeña modificación en el artículo 20, que V.E. encontrará marcado en
la copia que adjunto. Han sido vanos todos mis esfuerzos para lograr que
el presidente me diera más amplias facultades, para el uso de ese
proyecto, que las que V.E. encontrará fijadas en la carta del señor García,
privada y confidencial, de esta fecha.
Lo considero suficiente para justificar el envío que líe hecho de él al
señor Gordon, dejando a su mejor criterio proceder como lo crea
conveniente; explicándole, al mismo tiempo, cuál es nuestro objeto, aquí,
La Misión Ponsonby
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4 -
señor Gordon, dejando a su mejor criterio proceder como lo crea
conveniente; explicándole, al mismo tiempo, cuál es nuestro objeto, aquí,
y los límites estrictos dentro de los cuales entiende este gobierno que debe
encuadrarse su gestión.
El presidente ha consentido que el señor Gordon quede en libertad de
presentar el proyecto al gobierno del Brasil, insinuando que tiene razones
para estar seguro de que el gobierno de La Plata lo aceptará, con tal que
el señor Gordon, antes de formular la proposición al gobierno del Brasil,
o insinuarle que tiene cierto conocimiento sobre la disposición del
gobierno de La Plata sobre ese particular, adquiera pruebas, a su satisfac-
ción y con razonable fundamento, de que el gobierno del Brasil estará
realmente dispuesto a aceptar el proyecto sometido a su consideración.
Esta prudente norma de conducta es adoptada, con insistencia, por el
presidente, juzgándola necesaria para evitar cualquier desmedro de la
dignidad de su gobierno, o la posibilidad de proponer nuevas bases, que,
si fueran rechazadas, menoscabaría la autoridad de su administración.
Lo que yo solicitaba del presidente, era una autorización confidencial,
por escrito, de su parte, para hacer efectiva la cláusula, es decir, el
proyecto, en caso que éste fuera aceptado por el Brasil. Me lo ha rehusado,
tenazmente, alegando las razones que ya he expuesto; razones que no
considero muy procedentes.
Creo conveniente interiorizar a V.E. acerca de lo hecho aquí, relacio-
nado con la petición de garantía del Río de la Plata por S.M. Ya he
manifestado que, estando completamente convencido de su importancia
y de la necesidad de apoyar toda medida que tienda a afianzar una paz
permanente, he animado a este gobierno, en vez de disuadirlo, a elevar esa
petición al gobierno de S.M.
El presidente, según sospecho, sintiéndose embarazado por su propia
conducta, sobre ese asunto de la garantía, ha insistido, hasta último
momento, enpedir aS.M., engeneral, la garantía que juzgara conveniente
conceder y no consistió en solicitar ninguna, en especial, para el Río de
la Plata. He rehusado mi aprobación, a la demanda hecha en sentido
general, porque puede ser interpretada como una solicitud de garantía
territorial, que tan categóricamente se me ha ordenado que no debo
102
Luis Alberto de Herrera
alentar; y porque, por bien que se entienda, aquí, que el pedido de garantía
sólo alcanzará al Río de la Plata, la misma interpretación puede no dársele
en Río de Janeiro y por otros gobiernos, tal vez, cuando sea conocida por
ellos, suscitándose dificultades y recelos.
El presidente, convencido de que no puede conseguirlo que desea, lia
considerado oportuno callar, en absoluto, sobre el asunto: en conjunto, la
fórmula queda mutilada y privada, me temo, de utilidad como solución
permanente , por no contenerla. Esta es la piedra central del arco. Enteraré
al señor Gordon de mis impresiones sobre este asunto y él procederá,
como lo juzgue más conveniente, pues juzgo que está en más completa
posesión de los propósitos del gobierno de S.M. que lo que yo pueda estar
sobre la cuestión política en estos países.
(Sigue copia del despacho al señor Gordon).
Debo agregar que mi opinión sobre la política que debiera adoptar este
país, está fortificada, principalmente, por una conversación que sostuve
el 28 de este mes con el primer ministro, señor Agüero, quien admitió, en
toda su extensión, mis apreciaciones sobre la debilidad de los recursos del
país y la destrucción de los mismos por el bloqueo y quien pone la única
esperanza de una favorable terminación del conflicto en el destronamien-
to del emperador del Brasil, por alguna conmoción interna en sus
dominios. Sobre este punto, tendré ocasión de escribir más largamente a
V.E. por el próximo paquete.
Tengo el honor de saludar a V.E., etcétera. — (firmado) John Pon-
sonby.
A S.E. George Canning, etcétera.
PONSONBY A CANNING
Buenos Aires, noviembre 6 de 1826. Excmo, señor: El señor García
me llamó ayer, por deseo de S.E. el presidente, para reiterarme, en su
La Misión Ponsonby
103
nombre, las seguridades de su fidelidad a la palabra empeñada, de
favorecer, en la medida de sus fuerzas, el proyecto de independencia de
la Banda Oriental, así como para informarme que S.E. estaba, ahora,
seguro de poder triunfar fácilmente de cualquier oposición que se
levantara aquí contra aquella propuesta y que nada impediría su estricto
cumplimiento, si el gobierno del Brasil la aceptara también. El señor
García agregó que el presidente está ahora seguro del apoyo y coopera-
ción a este plan por parte del general Alvear, comandante en jefe del
ejército y que había apariencias de cambio en las opiniones del señor
Agüero, hasta ahora el gran sostén de la política de guerra.
Estoy convencido de la sinceridad del presidente y no he renovado mi
pedido de un documento firmado por él, que ratifique su promesa.
Tenemos la declaración escrita del señor García, de que ha procedido
por orden del presidente; y se halla en nuestro poder, también, escrita de
su puño y letra, la copia del proyecto en sí, corregida por mandato del
presidente. He enviado recién al primer ministro, señor Agüero, por
deseo del presidente, una copia del proyecto de referencia. No puede
comprender las razones del presidente para oponerse a escribirme,
secreta y confidencialmente en el mismo sentido de sus mensajes; pero
creo que hay amplia base para confiar en que es sincero.
(Sigue copia del despacho enviado al señor Gordon).
Este asunto no ha sido conducido en la forma que yo considero mejor
para su éxito, pero éste se logrará, lo mismo, si el señor Gordon encuentra
disposiciones favorables a la paz en el gobierno del Brasil. Me he
esforzado tenazmente en conseguir que este gobierno haga la propuesta
del proyecto, directa y abiertamente, creyendo que eso le haría difícil al
emperador su rechazo, y que el temperamento adoptado le da gran
facilidad para eludirlo, en caso que esté resuelto a continuar la guerra;
pero no he podido lograr el resultado apetecido. Si el emperador no es
partidario de la paz, probablemente alegará, como uno de los argumentos
104
Luis Alberto de Herrera
para la prolongación de la contienda, los peligros a que sus propias
provincias están expuestas de parte de los merodeadores de la Banda
Oriental. Lo cierto es que los brasileños mismos han sido los grandes
salteadores, por la simple razón de que la Banda Oriental es un territorio
muy rico, abundante en ganados, y las provincias brasileñas que confinan
con ella muy pobres de pasturas y, por lo tanto, no muy aptas para la cría
ganadera. No hay, pues, mucha tentación para que los orientales mero-
deen y le es muy fácil al emperador, defender su país contra los
depredadores, si quiere hacerlo.
V.E. observará que no hay nada más respecto a la garantía. No tengo
nada que agregar sobre el punto, aunque lo considere necesario para la
estabilidad de cualquier paz que se haga.
Debo presumir que el gobierno de S.M.I. no se creerá autorizado a
renovar ninguna reclamación sobre remuneración pecuniaria, habiendo
rechazado, de plano, las proposiciones que le fueron formuladas sobre ese
punto. Estoy seguro de que este gobierno no consentirá que ninguna
mención de esa índole sea agregada a las concesiones ya aprobadas por
la república.
He insinuado al presidente que designe algún sitio para las reuniones
con motivo de la negociación, como V.E. verá por la nota que adjunto y
que he considerado oportuno dirigir al general de la Cruz, en contestación
a la comunicación oficial que me dirigió el 30 de octubre.
Acompaño a ésta una copia de mi carta, de esta fecha, al señor Gordon,
en la que he incluido mis despachos a V.E. N 3 18, 19, 23, 26 y 27.
Tengo el honor de repetirme con toda consideración y respeto, señor,
su más obediente servidor. — (firmado) John Ponsonby.
Nota: Adjunto una copia de la respuesta al general de la Cruz, para que
V.E. se entere de su contenido. Este gobierno ha elegido a Montevideo
como el sitio donde la negociación se iniciaría, en caso de que S.M.I.
convenga en aceptar la base propuesta.
A S.E. George Canning, etcétera.
La Misión Ponsonby
105
PONSONBY A DE LA CRUZ
El abajo firmado tiene el honor de poner en conocimiento de S.E. el
general de la Cruz, ministro de relaciones exteriores, que el lunes, por la
mañana, remitirá al enviado extraordinario de S.M.B. y ministro plenipo-
tenciario en Río de Janeiro, señor Gordon, la carta, de fecha octubre 30,
que el infrascrito tuvo el honor de recibir de S.E., en la que manifiesta los
fervientes deseos del gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata
de alcanzar la pacífica terminación de la guerra, sobre bases justas y
honorables para ambas partes beligerantes.
El infrascrito tiene el honor de sugerir a S.E. el presidente de la
república la conveniencia de fijar el lugar donde S.E. consentiría enviar
un plenipotenciario, autorizado para tratar de la paz, si, por fortuna,
pudieran iniciarse tratativas. La opinión del infrascrito es que Río de
Janeiro sería el sitio más apropiado para la rapidez y beneficio de la causa
de la paz, aunque no pretende erigirse en juez en esa cuestión. En caso que
no fuera considerada conveniente la elección de Río de Janeiro, el
infrascrito ha pensado que Montevideo podría ser elegido como sitio de
reunión de los plenipotenciarios de ambos poderes.
El infrascrito saluda a V.E. con su más alta consideración. —
(firmado) John Ponsonby.
A S.E. el general de la Cruz, ministro de relaciones exteriores.
PONSONBY A GORDON
Buenos Aires, noviembre 6 de 1826. Excmo. señor: Envío a V.E. un
voluminoso paquete de periódicos; poco agregaré.
S.E. el presidente, como V.E. verá por la carta que el general de la
Cruz me ha dirigido, con fecha 30 de octubre de 1826, ha autorizado al
gabinete brasileño la mutua declaración expresada en la antedicha carta.
Esa resolución ha sido adoptada a instancias mías (como V.E. verá por la
106
Luis Alberto de Herrera
carta del general de la Cruz) y es la medida más pacífica a que he podido
inducir a este gobierno a tomar de inmediato.
Pero el proyecto que envío, acompañado de una carta de la misma
fecha, del señor García, marcada “privada y confidencial”, me hace
abrigar la esperanza de que pueda ofrecer terreno más propicio para
cimentar la paz. El presidente, sin embargo, al prestar su aprobación al
proyecto, ha insistido sobre la estricta observancia de ciertas condicio-
nes; especialmente, que yo lo comunicaré al enviado de S.M. en Río, bajo
el solemne compromiso de su parte de que no lo presentará al gobierno
del Brasil, ni aun insinuará su existencia, hasta adquirir convencimiento,
justificado, de que el gobierno brasileño sinceramente lo aceptará como
base. Una vez que haya sido comunicado al gobierno brasileño y reciba
acogida favorable, asegurar que el gobierno de La Plata, está pronto, por
su parte, a tratar.
He accedido a desempeñar esta comisión y no titubeo en decir a V.E.
que creo que el presidente cumplirá su promesa, como el señor García me
lo dice en su carta; pero, como no he podido conseguir la ratificación
oficial del presidente ni aun en forma estrictamente confidencial, como
lo solicité, no puede dar una seguridad oficial de que obrará como se me
ha manifestado.
Lamento, sobremanera, que una errónea apreciación del asunto haya
inducido al presidente a negarme tal autoridad, pues preveo que esto
acarreará alguna demora en el advenimiento de la paz (aunque, finalmen-
te, se alcance éxito), lo que estaría en gran desacuerdo con los deseos del
gobierno de S.M. y será seriamente peijudicial para los intereses de los
beligerantes.
Como ya he enviado a V.E. mis despachos dirigidos al ministro
Canning, V.E. podrá apreciar mis puntos de vista sobre los grandes
intereses (puramente británicos) envueltos, actual y eventualmente, en
esta brega por la paz. Su elevado juicio y la más reciente oportunidad de
conocer las opiniones del gobierno de S.M. sobre la cuestión, serán sus
guías más seguras y no tomaré sobre mí la responsabilidad de decir nada
más allá de lo manifestado en esos periódicos, para probar la necesidad
de adoptar prontas y enérgicas medidas, a fin de salvar de la ruina a este
La Misión Ponsonby
107
país, de serios peligros al Brasil y, a toda Sudamérica, de continuos y
crecientes trastornos e inseguridades.
El presidente me ha instado, repetidamente, que le pida a V.E. se sirva
comunicar aquí, tan rápidamente como le sea posible, noticia de lo que
haya hecho o piense hacer. Considero esta cuestión de suficiente magni-
tud como para solicitar el concurso de uno de los buques de guerra de
S.M., si otro medio, seguro y expeditivo, no se encuentra.
Saludo a V.E. con toda consideración, etcétera. — (firmado) John
Ponsonby.
A S.E. Roberto Gordon, etcétera.
DE LA CRUZ A PONSONBY
Buenos Aires, noviembre 6 de 1826. El infrascrito, habiendo recibido
y entregado al presidente de la república la nota que, con fecha de ayer,
lord Ponsonby, enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de
S.M.B. le dirigió, ha recibido orden de comunicarle la siguiente respues-
ta: Que S.E. el presidente, siempre animado por los deseos, que en toda
ocasión ha manifestado, de acelerar la terminación de las dificultades
existentes, desgraciadamente, entre S.M. el emperador del Brasil y el
gobierno de la república de las Provincias Unidas, y admitiendo, a la vez,
la conveniencia que puede existir para las partes beligerantes de elegir un
sitio donde sus respectivos representantes puedan reunirse, en caso de
haber probabilidades de un acuerdo, S.E. el presidente, considerando
tanto la conveniencia como la seguridad de ambos beligerantes, juzgaque
la ciudad de Montevideo es el lugar más apropiado para la referida
conferencia.
El infrascrito saluda a V.E. con su mayor consideración. — (firmado)
Francisco de la Cruz.
A S.E. John Ponsonby, etcétera.
108
Luis Alberto de Herrera
PONSONBY A CANNING
Buenos Aires, noviembre 6 de 1826, Excmo. señor: He celebrado la
esperada entrevista con el señor Agüero. El admitió la imposibilidad en
que se halla el país de continuar la guerra por tiempo indefinido y declaró
el sincero deseo del gobierno de realizar la paz.
Convino en la oportunidad de las medidas tomadas para obtenerla paz
en Río, pero no quiso discutir las ventajas o desventajas derivadas de la
guerra o de otra solución.
Me expresó, claramente, que su única esperanza de remedio, ante la
posible desgracia de una manifiesta imposibilidad de parte de su gobierno
de continuar la guerra y ante la consiguiente exigencia de parte del
emperador del Brasil, en peores términos que los actuales, se funda en una
confederación de los estados de América, contra el Brasil, lanzados a una
guerra de principios.
Dijo que sabe que esa confederación es deseada por los estados de
América; que Bolívar mandaría el ejército que penetraría en el Brasil,
aunque no confía tanto en la conquista del Brasil como en los efectos que
la confederación produciría entre los descontentos contrarios a lapolítica
del emperador. Agregó, que juzga la ayuda de Bolívar y de la clase militar
de América con el mayor sobresalto y que, sobre todas las cosas, desearía
evitar su concurso, aunque podría hacerse imprescindible su ayuda, ya
ofrecida a su gobierno y obtenible en cualquier momento. Me preguntó
si yo abrigaba esperanzas de que el emperador aceptaría la proposición
(si hecha). Le manifesté que aquéllas se fundaban en los gastos que la
guerra demanda al imperio, en las dificultades que le crea y por librarse
por el proyecto, de lo que él considera un puntillo de honor: la retención
de la Banda Oriental contra Buenos Aires. También en que su pique y
animosidad personal contra Buenos Aires se aplacarían por esa medida,
que le arranca al territorio en disputa al mismo tiempo que sale de su
propio dominio; que el emperador ya ha rehusado una leal y justa oferta
de parte de la república — por ejemplo, la indemnización pecuniaria — y
que si ahora rechaza un arreglo tan moderado como el planteado,
La Misión Ponsonby
109
mostraría claramente, a los ojos del mundo, su codicia de conquista y hará
gravitar contra él toda la fuerza moral de la opinión.
Tengo el honor de saludar a V.E. con mi más alta consideración. —
(firmado) John Ponsonby.
A S.E. George Canning, etcétera.
CANNING A PONSONBY
Londres, noviembre 27 de 1826. A S.E. lord John Ponsonby. Excmo.
señor: Los despachos de V.E. , hasta el N- 1 5 inclusive, han sido recibidos
y entregados al rey.
Mi último despacho dirigido a V.E. fue escrito el 21 de agosto.
Contenía la aprobación general del cumplimiento por V.E. de las instruc-
ciones, según las cuales, debían iniciar negociaciones entre el emperador
del Brasil y Buenos Aires. El fracaso de esta tentativa, aunque muy
lamentable, no puede ser atribuido a carencia de celo o habilidad de parte
de V.E. , sino a la insensatez y obstinación del emperador del Brasil, cuyas
consecuencias tal vez tenga que palpar, algún día, S.M.I.
No es posible confiar, mayormente, en el éxito, en Buenos Aires de
ninguna proposición como la que V.E. está sólo autorizado a hacer en
favor del Brasil.
Es un gran desencanto, al mismo tiempo, que el gobierno de Buenos
Aires se haya pronunciado tan decididamente, como creemos lo ha hecho,
contra la medida conciliatoriaque V.E. le propuso, de acuerdo con las ins-
trucciones recibidas, de elevar a Montevideo y su territorio a la categoría
de un estado libre e independiente.
Por lo tanto, siendo tales las respectivas determinaciones de los dos
gobiernos con los cuales V.E. ha tenido que tratar, no veo que se pueda
hacer otra cosa, por el momento, de parte de S.M., para producir un
acercamiento entre ellos.
110
Luis Alberto de Herrera
En cuanto a tomar parte a favor de cualquiera de los contendientes,
V.E. nunca desvanecerá demasiado perentoriamente cualquier expecta-
tiva de esa naturaleza.
Ni quizá puede V.E. echar el cimiento de una intervención más
eficiente en nombre de S.M., más adelante, cuando las calamidades y
exigencias de la guerra hayan deprimido y extenuado a ambas partes, que
declarando haber cumplido todas sus instrucciones, como intermedio, y
que al gobierno de V.E. sólo le resta deplorar profundamente que su
mediación haya sido estéril.
Tienen mucho del carácter ibérico los habitantes de las fundaciones
coloniales de España y nada hay en él más llamativo que su fastidio ante
el consejo ajeno y su sospecha ante los servicios desinteresados. Ya fue
previsto, en mis iniciales instrucciones, que la insinuación respecto a
Montevideo era probable suscitara el recelo de que se trataba de algún
designio favorable a los intereses británicos.
Tales sospechas han sido abiertamente avivadas por la prensa de
Estados Unidos de Norteamérica y, no dudo, sugeridas, secretamente, por
sus agentes diplomáticos.
Opino, por lo tanto, que lo más acertado es que V.E. abandone, por
completo, ese asunto; hable de su mediación como de algo pretérito y de
la continuación de la guerra como de algo, en resumen, inevitable, aunque
para nosotros sin ninguna importancia, por más que perjudica a los
residentes británicos en Buenos Aires, interrumpe nuestro intercambio
comercial con ese estado y retarda el avance próspero de un país en el cual
esas vinculaciones pueden adquirir tan amplio y benéfico desarrollo. La
mejor probabilidad de una nueva apelación a nosotros, en tales términos,
que friera presumiblemente útil, sería demostrando V.E. aparente indife-
rencia sobre el asunto y, tal vez, ligero resentimiento ante las torcidas
interpretaciones que se han vertido respecto a nuestras intenciones en lo
que a la sugestión sobre Montevideo se refiere.
(Nota: Así está en la copia. Falta el párrafo final y la firma, que no
puede ser otra que la de George Canning).
La Misión Ponsonby
111
PONSONBY A CANNING
Buenos Aires, diciembre 4 de 1826. Excmo. señor: El señor García,
en nombre del presidente, me asegura que el señor Agüero, el principal
ministro, y el señor Gómez, la personalidad más importante del congreso,
ha expresado su aprobación a la medida últimamente tomada, tendiente
a restablecer una base de paz, no sólo como un medio de solucionar las
dificultades del gobierno, sino, también, porque, aun independientemen-
te de la guerra, encierra ella grandes ventajas para la república.
Estoy satisfecho de su aprobación y más lamento que la manera como
ellos y el presidente me obligaron a plantear el proyecto, lo haya privado
de sus mayores probabilidades de éxito. Considerando el siguiente
artículo de la constitución.
(Sigue con la anarquía de las provincias).
Se dice que este gobierno tiene en Londres, actualmente £200.000 y
que se propone aplicarlas a fines navales. Una muy pequeña fuerza,
derrotaría aquí a los brasileños y esto podría cambiar completamente la
faz de la contienda. Hay esperanzas de que Baring y Cía. obtenga un
empréstito para la república. Una suma modesta haría mucho para
arrancar a las finanzas de su miserable estado; por más que, en tanto se
prolongue el bloqueo, el gobierno no podrá contar con recursos penna-
nentes.
Oigo decir que los ministros tienen confiada esperanza en el efecto de
los éxitos que el ejército debe obtener en Río Grande.
Tengo el honor de saludar a V.E. etcétera. — (firmado) John Pon-
sonby.
A S.E. George Canning, etcétera.
112
Luis Alberto de Herrera
GORDON A PONSONBY
Río de Janeiro, diciembre 4 de 1826. Excmo. señor: Llegó el "Ran-
ger” el 2 del comente, trayéndome su nota del 6 de noviembre, junto con
diversos papeles.
S.E. verá, desde luego, que las restricciones imperativas, bajo las
cuales el presidente ha creído oportuno autorizarme a presentar sus pro-
posiciones al gobierno brasileño, me impiden completamente proceder
en el asunto, desde que ya he comprobado que este gobierno categórica-
mente se rehúsa a negociar sobre la base de la independencia de la Banda
Oriental.
Como tal vez la relación de mi gestión sobre este asunto, con el
gobierno brasileño, enviada el 23 ppdo. no ha llegado a poder de V.E.,
incluyo una copia.
Se apercibirá de que con la premura del 1 s de noviembre , sugerí la idea
de negociar bajo una base similar a la propuesta por V.E. a la república
de Buenos Aires, y, a pesar de darle otra forma, a fin de hacerla más
aceptable alemperadordelBrasil, fue completamente rechazada por nota
del gabinete de 21 del mes pasado. No necesito decir a V.E. que la
ausencia de S.M.I. de la capital, aun en otras circunstancias, hubiera
hecho nula mi intervención.
Sus ministros sólo actúan bajo sus inmediatas órdenes y se necesita-
rían seis a ocho semanas para recibir contestación a las comunicaciones.
Mientras tanto, el aspecto de los asuntos en el sur puede cambiar de
manera que, me temo, sería muy desastroso para los intereses de Buenos
Aires.
La presencia del emperador en Río Grande va a disipar, sin duda
alguna, el espíritu de desapego que se levantaba en esa provincia,
fomentado, como se supone, por agentes del enemigo, y el tono promisor
y conciliador que usará hacia los orientales, probablemente inclinará en
su favor a la opinión en esta ribera del Río de la Plata.
Las esperanzas de remedio, en cuanto a la república, que, como V.E.
La Misión Ponsonby
113
lo afirma, están fundadas en las convulsiones intemas del Brasil y la
ayuda militar de Bolívar, me temo que pronto habrá que abandonarlas. El
pueblo en Río Grande será llamado a filas, y las actitudes de Bolívar en
el oeste, hacen suponer un completo cambio en sus anteriores pensamien-
tos. Estos, en vez de dirigirse contra el Brasil, producen más bien la
aprensión de que se dirigen a la partición de toda Sudamérica entre él y
el emperador don Pedro.
No me corresponde encarecer a V.E. que uija mayores concesiones de
parte del presidente. Su mejor criterio le hará apreciar si él, persiguiendo
un bien imaginario, no está causando un perjuicio substancial a su país,
en un momento en que debiera alejarse de ambos extremos y asegurarse
su objeto principal, aceptando otros términos.
En su despacho N 9 23, al señor secretario Canning, V.E. hace suya la
opinión de que, existiendo la garantía contra cualquier peligro de bloqueo
y obstrucción al comercio del Río de la Plata, la posesión de la Banda
Oriental sería de pequeña utilidad para Buenos Aires. ¿Por qué, entonces,
no aprovechar la presente disposición del emperador del Brasil e inclinar-
lo a un arreglo en que la seguridad que se desea sería garantida por el
abandono, por Buenos Aires, de un disputado hueso, cuya posesión es
seguro que será causa de desavenencia entre ambas partes?
Ruego a V.E. crea que estas observaciones no influirán en lo más
mínimo en mis comunicaciones en este gobierno. Continuará en mis
esfuerzos para obligarlos a aceptar las miras de V.E. sobre reconocimien-
to de la independencia de la disputada provincia; aunque puedo aventu-
rarme a asegurar a V.E. que ella no será concedida sino bajo el peso de
la derrota y en situación mucho peor, de los asuntos públicos en el Brasil,
de la que ahora puede preverse.
Tengo el honor, etcétera. — (firmado) R. Gordon.
A S.E. lord Ponsonby, etcétera.
114
Luis Alberto de Herrera
CANNING A PONSONBY
Diciembre 23 de 1826. A S.E. lord John Ponsonby. Excmo. señor:
Los despachos de V.E., hasta el N 2 20 inclusive, han sido recibidos y
entregados al rey.
El gobierno de S .M. hace plena justicia a los esfuerzos de V.E. , desde
su llegada a Buenos Aires, para crear allí un ambiente favorable a la
negociación con el Brasil. Aunque apenados, no estamos desanimados
por el fracaso de las gestiones, pues, a decir verdad, no esperamos más
halagüeños resultados mientras el señor Rivadavia ocupe la presidencia.
El juicio que V.E. da de esa persona, parece perfectamente exacto. En
estas circunstancias, sólo me resta manifestarle a V.E. que, por si en
virtud de algún accidente, el paquete que zarpó el mes pasado no ha
llegado a esa antes del arribo de éste, le incluyo un duplicado de mi
despacho N 9 21, en el cual indico la conveniencia de abstenerse de
remover el asunto de la mediación, hasta que el desarrollo de los
acontecimientos ofrezca alguna oportunidad más favorable para suscitar-
lo con /'*ntaja, o hasta que el gobierno de Buenos Aires haga alguna
insinuación directa e inequívoca a V.E.
Saludo a V.E., etcétera. — (firmado) George Canning.
PONSONBY A GARCIA
(Privada), Buenos Aires, diciembre 23 de 1826. Señor Manuel José
García. Muy señor mío: Soy de opinión que el actual momento sería
favorable para tomar algunas medidas conducentes a la restauración de
la paz. El emperador está ahora donde, quizás pueda apreciar con sus
propios ojos las dificultades reales que existen para obtener, por conquis-
ta, la posesión definitiva de laprovincia en litigio y, tal vez, considere que
no vale la pena continuar una guerra que tan enormes sacrificios le
demanda y que no le proporcionará otra satisfacción (si tal es para él) que
La Misión Ponsonby
115
la de acarrear inmensas penalidades y perturbaciones a Buenos Aires.
Su gobierno ha probado ya suficientemente las calamidades de la gue-
rra y no creo que ni el más confiado de sus miembros abrigue la esperanza
de que pueda llegarse a la paz como consecuencia del triunfo de sus
armas, aun cuando su ejército obtuviera todos los éxitos que se propone
alcanzar.
Ambas partes, el emperador y la república, deben estar advertidas de
los peijuicios que, para cualquiera de ellas se originarían de un revés y,
ciertamente, la república está más expuesta a gran daño, en tal supuesto.
Si su ejército se desorganizara seriamente, toda esperanza en el éxito de
las hostilidades desaparecería; pero quedarían en pie las mismas necesi-
dades, por gastos y esfuerzos, como al presente.
Si el emperador fallara en sus planes militares todavía le restaría
intacto su recurso más real y eficiente: una escuadra superior.
Estamos, ahora, en un momento de expectativa: nadie puede saber
para cuál de las partes reserva la fortuna los primeros éxitos o los primeros
desastres. ¿Porqué, pues no aprovechar esta oportunidad para intentar un
arreglo? Si el presidente persistiera aúnen las ideas que él y sus ministros
expresaron últimamente, sobre el mérito intrínseco de las proposiciones
sometidas al señor Gordon, ¿por qué no intentarlo, al presente, con
probabilidades de mejor resultado y directamente, sin subterfugios o
intención de ocultar, bajo forma de procedimientos, lo que, en realidad,
se anhela cumplir?
Yo creo, firmemente, como a menudo se lo lie manifestado a usted,
que la manera en que las últimas proposiciones fueron trasmitidas al
señor Gordon privó a la iniciativa de toda probabilidad de éxito, en la
acepción que en nuestro léxico se concede a esa palabra.
La ausencia del emperador de su capital, debe haber impedido la
tentativa que, no dudo, el señor Gordon hubiera realizado para llenar el
cometido confiado a su prudencia y celo, por el bien de estos países, y yo
no veo inconveniente en hacerle, ahora, al emperador, las proposiciones
que el señor Gordon estaba condicionalmente autorizado a formular.
Pero esto debe hacerse, si se hace, de una manera clara y simple;
116
Luis Alberto de Herrera
ninguna habilidad debe ser usada, ni nada que pueda ser interpretado
como una extravagancia o un desconocimiento de la verdadera dignidad.
La república avanza, ahora contra el emperador, perfectamente armada
y llena de valor y de esperanza. Ella exhibe un ejército que puede salir
victorioso y que debe ser formidable.
Nada más dignificante que ofrecer, en tales circunstancias, condicio-
nes de paz razonables.
El gobierno debe recordar que la victoria puede atraer sobre el país la
dominación de su clase militar y que la derrota destruiría, probablemente,
su propia existencia, encumbrando, finalmente, en estas naciones el
poder militar y a aventureros rapaces de los otros estados sudamericanos,
encendiendo la guerra entre la sangre española y la portuguesa, y tal vez,
de una forma de gobierno contra otra. ¿Y quién puede prever cuándo
terminaría una contienda de esa naturaleza?
Por eso, me he permitido molestarle con la expresión de mis senti-
mientos íntimos sobre los sucesos actuales, conociendo su celo por el
bienestar de su país y la libertad que usted me ha concedido de exponerle
los puntos de vista y opiniones que juzgue dignos de consideración.
Me es grato repetirme de usted atento, etcétera. — (firmado) John
Ponsonby.
GARCIA A PONSONBY
Buenos Aires, diciembre 30 de 1826. A S.E. lord John Ponsonby.
Señor: El 27 comuniqué a S.E. el presidente de la república, el resultado
de nuestra conferencia el 26. El consejo de gobierno se reunió los días 28
y 29 y el ministro de relaciones exteriores acaba de comunicarme que se
ha resuelto autorizar a V.E. para hacer conocer, directamente, al minis-
terio de S.M. el emperador del Brasil, las sinceras pacíficas intenciones
del gobierno de las Provincias Unidas y su disposición de tratar las bases
del proyecto últimamente sugerido y entregado al señor Gordon, ministro
La Misión Ponsonby
117
de S.M. en el Brasil.
El ministro de relaciones exteriores me ha ordenado, al mismo
tiempo, que asegure a V.E., que la política del gobierno, a ese respecto,
es tan decidida que, sea cual fuere la suerte de sus armas, no la modificará.
Es una gran satisfacción para mí, señor, trasmitir a V.E. esta resolu-
ción y reiterarle, con tal motivo, los sentimientos de respecto con que
tengo el honor de suscribirme, etcétera. — (firmado) Manuel J. García.
PONSONBY A CANNING
Buenos Aires, diciembre 30 de 1826. Excmo. señor: Después de
haberme enterado del arribo de S.M. el emperador a la frontera de su
imperio, juzgué prudente diferir las medidas que, en el primer momento,
me parecieron oportunas a favor de la paz, hasta apreciar, con criterio
propio, cuáles eran las intenciones de S.M.I. y el objeto de su viaje. Oí y
creía que el motivo principal era poner término, personalmente, a las
desavenencias y dificultades surgidas entre las autoridades civiles y
militares en Río Grande e imprimir energía y unidad de dirección a su
esfuerzo. Por lo tanto, pensé que S.M.I. debía de estar en un estado de
ánimo menos dispuesto aun arrogante rechazo de razonables y ventajosas
propuestas que lo que había estado, cuando creyó su poder más que
suficiente para subyugar a cualquiera que se opusiera a sus deseos; y
estaba seguro que, cuanto más tiempo permaneciera en un lugar desde
donde pudiera ver las dos caras de las cosas, más apreciaría la magnitud
de los obstáculos interpuestos entre él y el éxito, tanto a causa de la
naturaleza misma, como por la situación política y moral del pueblo y de
los países de Sudamérica.
Temí, sin embargo, que algún accidente pudiera producirse y alterar
la aparente posición de los poderes contendientes y levantar, hiriendo la
vanidad, formidable obstáculo, en cualquiera de los dos lados, a las ges-
tiones pacificadoras, si una u otra obtuviera un éxito, aun insignificante.
118
Luis Alberto de Herrera
Por lo tanto, sólo demoré el tiempo que consideré estrictamente
necesario, y después escribí al señor García la carta, cuya copia adjunto,
y personalmente expliqué, detenidamente, la decidida opinión que tema
sobre las ventajas de la actual oportunidad para hacer un esfuerzo en pro
de la paz. Dentro de un lapso razonable, recibí del señor García la
respuesta (N g 2), que espero V.E. considerará satisfactoria.
Juzgo que este gobierno ha hecho, al fin, todo lo que de él podía
desearse y que lo ha hecho de una manera elegante. Sin embargo,
fatalmente estoy en la ignorancia de sus opiniones acerca de la determi-
nada política que he recomendado. Era necesario obrar y sólo he tratado
de que mis actos correspondan, exactamente, a la norma de conducta que
V.E. me ha trazado. Imagino que la paz, a cualquier precio, cimentada
sobre bases duraderas y firmes, en su anhelo: lapaz, porque, aununamala
paz, tal vez despertara sentimientos pacíficos, de los cuales pudiera
derivarse una vez perdurable. El gobierno de esta república se ha desen-
vuelto, en esta emergencia, de una manera especial, que casi me atrevería
a calificar de sabia.
El ejército de la Banda Oriental ya ha emprendido la marcha y se dice
que está en perfecto orden y que cuenta con ocho mil hombres.
Los disturbios en las provincias, aunque no suprimidos, presentan,
ciertamente, mejor aspecto y la presencia del emperador ha dado a este
gobierno una oportunidad (al menos por el momento) de zafarse de las
dificultades que tontamente se había creado, por la adopción de varias
medidas inconsultas, habiendo acordado el congreso postergar la consi-
deración de todo asunto, exceptuando, sólo, lo relacionado con la guerra.
El gobierno tenía, en tales circunstancias, fáciles y plausibles excusas
para diferir la cuestión, pero la ha encarado virilmente. Personalmente,
nada más podía pedir: a lodo lo que yo deseaba que se hiciera, se ha
accedido. Si mi gestión ha sido acertada y resultase armónica con las
vistas de V.E., yo quedaría plenamente satisfecho. Es cierto que mi
apreciación de toda la cuestión es todavía incompleta, porque considero
que la garantía, tan a menudo mencionada anteriormente a V.E., es
necesaria para el permanente bienestar y prosperidad de todos estos
países y para seguridad de la influencia inglesa, sólo benéfica para el
La Misión Ponsonby
119
pueblo de Sudamérica. Tocante a este punto, no he considerado oportuno
decir u na palabra, desde que fue dejado de lado por el presidente, pero
creo que, en el curso de la negociación (en caso de producirse alguna),
muchas y muchas oportunidades se ofrecerán al gobierno de S.M. para
traer a colación esa medida y darle andamiento, por el peso del propio
interés de las partes, si así lo estimara del caso.
Me atrevo a esperar que seré perdonado por haber expresado tan am-
pliamente mi opinión sobre su política y orientación y que V.E. creerá que
lo he liecho obedeciendo al impulso del deber y no por presunción.
Veo casi generales perturbaciones, si no conflictos, prontos a llenar
todo este hemisferio. Si Inglaterra pudiera conservar invulnerables a la
violencia los derechos e intereses de un comercio mantenido durante ese
tiempo, como ella tendría los medios de hacerlo, erigiéndose en poder
tutelar en el río, creo que proporcionaría la más eficaz atenuación a los
males de la guerra y que establecería la base más expeditiva y más segura
para su terminación.
Tengo el honor de saludar a V.E. etcétera. — (firmado) John Pon-
sonby.
A S.E. George Canning, etcétera.
PONSONBY A CANNING
Buenos Aires, diciembre 30 de 1826. Excmo. señor: El 15 del actual,
se tuvo noticia en Buenos Aires de que el emperador del Brasil había
partido para Río Grande y de su proclama, lanzada antes de su partida de
Río de Janeiro.
Al día siguiente, el presidente dio la proclama adjunta (N 9 1) y con-
vocó al congreso a una reunión extraordinaria, para considerar y acordar
los mejores medios para la defensa del estado y de la capital, en particular,
en caso de una posible invasión. El congreso, después de muchas
discusiones, en el curso de las cuales el ejecutivo fue acerbamente
atacado por la oposición, imputándole incapacidad y carencia de previ-
120
Luis A Iberio de Herrera
sión, designó una comisión, elegida entre sus mismos miembros, para
secundarlos planes de defensa del gobierno, sometiendo al congreso, de
tiempo en tiempo, aquellas resoluciones que exigieron su sanción.
También resolvió no tratar, en las presentes circunstancias, ningún
asunto ajeno al de vital importancia que lo absorbe y dedicar su atención
solamente a lo referente a la guerra.
El 21, el congreso dirigió una proclama a las provincias (N 5 2) y el
gobierno les envió una circular a todas, no exceptuando las que reciente-
mente han resistido a su autoridad, señalando los nuevos peligros que
amenazan a la república, y solicitando vivamente su cooperación para la
defensa. Una comisión, integrada por experimentados jefes, fue nombra-
da para aconsejar al gobierno en sus medidas militares; se resolvió formar
un nuevo regimiento, expresamente para la defensa de la capital; comple-
tar todos los regimientos de línea de la milicia, convocar a la milicia local
y enrolar a todos los esclavos aptos para las armas. Fueron iniciadas
suscripciones privadas y los miembros del congreso, solos, suscribieron
una suma aproximada de 18.000 pesos, destinada a la creación del nuevo
regimiento. Individualmente, renunciaron a sus dietas, en favor del
gobierno, durante la prolongación de la guerra.
El espíritu nacional parece agigantado y la defensa vigorosa del país
es el sentimiento general.
El 26, el ejército, comandado por el general Alvear, se puso en
marcha. Se dice que su total es de siete a ocho mil hombres, bien dis-
ciplinados, ansiosos de atacar al enemigo y firmemente confiados en la
victoria.
Probablemente llegarán a la frontera dentro de unos veinte días.
Adjunto a ésta la proclama que el general Alvear les dirigió antes de
iniciar la marcha.
Tengo el honor de saludar a V.E., etcétera. — (firmado) John Pon-
sonby.
A S.E. George Canning, etcétera.
La Misión Ponsonlyy
121
TRATATIVAS EN 1827
PONSONBY A GORDON
Buenos Aires, enero 4 de 1 827. A S.E. don Roberto Gordon. Excmo.
señor: Recibí, el 3 1 último, las cartas de V.E., de Río de Janeiro, fechadas
el 4 y 23 de noviembre, por manos del señor Walker, y el mismo día las
duplicadas y sus otras comunicaciones, fechadas en diciembre 4 de 1 826,
por la fragata Macedonia América.
Antes de contestar a esos despachos, creo que será muysconveniente
informar a V.E. del estado de los asuntos aquí, relacionados con nuestros
trabajos de mediación.
Fui enterado, a su tiempo, del arribo de S.M.I. a Santa Catalina y,
luego a Río Grande y después de aguardar unos días, hasta averiguar la
causa probable del viaje del emperador a esos lugares y del estado de los
asuntos allí, trasmití al gobierno de La Plata mi firme opinión de que esa
era una favorable oportunidad para intentar un nuevo esfuerzo con el fin
de alcanzar la paz, declarando, al mismo tiempo, que sería absolutamente
necesario desterrar toda argucia y formular las proposiciones que se
consideraran convenientes, en forma directa y sencilla. Considerando el
gobierno, como yo, que la ocasión era buena, me autorizó a proponer a
S.M.I. el proyecto que ya he tenido el honor de hacer conocer a V.E. y a
asegurarle que el gobierno del Río de la Plata aceptaría ese proyecto, si
S.M.I. lo admitía como base para negociar un tratado definitivo de paz.
Me disponía a desempeñar ese cometido, cuando llegaron los despa-
chos de V.E. y fuimos también informados de que S.M.I. había abando-
nado Río Grande, emprendiendo viaje de retomo a su capital.
122
Luis Alberto de Herrera
Juzgué necesario reanudar comunicaciones con el gobierno, dado el
cambio de las circunstancias y, principalmente, para informar al presi-
dente de la explotación que V.E. había hecho a la opinión del gobierno del
Brasil sobre el punto primordial del proyecto — la independencia de la
Banda Oriental — y del decidido rechazo del gobierno de S.M.I. de esa
proposición.
También consideré correcto enterar al gobierno de los rumores circu-
lantes en Río de Janeiro, que parecían tener visos de verdad, respecto a
las intenciones del gobierno de Norteamérica de autorizar a la escuadra
americana a forzar el bloqueo del Plata, en cuanto afecta a buques de
guerra.
La primera mención de estos dos hechos habrá, naturalmente, destrui-
do la esperanza de cualquier resultado beneficioso para la prosecución de
los medios propuestos; y, la segunda, podría despertar esperanzas de una
posible ventaja, derivada de las diferencias existentes entre los dos
gobiernos, uno de los cuales demandaba, por la fuerza, un alegado
derecho, que el otro se había rehusado a reconocerle.
Recalqué esos dos puntos, de manera especial, y me siento muy feliz
de haber encontrado al gobierno de esta república firme en la decisión que
había adoptado últimamente y consintiendo, solícito, en autorizarme a
tomar cualquier medida que considerara conveniente para comunicar al
gobierno del Brasil el antedicho proyecto. El presidente y sus ministros
adhieren leal y honestamente a mí, para sostener el proyecto, si S.M.I.
consiente en adoptarlo como base para discutir la paz.
Por lo tanto, pido formalmente a V.E. someta al gobierno del Brasil
el mencionado proyecto, asegurándole que yo puedo garantir que será
fielmente cumplido por el gobierno del Río de la Plata, bajo cualesquiera
circunstancias, tanto en el caso de una victoria como en el de una derrota.
El gobierno ha aquilatado la verdadera situación de este país y de toda
Sudamérica y la determinación que ha tomado es fruto de una esclarecida
y honrada política. Tampoco intenta disimular las dificultades que la
guerra le ha creado, ni los grandes sacrificios, de presente y de futuro, que
le ocasiona; pero sabe que puede continuar la guerra y que debe hacerlo,
La Misión Ponsonby
123
antes de doblegarse a aceptar la paz en términos, no sólo incompatibles
con la seguridad de esta república sino que, necesariamente, conducirían
al quebrantamiento de cualquier paz fundada sobre ellos, apenas se ofre-
ciera una oportunidad de hacerlo así con posibilidades de éxito.
El gobierno ha pesado, cuidadosamente, sus propios recursos y
conoce, conexactitud mucho mayor de la que el gobierno de S.M.I. puede
sospechar, el estado real del imperio, los medios militares y navales de
que dispone, el número y calidad de tropas, buques y tripulaciones, el
temple y aptitud de su oficialidad, el celo de los marinos por la causa que
sirven, o el grado de su descontento, el sentir general sobre el gobierno
imperial y la persona del emperador y el estado del espíritu público en
Bahía, Pemambuco, San Pablo, Minas, etcétera. Ahora, daré algunas
pruebas del fundamento de esta información; así V.E. fácilmente verá que
es, si acaso, muy exacto. Al mismo tiempo detallaré los medios con que
cuenta este país para llevar adelante la guerra y para dar golpes más
severos, si no fatales, al poder imperial. Pero antes, consideraré un punto
muy importante, uno que pide la más seria atención de cualquier hombre
de estado preocupado con la suerte de los mejores principios de gobierno
ahora existentes en Sudamérica: los de una monarquía constitucional.
Este gobierno teme el derrocamiento del emperador y la destrucción
de su poder en el Brasil, porque conoce los extremos peligros a los que
él mismo estaría expuesto por los desórdenes que de tal suceso se ori-
ginarían, por la desorganización de principios que provocaría tan cerca de
su tierra, y por la prematura división del imperio, levantando en su lugar
turbulentas y ambiciosas democracias, con seguridad, en eterna guerra y
probablemente dirigidas por el consejo de hombres inescrupulosos e
ignorantes, sólo traídos por sus intereses particulares. Este gobierno ve en
una revolución en el Brasil, no sólo la destrucción del orden que desea
consagrar como un principio y las funestas consecuencias de ahí deriva-
das para el Plata, sino también la ruptura de todo control por hordas de
negros bárbaros con largas venganzas que cobrar, por su esclavitud, a sus
patrones. La elevación, a extremos temibles, de los indios aborígenes, en
razón de la desunión, riñas y disminuido poder de los criollos; abriendo,
todo esto, vasto campo a cualquier soldado de fortuna, que pueda erigirse
124
Luis Alberto de Herrera
héroe y labrarse mando con su espada, aprovechando el esfuerzo y el
trabajo del pueblo, para ganar riquezas, poderío y fama militar.
Temiendo tales peligros, que este gobierno sabiamente presiente, y
creyéndolos posibles, si no probables, con razón se preocupa.
El gobierno de Buenos Aires considera la estabilidad del trono del
emperador como algo de primordial interés para este estado y está de-
seoso de contribuir a su sostenimiento. Está — está anheloso — de sellar
una alianza estricta con él y de proporcionarle toda la asistencia que esté
en su poder ofrecerle, sin violar la constitución de su país ni obstaculizar
los procedimientos de otros gobiernos, animados por similares intereses
y deseos. Aspira a pactar un tratado de alianza comercial con el empera-
dor.
Una paz que dejara a la Banda Oriental en manos del imperio, es, en
sí imposible. Ningún documento bastaría para someterla un año, seis
meses; tal vez, ni uno solo. Los orientales jamás lo consentirían y al
emperador se le engaña, intencionalmente o por ignorancia de quienes le
aseguran que los orientales se someterán.
S.M.I. tendrá que conservar la Banda Oriental, siempre al precio, por
lo menos que ahora le cuesta. ¿Y qué lo compensará?
El emperador cree su honor comprometido en esta contienda. S.M.I.
es un hombre demasiado capaz y un estadista demasiado sagaz para creer
seriamente que el honor puede ganarse o preservarse por un acto de
locura; y ¿quién puede decirque no es un acto de suprema locura arriesgar
una corona a la suerte de un dado, por una pequeña y remota provincia?
El honor es una brillante alhaja en la diadema imperial; pero el honor de
un rey radica más en su sabiduría y sus afectos sobre su pueblo, que en
el valor personal, en el cual puede estar cierto de ser rivalizado, si no
excedido, por el más modesto soldado de sus ejércitos, que tiene diarias
oportunidades de probar la posesión de esa cualidad común, que en el
soberano debe generalmente reservarse y no ser sometida a prueba por el
riesgo personal y por lo tanto, sólo a él debe otorgársele sobre su crédito.
Sin embargo, si en este caso vale la pena mezclar el honor, debe ser
evidente a V.E. que, por el reconocimiento de la Banda Oriental como
estado independiente, el emperador no rinde nada de su honor militar ante
La Misión Ponsonby
125
su adversario. La guerra fue entablada por querer la república la posesión
de la Banda Oriental. Hacerla independiente e impedir que forme parte
de esa república, es burlar y frustrar los deseos y propósitos de las
Provincias Unidas.
Se ha alegado a S.E., como antes a mí, que la seguridad de las pro-
vincias del Brasil, linderas a la Banda Oriental, requería que el emperador
tuviera dominio sobre ese país.
Pero, primero ¿cuál es el hecho? ¿Lo domina? No. ¿Puede dominarlo?
Yo digo que no. No necesito probar esta opinión examinando el caso,
porque el hecho de su impotencia al efecto, habiendo existido siempre y
existiendo, ahora, es lo bastante convincente en apoyo de mi dicho. ¿Qué
puede entonces retener el emperador en la Banda Oriental? ¿Las ciudades
fortificadas? Pero, ¿cómo puede Montevideo, etcétera, asegurar a las
enemigas provincias fronterizas contra la irrupción de bandas saqueadas
y salvajes? Esas provincias sólo pueden ser defendidas por la fuerza
militar, o por una paz que esté en el interés de todos observar y respetar.
El emperador conserva Montevideo, pero lo conserva sitiado por los
orientales, por tierra, aunque cubierto y protegido, por mar, por la flota
imperial. Supongamos que esa flota por accidente o por la habilidad o la
audacia del enemigo, fuera destruida, ¿qué le sucedería a Montevideo?
¿Es imposible destruir esa flota? ¿V.E. no ha oído nunca hablar de
Brown? ¿No está enterado V.E. de lo que puede hacer fácilmente con
cinco buques en un río como el de la Plata, lleno de bancos y fuertes
corrientes, que puede provocarla destrucción de cualquier buque, huyen-
do en desorden a la proximidad de un buque de guerra, al mismo tiempo
que el río da rapidez y añade probabilidades de éxito a los asaltantes?
Si entonces, por accidente o por la audacia, los enemigos de S.M.I. le
arrancan lo que ahora retiene, la provincia será nominalmente suya y, en
realidad, perdida para él, y sus propias provincias del Brasil quedan
expuestas a ser objeto de las incursiones del adversario. ¿Dónde estará,
entonces, su honor? ¿Podrán sus armas reconquistar a Montevideo? ¿Por
qué ellas no pueden, ahora, levantar el sitio de la ciudad?
La sólida, segura y duradera protección de las provincias de S.M.I.,
126
Luis Alberto de Herrera
debe encontrarse en el proyecto sometido al gobierno brasileño: en la
independencia de la Banda Oriental y en la destrucción de los fuertes, que
pudieran amparar perturbadores y delincuentes, y en la cooperación del
gobierno de La Plata con el emperador, a fin de suprimir, para su mutua
seguridad e interés, toda lesión al derecho de los neutrales y a las leyes
internacionales.
Tengo, todavía, que enterar a V.E. de una parte, al menos, de los re-
cursos poseídos por La Plata para continuar la guerra, y mostrar, a la vez,
lo bien informado que está este gobierno de los puntos débiles de la
situación del emperador, a fin de dar a V.E. una prueba, al ofrecer la paz
en condiciones tan iguales y al confesárseme los deseos que animan al
presidente y a sus ministros, de cultivar la amistad del emperador y de
contribuir a su seguridad y a cuidar su trono, el gobierno está procediendo
de acuerdo a una sabia política y no por debilidad, que lo incapacite para
la guerra, a pesar de que grandes males y desastres se derivan de ella, y
mayores males aún se esperan.
En primer término, el gobierno no carece de recursos pecuniarios.
Actualmente ti ene fondos en Londres y puede obtener (tengo mis razones
para creerlo) un adicional y considerable refuerzo. Un pequeño fondo, en
efectivo, en Inglaterra, aliviaría el cambio. No se requiere una suma muy
grande para comprar barcos y contratar buenos oficiales y tripulación
inglesa. La causa de la república es popular en Inglaterra y la república
ha tratado bien a los marinos ingleses. El gobierno podrá comprar
bastantes barcos para combatir a la escuadra brasileña y enviar cruceros,
siguiendo la huella de Brown, a Río de Janeiro, Bahía, etcétera. La gente
dará hasta la camisa, antes de dej ar la B anda Oriental en poder extranjero
(y ellos tienen razón). Esto le da inmensa fuerza al gobierno y una fuente
segura de recursos considerables. Cuenta, también, con la fuerza de la
opinión pública en su favor. Nadie que conozca la historia de los dos
países y esté enterado de los términos efectivos de arreglo, propuestos por
el gobierno de La Plata, titubeará en asegurar que todo el peso de la
responsabilidad de la prolongación de las calamidades y crímenes de la
guerra, gravita, exclusivamente, sobre el gobierno del Brasil. La repúbli-
ca renuncia a todo y sólo reclama garantías. Frente a cualquier título que
La Misión Ponsonby
t
¡2,
-1
el emperador alegue para justincar sus derechos sobre la provincia, la
repüblica puede oponer el mismo título legítimo; por lo menos, tan bien
fundado en hechos y por actos.
La república renuncia a todos sus derechos y reconocerá a los nativos
como los únicos y absolutos soberanos del país.
La república desea la paz con el emperador y busca su amistad. La re-
pública sólo se rehúsa a dejaren poder de una mano poderosa y extranjera
el arma con que ya ha sido herida profundamente, y que pueda, en
cualquier tiempo, amenazar de nuevo su existencia.
Los recursos de las repúblicas consisten en tener tesoro bastante para
atender cualquier necesidad interna y para prevenirse contra las hostili-
dades del enemigo; en la unanimidad y celo de su pueblo por una causa
que se muestra libre de miras ambiciosas y deseos de poder, en la general
aprobación de la moderación de su actual política y en la simpatía del
mundo por aquellos a quienes se quiere conquistar y oprimir sin un
motivo justo.
El gobierno de la república tiene conocimiento de que el gabinete de
Estados Unidos de Norteamérica se propone, si ya no lo ha ordenado, la
interrupción, por la fuerza del bloqueo brasileño y sabe que esto consti-
tuiría un insulto para el Brasil, al que deberá someterse, con humillación
y desmedro de su honor, o si resistiera, sobrevendrá su segura derrota.
El gobierno sabe que el emperador se esfuerza por traer con él, de su
capital, aplastantes fuerzas, para así poner término ala guerra; ¡y sabe que
reunió unos seis o setecientos hombres! El gobierno sabe que las fuerzas
imperiales en Río Grande y todas las tropas válidas para atacar o defender,
llegan a 7.000 hombres. El gobierno conoce la desunión que ha existido
y que todavía subsiste entre las diferentes clases de soldados en Río
Grande y la calidad de las tropas de allí, tan poco eficaces para emprender
una acción ofensiva en un país como la Banda Oriental, en una vasta
extensión deshabitada y sólo ocupado, en estos momentos, por una expe-
rimentada, probada y sufrida caballería, contra la cual pequeños núcleos
de infantería, sin apoyo, serán completamente insuficientes.
El gobierno sabe el mal estado de la poca caballería con que cuenta el
128
Luis Alberto de Herrera
ejército imperial. Sabe que pronto se agotarán los caballos en una pro-
vincia donde los animales nunca prosperan y viven precariamente. Sabe
que la pérdida de éstos no puede ser reemplazada y que, en consecuencia,
toda la campaña en la Banda Oriental continuará, ahora y siempre, en po-
der de los republicanos, aun sin esfuerzo de su parte para mantenerlo.
Este gobierno conoce las dificultades con que el emperador tropieza
para reclutar su ejército, dificultades que considera insalvables. Sabe
cuán pesado es este servicio militar que ahora obüga a las fuerzas físicas
del pueblo brasileño a soportarlo; que la policía del país está confiada a
las miücias; que los fuertes y guarniciones del Imperio están sin defen-
sores o sólo con los hombres escasamente necesarios para abrir y cerrar
los portones o hacer una salva; sabe que las fuerzas extranjeras, contra-
tadas por el emperador, deben ser y son vistas por los nativos con celos,
si no con odio; que él sólo depende de sí mismo y, si surgen dificultades,
será abandonado, si no atacado, por los soldados de su propio ejército y
tratado como enemigo por el pueblo entero del Brasil, si alguna vez la
suerte de las armas les es adversa. Este gobierno sabe hasta qué extremos
las finanzas de S.M.I. dependen de las entradas de la aduana de Río de
Janeiro y tiene reciente prueba de la magnitud de los efectos que en esas
entradas puede producir la más pequeña hostilidad. Brown, con dos o tres
miserables barcos, últimamente ha demostrado lo que una fuerza mode-
rada y bajo su comando puede hacer, obrando en gran escala.
Sabe que puede habilitar buques bastantes para colocar a Brown con
una fuerza importante como centinela frente a los puertos principales del
Brasil: frente a la misma capital de S.M.I.
Este gobierno sabe el estado de las finanzas imperiales. Conoce el
monto de la vieja deuda y conoce, aun mejor que la misma legislatura del
Brasil, la suma total de la nueva deuda. Sabe, como todo el mundo, el
estado de los cambios. Sabe el precio de su moneda metálica en oposi-
ción, con su papel y siente que, por desordenadas que estén las finanzas
de la república, ella, sin embargo, tiene fondos para atender sus pequeños
y propios gastos, tan adecuados como las más caudalosas rentas y menos
desordenadas finanzas de S.M.I. para atender los mayores y muy exten-
sivos gastos necesarios al Imperio. Sabe este gobierno mucho sobre el
La Misión Ponsonby
129
malestar de la mayorpaite del pueblo en los dominios de pero no
lo aprovechará como un elemento utilizable, porque sinceramente quiere
prevenir antes que usufructuar los desórdenes intemos del Imperio. Este
gobierno aún siente que su ejército, avanzando contra las fuerzas brasi-
leñas, es muy superior a éstas, más en experiencia militar que en número
o en calidad, dado que la caballería está especialmente adaptada al campo
en que actúa. Este gobierno está persuadido que, si su ejército saliera vic-
torioso en los primeros encuentros, las provincias brasileñas quedarían
abiertas a la invasión, totalmente desamparadas, y, aunque el ejército de
la república fuese vencido y rechazado, todavía el gobierno podría
mantener la guerra en la Banda Oriental, durante años indefinidos.
Estas son las opiniones del gobierno de la república. Pero él ofrece,
él desea la paz y una alianza.
¿Quién puede suponer que sólo obra así bajo impulso de temor y
únicamente por sentir conciencia de su debilidad en sus relaciones con el
Brasil? Yo, ni nadie, puede decir cuáles serán los resultados de la guerra;
pero confieso que, después de madura reflexión sobre el estado de beli-
gerancia de los dos países, creo que los poderes de defensa que tiene la
república son mucho mayores que los de S.M.I.
Creo, por tanto, que la guerra (si las hostilidades siguen) pueden
continuar por años; pero estoy convencido de que, si dura mucho, su final
será adverso a los intereses del emperador. Hasta dónde adverso y a qué
costo resulte a él y a su familia, no quiero apreciarlo ni imaginarlo.
V.E. tal vez pensará que he entrado demasiado a fondo en este asunto
y que pongo un calor en él, superior al grado de la temperatura neutral;
pero yo me siento ardorosamente, me siento profundamente interesado
en el éxito de los benéficos designios y esfuerzos de nuestro gobierno para
devolver la paz a estos países. Aliento el decidido deseo de ver el trono
del emperador seguro; de ver a la casa de Braganza, a los antiguos aliados
de nuestros reyes, florecer en prosperidad y honor, y ver a los principios
monárquicos echar raíces y penetrar hondo en el suelo de América.
Tengo el honor de saludar a V.E. con mi más alta consideración,
etcétera. — (firmado) John Ponsonby.
130
Luis Alberto de Herrera
PONSONBY A CANNING
Buenos Aires, enero 5 de 1827. Excmo. señor: Había escrito mi
despacho N 9 39, cuando recibí comunicación del señor Gordon, fechada
el 4 último, en respuesta a uno mío del 6 de noviembre, sobe el cual tuve
el honor de referirme a V.E. en mi despacho N 9 27 de esa fecha.
Al mismo tiempo, supe la vuelta del emperador a Río de Janeiro.
Incluyo copias de los despachos del señor Gordon a mí y de mis
contestaciones, por considerarlo el mejor medio de enterar a V.E. de lo
que he hecho en virtud de esas comunicaciones, siguiendo mi propia
inspiración. He creído de mi deber plantear la cuestión bajo una luz que
creo sea ventajosa, aunque no dudo que el señor Gordon está mucho más
habilitado que yo para dar fuerza eficaz a las razones de política, de
apremio, de seguridad y, tal vez de necesidad, que llaman a la paz. Mi
despacho a él es, en parte, una contestación a sus observaciones. Creo que
no he sido presuntuoso al señalarle otros argumentos utilizables al
discutir la cuestión con el ministro brasileño. Le hubiera escrito de otro
modo, si me hubiera dirigido al gobierno, pero como todo lo que he dicho
es para ser cambiado o repelido, según su discreción y buen sentido, no
siento ansiedad por la libertad con que me he expresado.
Confío que V.E. quedará complacido con la conducta actual de este
gobierno, y, que aprobará las miras políticas manifestadas por él.
El mensaje de Bolívar a S.M.I., por intermedio de su cónsul, y al cual
se refiere el señor Gordon, no me sorprende ahora, que he oído tanta cosa
sobre ese personaje, inclinándome a formar una mala opinión de su
sinceridad y honestidad, como hombre y como político. Y digo que me
inclino a formarme esa opinión, porque todavía no puedo hacer de él un
juicio cabal. Observaré con celosa atención sus actos en lo referente aeste
país y tendré cuidado de instruir a V.E., tan pronto como pueda, sobre
cualquier cosa que merezca su atención.
Tengo el honor, etcétera. — (fumado) John Ponsonby.
P.D. Junto con el despacho oficial del señor Gordon, acompaño un
La Misión Ponsonby
131
extracto de una carta privada que le dirijo hoy sobre el asunto de la
mediación.
A S.E. George Canning, etcétera.
PONSONBY A GORDON
(Extracto de una carta privada de lord Ponsonby al señor Gordon,
fechada en Buenos Aires el 6 de enero de 1827).
Es más que probable que, si el gabinete brasileño trata de mantener la
propuesta ahora hecha, intentará obtener el pago de los gastos hechos en
Montevideo, etcétera, por los portugueses y brasileños.
Creo que esto debe resistirse in limine, porque no creo que este país
pueda pagar, ni que se esfuerce por hacerlo. Los brasileños se han llevado,
en ganado de la B anda Oriental, por valor de varios millones de esterlinas,
con lo que han enriquecido a las provincias adyacentes y a varios de sus
súbditos. Estando, también, Buenos Aires honestamente resuelto a aban-
donar la Banda Oriental, no puede ser llamado a pagar los gastos que en
otra hora estaba dispuesto a abonar, cuando propuso la indemnización:
entonces, pensaba quedar en posesión de la provincia.
Hay un punto en el proyecto sobre el cual debo decir algunas palabras:
el término de años a que se limita el arreglo. Probablemente el Brasil
opondrá objeciones; y creo que, si es necesario, debe suprimirse, aunque
el presidente, aquí, le atribuye importancia. Las necesidades del caso
deben primar sobre pequeñas cuestiones.- (fínnado) John Ponsonby.
CANNING A PONSONBY
Enero 20 de 1827. A S.E. lord John Ponsonby. Excmo. señor:
Después de dirigirle mi despacho N 9 23, he recibido los de V.E., desde el
N 8 21 al 26, los que han sido debidamente presentados al rey.
132
Luis Alberto de Herrera
Aunque la impresión que S.E. da sobre el estado de cosas en las pro-
vincias de Buenos Aires, es muy poco satisfactoria y la conducta del
gobierno hace abrigar pocas esperanzas de inmediato y firme cambio,
tanto en las condiciones internas como en su política extema; tengo gran
placer en expresarle a V.E. mi completa aprobación de los esfuerzos
realizados, para atraer a razón al presidente, por lo menos en lo referente
al último asunto.
La copia del despacho que le adjunto y que dirigí al señor Gordon, por
el último paquete, pondrá a V.E. en conocimiento de las opiniones de su
gobierno sobre la proposición que V.E. ha sido autorizado, al fin, a so-
meter a la consideración del emperador del Brasil. Este paquete, tocando
Río de Janeiro en su itinerario, llevará a V.E. los informes del señor
Gordon sobre el estado de espíritu del emperador del Brasil con respecto
a un arreglo con Buenos Aires. Mucho temo que las calamidades de la
guerra deban intensificarse más aún, antes que cualquiera de las partes se
incline a esa solución.
Soy de V.E. atento, etcétera. — (firmado) George Canning.
GORDON A QUELUZ
Río de Janeiro, febrero 4 de 1 827. El abajo firmado, enviado extraor-
dinario y ministro plenipotenciario de S.M.B., tiene gran satisfacción en
poder comunicar a S.E. el marqués de Queluz, consejero, ministro y
secretario de estado de relaciones exteriores, que ha recibido informes del
representante de S.M.B. en Buenos Aires, que le permiten acariciar la
agradable esperanza de poner fin a la guerra existente entre este país y las
Provincias Unidas del Plata, en términos igualmente honorables para
ambas partes.
Al encargar a un ministro del rey de Gran Bretaña que sea portador de
su propuesta al gobierno brasileño, el presidente de la república ha
probado que está preparado para obrar con lealtad y que la paz es su
La Misión Ponsonby
133
verdadero objetivo.
Es en esta inteligencia y en cumplimiento del más grato deber que
puede imponérsele, como representante de un poder mediador y amigo,
que el abajo firmado tiene el honor de trasmitir a S.E. el ministro de
relaciones de S.M.I., de parte de las Provincias Unidas del Plata, el
proyecto que incluye.
Sería superfluo que el abajo firmado destacara todas las desventajas
de la guerra y sus inseparables pérdidas, sin provecho alguno para
cualquiera de los beligerantes, pero no puede menos de expresar la
expectativa que alienta de que, en esta ocasión, la paz sea restablecida,
esperanza fundada en el notorio celo de S .M. el emperador del Brasil por
el bien de sus súbditos.
El que suscribe, etcétera. — (firmado) R. Gordon.
A S.E. el marqués de Queluz, etcétera.
GORDON A PONSONBY
Río de Janeiro, febrero 5 de 1 827 . A S .E. lord John Ponsonby. Excmo.
señor: Me es grato comunicar a V.E. que el emperador no se muestra
reacio a escuchar una propuesta que erija a la Banda Oriental en estado
independiente y este hecho me excusa de entrar en los varios tópicos del
despacho que V.E. tuvo a bien dirigirme el 6 del pasado que, aparente-
mente, fue escrito bajo la impresión de que el emperador del Brasil no
abandonaría sus pretensiones al dominio de la disputada provincia.
El despacho de V.E. me llegó el 2 del corriente y, el 4, envié el pro-
yecto de convención al marqués de Queluz, como lo verá por la copia,
inclusa, de mi nota a ese ministro. No me atrevo a retardar la partida del
paquete con el fin de trasmitir a V.E. la respuesta de este gobierno, desde
que transcurrirán muchos días antes que se adopte una decisión, si esto no
se propone hasta la reunión de las cámaras.
Tengo el honor, etcétera. — (firmado) R. Gordon.
134
Luis Alberto de Herrera
PONSONBY A CANNING
Buenos Aires, febrero 6 de 1827. Excmo. señor. El 23 de enero tuve
el honor de recibir, por el paquete de S.M. Dove, sus despachos Nos. 21
y 22. Me permito expresar mi profundo reconocimiento por la amplia
aprobación — expresada en el despacho N 2 2 1 — que mi conducta en Río
de Janeiro ha merecido de V.E. por mi intervención, como mediador entre
el Brasil y Buenos Aires, en nombre de S.M. el rey.
Mis últimas notas, enviadas desde aquí, habrán enterado a V.E. de la
completa modificación en el estado del asunto. Es decir, que el gobierno
de la república ha aceptado la fórmula conciliadora propuesta — la inde-
pendencia de la Banda Oriental — y que yo he procedido en consecuencia
y, como me atrevo a esperar, de conformidad con los deseos e instruccio-
nes de V.E. Presumo que las últimas instrucciones de V.E., contenidas en
el despacho N 2 21 , de declarar terminada la mediación, no son aplicables
al estado actual de la cuestión, estando fundadas en la creencia de que este
gobierno no accedería a la solución transaccional sugerida; y, también,
porque el cese de la mediación, ahora, probablemente destruiría todas las
probabilidades de paz que no parecen, en manera alguna, inconsistentes.
Por lo tanto, he considerado conveniente comunicar verbal y confiden-
cialmente a S.E. el presidente, la naturaleza de esas instrucciones y, al
mismo tiempo, informarle de que, dado el nuevo aspecto de la cuestión,
no cumpliré esas órdenes por ahora. Creo que el conocimiento de las
intenciones del gobierno de S.M. , producirá aquí un benéfico efecto, bajo
muchos conceptos. Tengo serias razones para confiar en la sinceridad de
este gobierno, en cuanto a su anhelo de paz, en las condiciones que ha
propuesto, porque estoy seguro de que el presidente sabe y siente que su
realización conviene tanto a su interés personal como a los del país.
Adjunto una proclama, lanzada por don Carlos de Alvear, general en
jefe del ejército. Los términos en que está concebida me parecen calcu-
lados como para despertar sospechas sobre la sinceridad del presidente y
su gobierno, respecto a las opiniones que, con su autorización, trasmití al
señor Gordon, como opiniones de este gobierno. Por lo tanto, deseaba
tener del presidente una confirmación privada de los sentimientos ya
La Misión Ponsonby
135
manifestados, la que diligentemente me envió. Asentí, pues, a su pedido
de no tomaren consideración el contenido de la proclama. Así lo he hecho
porque creí que él no podía hacer una pública desaprobación de las
doctrinas del general Alvear, sin exponer a su gobierno a serios trastor-
nos.
(Siguen informes sobre el estado general de las provincias.) (1)
No he tenido oportunidad, ni sé cuándo será que tenga medios de
comunicar la presente, u otra cualquiera, al señor Gordon. Espero que la
bomba del general Alvear traiga en sí la cura para el mal que haga.
Oigo, de la mejor fuente, que el presidente teme dirigirse al general
para que evite una batalla, a pesar de que está convencido de que nada
debe arriesgarse mientras continúe siendo posible la paz.
Este punto, muy importante, ha sido y es, por tanto, librado, en gran
parte, a la suerte; pero espero que el resultado sea favorable, pues parece
que la política brasileña es mantener la guerra completamente a la
defensiva.
Las últimas noticias del ejército son hasta el 22 último e informan que
los brasileños se habían retirado de Santa Ana y que el general Alvear
había avanzado 19 leguas.
Nada puede ser menos seguro que las noticias del ejército. El mismo
gobierno poco sabe y la ciudad está inundada de cuentos, a los cuales no
se debe dar crédito. Creo, sin embargo, que puedo decir, sin error, que la
situación del ejército no es satisfactoria, moralmente considerada. El jefe
y los dos primeros generales están, notoriamente, en malas relaciones, y
la unión entre los otros oficiales no es muy cierta. Lavalleja, que manda
independientemente de Alvear un contingente de tropas, es públicamente
hostil a la autoridad de Buenos Aires en la Banda Oriental, y está
(!) Así se decía en las primeras copias. En notas posteriores, también se interrumpía el
texto con puntos suspensivos. A fin de desvanecer cualquier duda, solicité las partes
que faltaban. Como en el caso presente, me fueron enviadas con toda deferencia,
habiendo sido omitidas, antes, por coasiderarlas ajenas a mi propósito. Sin embargo,
las incorporo pues, aunque indirectamente, concurren a dar la sensación del momento
histórico.
136
Luis Alberto de Herrera
dispuesto a pelear contra su establecimiento allí, cuando sea necesario,
como ahora pelea contra los brasileños.
El material de guerra parece que ha sufrido mucho. El ejército en-
contró primero, un calor extraordinario, aumentado por el fuego exten-
dido por muchas leguas, por lo que muchos hombres, caballos y materia-
les fueron destruidos. Tuvieron que soportar las más violentas tempesta-
des y lluvias tan abundantes que hicieron desbordar todos los ríos e
inundaron el país, y el mismo general Alvear casi se ahoga.
Las noticias del ejército imperial que corren aquí, son que está en
malas condiciones, lo que no me cuesta creer, pero no puedo decir lo que
hay de verdad en ello.
La situación de las Provincias Unidas del Plata rápidamente se pre-
cipita, como tuve el honor de comunicárselo a V.E. hace tiempo. El
gobierno ha fracasado por todas partes y parece un hecho, admitido por
todos los bandos, que la constitución va a ser rechazada por casi todas las
provincias. Uno de los comisionados mandados por el congreso a Cór-
doba (de cuya misión ya he enterado a V.E.) ha vuelto, pero regresa con
la categórica negativa de aquella provincia de tener nada que ver con la
constitución de la república.
Es conocida la rebelión en las otras provincias y el número de las
disidentes se supone que sea de doce, sobre el total de las catorce que
constituyen toda la confederación, real o nominal.
El gobierno todavía se abraza a la esperanza de sostenerse y de forzar
a la sumisión a la más refractaria de las provincias.
Confieso que no veo motivos razonables para alentar tal esperanza;
pero es difícil presagiar acontecimientos en un país como éste. Sin
embargo, tengo la firme opinión que ninguna solución estable puede
hacerse, si quedan en manos del gobierno de Buenos Aires esos poderes
que el presidente y sus ministros tratan de obtener para controlar los
asuntos internos de las provincias. Dentro de pocos días, sabremos la
suerte de la constitución y se la comunicaré por el próximo paquete. No
tengo yo duda de que será rechazada.
Se me ha dicho, repetidas veces, que varios dirigentes de algunas
La Misión Ponsonby
137
provincias tienen idea de llamar a un nuevo congreso y votar la ilegalidad
del presente gobierno y dirigirme , así como a otros ministros extranjeros,
una protesta contra la validez de cualquier acto de este gobierno como
pretendido gobierno nacional. He comunicado este rumor al presidente
y, al mismo tiempo, aprovecho la oportunidad para llamar la atención
sobre una dificultad que podría producirse, si tal ocurriera.
Le pregunté si, establecido ese congreso por la mayoría de las
provincias de la unión, ¿dónde radicaría la autoridad del estado?
El estado, como parece que se admite, es la unión de las provincias;
y Buenos Aires es sólo una provincia de esa unión.
Es admitido que la proyectada constitución será válida, sólo si fuera
aceptada por las provincias. Si la constitución fuera rechazada, ninguna
autoridad puede derivarse de ella. El congreso, creado sólo para hacer una
constitución, debe extinguirse, y los funcionarios que creó, y el presiden-
te mismo, difícilmente pueden invocar su amparo, ni aun autoridad local
en Buenos Aires; pues, suponiendo que el congreso haya tenido poder
legal para nombrar presidente (lo que vehementemente se discute), esta
designación sólo sería temporaria, dependiendo su continuidad de los
actos del nuevo congreso, que sería la legislatura, bajo la nueva consli-
t.ción.
Fallando la constitución, no puede haber legislatura. ¿No están las
provincias habilitadas, por mayoría, para crear un nuevo congreso con las
atribuciones que les plazcan? ¿Qué derecho tiene el actual gobierno a
invocar autoridad sobre las provincias?
A esto, nada ha contestado el presidente. Espera los acontecimientos
y espera que los accidentes sean favorables.
No creo acertado dar, al presente, otro paso más decidido en este
asunto, y me he limitado a hacerle saber privadamente al presidente
cuáles eran mis ideas. Tuve por objeto, primero, prepararlo para cualquier
actitud que yo pueda verme en el caso de lomar, más tarde, si circunstan-
cias imperiosas me obligan a actuar; y, segundo, inducirlo a encarar po-
sibles dificultades, si no peligros, que le pueden sobrevenir, creyendo,
como creo, que él está demasiado enceguecido por la pasión para ver las
138
Luis Alberto de Herrera
cosas con claridad y que se ha rodeado de personas que no le dirán
ninguna verdad que le sea desagradable.
La cuestión aquí imperfecta y brevemente bosquejada, es muy difícil
y, a su respecto, espero que no tendré la mala suerte de verme obligado
a adoptar una decisión práctica. Sin embargo, la examinaré con todo el
buen juicio que pueda, y, si forzado a actuar, en la imposibilidad de
contemporizar, haré lo que crea correcto, confiando en la indulgencia de
V.E. por las dificultades que pueda encontrar y creyendo que la mayor
prueba que puedo dar de mi deseo de cumplir mi deber, será aventurar
algún paso no especialmente determinado en mis instrucciones, a pesar
de saber que es imposible que ellas puedan prever los acontecimientos en
un país como éste.
Por lo que alcanzo, creo que estoy acreditado por S.M. ante el
gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata; el gobierno de S.M.
no sabía que existía, en el país, como ejecutivo, el presente gobierno,
cuando yo fui acreditado.
Se creía, entonces, que existía un gobierno local de la provincia de
Buenos Aires, a cuyo gobierno provincial las provincias habían, unáni-
memente, concedido autoridad para gestionarlos asuntos de la confede-
ración con los países extranjeros.
Cuando el congreso constituyente se reunió, se votó una resolución,
que recibió formal aprobación de las provincias, invistiendo al gobierno
provincial (al de Buenos Aires) con la facultad de actuar, por toda la
unión, en el manejo de los asuntos exteriores.
Este gobierno provincial continuó algún tiempo en esas funciones,
pero expresó al congreso su deseo de no ser por más tiempo el encargado
de la administración de los negocios extranjeros de la unión; atendiendo
este deseo, el congreso nombró un ejecutivo para desempeñar estos de-
beres. El señor Rivadavia fue nombrado presidente y su primer acto fue
disolver la junta provincial, contrario — como ahora se alega — a la ley
fundamental, según la cual, las provincias deben continuar gobernadas
por sus autoridades actuales, hasta la promulgación de la constitución.
El señor Rivadavia y su gobierno han obrado como el órgano legítimo
La Misión Ponsonby
139
de la unión en sus relaciones con los poderes extranjeros, pero la legalidad
de sus actos es discutida, ahora, por las provincias y nunca ha sido san-
cionada por ellas; en cuya situación su poder tiene, ciertamente, muy
diferente base de la que tenía el gobierno provincial de Buenos Aires,
cuando estaba investido de igual poder.
Si con la disolución del congreso, por el rechazo de la constitución por
las provincias, el presidente mismo debe darse oficialmente por caduca-
do, y si el gobierno de Buenos Aires reasume sus funciones como go-
bierno de la provincia, la cuestión a resolver será: ¿tiene el gobierno de
Buenos Aires, restablecido, la autoridad para gestionar los asuntos
exteriores, en nombre de las Provincias Unidas, que un día poseyera, o
debe recibir de nuevo esos poderes de las provincias? Es indudable que
estos poderes serán inmediatamente delegados en el gobierno de Buenos
Aires por las provincias; pero, entretanto, si esos poderes han cesado,
¿qué debo yo hacer?
Es cierto que el gobierno de Buenos Aires siempre comunicaba sus
actos — en cuanto a los asuntos exteriores — a las provincias y les daba
un detallado relato de los mismos.
Un escrito del señor García, incluido el 12 de agosto de 1824 en el
despacho del señor Parish, N 2 49, explicará mejor que yo esta materia.
En enero de 1 825, el congreso constituyente dictó una ley, llamada la
“ley fundamental”, en la cual la separada y perfecta jurisdicción de todos
los gobiernos provinciales es reconocida y confirmada, hasta el estable-
cimiento de una constitución. Es necesario hacer notar que la ley fun-
damental no previene el caso que parece presentarse ahora; es decir, el
rechazo de la constitución por las provincias.
El tercer artículo parece establecer que no existió, bajo ningún
concepto, la intención de extender el poder del congreso más allá de la
promulgación de la constitución; y, habiendo sido rechazada ésta, no
puede ser promulgada. ¿Puede el congreso nombrar un nuevo ejecutivo
sin el consentimiento de las provincias? ¿Qué legalidad tiene el congre-
so? Entiendo que la opinión casi general es que todo lo conectado con la
constitución cae en tierra, junto con ella.
140
Luis Alberto de Herrera
Tengo buenas razones para creer que mucha gente piensa que la
renuncia del presidente es la sola cosa que puede poner fin a las difi-
cultades; pero estoy autorizado a suponer que el presidente está determi-
nado, a todo riesgo, a mantenerse en su puesto. Se cree que, probablemen-
te, si así lo hace, tendremos la visita de lo que se llama los montoneros,
o sea, en términos simples, las fuerzas de las provincias vecinas, en armas,
para derribar al gobierno.
Sucesos pasados, el presente estado de cosas y mi reciente informa-
ción, me hacen suponer que esto es más probable que improbable.
Tengo el honor, etcétera. — (firmado) John Ponsonby.
P. D. En adición a mi despacho, tengo el honor de acompañar la lista
de las provincias, señalando las que se sabe que se han pronunciado contra
la constitución, las dudosas y las favorables. Las ocho provincias contra
la constitución -algunas de ellas ya en armas contra el actual gobierno-
son: Córdoba, La Rioja, Catamarca, Santiago del Estero, Santa Fe, Entre
Ríos, Corrientes, San Juan. Las cuatro siguientes, también se cree estarán
en contra: Mendoza, San Luis, Banda Oriental, Buenos Aires. Las dos
siguientes, están a favor de la constitución: Salta y Tucumán.
Es necesario que haya una mayoría de dos tercios en favor de la
constitución, para que ella sea aprobada.
El gobierno quiere evitar convocar a la junta de Buenos Aires para
votar en pro o en contra de la constitución. Creo que siente que el mo-
mento en que se reúna la junta, será el último de la existencia política del
presidente, etcétera. Creo que la crisis se producirá cuando lleguen todos
los comisionados del congreso a las provincias y enteren al congreso del
rechazo de la constitución. Entonces veremos lo que piensa ese cuerpo de
su propio poder y si sostendrá, o no, al señor Rivadavia, si él intenta
mantenerse en el poder.
Mi opinión actual, que adelanto con gran duda, es que el congreso
tendrá miedo de arriesgarse a dar tan arbitrario paso; pero que, si lo hace,
habrá una revolución. P.
La Misión Ponsonby
141
QUELUZ A GORDON
El infrascrito, consejero, ministro y secretario de estado de negocios
extranjeros, acusa recibo de la nota que le dirigió, con fecha 7 del
corriente, el muy honorable Roberto Gordon, enviado extraordinario y
ministro plenipotenciario de en la que manifiesta su satisfacción
de ser el órgano encargado de trasmitir las bases que el presidente de
Buenos Aires entregó al enviado británico cerca de aquella república,
para que fuesen oficiadas al gobierno de S.M. el emperador como un
medio de poner término a la guerra que infelizmente subsiste entre el
imperio del Brasil y aquel país.
Al leer la nota del señor Gordon, el infrascrito cambió la lisonjera
esperanza de ver terminada una guerra a la que S.M. el emperador, su
augusto amo, fue tan notoriamente provocado, conociendo perfectamen-
te el sincero deseo que tiene el mismo augusto señor de mantener la paz
con sus vecinos. Hablando, sin embargo, con la franqueza de su carácter,
bien conocido, esa esperanza que concibió el infrascrito se desvaneció
rápidamente al leer los artículos propuestos por el gobierno de Buenos
Aires para servir de base a una negociación, los que nada prueban menos
que esa inculcada voluntad, de parte de aquel gobierno, de acabar con la
guerra actual.
El infrascrito no ve con menos asombro que la proposición para la
deseada negociación empieza proponiendo que S.M.I. abandone la
provincia Cisplatina, sin consideración alguna al indisputable derecho
que le asiste, por más de un título, para mantener su dominio de ella, y
como si S.M. el emperador fuese un usurpador que, mejor aconsejado,
debiese desistir de su usurpación.
El infrascrito no ve con menos asombro la proposición de abandonar
a sí mismo el pueblo cisplatino, para que forme un gobierno, esto es,
abandonarlo a la ambición y tiranía del primer ocupante, como siempre
lo estuvo, hasta que, para bien de la conservación propia, el gobierno del
Brasil venció y expulsó al aventurero y revolucionario Artigas, que lo
subyugaba, cuya usurpación el gobierno de Buenos Aires, por motivos
142
Luis Alberto de Herrera
que le son peculiares, reconoció acto legítimo.
En cuanto a la proposición de la demolición de las fortificaciones de
Montevideo y de Colonia, es de tal naturaleza que constituiría una eterna
deshonra para el gobierno de si le diese respuesta. En vista de esto,
el infrascrito tuvo órdenes del mismo augusto señor para comunicar al
señor Gordon, que, haciendo justicia al espíritu conciliador que anima a
los ministros de S.M.B. para conseguir la paz entre los dos países, tiene
el disgusto de no poder asentir a tales proposiciones y sólo resta, por lo
mismo, que el gobierno de Buenos Aires, reflexionando mejor sobre sus
intereses, desista de tan extravagantes pretensiones.
El infrascrito, etcétera. — (firmado) Marqués de Queliiz.
Palacio, Río de Janeiro, a 19 de febrero de 1827.
CANNING A PONSONBY
Londres, febrero 21 de 1827. A S.E. lord Jolm Ponsonby. Excmo.
señor: Los despachos de V.E., hasta el N 9 30, del año ppdo. han sido
recibidos y puestos en conocimiento del rey.
V.E. ya liabrá sido enterado, por el señor Gordon, del poco éxito al-
canzado por sus gestiones para reabrirlas negociaciones de paz en la corte
de Río de Janeiro y la interrupción que esos trabajos deben necesariamen-
te haber sufrido con la partida del emperador para las provincias del Sur
de sus dominios.
En este estado de cosas, a la vez que trasmito a V.E. la aprobación de
este gobierno por su correcta y firme actuación ante el gobierno de
Buenos Aires, no tengo instrucciones que agregar a las ya en su poder, y,
probablemente, hasta el regreso del emperador a Río, nada nuevo tendré
que comunicarle sobre el asunto que nos ocupa.
El señor Gordon destacará, ante el emperador y sus ministros, las
muchas razones que hacen esencial la paz para los intereses y seguridad
del Brasil, presionando en cuanto le sea posible, en ese sentido, sin llegar
La Misión Ponsonby
143
alainsistencia, yaque, después de las reiteradas repulsas de ese gobierno,
ella sería derogatoria de la dignidad de Gran Bretaña.
Saludo a V.E., etcétera. — (firmado) George Caiming.
PONSONBY A CANNING
Buenos Aires, febrero 21 de 1827. Excmo. señor: He celebrado una
entrevista con el ministro de relaciones exteriores, general de la Cruz, en
la cual le trasmití el extracto del despacho que el señor Gordon me dirigió
desde Río, con fecha 5 del actual, y también la copia de la nota oficial, del
señor Gordon al marqués de Queluz, de fecha 4 del corriente, enviada a
S.E. con las bases del proyecto remitido por mí a Río de Janeiro, de parte
del gobierno de la república de la Plata.
Habiendo enterado al ministro de la causa por la cual no puede
esperarse, todavía, la respuesta del gobierno del Brasil, le expresé que el
señor Gordon abriga esperanzas sobre el éxito de los esfuerzos realizados
para llegar a un amistoso arreglo de las diferencias existentes, y que cree,
asimismo, que S.M.I. realmente desea la paz; y agregué que, aun antes de
la trasmisión del proyecto al gobierno imperial, el señor Gordon estaba
en antecedentes de que S.M.I. vería con agrado en Río de Janeiro a un
representante de la república, autorizado para tratar la paz, teniendo
cuidado de precisar que el emperador no había formulado esa demanda.
Informé al general de la Cruz de que, si su gobierno tenía que trasmitir
alguna comunicación a Río de Janeiro, yo ordenaría que el paquete de
S.M. tocara allí, a su regreso. El general de la Cruz me habló elogiosamen-
te sobre los buenos oficios de S.M. en el asunto de la mediación.
Saludo a V.E., etcétera. — (firmado) John Ponsonby.
A S.E. George Canning, etcétera.
144
Luis Alberto de Herrera
GORDON A QUELUZ
El que suscribe, enviado extraordinario y ministro plenipotenciario
de tiene el honor de comunicar a S.E. el marqués de Queluz que
no perderá tiempo de comunicar, por intermedio del enviado de S.M.B.
en Buenos Aires, la respuesta que S.E. ha creído conveniente dar a las
proposiciones trasmitidas de allá, con el objeto de entrar a una negocia-
ción de paz entre aquel país y el Brasil.
Es con hondo pesar que el infrascrito tiene también que comunicar a
su gobierno el fracaso de su esfuerzo para promover un objetivo de interés
tan general, para el logro del cual él consideraba que habría perspectivas
abiertas por la obertura de Buenos Aires.
El infrascrito se ve impedido, por el tenor de la nota del marqués de
Queluz, de entrar en ninguna explicación respecto a los términos de
aquella propuesta. Otra cosa hubiera sido si S.E. hubiera declarado bajo
qué bases está dispuesto el Brasil a tratar la paz y si ella habría sido la
independencia de la Banda Oriental.
S.E. duda de la existencia del deseo, en el gobierno de Buenos Aires,
de terminar la guerra, según examen del proyecto trasmitido por el in-
frascrito; pero jueces imparciales no dejarán de reconocer mucha menos
disposición pacífica en la actitud asumida por el ministro brasileño para
cerrar la puerta a una negociación amigable.
El que suscribe, etcétera. Río de Janeiro, 21 de febrero de 1827. —
(firmado) Roberto Gordon.
A S.E. el marqués de Queluz, etcétera.
GORDON A CANNING
Río de Janeiro, febrero 21 de 1827. Excmo. señor: Poco después de
haber trasmitido a este gobierno las proposiciones de paz que lord Pon-
sonby me había autorizado a hacer por parte del gobierno de Buenos
La Misión Ponsonby
145
Aires, el marqués de Queluz me hizo la extraordinaria demanda de que
yo pusiese mi firma en las expresadas proposiciones.
Aunque yo ignoraba los verdaderos motivos de la demanda del mi-
nistro, sin embargo, como él me dijo, en conversación, que no podía
usarse de aquel documento sin algo que respondiese de su autenticidad
(pues S.E. deseaba hacer uso de él sin mi nota, a que iba adjunto), creí
conveniente quitar a este gobierno aun los pretextos para diferir la
negociación y, en su virtud, autoricé la autenticidad del artículo del modo
que V.E. verá por la inclusa copia de mi nota al marqués de Queluz.
Apenas había recibido S.E. mi respuesta, cuando me trasmitió la
inmoderada réplica al memorándum de Buenos Aires, de que tengo el
honor de incluir copia.
Aunque según la opinión que formé cuando acompañé al emperador
a Santa Catalina, no estaba preparado a esperar que las proposiciones
serían aceptadas, sin embargo, me ha sorprendido al ver que no se ha re-
conocido en esta ocasión, por el gobierno brasileño, el principio de tratar
de la paz sobre la base de la independencia de la Banda Oriental.
En estos últimos días, he recibido ulteriores seguridades de que el
emperador consentiría en proclamar la independencia de aquella provin-
cia, si, para efectuarla, se eligieran formas que no implicaran una renuncia
de su actual derecho a gobernarla. El está ofendido con la forma y tenor
de los artículos del memorándum de Buenos Aires y ha replicado a ellos
de un modo ofensivo. Pero, sin embargo, creo que está dispuesto a admitir
que la independencia de la provincia disputada forme la base de una
negociación para poner fin a la guerra.
Tengo el honor, etcétera. — (firmado) R. Gordon.
A S.E. George Canning, etcétera.
PONSONBY A CANNING
Buenos Aires, marzo 9 de 1827. Excmo. señor: Abrigaba cierta
ansiedad sobre cuáles serían los sentimientos del presidente y de su
146
Luis Alberto de Herrera
gobierno, después del cambio de circunstancias creado por la victoria
obtenida en Río Grande. Hice averiguaciones, con el fin de orientarme en
ese sentido, pero sin dejar traslucir que yo admitiera como posible que el
presidente se desviara del proyecto que me había autorizado a proponer
a la corte brasileña. El señor García me visitó hoy, por mandato del
presidente, y, en su nombre, me confirmó su firme intención de llevar a
efecto, con toda estrictez, todo lo que él se había comprometido a cumplir.
Me dijo que, si encontraba oposición en el congreso, o en cualquier otra
parte que le fuera imposible vencer, en tal caso, renunciaría su cargo.
Renovó, luego, las declaraciones del presidente, sinceras y bien
conocidas, respecto a su anhelo de estrechar las relaciones de su país con
el Brasil, tan íntimamente como sea posible, y de apoyar, en vez de atacar,
la forma de gobierno allí existente y a S.M.I. Dijo que él deseaba que
S.M.I. apreciara los verdaderos intereses del gobierno de La Plata en su
exacto concepto; que, entonces, se convencería de que los sentimientos
expresados por él (el presidente) estaban fundados exclusivamente sobre
esos intereses.
El señor García, en respuesta a mis interrogaciones, me manifestó que
debe fijarse un tiempo razonable como límite para el mantenimiento de
las buenas intenciones del presidente, en cuanto concierne al emperador;
pero que, si S.M.I. persiste en la guerra, para aniquilar a este país, y se
obstina en rechazar las proposiciones equitativas y justas que se le ofre-
cen, para realizar la paz, no sería menos justo y necesario que la república
seriamente pensara en la represalia y echara mano de sus recursos
supremos para destruir un gobierno que probaría ser irreconciliable con
la amistad ofrecida.
Tengo el honor de saludar a V.E., etcétera. — (firmado) John Pon-
sonhy.
A S.E. George Canning, etcétera.
PONSONBY A CANNING
Buenos Aires, marzo 9 de 1827. Excmo. señor: Las provincias se han
La Misión Ponsonby
147
pronunciado resueltamente contra la constitución y, por lo tanto, contra
todo lo relacionado con ella.
Yo creo que el propósito común será ganar tiempo y encontrar
pretexto para diferir la adopción de medidas decisivas. El gobierno, apa-
rentemente, está interesado en ello, porque espera ganar fuerza e influen-
cia haciendo la paz, lo que tiene grandes esperanzas de conseguir, y por-
que, evidentemente, en el momento actual, cualquier decisión en favor
del gobierno, que pareciera con probabilidades estables, uniría a todas las
fracciones que por diversos motivos ahora le son hostiles, en un esfuerzo
común para derribarlo.
Esta demora es, también, deseada por otros partidos, por varias ra-
zones, y muchos coinciden en el deseo de que los actuales hombres
continúen en sus puestos el tiempo necesario para hacer la paz, que
generalmente se considera sería menos probable si se efectuara cualquier
cambio en el gobierno, principalmente si éste fuera fruto de la violencia.
(Sigue una exposición de las consecuencias que pueden temerse.)
Tengo el honor de saludar a V.E., etcétera. — (firmado) John Pon-
sonby.
A S.E. George Canning, etcétera.
LAVALLEJA A TRAPANI
Puntas de los Corrales, abril l 9 de 1827. Comprendo que la Banda
Oriental podría mantenerse, por sí sola, como un estado libre; pero, mi
amigo, no puedo concebir por qué la república se es fuerza por separar de
su liga una provincia que puede considerarse la más importante de todas.
Sea como fuere, si la paz es obtenida por ese medio y los tratados no son
peijudiciales a esta provincia sino que, por el contrario, le asignan un
digno lugar, soy de opinión que la independencia será una ventaja para
nosotros.
148
Luis Alberto de Herrera
Lo que deseo es que el emperador del Brasil nos dé una garantía de que
no nos declarará la guerra, por cualquier fútil pretexto, obligándonos a
luchar solos. Si esto ocurriera, aunque lo considero muy improbable, los
orientales morirían, antes de someterse; pero opino que esto no sería lo
que convendría.
En breve sabremos lo que sucederá y, entretanto, haremos el máximo
esfuerzo para llevar adelante la guerra, tratando de enmendar, con nuestra
cordura, los errores del general en jefe. — (firmado) Lavalleja.
(Extracto de una carta privada de Lavalleja al señor Trápani, incluido
en la carta privada de lord Ponsonby a S.E. George Canning.)
PARIS1I A GORDON
Buenos Aires, abril 4 de 1827. A S.E. Robert Goidon. Excmo. señor:
Viéndose obligado lord Ponsonby a guardar cama, debido a una indispo-
sición, me ha rogado dirija a V.E. el siguiente despacho.
Lord Ponsonby ha comunicado, confidencialmente, a este gobierno,
sin pérdida de tiempo, las notas cambiadas entre el ministro brasileño y
V.E., sobre la proposición enviada desde aquícomobasedepaz. S.E. hizo
conocer, a la vez, al general de la Cruz, ministro de relaciones exteriores,
para conocimiento del presidente, vuestras opiniones sobre la probabili-
dad de que la base que concede independencia a la Banda Oriental sea
finalmente aceptada, así como también los puntos indicados por V.E. en
la postdata de su carta privada; es decir, que V.E. sabía, por el emperador,
que S.M.I. vería con complacencia que se enviara de aquí un negociador
a Río de Janeiro y, además, que los ministros de S.M.I. le habían dejado
entrever que estaban dispuestos a tratar con ese negociador sobre la base
de la independencia de la Banda Oriental.
Lord Ponsonby ha celebrado varias entrevistas con el general de la
Cruz, respecto a estas comunicaciones, extractadas en el memorándum
N 9 1, que acompaño.
La Misión Ponsonby
149
Por él, V. E. se enterará de la determinación tomada por este gobierno
de dar al señor García plenos poderes para abrir una negociación de paz,
por intermedio de V.E., a su llegada a Río de Janeiro por el paquete de
S.M. Eclipse, asegurándole, esto, un satisfactorio recibimiento y un
pasaporte, en forma, que le permita desembarcar e iniciar las gestiones
que se le han encomendado.
El hecho de que el señor García ya haya sido designado enviado
extraordinario y ministro plenipotenciario de este gobierno en la corte de
Londres, le proporciona, sin comprometer la dignidad de su país, un ai-
roso y natural pretexto para pasar por Río de Janeiro y realizar así el deseo
de S.M.I. — comunicado por V.E. a lord Ponsonby — de recibir, allí, a un
negociador de aquí.
Considerando los términos de la nota que el marqués de Queluz di-
rigió a V.E., con fecha 19 de febrero, conteniendo la respuesta de S.M.I.
a las proposiciones enviadas desde aquí, S.E., al fin, logró persuadir al
general de la Cruz de que era mejor pasar inadvertidas las ofensivas
expresiones contenidas en la misma. Así se lo comunico, para que su
aparente silencio, respecto a los términos en que está concebida la nota
del ministro brasileño, no se interprete en su peijuicio y , sí, atribuyéndolo
a su verdadera causa, que no es otra que el deseo de corresponder al
amistoso pedido y consejo del ministro mediador.
Lord Ponsonby tiene confianza en el éxito de esta nueva gestión,
realizada de acuerdo con los deseos expresados a V.E. por S.M.I., y, si el
señor García tiene alguna oportunidad de tratar personalmente con el
gobierno de S.M.I., tal vez pueda convencerle de la sinceridad con que la
república está procediendo, en su anhelo de suprimir toda posible causa
de discordia con su poderoso vecino, S.M.I., el emperador del Brasil.
Tengo el honor de saludar a V.E., etcétera. — (firmado) Woodbine
Paríslt.
150
Luis Alberto de Herrera
PRIMERA CONFERENCIA
PONSONBY - DE LA CRUZ
(Memorándum de las conferencias tenidas entre el excmo. señor
ministro de negocios extranjeros y S.E. lord Ponsonby, enviado
extraordinario de SM.B., en los días 10, 12 y 14 de abril del presente
año de 1827).
Habiendo S.E. lord Ponsonby, enviado extraordinario y ministro
plenipotenciario de presentado confidencialmente al ministro de
relaciones exteriores de la república Argentina, copia de las notas pasadas
entre el señor Gordon, ministro de S.M.B. en el Janeiro, y el ministro del
Brasil, sobre las proposiciones hechas de una base de paz entre la
república Argentina y el imperio del Brasil, el excmo. señor ministro de
negocios extranjeros invitó a S.E. lord Ponsonby a una conferencia, y,
habiendo concurrido a ella el día 10 de abril del presente año de 1827, el
señor ministro expuso:
Que instruido S.E. el señor presidente de la república de los documen-
tos preindicados, como también de lo expuesto por S.E. lord Ponsonby,
con respecto a lo que el señor Gordon le aseguraba confidencialmente, de
que S.M. el emperador del Brasil admitiría la base en general de la
independencia de la Banda Oriental, S.E. había autorizado al ministro
para hacer al señor enviado extraordinario de S.M.B. la siguiente mani-
festación:
1- Que habiendo el gobierno de la república Argentina acreditado
constantemente los sentimientos que le animaban por la paz, a cuyo efec-
to había hecho cuantos sacrificios le permitían el honor y los intereses de
la nación que presidía, era ciertamente doloroso advertir que tales sen-
timientos no fuesen correspondidos por parte del emperador del Brasil,
según lo comprueba la comunicación oficial pasada al señor Gordon, por
aquel ministerio, con fecha 19 de marzo último.
2 2 Que, sin embargo, el gobierno de la república, consecuente a lo que
La Misión Ponsonby \51
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había manifestado en distii ft afc*a gas i o aes~a-S .E*4otd- Boasoabyre^fa
conveniente declarar, y declaraba nuevamente en esta ocasión, que su
política y los sentimientos que le habían animado y le animaban por la
paz, eran independientes de todo acontecimiento ulterior, sean cuales
fuesen los sucesos de la guerra.
3 2 Que con respecto a las seguridades y opiniones del señor Gordon,
que arriba quedan expresadas, el gobierno de la república, animado
siempre del mismo espíritu que rige su política, no distaría de enviar un
ministro a la corte del Brasil para tratar de la paz, sobre la base de la
independencia de la república Oriental, siempre que oyese de parte del
señor enviado indicaciones suficientes que pudiesen servir al gobierno
para asegurarle de que el ministro sería dignamente recibido por S.M. el
emperador del Brasil para tratar sobre la base preindicada.
S.E. lord Ponsonby pidió, entonces, que se difiriese este punto a otra
conferencia y que, entretanto, examinaría escrupulosamente la corres-
pondencia del señor Gordon - Buenos Aires, 10 de abril de 1827. —
(firmados) Cruz - Ponsonby.
SEGUNDA CONFERENCIA
PONSONBY - DE LA CRUZ
El 12 de abril de 1827, habiendo concurrido S.E. lord Ponsonby a la
casa del señor ministro de relaciones exteriores, para continuarla confe-
rencia pendiente, S.E. expresó que, después de un detenido examen de la
correspondencia del señor Gordon, podía nuevamente asegurar al señor
ministro los dos hechos indicados anteriormente : a saber, primero, que el
señor Gordon supo, de S.M.I., mismo, que vería con satisfacción en la
corte de Río de Janeiro un ministro de parte de las Provincias Unidas del
Río de la Plata para tratar de la paz entre ambas naciones; y, segundo, que
los ministros de S.M.I. le habían hecho entender que el gobierno brasileño
trataría de la paz con el expresado ministro, sobre la base de la indepen-
dencia del estado Oriental. S.E. lord Ponsonby añadió que, proponiendo
152
Luis Alberto de Herrera
al gobierno argentino, fundado en estos hechos, el envío de un ministro
negociador a la corte del Janeiro, daba una prueba de la fuerte persuasión
en que se halla de la conveniencia de la misión y de su entera consonancia
con la dignidad e interés del gobierno y pueblo argentino.
S.E. el señor ministro contestó que instruiría de lo expuesto al excmo.
señor presidente y que comunicaría a S.E. lord Ponsonby la resolución
final del gobierno. — (firmados) Cruz - Ponsonby.
TERCERA CONFERENCIA
PONSONBY - DE LA CRUZ
Sus excelencias lord Ponsonby y el señor ministro de relaciones
exteriores, habiéndose reunido en el ministerio el día 14 del presente mes
de abril de 1 827 , S .E. el señor ministro expresó: Que se hallaba autorizado
por S.E. el señor presidente de la república para informar al señor enviado
extraordinario que, conducido siempre el gobierno de la república del
sincero deseo que le anima para terminar la guerra que desgraciadamente
existe entre la república Argentina y el imperio del Brasil, y, habiendo
sido impuesto de los dos hechos que expresó S.E. lord Ponsonby, en la
presente conferencia ha acordado que el enviado extraordinario y minis-
tro plenipotenciario de esta república cerca de la corte de Gran Bretaña,
que se halla próximo a partir para su destino, a bordo de un buque de
guerra de S.M.B., vaya suficientemente autorizado para que, en el caso
de que, a su tránsito por el puerto del Janeiro, reciba, por conducto del
señor Gordon, seguridades de ser dignamente recibido por S.M.I. para
tratar de la paz, y obtenido que sea el pasaporte competente, proceda a su
desembarco y a dar los demás pasos que correspondan para llenar los
objetos de su misión. Que el gobierno de la república Argentina se
lisonjeaba que tal resolución sería justamente apreciada por el gobierno
de S.M.I. y que ella serviría para convencer al mundo entero de los
sinceros deseos que animan a la república por la paz.
La Misión Portsonby
153
S.E. lord Ponsonby manifestó enseguida la gran satisfacción con que
había oído la exposición de S.E. el señor ministro, exposición que le
confirmaba en su convencimiento de las verdaderas y sinceras disposi-
ciones que animan a la república en favor de la paz. Y concluyó ofre-
ciendo sus buenos servicios, en cuanto pudieran contribuir al buen éxito
de la negociación.
Buenos Aires, 14 de abril de 1827. — (firmados) Cruz - Ponsonby.
DE LA CRUZ A GARCIA
Ministerio de relaciones exteriores. Buenos Aires. Abril 19 de 1827.
El infrascrito ministro de negocios extranjeros, se halla autorizado para
comunicar al señor García, que habiendo sido instruido el gobierno, por
intermedio de S.E. el Hon. Ponsonby, de que S.M. el emperador del Brasil
vería con satisfacción en la corte del Imperio un ministro de esta re-
pública, para tratar de la paz como igualmente de que el ministerio de
S .M.I. aseguró al señor Gordon que el gobierno brasileño estaba dispues-
to a tratar con dicho ministro de la paz, sobre la base de la independencia
de la Banda Oriental, el gobierno de la república, de acuerdo con los
sentimientos que lo animan de poner término a la guerra, y deseando
aprovechar toda oportunidad que pueda ser favorable a la consecución de
un objeto que es de tanta importancia a los intereses del país, ha acordado
autorizar al señor García para que, dirigiéndose a Río de Janeiro, en el
próximo paquete que debe dar a la vela a dicho puerto, proceda a negociar,
ajustar y concluir cuanto contribuya a la cesación de la guerra y al
establecimiento de la paz entre ambas naciones. En consecuencia, se
acompañan al señor García las instrucciones respectivas y el competente
pleno-poder y credencial que deberá presentar al ministro del Brasil. El
infrascrito, etcétera. — (firmado) Francisco de la Cruz.
154
Luis Alberto de Herrera
CORDON A CANNING
Río de Janeiro, abril 24 de 1827, Excmo. señor: El despacho de V.E.
bajo sello, para lord Ponsonby, de 21 de febrero, le ha sido ya remitido.
Mis recientes comunicaciones respecto a la pacificación con Buenos
Aires, habrán demostrado que, al insistir en ella ante el gobierno brasi-
leño, he llegado a un grado de inoportunidad del que excederse sería
derogatorio de la dignidad de mi cargo, al menos en cuanto a las pro-
posiciones que he sido autorizado a hacer de parte del gobierno de Buenos
Aires.
De haber estado autorizado simplemente a estipular la independencia
de la Banda Oriental, aislada de condiciones que aquí se han creído inad-
misibles, el caso pudo haber sido otro; pero, hasta ahora, he creído pro-
ceder bien limitándome a la estricta ejecución de la comisión que me fue
dada por el presidente de la república, teniendo cuidado de enterar a lord
Ponsonby de las alteraciones que me parecía requerir.
He urgido a S.E. que incline al presidente a hacer ciertas concesiones
que, por lo menos, nos den una probabilidad de alcanzar el término de la
guerra, sin perder de vista el objeto principal del gobierno de Buenos
Aires, que he considerado debe ser asegurar la independencia de la Banda
Oriental.
Más aún: he creído de mi deber apurar a S.E. para inducir a ese
gobierno a mandar su representante a Río de Janeiro, para concluir un
tratado de paz, convencido de que el efecto moral de su arribo aquí haría
difícil al emperador rehusarse a escuchar justas y honradas propuestas,
desde que umversalmente se clama por la paz en el Brasl, no sólo por el
pueblo, sino por todos los miembros de la administración.
Es fácil al emperador hacer oídos sordos a proposiciones hechas,
como quien dice, por tercera mano. El puede aún dudar de la sinceridad
del gobierno de Buenos Aires, que, desde un principio, ha evitado, con
marcada intención, hacer una franca propuesta pro paz. En efecto,
cualesquiera sean las vistas de S.M.I. sobre la pacificación, puedo
aventurar mi predicción de que no se conseguirá sin recurrir a una
La Misión Ponsonby
155
negociación más directa.
Las esperanzas, que parecen ser tan grandes en Buenos Aires, de
obligar a ceder al emperador por medio de victorias navales y terrestres,
no tienen fundamento exacto. Las mismas pérdidas — por no decir el
deshonor — sufridas por el ejército brasileño, vuelven a S.M.I. más des-
afecto a pactar antes de que ellas sean compensadas. No existe aprensión
alguna en el ánimo de S.M.I. , ni en el de ninguno de sus ministros,
respecto a la pérdida, anunciada, de Montevideo o de la escuadra blo-
queadora: y tengo razones para creer que no es el deseo del emperador y
probablemente ni aun de su gobierno, el hacer la paz hasta tanto la armada
brasileña no haya dado pruebas de su eficiencia y superioridad.
Para dar a V.E. una impresión más acabada de mi juicio, en Río de
Janeiro, sobre la guerra, me tomo la libertad de incluir un extracto de mi
última carta a lord Ponsonby sobre el particular. Tengo, etcétera. —
(firmado) R. Gordon.
A S.E. George Canning, etcétera.
GORDON A PONSONBY
(Extracto enviado por Gordon a Canning de su mencionada nota a
Ponsonby). Abril 24 de 1827. Mis últimas comunicaciones habrán de-
mostrado a V.E. que el emperador rehúsa, categóricamente, tratar sobre
las primitivas bases; de modo que si V.E. simplemente me autorizaba en
su despacho a renovarlas, ningún daño se derivaría de mi carencia de esa
autoridad oficial.
Es difícil explicarse esta zoncera imperial, si son ciertas las noticias
que nos llegan de la completa derrota del ejército brasileño. La única
conjetura que puedo hacer al respecto, es que el emperador ha resuelto no
tomar decisión alguna hasta la apertura de la asamblea, sobre la cual
echará todo el asunto, dando sus razones por no haber escuchado todavía
las proposiciones de la república; que ahora pondrá toda la responsabili-
156
Luis Alberto de Herrera
dad de la paz, o de la guerra, en las cámaras, dejándolas resolver lo que
sea más ventajoso para el Brasil.
Todo esto es mera presunción y de ningún modo puedo asegurar a us-
ted que el emperador adoptará tan plausible proceder.
He tenido poca comunicación con los ministros desde el recibo de su
última carta, el 5, habiéndome visto obligado a salir a la playa, a causa de
mi salud, aún no restablecida; pero estoy bien informado de que los
últimos desastres sufridos por las armas imperiales no han cambiado la
obstinación de S.M. en cuanto al asunto referido. Más de una vez, he
indicado el modo cómo se le podría traer a consentir la independencia de
la Banda Oriental. A usted toca resolver si cree que valga la pena
conseguirlo en esas condiciones. Confieso que yo sí lo creo. No hace al
fondo de la cuestión, si el general Alvear vence al general Baibacena; si
Brown despeja o no el Río de la Plata. Tales sucesos sólo pueden traer
alivio pasajero; los recursos de este imperio son inmensos y creyendo,
como creo, que Brown, grande como es, no puede con su goleta aniquilar
a la flota brasileña, tendrá usted el bloqueo restaurado con creciente
vigor. Con los mismos buques y medios que hoy posee el emperador,
dirigidos por un sistema bien organizado, estaría en su mano hundir a
Brown y su pequeña embarcación y hundir al fondo del río hasta al mismo
pueblo de Buenos Aires.
CANNING A PONSONBY
Londres, mayo 9 de 1827. A S.E. lord Ponsonby. Excmo. señor: Al
acusar recibo de los despachos hasta el N 2 38, del año pasado, y los N°*
1 al 6, del actual, en los cuales V.E. expone la naturaleza y resultado de
las diversas gestiones realizadas ante el gobierno de Buenos Aires, con
el fin de poner término a la contienda entre ese país y el Brasil, tengo el
gran placer de trasmitir a V.E. la aprobación del gobierno de S.M. a los
trabajos realizados en tal sentido.
La Misión Ponsonby
157
No tengo nada que agregar a las instrucciones ya en poder de V.E. y
sólo encarecerle que prosiga en sus esfuerzos, en colaboración con el
señor Gordon, para alcanzar el restablecimiento de la paz entre los dos
países. Tengo el honor, etcétera. — (firmado) George Canning.
A S.E. John Ponsonby, etcétera.
GORDON A CANNING
Río de Janeiro, mayo 10 de 1 827. Excmo. señor: Tengo gran satisfac-
ción en comunicar a V.E. la llegada aquí de don Manuel J. García, de
Buenos Aires.
Habiendo llegado el señor García en momentos de abrirse la asamblea
general, temo que una inevitable demora se producirá en su negociación.
Tampoco puedo ocultar a V.E. que su probabilidad de buen éxito ha sido
disminuida por los recientes sucesosdel Río de la Plata y de las provincias
del sur. Es cierto que más de una vez, he dado opinión de que la
independencia de la Banda Oriental podría posiblemente admitirse aquí,
como base de un tratado de pacificación y, en consecuencia, me regocijo
ante la llegada de don Manuel García, que tiende a robustecer mi
esperanza en esa concesión: no obstante, temoque sea mas difícil de con-
seguirla del emperador en derrota que victorioso.
La pérdida de las cañoneras en el Uruguay; el completo fracaso de la
expedición al Río Negro, con la pérdida de cuatro buques de guerra
brasileños, agregados al poco éxito alcanzado por sus armas en tierra, to-
do ello concurre exitar la animosidad de este gobierno, que, confiado en
la actual superioridad de sus fuerzas y medios, declinaría con gusto tratar
la paz hasta ganar laureles para su causa.
Tengo, etcétera. — (firmado) R. Gordon.
A S.E. George Canning, etcétera.
158
Luis Alberto de Herrera
GORDON A CANNING
Río de Janeiro, mayo 19 de 1827. Excmo. señor: El señor García no
ha adelantado lo suficiente en sus negociaciones para permitirme dar, en
esta oportunidad, ninguna opinión decidida en cuanto al resultado.
Su recepción ha sido favorable y las conversaciones mantenidas con
el ministro brasileño de relaciones exteriores han sido satisfactorias; pero
lamento decir que la primera comunicación oficial presentada por el
marqués de Queluz de las bases sobre las cuales el emperador desea
negociar la paz, es de diferente carácter. Confío que esto ha sido tan sólo
lanzado al principio, como medio de determinar al gobierno argentino,
pues es totalmente inadmisible. No satisfecho con exigir un reconoci-
miento formal de los derechos del emperador a poseer la Banda Oriental,
sin establecer ninguna estipulación sobre su futura independencia, se
reclama, además, una compensación pecuniaria por los gastos de la
guerra.
Se exige el licénciamiento del ejército y de la flota de Buenos Aires,
la entrega al Brasil de la isla de Martín García y que el tráfico del Paraná
sea exclusivamente para uso de los súbditos de las partes contratantes.
El señor García no ha contestado aún a las proposiciones menciona-
das; pero creo que su réplica será moderada y que, finalmente, un plan de
pacificación se podrá someter al emperador, fundado sobre esas condi-
ciones, a las que está obligado por sus propias manifestaciones.
En el caso del fracaso de la misión del señor García, y sólo así, antes
de su partida para Buenos Aires me propongo dirigir una apelación
directa al emperador, en nombre del rey, mi señor, respecto a la continua-
ción de la guerra; si la guerra prosigue, después que se le haya permitido
al Brasil alcanzar los derechos por los cuales se inició, me consideraré en
el caso de levantar mi voz contra los continuos estorbos al comercio
inglés, a la dejadez e indiferencia de los intereses británicos, que, sin
mencionar, por ahora, otra prueba, se demuestra, muy especialmente, en
la idea adelantada por el Brasil de excluir a la bandera británica de la
navegación de los ríos.
Tengo, etcétera — (firmado) R. Gordon.
A S.E. George Canning, etcétera.
La Misión Ponsonby
159
GORDON A PONSONBY
(Privada). Río de Janeiro, junio l 5 de 1827. Estimado lord Ponsonby:
Habiendo resuelto el señor García su regreso a Buenos Aires, no necesito
dar a usted cuenta de su negociación, que será mucho mejor explicada por
él mismo. Estoy seguro de que usted se alegrará de saber que los
preliminares de paz han sido firmados y estoy igualmente seguro de que
interpondrá todos sus esfuerzos y su poderosa influencia ante el gobierno
de Buenos Aires, para inducirlo a ratificar la convención que el señor
García le hará conocer a usted. Ha sido imposible, en el momento
presente, conseguir un reconocimiento formal del emperador de la in-
dependencia de la provincia de Montevideo; sin embargo, se comprome-
te a conceder, enseguida, lo que será equivalente a la mism a, y, al negociar
el tratado definitivo, se podrá obtener un ajuste final que satisfaga a todas
las partes. En todos los demás puntos, Buenos Aires tiene motivo para
estar satisfecho; entra, de inmediato, en un estado de paz y regeneración,
sin sacrificio alguno, pues se ve libre de una carga peligrosa, por la
renuncia de la Banda Oriental, y no se le puede arrancar ni un chelín, en
virtud del artículo 5 ° de la convención. Al Brasil se lo deja que luche con
la disención y con la revuelta, que continuará dominando en la provincia
Cisplatina; aquí, todos los males de la guerra posiblemente continuarán,
mientras que Buenos Aires, en paz y tranquilidad curará sus heridas y
dedicará todos sus medios a promover su propio restablecimiento.
El emperador pronto se convencerá del desacieito de no proclamar,
francae inmediatamente, la independencia de la provincia; y cuando haya
gozado del gusto de comunicar su tratado de paz a la nación brasileña,
suscribirá, complacido medidas que lo habiliten a disfrutar de su benefi-
cio. No deben olvidarse las condiciones del príncipe y del gobieino con
los cuales tenemos que discutir, ni debemos dejar de ver el hecho tal cual
es. Si existiese alguna probabilidad, por remota que fuera, de que,
mediante la continuación de la guerra, se consiguiera algún resultado
ventajoso para Buenos Aires, yo comprendería que se insistiera en exigir
otros términos de paz. De su lado, ciertamente, están los laureles si es que,
durante esta guerra fatal, han brotado los suficientes para tejer una
160
Luis Alberto de Herrera
corona. Pero, si la república hade guiarse, no porvanagloria, sinoporsus
propios intereses y un sentido práctico de los negocios, la convención del
señor García se ratificará seguramente y sin hesitación. No entraré a
discutir los medios que le quedan a Buenos Aires para proseguir la
contienda; el empleo de estos medios, sólo pondrá en peligro su destino,
lo que puede evitarse por la acertada aplicación de los mismos, a fines
pacíficos. Ni renovados esfuerzos, ni repetidos éxitos de parle de Buenos
Aires, inducirán al emperador, a hacer la paz en otros términos, y ruego
a usted quiera creer que él también conserva medios suficientes para
continuar la guerra; el señor García debe estar convencido de ello. El
emperador ha oído y visto, a través de la cámara de diputados, todo lo que
puede esperarse de la nación brasileña. Nada tiene que temer de conmo-
ciones intestinas. La guerra para recuperar la provincia Cisplatina no es,
de ninguna manera, impopular; sólo el modo de conducirla es lo que ha
sido amargamente censurado. Esto puede mejorarse, y si se instituyen de
inmediato reformas apropiadas en los distintos departamentos del gobier-
no, particularmente en aquellos indicados por el ministro de Hacienda, la
guerra podrá continuarse sin mayor agravante y miseria para el pueblo.
El valor del almirante Brown causa admiración, pero sus efectos no son
de manera alguna temidos aquí; creo, sinceramente, que este gobierno se
satisfaría de seguir las hostilidades con el solo objeto de probar e imponer
su flota sobre él. La guerra de corsarios es la de mayor efecto y más te-
mida; puede exterminar el comercio costero; pero ¿qué es ésto, si com-
parado a todo lo que Buenos Aires ha sufrido y debe continuar sufriendo,
en proporción creciente, a causa de la guerra? No molestaré a usted con
más reflexiones de la naturaleza, porque no supongo que el señor García
haya sobrepasado los límites de sus instrucciones y que usted pueda
fracasar en cuanto a conseguir que la convención sea ratificada.
No puedo expresar a usted suficientemente (para elegir un tópico más
agradable) la elevada opinión que siento por el buen juicio del señor
García, su gran habilidad y noble carácter. Apercibiéndome, por su carta,
de que su misión se fundaba, en mucho, sobre mis informes sobre la
disposición que había aquí para recibirle, estaba naturalmente preparado
a insistir para que, a este respecto al menos, no se viera defraudado; y tuve
La Misión Ponsonby
161
la satisfacción de saber que su llegadale produciría al emperador el placer
que yo había anunciado. Después de mi primera entrevista con el señor
García, me convencí de que su gestión tendría éxito, e insistí en que no
pensara de otra manera ni aun en el momento de recibir las primeras
proposiciones altaneras del señor Queluz, de las que mostrará a usted
copia.
El hecho es que el señor García venía preparado a aceptar términos a
los que le era absolutamente imposible al emperador rehusarse; pero,
además, él, muy hábilmente, consiguió apasionar al emperador por lapaz.
Seguro como estaba yo, desde el principio, del éxito del señor García, no
vi razón para intervenir en las conferencias, como aquél me lo propuso.
Este gobierno no expresó ningún deseo al respecto, y creí ser'hiás útil,
para prestar ayuda, detrás del telón.
Nec Deiis intersit nisi dignus vindice nodus. No necesito proseguir
elogiando al señor García a quien, como usted, conoce sus méritos, sólo
agregaré que, si el tratado definitivo se suscribe aquí, debe ser él, de todos
modos, el negociador de la república. Ha obtenido éxito general y ganado
cincuenta puntos, en el Brasil, donde a cualquier otro castellano le
costaría sólo alcanzar uno.
Incluyo para usted una traducción de la convención preliminar. El
artículo 2- está mal redactado, pero confío que esto se dejará pasar ante
la persuación de que puede enmendarse mucho en el tratado definitivo.
Se está preparando una proclama para publicar después el canje de la
ratificación, la que espero aclarará muchas dudas y tranquilizará a la
provincia, así como a Buenos Aires. Habría deseado mandar una copia
con el señor García, pero no he podido conseguirla. El artículo 4 e será
comprendido por usted con la referencia a las primeras pretensiones
expresadas por el Brasil. El 5 9 y 6 2 son para la gente de platea y de las
galerías de esta capital. Sus consecuencias son nulas. El artículo 8 e como
está ahora, es un cumplido hecho a Gran Bretaña: resta a mi gobierno el
contestarlo como lo crea oportuno.
En resumen, lo que sólo claramente resulta de esta convención
preliminar es el cese de las hostilidades. “Esto es lo que más necesitamos;
estemos satisfechos. ¡Dios lo manda!”. Esta puede ser la exclamación del
162
Luis Alberto de Herrera
congreso de las Provincias Unidas, Respecto a su recomendación a favor
del hermano del general Lavalleja, debo expresarle mi sentimiento por no
haber obtenido su libertad, a fin de enviarlo en el Heron. En una ocasión,
se me prometió formalmente, pero, desde entonces, la estrella mala del
emperador ha ascendido. No obstante , puede usted tener la certeza de que
el rigor de su prisión se reduciráy de que, en breve, será puesto en libertad.
El Heron esperará para traer la contestación de usted al mismo señor
García, si su gobierno así lo resuelve.
Saludo a usted, etcétera. — (firmado) R. Gordon.
P.D. Después de cerrar mi carta para usted, resolví hacer otro esfuerzo
para tratar de conseguirla libertad de Lavalleja, y habiendo formulado mi
pedido por escrito, obtuve que se lo presentaran al emperador, mientras
presidía un consejo de ministros. Me felicito de poderle decir que el
resultado ha sido favorable.
Incluyo los informes que me fueron dados ayer y hoy sobre el asunto.
Verá usted, por el último, que se me hace responsable de que no tomará
las armas contra el emperador, en caso que continúe la guerra. Ruego a
usted me secunde en esto. Si él no fuera en el Heron, será señal de que
no ha dado su palabra de honor de no servir contra quienes le han devuelto
la libertad.
N.B. Habiendo prestado juramento M. Lavalleja, sigue a Buenos
Aires en el Heron.
A S.E. lord John Ponsonby, etcétera.
PONSONBY A CANNING
Buenos Aires, junio 4 de 1827. Excmo. señor:
Las provincias están animadas de la mayor hostilidad contra el
presidente y esa actitud se dirige contra él. Yo creo que ellas están
La Misión Ponsonby
163
deseosas de permanecer unidas con Buenos Aires y de autorizar al
gobierno local de esa ciudad a encargarse de las relaciones exteriores de
la república, si el gobierno pasa a otras manos. Mi opinión es que, tanto
la realización de la paz como el definitivo rechazo de las tentativas de
hacerla, traerá consigo una crisis inmediata y que el señor Rivadavia será
probablemente obligado, por medios pacíficos o violentos, a abandonar
su cargo.
Todos los partidos están contestes en suspender su acción hasta que
ese momento llegue; conviene al interés particular de cada uno de ellos
hacerlo así, y, afortunadamente, el interés público es, con evidencia, el
mismo.
La excesiva impopularidad del presidente en las provincias, puede,
naturalmente, ser consecuencia de la política que él se ha empeñado en
seguir, laque, si triunfante, habría privado a las personas más importantes
de cada una de ellas de poder e influencia; pero él es, si es posible, más
repudiado aquí, y esto yo lo atribuyo tanto a su vanidad y malas maneras
como al fracaso que ha sufrido en todo lo que ha intentado realizar.
He puesto tanto empeño como mi situación me lo ha permitido, en
prevenir violencias, y creo haber contribuido a convencer a los enemigos
más apasionados del presidente de que, por sus propios intereses, deben
aguardar, con paciencia, el resultado de las gestiones en curso para al-
canzar la paz. Y yo confío haber arraigado la impresión de que la caída
del gobierno, provocada por medios violentos, traería consigo mucho
más descrédito y grandes males para la nación.
Tengo el honor de saludar a V.E. etcétera. — (firmado) John Pon-
sonby.
A S.E. George Canning, etcétera.
PONSONBY A CANNING
(Privada). Junio 6 de 1827. Excmo. señor: La enfermedad que me
aquejaba, cuando zarpó el último paquete, me privó de remitir a V.E.
164
Luis Alberto de Herrera
algunos extractos de caitas del general Lavalleja a su más íntimo amigo
aquí. Ahora los envío. Según oigo, Lavalleja es un hombre honesto y,
siendo así, V.E. podrá abrir juicio respecto al general Alvear.
Lavalleja está llamado, de cualquier modo, a ser la persona que
desempeñe el rol más importante de la Banda Oriental y, por lo tanto, su
opinión sobre la actualidad puede ser aceptada por V.E. como síntoma de
su probable futura conducta.
También tenía que comunicarle a V.E. que este gobierno ha descu-
bierto un complot que se tramaba para asesinar al almirante Brown. El
principal instigador es don Jacinto, el comodoro brasileño que comanda-
ba la flotilla del emperador en el Uruguay, y fue allí tomado prisionero,
con la mayoría de sus buques, por Brown, siendo extremadamente bien
tratado, especialmente por Brown.
Si la paz fuese concertada sobre la base de la independencia de la
Banda Oriental, necesariamente se suscitará la cuestión de la naturaleza
y forma de gobierno a instituirse allí.
El emperador, no lo dudo, se interesará vivamente en ello y probable-
mente ofrecerá una constitución de su propia creación. Supongo que V.E.
tendrá instrucciones que trasmitirme sobre este punto, y considero de mi
deber exponerle que estoy seguro que será imposible establecer, en
ningún sentido, un gobierno monárquico, a consecuencia de los violentos
prejuicios del pueblo y de la extrema pobreza del país, que ha sido
devastado por la guerra.
Tengo idea de que un gobierno aristocrático pudiera ser restablecido
allí, lo que no aparecería demasiado contrario con los principios de la
democracia, tan a la moda en estas re giones, pero que, sin em bargo, uniría
el poder político a la propiedad.
Tengo el honor de saludar a V.E. etcétera. — (firmado) John Pon-
sonby.
A S.E. George Canning, etcétera.
La Misión Ponsonby
165
CORDON A CANNING
Río de Janeiro, junio 8 de 1827. Excmo. señor: Me felicito de poder
adelantar a usted, por el buque de S.M.B. Warspite, una copia de los
preliminares de paz que fueron firmados por los plenipotenciarios el 24
último.
El señor García, forzosamente convencido de la necesidad que existe
de no continuar la guerra, ha sido inducido a aceptar términos distintos,
en cierto sentido, de sus instrucciones y, en consecuencia, para salvar
cualquier dificultad, zarpó el 2 del corriente para Buenos Aires.
Considerando la importancia del objeto para los intereses británicos
le he facilitado su regreso a bordo de la goleta de S.M.B. Heron.
Me asegura el señor García, que tenía instrucciones de firmar una
convención sólo sobre la base de la independencia de la provincia de
Montevideo; pero, como él se hallaba convencido de que a este estado de
independencia no podía llegarse por cierto tiempo, y que en realidad era
de poca importancia para Buenos Aires el destino de laprovincia, siempre
que se le devolviera la tranquilidad, no hesitó en llegar a términos que, en
otro sentido, estaba perfectamente de acuerdo con sus instrucciones.
Ninguna oposición se ha hecho aquí, en la asamblea general, según se
esperaba, a la continuación de la guerra; y el emperador don Pedro se ha
mantenido firme en su resolución de recobrar, en la primera ocasión, la
provincia Cisplatina, cualquiera pueda ser, finalmente, su decisión en
cuanto a proclamar su independencia.
El señor García no sólo ha quedado convencido de esto, sino que ha
tenido oportunidad plena de juzgar hasta donde los medios de este país
son adecuados al propósito arriba mencionado; y, después de comprarlos
con el desesperado estado de su país, en mi opinión ha obrado sensata-
mente al aceptar una convención por la cual todo es ganancia para Buenos
Aires, en virtud de la restauración de la paz, y nada se pierde, sino un
punto de honor, al no hacerla según sus propios términos. El sacrificio
pecuniario a que se alude en el artículo 5 9 no significa nada, desde que será
imposible reunir suficiente prueba de los repetidos actos de piratería
166
Luis Alberto de Herrera
cometidos, a los efectos de otorgar las indemnizaciones reclamadas.
Ningún sacrificio se ha hecho con la pérdida de la Banda Oriental, desde
que el señor García ha declarado, más de una vez, que los ministros de la
república habían llegado a convencerse que no era ni político, intervenir
en el gobierno de aquella provincia y que preferían renunciar todo
derecho sobre ella. Su único objetivo, ahora, era verla tranquila, y, sólo
tenía instrucciones de estipular su independencia, a fin de no aparecer
abandonando por completo una causa que por tanto tiempo han protegi-
do, con peligro de su propia existencia.
Sin embargo, el señor García no ha admitido que una consideración
de esta naturaleza le impidiera firmar una convención por la cual se
obtenía el primer y más importante objetivo, la paz, a precio tan barato.
Buenos Aires puede ahora poner toda su atención en la reconciliación
con las provincias de la confederación y dedicar todos sus recursos al
restablecimiento de su comercio, única base verdadera de su prosperidad.
Anteriormente he tenido el honor de expresar mis razones para de-
clinar el tomar parte en las conferencias de los plenipotenciarios. He
comprendido que cualquier participación activa de mi parte, como me-
diador, podría colocar al gobierno de S.M. en situación embarazosa en la
cuestión de garantía, respecto a la cual expresé a ambas partes, cuando
quisieron insertar un artículo, pidiendo a Gran Bretaña que garantizara su
tratado, que eso categóricamente sería rehusado. En consecuencia, el
artículo está redactado sencillamente, como una solicitud a S.M. para
garantizar la libre navegación del Río de la Plata.
He tenido cuidado de ni aun dar una opinión sobre la proposición
como se halla ahora, y quédale a usted, señor, resolver sobre la convenien-
cia de recomendar a S.M. que así lo acepte.
El señor García considera que el cese de las hostilidades entre el Brasil
y Buenos Aires de ningún modo asegurará ni a uno, ni a otro, todos los
beneficios de la paz, salvo que se llegue a algún arreglo que satisfaga a
los habitantes de la provincia de Montevideo. El Brasil, especialmente,
quedará en estado de guerra, si esto se efectúa, y, en este terreno, el señor
García me ha pedido que induzca al emperador a conceder, por resolución
La Misión Ponsonby
167
propia, lo que se negó a hacer por convención mutua. He empleado mis
supremos esfuerzos para adelantar este importante asunto, agregando a
mi pedido personal el memorándum que incluyo, redactado en términos
que he creído probable influyan en S.M.I. a quien ha sido presentado.
Suponiendo que el gobierno de Buenos Aires suscriba la convención
que ha sido firmada por su plenipotenciario, es de preverse que los jefes
de la insurrección en la provincia de Montevideo se unirán para defender
su libertad, aun después de que el general Alvear se les haya separado;
muchas de sus tropas se unirán, probablemente, a los insurrectos, bajo el
mando del general Lavalleja.
El primer objeto, pues, del emperador debiera ser apaciguar a este
formidable adversario; en vista de lo cual he pedido ardientemente a
S.M.I. la libertad de su hermano, que ha estado aquí en una fortaleza,
como prisionero de guerra, por casi dos años; y tengo el honor de decir
que, aunque esto fue rehusado en el primer momento, el emperador, por
fin, consintió en liberarlo, para que pudiera marcharse en el Heron, a
condición de que, si la guerra continúa, no volvería a tomar armas contra
S.M. He cuidado comunicar a lord Ponsonby de que, a este respecto, me
he responsabilizado, en cierto modo, por el señor Lavalleja.
Al enterar a V.E. de los términos en que se espera llegar a una solución
con Buenos Aires y del modo como han sido sostenidos por mis modestos
esfuerzos, no se le escapará que ellos, de ninguna manera corresponden
con los que, en virtud de sus instrucciones, he mantenido hasta la llegada
a Río de Janeiro del señor García. Siendo la paz el primer objetivo en
vista, no parecía existir razón para impugnar las pretensiones del Brasil
e insistir en que ella se fundara sobre la base de la independencia absoluta
de la disputada provincia.
Desde el momento que esta demanda era abandonada por Buenos
Aires, no liabía motivo para que Gran Bretaña lo hiciera.
El señor García me ha asegurado, categóricamente, que ya no existían
celos de parte del gobierno de Buenos Aires, en cuanto a la completa
posesión de Montevideo por los brasileños, y que su independencia se
pedía, solamente, porque era esperada por sus habitantes, cuya salisfac-
168
Luis Alberto de Herrera
ción y orden eran necesarios a la paz y tranquilidad de sus vecinos.
Si, por consiguiente, las promesas del emperador de conceder una
forma de gobierno que satisfaga a los habitantes de la provincia, se lleva
a cabo, el deseo de todas las partes se habrá conseguido, y me atrevo a
esperar que los empeños que he hecho en tal sentido, no se considerarán
mal dirigidos.
Si el señor García obtuviera la aprobación del congreso de Buenos
Aires a su convención preliminar, probablemente volverá acá para prose-
guir la negociación de un tratado definitivo. En este caso, será necesario
que los plenipotenciarios estén enterados de las intenciones de S.M., en
cuanto a la garantía pedida. Por lo tanto, ruego a V.E. que tenga la bondad
de enviarme rápidas instrucciones al respecto, como asimismo favorecer-
me con su opinión sobre mi asistencia a las conferencias, como mediador,
si es que esta intervención se me solicita. Tengo, etcétera. — (firmado)
R. Gordon.
A S.E. George Canning, etcétera.
P.D. Acaban de llegar noticia aquí del sometimiento de Maldonado a
una pequeña fuerza brasileña que había sido destacada de Montevideo
para tomar posesión de ese pueblo. - R.G.
DE LA CRUZ A PONSONBY
Ministerio de relaciones exteriores. El infrascrito tiene el honor de
informar a S.E. lord Ponsonby que, instruido S.E. el señor presidente de
la república del resultado de la conferencia de hoy, y sin embargo de la
resolución en que se halla de rechazar la convención preliminar celebrada
por el señor García con el gobierno del Brasil, ha acordado oírpreviamen-
te las observaciones que lord Ponsonby desea hacer, antes de tomar una
resolución definitiva sobre aquel negocio. En consecuencia, el infrascrito
espera que S.E. lord Ponsonby se dignara concurrir a la casa de gobierno
a las dos de la tarde del día de mañana. El infrascrito, etcétera. —
(firmado) Francisco de la Cmz.
La Misión Ponsonby
169
PONSONBY A DE LA CRUZ
Buenos Aires, junio 23 de 1827. El infrascrito, ministro de S.M.B.,
tiene el honor de acusar recibo de la nota que, con fecha de hoy, le ha
dirigido S.E. el general de la Cruz y, en respuesta, cúmplele manifestar
que el único punto que deseaba someter a la consideración de S.E. el
presidente, antes de la decisión final del gobierno sobre la base firmada
por el señor García, era el siguiente: Que, en la opinión del infrascrito, la
mediación de S.M.B. cesaría inmediatamente de producido el rechazo de
esa base por el gobierno, a menos que existieran razonables, o se encon-
traran, muy plausibles motivos para creer que se podría llegar a un
acuerdo, abierta esa negociación. Así el infrascrito tiene el honor de
comunicar al señor ministro, para conocimiento de S.E. el presidente,
todo lo que deseaba manifestarle.
El infrascrito estaba pronto, de acuerdo con el expresado deseo del
gobierno, a formar juicio fundado sobre los recursos con que puede aún
contar el país para continuar la guerra; pero, en la imposibilidad de
conseguir datos del ministro, que no ha juzgado conveniente propor-
cionárselos, ni de obtenerlos en otras fuentes, debido al poco tiempo de
que dispone, se ve, por tanto, obligado a limitarse a la breve expresión de
su opinión, o sea: que la base firmada por el señor García es eminente e
inesperadamente ventajosa para la república; que, en el hecho, da todo lo
que su gobierno puede desear y, al emperador, sólo palabras, dejándole
enormes dificultades por vencer.
El infrascrito ruega a S.E. el señor ministro que tenga la bondad de
considerar que esta nota ha sido escrita en la inteligencia de que S.E. el
presidente sólo deseaba ofrecerle una oportunidad de emitir un juicio
concreto, que el infrascrito había manifestado deseo de expresar; y,
también, que la nota de S .E. el señor ministro no constituye una invitación
para conferenciar con el señor presidente, a objeto de considerar otros
puntos relacionados con la cuestión en debate.
Sin embargo, el infrascrito pide permiso para agregar que, si S.E. el
presidente desea hablarle personalmente, se hará un honor en acudir,
170
Luis Alberto de Herrera
solícito, a la audiencia que se sirva concederle.
El infrascrito tiene el honor de saludar a V.E. con toda considera-
ción. — (firmado) John Ponsonby.
DE LA CRUZ A PONSONBY
Ministerio de relaciones exteriores. Buenos Aires, junio 24 de 1827.
Habiendo S.E. lord Ponsonby expresado en su nota de fecha de ayer (que
el infrascrito acaba de recibir en este momento) lo que deseaba manifestar
a S.E. el señor presidente de la república, antes que resolviese definitiva-
mente sobre la convención preliminar que ha celebrado el señor García
con el gobierno del Brasil, juzga el infrascrito ser ya innecesaria la
conferencia a que S.E. lord Ponsonby fue invitado por el infrascrito.
En consecuencia, va a pasar, sin pérdida de tiempo, al conocimiento
de S.E. el señor presidente de la república, la pre indicada nota de S.E. lord
Ponsonby. El infrascrito, etcétera. — (firmado) Francisco de la Cruz.
PONSONBY A GORDON
Buenos Aires, julio 10 de 1 827. A S.E. Robert Gordon, Río de Janeiro.
Excmo. señor: el 21 de junio arribó a este puerto el buque de S.M. Heron,
trayendo a su bordo al señor García, portador de la convención preliminar
que él firmó, en Río de Janeiro conjuntamente con los plenipotenciarios
de S.M.I. el 24 de mayo.
En esa misma oportunidad, recibí la copia de la convención que V.E.
tuvo a bien adjuntar a su carta privada del l g de junio.
Inmediatamente que desembarcó, el señor García visitó al presidente
y pronto trascendió que S.E. era completamente hostil a la convención.
Se dijo públicamente, que le reprochó al señor García su gran res-
La Misión Ponsonby
171
ponsabilidad por haber trasgredido la letra y el espíritu de sus precisas
instrucciones, sacrificando el honor y los intereses de la nación, etcétera.
El 25, el presidente elevó la convención al congreso, acompañada de
la resolución tomadapor el gobierno, que V.E. encontrará en el diario que
le adjunto. (El Mensajero, N e 231).
El 28, el congreso se dirigió al presidente, aprobando la conducta del
gobierno al rechazar la convención, esa comunicación también la hallará
V.E. adjunta.
El mismo día, el presidente renunció a su cargo y el 30 le fue aceptada
su dimisión por el congreso, por cuarenta y ocho votos sobre cincuenta.
Recién el 5 del corriente el congreso eligió, como sucesor, al doctor
López, en calidad de presidente provisorio de la república, bajo la ley
sancionada por el congreso el 3 del actual, de que le adjunto una copia,
para que se informe (La Gaceta Mercantil, de 5 de junio). El nuevo
presidente no ha formado aún su ministerio.
Estos sucesos explican la causa de la demora en recibir una notifica-
ción oficial sobre las intenciones definitivas del gobierno de la república,
acerca de la convención.
Habiendo aguardado hasta ayer esa notificación, juzgue de mi deber
dirigirme al gobierno en ese sentido e informarle, a la vez, de la necesidad
qué tenía de despachar al Heron a la mayor brevedad.
Conjuntamente con una copia de mi nota, va la respuesta que recibí
esta mañana. Confío que esta respuesta sea sintomática, de parte del
actual presidente, de una disposición más moderada que la presumible
por los actos del anterior.
No me atrevo, por el momento, a dar opinión sobre la que es probable
que se hará aquí; pero desearía que la política de S.M.I. evitara, ahora,
cualquier resolución muy decisiva.
Es mi intención detener el paquete unos pocos días más y espero
poder, entonces, trasmitirle noticias más completas sobre el estado de los
asuntos en ésta. En el número incluido de El Mensajero, V.E. encontrará
las instrucciones dadas al señor García, a que refiere la nota que, con fecha
de hoy, me dirigió el gobierno.
172
Luis Alberto de Herrera
Tengo el honor de saludar a V.E., etcétera. — (firmado) John Pon-
sonby.
OLIVERA A PONSONBY
Buenos Aires, julio 10 de 1827. Excmo. señor: El infrascrito, encar-
gado interinamente del ministerio de relaciones exteriores, ha tenido el
honor de recibir y comunicar a S.E. el presidente de la república la nota
oficial de S.E. lord Ponsonby, enviado extraordinario y ministro plenipo-
tenciario de S.M.B., fechada el 9 del corriente, en la que expresa la
necesidad que existe de que el gobierno haga conocer su resolución
definitiva sobre la convención preliminar, firmada por los plenipotencia-
rios de la república y el Brasil, ya que el plazo estipulado por ella, para
el canje de las ratificaciones expira el 13 del actual.
El infrascrito, en consecuencia, ha recibido orden de contestar a S.E.
lord Ponsonby que, en el corto tiempo que ha transcurrido desde el
nombramiento de S.E., el presidente, no ha podido interiorizarse del
asunto a que la nota de S.E. refiere y adquirir los informes que su na-
turaleza exige y, además, y muy especialmente, porque le ha sido ur-
gentemente necesario dedicar toda su atención a la formación del nuevo
ministerio.
Por estas razones, el infrascrito ha recibido orden de trasmitir a S.E.
lo siguiente : Que del documento existente en este ministerio se desprende
que la convención preliminar, firmada en la corle de Río de Janeiro el 24
de mayo de este año, por el plenipotenciario de la república don Manuel
José García y el plenipotenciario de S.M. el emperador del Brasil, ha sido
rechazada por el gobierno, con el consentimiento del cuerpo legislativo
de la Nación, a consecuencia de varias consideraciones y, entre ellas, la
de que ese documento ha sido suscrito contrariamente a la letra y al
espíritu de las precisas instrucciones dadas al señor García.
No obstante, S.E. el presidente ha autorizado al firmante para asegurar
a lord Ponsonby, con esta oportunidad, que él siempre estará animado de
los sentimientos de paz y principios de moderación y justicia que la
república ha manifestado en todas las ocasiones y, muy especialmente, al
La Misión Ponsonby
173
representante de la noble potencia mediadora. Que el más vehemente
deseo de S.E. será, siempre, concluir y ajustar las diferencias que existen
entre la república y el imperio, por medios pacíficos, en términos que con-
templen, a la vez, el honor y los intereses de ambas partes. Que a esta ele-
vada finalidad tenderán todos sus esfuerzos y que, para alcanzar tan
importante y noble propósito, confía ser ayudado por los buenos oficios
de la alta potencia mediadora.
El infrascrito saluda a V.E., etcétera. — (filmado) Domingo Olivera.
A S.E. lord John Ponsonby, etcétera.
PONSONBY A CANNING
Buenos Aires, julio 15 de 1827. Excmo. señor: Aunque no dudo que
el señor Gordon habrá enviado a V.E. copia de la convención preliminar
firmada en Río de Janeiro por el señor García, no obstante, juzgo opor-
tuno adjuntar otra copia de la misma.
Lamento tener que informar a V.E. que estas gestiones han fracasado
por completo y, como V.E. está en conocimiento de mis opiniones, antes
expresadas, no extrañará que no me tome de sorpresa este contratiempo;
tal vez, si yo hubiera tenido conocimiento de lo que estaba pasando en Río
y se nos hubiera dado tiempo para trabajar previamente aquí, para
presentar la convención a este gobierno como un acto completo , habría
sido posible obtener un resultado más favorable. (1)
Unos pocos días antes del arribo del señor García, las provincias de
San Juan, Mendoza y San Luis dirigieron un manifiesto al congreso, que
fije publicado por la prensa, simultáneamente con una nota del gobierno
de la provincia de Córdoba, dirigida a mí y a los otros plenipotenciarios
extranjeros en esta ciudad. La copia de esos documentos, junto con mi
respuesta al general Bustos, va adjunta (numerada del 2 al 4).
(I) Aquí, comoen otras partes, el copista — según me lo comunica — , lia suprimido pasajes
que lia considerado ajenos al lema central de la obra.
174
Luis Alberto de Herrera
Esas manifestaciones, quitaron al presidente casi todas las probabili-
dades y esperanzas de mantenerse en el poder; pero yo pienso que él creyó
ver en la convención firmada por el señor Garcíael medio de reconquistar
su perdida popularidad y, tal vez, de hacer frente a sus adversarios. Este
plan parece que no estaba mal concebido y pudo obtener éxito, si él no
hubiera sido personalmente odiado.
Estaba dirigido a provocar un violento grito de guerra, al asegurar que
había sido afectado el honor nacional; a demandar de la nación renovados
esfuerzos; a señalar los grandes peligros que amenazaban al estado y la
necesidad de encararlos; a atribuir a estos acumulados peligros la razón
y justificación de su propósito de abandonar su anterior política y a adop-
tar el sistema federal, aceptando todas las medidas deseadas por las
provincias y presumiblemente capaces de reconciliarlas, a fin de aunar to-
das las energías de toda la república en la prosecución de la guerra.
Fracasó, porque era odiado; pero ha provocado un recrudecimiento
pro guerra, cuando la paz es necesaria.
El señor García llegó el 20 de junio. Inmediatamente fue recibido por
el presidente , enterándolo del texto de la convención; y pronto se supo que
el presidente se mostraba furiosamente contrario a ella.
Dos días más tarde, fui invitado a celebrar una entrevista con el
ministro de relaciones exteriores. Me manifestó que, cumpliendo un
pedido del presidente, me rogaba lo enterase acerca de lo que el señor
Gordon me había comunicado respecto al asunto de los preliminares
firmados por el señor García, habiendo sabido, por el señor García, que
aquél me había escrito extensamente sobre el particular. Le contesté (con
toda verdad) que yo no había recibido comunicación oficial del señor
Gordon, sino una carta privada en la cual me expresaba, muy calurosa-
mente, su aprobación de la conducta del señor García en Río, haciendo
resaltar, decididamente, que creía imposible obtener de S.M.I. su asenti-
miento a mejores condiciones para la república, añadiendo que, en su
opinión, el anhelo preponderante era el restablecimiento de la paz y que,
conseguido ese objetivo, el asunto quedaría ventajosa y felizmente
terminado.
La Misión Ponsonby
175
El ministro me pidió, entonces, mi opinión sobre esa transacción. Le
pregunté qué uso deseaba hacer el gobierno de ella; si la quena para su
propia información o para publicarla. Me replicó que la deseaba exclu-
sivamente para el gobierno. Le declaré que contestaría sin reservas, pero
que deseaba formularle previamente una pregunta que, replicada, afirma-
tivamente hacía inútil todo esfuerzo ulterior: “¿Creía él, sinceramente,
que la república tema los medios de continuar la guerra sin exponerse, en
el más alto grado, a serios perjuicios y aún a la ruina?”
Dije que, si la república estaba en un estado que la imposibilitaba para
la continuación de la guerra, la aceptación de los preliminares de paz era,
evidentemente, un caso de necesidad política que requería poco tiempo
para decidir. Si la república no estabaen esas condiciones de incapacidad,
entonces la cuestión dependía de las probabilidades que los recursos de
la nación pudieran crear, obteniendo términos más ventajosos por la
prolongación de las hosliüdades , que si la opinión que se me solicitaba era
sobre el asunto en general, como el ministro manifestaba, creía indispen-
sable que se me informara debidamente sobre el verdadero estado del país
y los elementos con que contaba para proseguir la guerra con el Brasil.
No recibiendo respuesta a estas preguntas y observaciones, le mani-
festé que acababa de ver al señor García, sólo por media hora, siéndome
necesario enterarme por él de todo lo referente a la negociación en Río,
así también como sobre el verdadero significado de la convención, y oír,
además, cuál era su opinión sobre las intenciones reales del emperador;
agregando que, por respeto al gobierno de la repúbüca y por propio deber,
tenía la obligación de examinar esta importante cuestión con el mayor
cuidado posible; que así lo haría, poniendo en su conocimiento, dentro de
pocas horas, la opinión requerida.
Me manifestó, entonces, que su gobierno había ya estudiado y
resuelto el asunto, y que sólo esperaba oír mi opinión para comunicar su
decisión al congreso; que no podía diferir esta comunicación y que urgía
que le diera un juicio en ese momento. Le hice notar que no había razón
para esa extrema prisa, que yo sólo requería tiempo para cumplir un deber
serio, con la debida deliberación y estudio, y que no podía hablar sobre
asunto tan delicado sin estar preparado, como me hallaba. El ministro me
176
Luis Alberto de Herrera
expresó que, por sí solo, no podía concederme el plazo solicitado, pero
que trasmitiría al presidente mi pedido y me comunicaría la resolución de
S.E.
Le observé, entonces, que, si el presidente no considerara oportuno
concederme el tiempo requerido para formar y dar la opinión de mí
recabada, de cualquier manera yo insistía en que se me diera conocimien-
to de la intención el presidente al enviar la decisión de su gobierno
(siempre que ésta fuera rechazar la convención) con la anticipación
necesaria para permitirme formular las observaciones que, en tal caso,
sería de mi deber presentarle, como ministro mediador. El ministro me
prometió que así se haría y nos despedimos.
Dos o tres horas más tarde, recibí del ministro una nota oficial (de la
que adjunto una copia) comunicándome que el gobierno había resuelto
rechazar los preliminares y enviar su resolución al congreso, pero que el
presidente me concedería una audiencia al día siguiente.
Le escribí, de inmediato, la carta adjunta, diciéndole que lo que yo
tenía que trasmitir al presidente podía escribirse, y si (como imaginaba
era el caso) S.E. no deseaba oír de mí sino ese juicio particular que yo me
juzgaba autorizado a formular, en mi calidad de ministro mediador,
consideraba mejor evitarle la molestia de una entrevista y limitarme,
simplemente, a informarle, por escrito, de que el rechazo de la conven-
ción preliminar pondría término a la mediación británica, a menos que un
motivo razonable, o muy plausible, fuere hallado para su continuación.
Que, habiendo sido impedido, por la precipitada decisión del gobierno,
de emitir una opinión, fundada en razones, acerca del asunto de la
convención, me veía obligado a exponer meramente mi opinión en sí:
“Que consideraba las bases firmadas por el señor García eminente e
inesperadamente ventajosas para la república, pues le dan, en el hecho,
todo lo que el gobierno podía desear y, al emperador, solo palabras,
dejándole acrecidas dificultades que encarar”. Y terminaba diciendo que,
si yo había interpretado mal el sentido de la carta de S.E. a mí y que si el
presidente deseaba hablarme personalmente, me consideraría honrado de
visitarle. Al día siguiente, recibí la carta que adjunto informándome que
el presidente no deseaba hablarme sino recibir la comunicación particular
La Misión Ponsonby
177
que yo había manifestado deseo de hacerle.
El 25 de junio la resolución del gobierno, rechazando el proyecto y
presentada en los términos del documento N 9 1 , que incluyo, fue trasmi-
tida al congreso, acompañada por la correspondencia a ella relacionada
e incluyendo la nota a que hago referencia más arriba. La comunicación
del gobierno estaba apoyada por el doctor Gómez, quien hizo una violenta
declaración contra el señor García, y los preliminares reclamando del
congreso una inmediata aprobación de la conducta del gobierno. Los
partidarios de éste, que hablaron, lo hicieron todos en el mismo tono.
Algunos miembros opinaron que, antes de adoptar una resolución
definitiva, era necesario conocer la situación del país y solicitaron del
ministro que diera esos informes pero nada se obtuvo de él.
La resolución del gobierno fue sometida a la consideración de una
comisión de cinco miembros, quienes, al día siguiente, se expidieron,
manifestando que, antes de pronunciarse, el congreso debía de informar-
se del estado actual del país y de los recursos con que cuenta para
continuar la guerra. Ese informe fue recibido, según me han informado
(pues la sesión fue secreta), de la manera más groseramente incivil; sus
firmantes fueron injuriados y el congreso resolvió que la comisión se
limitara a proponer en frases apropiadas, la aceptación de la decisión del
gobierno. Se me dice, que dos de los miembros de la comisión, los
doctores Moreno y Frías, se rehusaron a hacerlo así y abandonaron el
recinto.
Luego el presidente del congreso dirigió una comunicación al ejecu-
tivo aprobando, ampliamente, la decisión del gobierno, cuya copia ad-
junto con el N 9 8 (mensaje del congreso al ejecutivo, de fecha junio 28 de
1827).
De esta manera, sin previo y concienzudo examen, por el congreso,
de las condiciones en que se halla el país, de cuyo resultado dependía el
mérito o demérito de la convención, fue tomada esa importante resolu-
ción; pero todos los partidos teman razones de interés privado para ad-
herir al grito de guerra lanzado por el presidente.
Al mismo tiempo que éste enviaba al congreso la nota a que acabo de
178
Luis Alberto de Herrera
referir, presentaba, también, su dimisión del cargo. Parece que él abrigaba
alguna esperanza de que el congreso decidiera que continuara rigiendo
los destinos del país, hasta que desaparecieran las turbulencias que lo
agitan. Sus amigos trataron de interponer su influencia para alcanzar el
logro de ese fin, pero sin resultado.
La renuncia fue aceptada el 30. Cincuenta miembros estaban presen-
tes; cuarenta y ocho votaron aceptando su dimisión y sólo dos votaron en
contra (mensaje de fecha junio 30 de 1827, aceptando la renuncia de
Rivadavia).
El 3 del actual, el congreso decretó la formación de un nuevo gobierno
provisorio, determinando — como V.E. observará por la copia que
incluyo de ese decreto — las atribuciones y objeto del mismo (ley de fecha
julio 3 de 1827).
El 6 del corriente, fue elegido el doctor López para el cargo de
presidente provisional de la república.
Este declinó, en el primer momento, pero, luego, fue inducido por el
congreso a aceptar. Adjunto una copia del mensaje al congreso lanzado
con este motivo.
Tengo el honor de saludar a V.E., etcétera. — (firmado) John Pon-
sonby.
PONSONBY A CANNING
Buenos Aires, julio 15 de 1827.Excmo. señor: El 9 del corriente envié
al ministro interino de relaciones exteriores la nota cuya copia incluyo,
estableciendo la necesidad en que estaba de trasmitir a la corte de Río de
Janeiro, por intermedio del enviado extraordinario de S.M. en el Brasil,
una relación de lo ocurrido aquí, respecto a la convención preliminar,
firmada en Río, y expresando el deseo de que se me enviara — siempre
que no fuera molesto para el gobierno — una notificación oficial de su
rechazo.
El 10, recibí unanota (de laque adjunto copia) en la cualevidenlemen-
La Misión Ponsonby
179
te el gobierno ha tratado de proceder, en cuanto ha podido, de conformi-
dad con los sentimientos que deben animarlo en todos los asuntos en los
cuales interviene el gobierno de S.M. Me place comprobar por ella que
imperan ideas más moderadas, respecto a la guerra, de las que han estado
de moda en época reciente.
Tengo el honor de saludar a V.E., etcétera. — (firmado) John Pon-
sonby.
A S.E. George Canning, etcétera.
PONSONBY A CANNING
Buenos Aires, julio 15 de 1827. Excmo. señor: En mi despacho N g 16,
puse en conocimiento de V.E. mis presunciones de que, tal vez, en fecha
próxima, fuera prudente, si no necesaria, la presencia aquí de alguna de
las unidades navales de S.M.; que había escrito al contralmirante sir
Robert Otway; informándole de mi opinión y que éste, en consecuencia,
había dado órdenes al capitán Coghlan, del buque de S .M. Forte, para que
procediera como las circunstancias lo impusiesen. Siempre temí que se
produciría una peligrosa crisis en el momento de decidirse la paz o la
guerra y supe, a la llegada del señor García, cuando esa cuestión debía ser
resuelta, que fuerzas considerables habían sido movilizadas en las
provincias y estaban prontas a marchar sobre la ciudad, con el fin de
derrocar al presidente, señor Rivadavia. Era imposible aseverar que el
presidente no trataría de resistir, o vaticinar cuáles serian las consecuen-
cias de un conflicto armado de los partidos.
En tal ocasión, el presidente excitó las pasiones populares a un alto
grado, por sus artes, practicadas en público, y en privado, dirigiendo las
cóleras de la extraviada multitud contra el señor García, quien, con razón,
temía ser víctima de algún acto violento, y aun por su vida. Envío a V.E.
algunos de los ejemplares de los carteles que fueron fijados en los muros
y casas de la ciudad, los que, según informes dignos de crédito, fueron
colocados por agentes del gobierno e imprimidos en la imprenta oficial.
Ya anteriormente he descripto la contextura moral de los elementos
180
Luis Alberto de Herrera
que integran las fuerzas militares, aquí, y la poca confianza que se podrá
depositar en ellas, en caso de surgir dificultades. Los diarios propagados
por el señor Rivadavia, difamaban constantemente a la legación de S.M.,
insinuando contra ella las peores sospechas y describiendo sus actos
como dirigidos a acarrerar deshonor y agravio a la república.
En fin, era evidente que el supremo magistrado, que debía ser guar-
dián de la paz y de las leyes, estaba estimulando al populacho ignorante
al desorden y a la violencia. Yo presentía que, de un momento a otro,
podrían ser atacados los súbditos ingleses y sus propiedades, y aun in-
sultada la legación de S.M., y que el señor García pudiera ser encarcela-
do por el presidente, para ser sacrificado a sus actuales propósitos.
En este estado de cosas, consideré que llegada la hora de buscar
protección, sin hacer ruido; y entonces, escribí al capitán Coghlan, del
buque de S.M. Forte, quien, con su característico celo y energía, inme-
diatamente penetró con la fragata en el río, habiendo solicitado permiso
del almirante brasileño, para cruzar la línea del bloqueo, en virtud de tener
que trasmitirme, personalmente, asuntos de importancia.
Cuando llegó el Forte, ya se había producido la derrota del señor
Rivadavia, desapareciendo, por consiguiente, el peligro de una visita de
las tropas o vabagundos armados de las provincias. Sin embargo, opino
que la llegada del barco fue sumamente provechosa, pues mostró, a quie-
nes pudieran pensar en cometer atropellos, que sus actos no quedarían en
la impunidad.
El señor García también pareció haber recobrado ánimo y manifestó
Su intención de defenderse, lo que no había querido hacer antes, siendo
esta actitud el primer contraste sufrido por el estúpido y violento clamor
de guerra. E. Forte partió de aquí el 7 del actual.
Me permito expresar mi reconocimiento al capitán Coglilan por su
celo y actividad, a los cuales somos deudores de segura garantía contra
atentados o injurias.
Tengo el honor de saludar a V.E., etcétera.- (fumado) John Ponsonby.
A S.E. George Canning, etcétera.
La Misión Ponsonby
181
PONSONBY A CANNING
Buenos Aires, julio 20 de 1827.Excmo. señor: En mi despacho N 9 34,
tuve el honor de enterar a V.E., tan brevemente como me fue posible, de
los acontecimientos que se habían desarrollado aquí desde el arribo del
señor García hasta la constitución del nuevo gobierno.
Estudiando la convención, juzgué que ofrecía muy grandes ventajas
inmediatas y que aliviaba a este país de la presión que sufre, libertándolo
de un estado de cosas que amenaza su desarrollo y prosperidad; que, al
mismo tiempo, protegía la propiedad británica, aprisionada aquí y tal vez
expuesta a desaparecer. Además, aprecié los vehementes deseos del
gobierno de S.M., manifestados siempre en favor de la restauración de la
paz.
Con esta opinión sobre el asunto, tomé todas las medidas que
consideré del caso adoptar, como amistoso y neutral mediador, para apo-
yar la convención y, llamado por el gobierno para expresar mi opinión
sobre la misma, habiéndoseme denegado por el presidente la pequeña
demora que solicité para presentar mi respuesta y las razones en que la
fundaba, manifesté, en forma rotunda, mi decidida aprobación; esforzán-
dome, al mismo tiempo, por obtener un más detenido examen de tan
importante asunto, mediante la insinuación al gobierno de que, el rechazo
de la convención, podría afectar la mediación de S.M. Temo que mi
actuación en el caso pueda hacer suponer a V.E. que me he desviado de
las opiniones que constantemente he formulado sobre el poder de este
país para continuar la guerra. Sin embargo, le ruego observe la diferencia
que hago entre el poder, absolutamente hablando, de sostener la guerra y
las ventajas de hacer cualquier sacrificio para terminarla, cuando el país
está en un terrible estado de debilitamiento y confusión.
Estoy bastante seguro de que la república puede prolongar la contien-
da, tal vez indefinidamente, contra los brasileños, si éstos siguen mos-
trándose tan incapaces de practicar las energías guerreras, tanto por tierra
como por mar; pero yo sé que se prolongaría al precio de grandes males,
182
Luis Alberto de Herrera
particularmente, el representado por el golpe, casi mortal, que recibiría el
avance de la civilización, etcétera. Es evidente para mí que la civilización,
prosperidad y cultura de esta república depende, casi exclusivamente, de
su libre comunicación con Europa; y el Plata es la única vía para
establecer contacto con esa fuente de bienes para ella.
El bloqueo, por consiguiente, precipitará a este pueblo hacia la
barbarie: afectará en todo sentido, al inmenso territorio que se extiende
hasta los Andes. Forzará, también, aestepaísaadoptar públicamente otro
sistema de guerra, muy lamentable: la guerra del pillaje y la devastación,
arrojando a unas poblaciones contra otras, sin respetar derechos ni prin-
cipios, por elementales que sean. Sería esto muy dañoso para este país,
pero tal cosa no hará avanzar una pulgada los propósitos del emperador.
A los brasileños no se les ocurrirá nunca atacar por mar esta ciudad
y, aproximarse aellapor tierra, parece imposible; si lo hicieran, su derrota
sería segura.
La repúbüca puede renunciar a forzar la entrada del río y, por lo tanto,
a lodo gasto con este fin; pero los brasileños deben continuar mantenien-
do una poderosa escuadra, que les demanda grandes erogaciones, para
bloquearlo; de lo contrario, resignarse a perder la única arma con que
pueden perjudicar a su enemigo. Los republicanos también pueden
disminuir, casi a nada, los gastos de su ejército; en el hecho, reducirlo o
suprimirlo, porque sería suficiente azuzar a la gente desordenada de las
zonas colindantes y lanzarla, por los puntos vulnerables, sobre las
provincias del emperador, bajo el estímulo del pillaje, para sostener la
guerra, con tanta eficacia como hasta ahora con sus tropas regulares.
Pero el emperador estará obligado a mantener un ejército para
proteger a su pueblo que, parece, no puede o no quiere defenderse por sus
propios medios, y, por lo tanto, no podrá disminuir los gastos que le
ocasiona la campaña por tierra. Por consiguiente, será una guerra de
finanzas: la república gastando poco, relativamente, y el imperio mucho
más, creo, de lo que puede producir. Y es de hacer notar que ni el bloqueo,
ni todo el despliegue de las fuerzas navales, impedirán a los corsarios
cebarse en el comercio de S .M.I. en toda la costa de su inmenso territorio.
La Misión Ponsonby
183
Así juzgadas las cosas, yo creo que los que estiman al objeto en
disputa digno de pelear por él, a riesgo de pérdidas tales como las que
caerán sobre Buenos Aires, no van descaminados en sus planes y, por mi
parte, más creo en laposible adversidad del emperador que en su victoria.
Como un apoyo a lo que dejo expuesto, mencionaré lo siguiente: los
planes secretos del general Lavalleja, quien ha partido a tomar el mando
en jefe enlaBanda Oriental. He recogido su noticia en fuente segura. Creo
que el gobierno no los conoce. Aquél, espera poder demostrar a los
habitantes de Río Grande que tiene suficiente poder como para proteger-
los y, entonces, por la persuasión, inducirles a declarar a su provincia
independiente del imperio y a unirla alaBanda Oriental. Mees imposible
calcular las fuerzas que tiene a sus órdenes, pero él es el jefe favorito de
los orientales, oriental él mismo y con enorme popularidad en las
provincias linderas. Es, por tanto, casi seguro que tendrá con él a todos
los hombres que en esas regiones puedan proveerse de un caballo y un
sable, o que él se los proporcionará. Es público, aquí, que, a su llegada al
cuartel general, todos los oficiales porteños abandonarán el ejército
voluntariamente o serán obligados a hacerlo así. No pretendo vaticinar el
resultado que los planes de Lavalleja puedan obtener; pero, el hecho de
él alentarlos, demuestra dos cosas : el escaso, si se me permite decirlo así,
interés propio que Buenos Aires debe tomar en la guerra y, luego, los
peligros a que el emperador se expone en la prosecución de la misma. Es
una verdad que yo a menudo he mencionado: los orientales odiana ambas
partes.
Me permitiré, ahora, decir algunas palabras sobre ese asunto (la
mediación). Estoy penetrado de su deseo de que estas gentes sean tratadas
con dulzura, toda la razonable tolerancia y tanta atención como pueden
merecer del gobierno de S.M. Es innegable que el gobierno del señor
Rivadavia (aunque tal vez tardíamente y por motivos indebidos) accedió
a todas las proposiciones o, por lo menos, a las partes esenciales, que yo
había tenido el honor de ser autorizado a proponerle. Es también innega-
ble que es en Río de Janeiro donde vemos la más acérrima persistencia
y completa adhesión a todo lo que anteriormente había demandado ese
184
Luis Alberto de Herrera
gobierno, que es lo que un gobierno completamente victorioso podría
exigir: la concesión de todo lo que se disputa por las armas.
Conservo en la memoria las palabras de su despacho N 9 3, de 1826:
“Las simpatías del gobierno británico estarán a favor de aquel beligerante
que demuestre mejor disposición para poner a la contienda una amistosa
terminación, etcétera” y yo estoy cierto de que si el gobierno de S.M. es-
tuviera descontento con el giro que los acontecimientos han tomado, no
dirigiría principalmente su disconformidad contra este país, aparente-
mente la parte más débil, y también, por cierto, la menos agresiva de las
dos. De consiguiente, cuidadosamente he evitado poner fin a la media-
ción. Por lo contrario, he estimulado al presidente a mantenerla abierta,
aventurándome a sugerirle el modo por el cual, sin comprometerse él ni
su pueblo, pueda dejar en pie las negociaciones de paz, bajo los auspicios
poderosos de nuestro rey y señor.
He considerado de mi deber hacer resaltar este punto en mis conver-
saciones con el nuevo presidente, animado del deseo de rectificar, si es
necesario, las absurdas versiones que malignamente se han hecho circu-
lar, atribuyendo a Gran Bretaña, intenciones determinadas y egoístas al
intervenir, en la forma que lo ha hcho, en la diferencia pendiente entre los
beligerantes . Tenía presente la parte final del despacho N 9 2 1 , dirigido a
mí, de 27 de mayo de 1826, donde V.E. aludía a los celos y a las in-
terpretaciones torcidas dadas a la intervención del gobierno británico.
Manifesté a S.E. que había observado que prevalecía el hábito de
atribuir al gobierno británico miras interesadas con respecto a este país;
que estas versiones eran propaladas por personas que debían estar mejor
enteradas que nadie de la verdad y altamente colocadas en el país; y que
yo creía conveniente, para el bien común, demostrar a S.E. que la malicia
o la ignorancia eran la causa de esos díceres. Le expresé, cortésmente, al
respecto que mi intención era hablar, entendiendo que el mejor modo de
evidenciar la falsedad de esos cargos consistía en probar que ellos no
podían ser ciertos.
Por lo tanto, con su autorización, examinaría los intereses que podían
La Misión Ponsonby
185
influenciar la conducta del gobierno británico con respecto a este país. Le
precisé a S.E. el monto de nuestro comercio y del valor de la propiedad,
en tierras y casas, pertenecientes a ingleses radicados aquí y, una vez
puestos de acuerdo, mediante preguntas y respuestas, sobre el valor que
podía asignársele, le interrogué si él creía que el gobierno del país más
rico del universo podía ser perturbado en sus decisiones por tan insigni-
ficantes motivos pecuniarios, inferiores en monto aún al caudal que
muchos comerciantes de Inglaterra mueven diariamente con desinterés y
hasta con indiferencia.
Le rogué que volviera los ojos a todos los asuntos políticos de ac-
tualidad y que me señalara, si le era posible, cuál podía imaginarse que
afectara a Gran Bretaña en el más remoto grado. Siendo tal el caso me
producía asombro que hubiera un hombre de sentido común que diera
crédito a tan absurdas versiones.
Agregué que Gran Bretaña había demostrado a la república una muy
marcada simpatía, porque constituía un país nuevo, al que esa buena
voluntad le era conveniente y porque la inteligente política de los mi-
nistros de S.M. les hacía ver en la mayor prosperidad aun de lospaíses más
remotos, el acrecentamiento del honor del propio y el bienestar general.
El presidente oyó deferentemente toda mi exposición y creo dejé en su
ánimo una impresión favorable, que será útil para destruir las absurdas
falsedades que se han propalado al exterior. Confío que esta aparente
prevención contra Inglaterra (intencionalmente la denomino aparente),
cesará cuando la influencia y el ejemplo del señor Rivadavia sean
completamente extinguidos. El, ya casi lo está, y las revelaciones que
posiblemente se harán, consumarán probablemente su público fracaso.
Como enemigo nuestro que es, trató de introducir ideas francesas y de
despertar preferencias por esa nación, pero juzgo, que sin éxito. He
reservado para el final de ésta algunos comentarios sobre el señor García;
pero considero mejor dejar la defensa de su conducta a su propia pluma.
V.E. la encontrará en la exposición cuya copia adjunto. Ese documento
ya ha producido un notable camino en los sentimientos de este pueblo
hacia su autor y, tal vez, una alteración en sus ideas respecto a la paz.
186
Luis Alberto de Herrera
Debo mencionar, al pasar, un hecho curioso, y es que, aún hoy, la
convención no es entendida ni aun por la clase elevada aquí y, hombres
que ocupan altos puestos públicos, todavía se equivocan totalmente sobre
el significado de algunas de sus cláusulas.
El señor García cree que la paz será reclamada, más o menos dentro
de tres meses, pues dentro de ese lapso de tiempo las penurias del país se
habrán hecho sentir. Considera que el emperador seguirá dispuesto a ha-
cer la paz sobre las mismas bases que recientemente ha propuesto. Lo
contrario, sería extraño, porque no puede desearlas mejores.
Tengo el honor de saludar a V.E. etcétera. — (firmado) John Pon-
sonby.
A S.E. George Canning, etcétera.
PONSONBY A CANNING
Buenos Aires, julio 20 de 1827. Excmo. señor: En mi despacho N 9 38,
he hablado, con alguna extensión, sobre los medios de que disponen las
partes beligerantes. S.M.I. el emperador del Brasil y la república de las
Provincias Unidas del Río de la Plata, respectivamente, para continuar la
contienda en que están empeñados.
Creo de mi deber someter, ahora, a la consideración de V.E. ciertas
ideas que, tal vez corregidas y modeladas por el gobierno de S.M. , pueden
servir de base a un proyecto para el cese de las hostilidades entre las par-
tes, arriba mencionadas.
Espero que V.E. me hará la justicia de creer que, al someterle mis su-
gestiones, imperfectas, he creído solamente cumplir con mi deber y de
ninguna manera, impulsado por la pretensión de aconsejar a personas
mucho más calificadas que yo para apreciar y comprender el asunto, bajo
todos sus aspectos y condiciones.
Doy por establecido que S.M.I. no tiene poder bastante para someter
a su autoridad la Banda Oriental, con excepción de ciertas fortalezas
actualmente ocupadas por sus tropas. También doy por establecido que
La Misión Ponsonby
187
la república no tiene medios de arrancar as fortalezas del poder de
S.M.I. A las anteriores conclusiones, agrego otras, que no pueden ser
discutidas.
Afirmo que los gastos y pérdidas, de toda índole, que los beligerantes
soportan, a causa de la guerra, exceden, infinitamente, al valor que se le
puede asignar al objeto que se empeñan para obtener.
Yo creo que, actualmente, el motivo primoroial que prolonga la
contienda, es el orgullo.
Si mi proposición fuera exacta y bien fundada (como creo que cual-
quier hombre instruido e imparcial, ampliamente informado del estado de
estos asuntos, la consideraría), juzgo que sería prudente dirigir los
esfuerzos de los que pugnan por la pacificación al descubrimiento de
medios para suavizar y adormecer esa violenta pasión. ¿No sería posible
lograr ese fin abriendo una negociación en la que ni una sola palabra se
dijera del título o reclamo, de una u otra parte, sobre la disputada
provincia, pero en la cual se comprometieran, simplemente, ambos
beligerantes, a pactar la paz y a la adopción de una amistosa política y de
relaciones comerciales cordiales? Por este procedimiento se ahorraría a
S.M.I. el dolor de hacer una concesión cualquiera a la república.
Sería dejado en completa libertad de entregar a los orientales, si él lo
considerara conveniente más adelante, como una gracia otorgada volun-
tariamente y bajo las condiciones que decidiera dictar, esa soberanía que
ahora pretende ejercer a título del irresistible y ardiente anhelo de los
habitantes de la provincia.
Sin duda, la república no haría objeción, entonces, a la renuncia de
toda reclamación que pueda tener sobre la Banda Oriental, sea cual fuere
el título; y fácilmente se acordaría la prohibición de cualquier futura
incorporación o conexión política estrecha, capaz de dar lugar a celos y
temores de poder alguno.
Tengo el honor de saludar a V.E. etcétera. — (firmado) John Po.i-
sonby.
A S.E. George Canning, etcétera.
188
Luis Alberto de Herrera
CANNING A PONSONBY
Londres, julio 20 de 1 827. A S.E. lord John Ponsonby. Excmo. señor:
Los despachos de V.E. , hasta el N g 24, inclusive, y uno del señor Parish,
N 2 25, han sido recibidos y presentados al rey.
El gobierno de S.M. se ha enterado, con gran satisfacción de la
acertada decisión tomada por el gobierno de Buenos Aires, de enviar un
plenipotenciario al Brasil, cuyo arribo y cordial recepción en Río de
Janeiro nos ha sido comunicado, en su último despacho, por el señor
Gordon.
Saluda a V.E. con toda consideración. — (firmado) George Canning.
PONSONBY A CANNING
Buenos Aires, julio 22 de 1827. Excmo. señor:
Abrigaba la esperanza de tener noticia de alguna resolución del
gobierno, con el fin de mantener abiertas las negociaciones de paz, pero
el presidente me manifestó ayer que su gobierno consideraba suficiente
la última comunicación trasmitida por mí al señor Gordon.
He tenido con el presidente varias conversaciones privadas; está en
muy buenas relaciones conmigo, y supongo que también agradecido, por
el interés que he demostrado en allanar todas las dificultades. Le he ex-
puesto mi opinión, lisa y llana, sobre la situación del país, en lo referente
a sus asuntos internos y externos, esforzándome en convencerlo de la
imperiosa necesidad de obtener la paz, a menos que él prefiera exponer
a la destrucción y a la ruina la prosperidad de la nación. Parece coincidir
con mi modo de pensar; pero, naturalmente, se mostró muy parco en sus
La Misión Ponsonby
189
respuestas . No desespero de obtener su aceptación de algo muy semejante
a las bases de paz que lie mencionado en mi despacho N 9
El presidente me manifestó, con entera franqueza, que había cedido
a las instancias de su ministro Anchorena, viéndose obligado a ello por-
que no encontraba a nadie que aceptara el cargo, estando, por tanto, en
poder de su actual ministerio. Me dijo que tenían cuatro mil hombres en
la Banda Oriental; pero que no podía afirmar que estuvieran equipados o
pagos. Su gran preocupación parece consistir en reconciliar a las provin-
cias y, en esto, no dudo que obtendrá éxito. La caída del gobierno de Ri-
vadavia, fue celebrada en Córdoba con toda clase de festejos y he oído
decir que se ha iniciado allí un proceso criminal contra él, acusándolo de
traición. He esperado, hasta último momento, con el linde trasmitir a V.E.
las noticias más recientes, rogándole perdone la minuciosidad con que le
informo hasta de los menores detalles.
He podido convencerme de que el presidente no sabe qué medidas
adoptar en los actuales momentos y aguarda el desarrollo de los aconte-
cimientos para tomar resoluciones que satisfagan a la opinión pública.
Saludo a V.E. etcétera. — (firmado) John Ponsonby.
A S.E. George Canning, etcétera.
GORDON A DUDLEY
Río de Janeiro, agosto 10 de 1 827. Excmo. señor: El emperador don
Pedro y sus ministros están evidentemente muy contrariados por la no
ratificación en Buenos Aires de la convención preliminar del señor
García. Las seguridades dadas por aquel pleiúpotenciario, en Río de
Janeiro, no les dejaban duda del buen éxito de su misión y los preparativos
para continuar la guerra se habían relajado mucho, cuando la inesperada
noticia del fracaso del señor García llegó a esta capital.
Resuello el emperador a no ceder su soberanía sobre la provincia
190
Luis Alberto de Herrera
Cisplatina, en lo que parece, apoyado por la opinión pública, no se tienen
más esperanzas de paz y se emplean nuevas energías en continuar las
hostilidades. El ministro de relaciones exteriores ha enviado un mensaje
a las cámaras, pidiendo se le suministren nuevos recursos en dinero, pues
los que hoy tienen son deficientes hasta el extremo; además, la escuadra
que estaba pronta a partir para Leghom con el propósito de traer a la
prometida del emperador se halla ahora detenida para utilizarla en el Río
de la Plata.
Tengo el honor de acompañar una traducción del discurso del mar-
qués de Queluz, pronunciado en la cámara de diputados, en el cual, muy
imprudentemente, estalla en censuras contra el gobierno republicano. Es
verdad que toda esperanza de renovar las negociaciones se ha desvane-
cido y que el tono intemperante de los diarios de Buenos Aires ha exas-
perado mucho al emperador pero parece insensato de parte del gobierno
brasileño alejar así, caprichosamente y más aún, el principal objeto, o sea
la paz, vivamente deseada y que es, en efecto, necesaria para su propia
conservación.
El marqués de Barbacena ha llegado recién del campo de la guerra, y
no obstante el deshonor que puede decirse cupo al ejército a sus órdenes,
durante la última campaña, apesarde las poderosas intrigas que, sin cesar,
se han usado contra él durante su ausencia, ha sido perfectamente recibido
por el emperador. Tengo, etcétera. — (firmado) R. Gordon.
A S.E. el conde Dudley, etcétera.
GORDON A DUDLEY
Río de Janeiro, agosto 18 de 1827. Excmo. señor: A pesar del pésimo
aspecto de los asuntos entre este país y Buenos Aires, desde la desapro-
bación al señor García por su gobierno, no he creído deber abandonar las
tentativas para alcanzar un objetivo de tan general utilidad cual es el cese
de las hostilidades, en tanto no sean rechazadas, en absoluto, por el
La Misión Ponsonby
191
emperador don Pedro.
Sabiendo las dificultades a que está hoy expuesto este país por la gue-
rra, y el sincero anhelo del emperador de verse libres de ellas, en cir-
cunstancias en que sus próximas nupcias embargan todos sus pensamien-
tos, he propuesto a S.M.I. acceder a términos de paz según los cuales
ambas partes se reservarían sus derechos y pretensiones, tales como exis-
tían antes de la guerra, abandonando el asunto de la provincia Cisplatina,
sobreentendiéndose que inmediatamente se iniciará una negociación
para definir sus respectivos derechos y determinar el destino de esa
provincia.
Es motivo de honda satisfacción para mí poder informar a V.E. que
el emperador, accediendo a mi proposición, me ha autorizado a comuni-
car al gobierno de Buenos Aires, que está pronto a hacer la paz sobre los
términos arriba mencionados.
S.M.I. sin embargo, considera esto más bien un armisticio, cuya
duración anhela asegurar al menos por dos años y para lo cual gustoso
aceptaría la garantía de Gran Bretaña.
Naturalmente que esto lo he rehusado; pero me he aventurado a
manifestarle que Inglaterra con la mejor voluntad, extendería su media-
ción a la negociación que se inicie respecto a la disputada provincia; y he
demostrado que la intervención de un negociador británico virtualmente
impediría una ruda o caprichosa renovación de las hostilidades.
N. veo cómo la república de Buenos Aires puede rehusarse a la
proposición, como la ha sancionado el emperador. Me propongo adelan-
tarla a lord Ponsonby y sólo siento no tener otros medios de comunicár-
sele antes del arribo del próximo paquete de Buenos Aires, hallándose
ausente el almirante Otway, que ha dejado esta estación con todos los
buques bajo su mando. Tengo, etcétera. — (firmado) 7?. Gordon.
A S.E. el conde de Dudley, etcétera.
192
Luis Alberto de Herrera
CANNING A PONSONBY
Agosto, 28 de 1827. A S.E. lord John Ponsonby. Excmo. señor: Por
el despacho al señor Gordon, cuya copia adjunto, V.E. se enterará de la
opinión del gobierno de S.M. sobre los preliminares de un tratado entre
el Brasil y Buenos Aires firmados por el señor García.
El encargado de negocios de Buenos Aires, con quien he cambiado
ideas sobre el particular, me expresó grandes dudas sobre la aprobación
de la convención, por su gobierno. Los términos en que está concebida,
no son ciertamente tales como estimular a V.E. a apremiar por su acep-
tación, como podía haberlo hecho si aquellos fueran más equitativos.
Considerando, sin embargo, lo mucho que Buenos Aires ha sufrido por
la prolongación de la contienda y que la terminación de las hostilidades
es de mayor importancia que las condiciones exigidas para el restableci-
miento de la paz, V.E. aplicará acertadamente su influencia allanando las
dificultades que el orgullo nacional pudiera levantar contra los artículos
propuestos.
Si, como parece probable, la Banda Oriental, motivo originario de la
contienda, aunque colocada por el tratado bajo el dominio nominal del
emperador del Brasil, consigue obtener una especie de independencia, lo
que fue, a primera vista, el gran obstáculo para el arreglo, quedaría de
hecho removido. Por lo demás, la república debe considerar si la prolon-
gación de la lucha podrá acarrearle más favorable resultado y si las
probabi idades de mejor éxito son suficientes para compensar los positi-
vos males provenientes de la continuación de la guerra.
Me abstengo intencionalmente, de extenderme sobre estos tópicos,
desde que es muy probable que, antes de que este despacho llegue a poder
de V.E., el gobierno de Buenos Aires habrá tomado alguna decisión y ya
estará bien ratificada la convención, o renovada la guerra con redoblada
hostilidad por ambas partes.
Saludo a V.E. etcétera. — (firmado) George Canning.
La Misión Ponsonby
193
PONSONBY A CANNING
Buenos Aires, setiembre 9 de 1827. Excmo. señor:
(Sobre finanzas)
No obstante ese estado de cosas, soy de opinión que, en los actuales
momentos, se encontrarán grandes dificultades para restablecer la paz y
que ninguna proposición a su favor está escuchada, a menos que se funde
en la libertad absoluta de la Banda Oriental respecto del imperio del
Brasil.
Han circulado versiones que atribuyen diversas proposiciones pací-
ficas como próximas a ser hechas por el gobierno brasileño, por interme-
dio del señor Gordon, ministro de S.M. en Río de Janeiro.
Muchas personas aseguran que Inglaterra tendrá el dominio de la
provincia de la Banda Oriental, dejándole la denominación y la bandera
de un estado libre. Me ha sorprendido comprobar la poca o ninguna
desaprobación de esas versiones, por parte de muchos que han sido, hasta
hace poco, los más vehementes contra Inglaterra.
Antes que ésta llegue a sus manos, V.E. se habrá enterado de las
proposiciones (si existen) hechas desde Río; por eso me abstengo de
hacer comentarios al respecto; pero, como estoy convencido que la paz
sólo puede concertarse sobre la base del total renunciamiento de S.M.I.
a la posesión de la Banda Oriental, y como abrigo temores de que ni aun
esa proposición pueda prosperar al presente, por razones que más
adelante expresaré, me ha parecido oportuno insinuarle al señor Gordon
que, si S.M.I. estuviera dispuesto a hacer la paz sobre esa condición, le
sería fácil obtenerla por medio de los orientales mismos.
El general Lavalleja secundaría, solícitamente, al emperador en esta
empresa, y la república debe, voluntariamente o no, hacer la paz si los
orientales la desean. Yo temo que S.M.I. no encontrará esta solución la
más ventajosa para él.
194
Luis A Iberio de Herrera
Las razones que tengo para sospechar que puedan surgir ahora obs-
táculos que impidan la realización de la paz, aun sobre la base de la
independencia mencionada, se fundan en una conversación que he man-
tenido con el primer ministro, en la cual se negó a darme una contestación
definitiva a la pregunta de si él creía que su gobierno haría la paz sobre
la base de la completa independencia de la Banda Oriental.
Fracasé en las diversas tentativas que hice en ese sentido y todo lo que
pude obtener fue la manifestación de que su gobierno deseaba reconciliar
a las provincias y que ninguna resolución sería tomada prescindiendo de
ellas.
Abrigo serias dudas sobre la creencia de los jefes y juntas de las
provincias de que la paz sea hecha contemplando su conveniencia. Sé que
el gobernador de esta provincia (Buenos Aires) es partidario de la guerra,
si es posible llevarla adelante.
Esta, actualmente, no herirá mucho a los intereses locales, pues los
imperiales son demasiado inertes para mantener el bloqueo. Para quienes
estamos aquí, resulta altamente ridículo suponer que ellos harán nada que
requiera actividad, astucia o coraje. Por lo tanto, mantengo mi opinión de
que la guerra puede prolongarse considerablemente y que S.M.I. será
quien, finalmente, experimentará más sensiblemente sus consecuencias.
Creo que el primer ministro desea la paz, aunque disertó, sobre planes
de naturaleza muy belicosa, en forma tal como para demostrar que
estaban a estudio de su gobierno.
Sin embargo, sus deseos personales, aunque tal vez sostenido por un
considerable partido, aquí no prevalecerán, creo, sobre las inclinaciones
del gobernador, apoyado por las provincias y el bando de los propietarios,
que fomentarán todo deseo bélico.
Estas son algunas razones en que me baso para desear que el em-
perador se valga de los orientales para imponer la paz, porque considero
que S.M.I. sólo alcanzará deshonra para sus armas y grave daño para sus
finanzas, insistiendo en mantener un título y una autoridad negada y
rechazada por los mismos a quienes él no puede compeler a la sumisión.
Tengo el honor de saludar a V.E. etcétera.- (firmado) John Ponsonby.
A S.E. George Camiing, etcétera.
La Misión Ponsonby
195
GORDON A DUDLEY
Río de Janeiro, setiembre 21 de 1827. Excmo. señor: Con referencia
a mi despacho N 2 12, enviado por el último paquete, anunciando nuevas
perspectivas de pacificación entre este país y Buenos Aires, tengo ahora
el honor de adelantar a V.E. copia de mi correspondencia con el marqués
de Queluz y del despacho que he dirigido a lord Ponsonby sobre el
particular.
El convenio que ahora se intenta entre los beligerantes puede parecer
poco satisfactorio, por cuanto no tiende a remover la causa originaria de
la guerra; pero debe notarse que, en el hecho, no está en el poder de las
partes contratantes, aun coincidiendo en sus vistas, determinar el destino
de la Provincia Cisplatina, estando sus habitantes resueltos a batirse por
su propia causa y obtener su independencia. Confío, pues, en el gobierno
de S.M. valorará una tregua que, si felizmente se alcanzara, lograría, por
lo menos, revivir el comercio en este hemisferio, levantando el bloque del
Río de la Plata y limpiando la costa del Brasil de piratas y corsarios.
Como la forma adoptada por el marqués de Queluz, al articular los
términos que sometí a la sanción del emperador, no parecían los más
adecuados para obtener la aprobación del gobierno de Buenos Aires, y
además, llamaban a una intervención más decidida de parte del gobierno
de S.M. de la que yo podía ofrecer, he aconsejado se modifique, como
aparece en la correspondencia que incluyo y de manera que espero con
entera confianza serán aprobados por el gobierno de Buenos Aires.
Tengo, etcétera. — (firmado) R. Gordon.
A S.E. el conde de Dudley, etcétera.
GORDON A DUDLEY
Río de Janeiro, octubre l 2 de 1827. Excmo. señor: Las caitas que he
recibido de lord Ponsonby, por el paquete que sigue para Inglaterra con
el presente despacho, dan cuenta tan poco satisfactoria de la disposición
196
Luis Alberto de Herrera
del gobierno de Buenos Aires para hacer la paz, que temo que las pro-
posiciones que tuve el honor de adelantar a V.E., en mi despacho N e 2 1 ,
sean rechazadas.
Este temor es el que me impulsa a molestar a V.E. con algunas
observaciones sobre el extraordinario aspecto de esta guerra, que, si con-
tinúa a pesar de las bases últimamente propuestas, parece, en mi humilde
opinión, demandar una intervención directa de Gran Bretaña. No sólo
porque tal continuación no puede justificarse, con razón ni pretexto; no
porque la guerra sea muy perniciosa para los intereses de Gran Bretaña,
haciendo peligrar su tráfico sudamericano, sino poique se hace desafian-
do la ley de las naciones, con pérdida de vidas británicas y a costa del
honor británico.
Las principales y, en realidad, las únicas operaciones de guerra, se
hacen por mar. No entre brasileños y españoles sino por extranjeros, en
su mayoría ingleses; y no es alejarse de la verdad decir que la guerra entre
Brasil y Buenos Aires se mantiene actualmente entre ingleses, en directa
contravención de las leyes de Inglaterra, con capital británico, y, todavía,
manifiestamente en contra de los intereses británicos.
No hay menos de 1.200 marineros ingleses en la flota brasileña, y
lamento tener que anunciar a V.E. que varios centenares de ellos son
desertores de la armada de Gran Bretaña.
No entra a la bahía de Río de Janeiro un solo buque británico que no
pierda muchos de sus mejores tripulantes; lo que no puede impedirse,
pues son atraídos por sus propios compatriotas, secuestradores consen-
tidos dentro de la ley, empleados por este gobierno para ofrecerles
tentadoras primas que, luego, impiden a las infortunadas víctimas acoger-
se a la protección de la bandera de la que tan ligeramente han desertado.
El jefe de la escuadra bloqueadora en el Río de la Plata, es un inglés,
y el jefe de la flota de Buenos Aires, lo mismo; sus dotaciones inglesas,
cuando caen prisioneras, sin vacilación se unen a sus compatriotas alis-
tados del lado opuesto y, a veces, vuelven a cambiar, a causa de malos
tratamientos o por inclinación al saqueo.
Las últimas noticias de Montevideo dicen que una hermosa goleta
La Misión Ponsonby
197
brasileña, con 14 cañones y con dotación completa de marinos ingleses,
se pasó al enemigo.
No me detendré más en esta lamentable característica de la guerra.
La república de las Provincias Unidas de la Plata ha dejado de existir
ya: el desmembramiento del Brasil es el objeto declarado de los bonae-
renses. Se han hallado proclamas a bordo de sus corsarios dirigidos a los
pueblos de Bahía y Pemambuco, incitándolos a sacudir el yugo imperial
y erigirse en estados independientes; al mismo tiempo, se les asegura que
la guerra se hace contra los portugueses y un soberano de la casa de Bra-
ganza, pero no contra los bahianos o brasileños.
Estos y otros incidentes alarmantes de esta guerra sin sentido, parecen
afectar demasiado los intereses de Gran Bretaña para no demandar Su
rápida intervención.
Espero sinceramente que V.E. estará de acuerdo conmigo en que el
mismo empeño laudable que ha unido los esfuerzos de tres grandes
potencias, en Europa, para terminar con la lucha sangrienta entre las
provincias griegas y la Puerta Otomana, puede emplearse, con igual jus-
ticia, para poner fin a los perjuicios de esta guerra en Sudamérica, que
también la necesita por equidad, por sus intereses y por humanidad.
Rogaría a V.E. que tuviera presente que, después de la equitativa
transacción aceptada por el emperador del Brasil explicada en mi despa-
cho del 21 último, es decir, dejar que el destino de la Banda Oriental se
resuelva por negociación amistosa, la guerra sólo puede continuarse, por
parte de Buenos Aires, con violación de uno de los más sólidos principios
de la ley internacional. No puede fundarse ni en justicia ni en necesidad,
y la sostendrá un partido que tiene poco más que perder y absolutamente
nada que ganar con ello, contra la misma existencia del imperio de Brasil
y contra los más importantes intereses comerciales de Europa. Tengo,
etcétera. — (firmado) R. Gordon.
A S.E. el conde Dudley, etcétera.
198
Luis Alberto de Herrera
PONSONBY A CANNING
(Secreta), Buenos Aires, octubre 15 de 1827. Excmo. señor:
Lavalleja dice que los resultados de la guerra han probado a los
habitantes de la provincia de Río Grande, etcétera; que S.M.I. es incapaz
de protegerlos, en sus vidas e intereses, contra las expediciones de
despojo y ataque de los orientales y otros. Asegura que son muy débiles
los vínculos que los unen al emperador y que, en general, si no umversal-
mente, el portugués nacido en América odia al portugués europeo
infinitamente más que al español americano; que todos los nacidos en
América, sea cual fuere su idioma, se consideran como ligados por in-
tereses comunes contra su madre patria europea; y que, en particular, los
portugueses americanos acusan al emperador de parcialidad hacia sus
súbditos nacidos en Europa, hacia cuya parte del mundo ellos se imaginan
que S.M.I. mira con esperanza y afección.
El general Lavalleja cree que, si él consigue probar a esas gentes su
poder para protegerlos de la venganza inmediata de su soberano, estarán
inclinados, por interés y pasión, a unírsele para ir en contra del emperador
y cooperar en el esfuerzo para obligarle a restaurar la paz, y con ella,
hacerle renunciar a todo derecho, no sólo a la Banda Oriental, sino tam-
bién a la vasta y rica comarca en disputa.
V.E. es el mejor juez para medir el alcance de tal estado de opinión,
y sentimiento, si, en realidad, existe en el pueblo, y creo V.E. posee
información en su poder para inclinarse a pensar que tal puede ser el caso.
Estoy plenamente convencido de que un armisticio, fundado sobre las
bases propuestas por el ministro mediador y rechazadas por este gobier-
no, hubiera sido muy del agrado de Lavalleja y de perfecto acuerdo con
sus planes. Pienso que no sería, sin embargo, confonne con su política
actual lomar una actitud en abierta contradicción con el gobierno de
Buenos Aires, de cuya ayuda él depende, en gran parte, por los recursos
altamente útiles, sino necesarios para sus designios, que puede ofrecerle;
ni sería conveniente, yo creo, que, en los actuales momentos, en beneficio
de lapaz misma, Lavalleja mostrara al mundo, con sus actos, la existencia
La Misión Ponsonby
199
de una profunda divergencia entre él y el gobierno de Buenos Aires.
No obstante, considero que Lavalleja podría, privadamente exponer
su opinión sobre la conveniencia del armisticio y que ésta influiría
enormemente sobre el gobernador Dorrego. En consecuencia, y de
manera que V.E. puede estar seguro no ofrece peligro, ni aun de
compromiso personal para mí, liice sugerir estas ideas a Lavalleja, por
medio de un amigo y confidente suyo, procurando hacerle notar las
ventajas del armisticio y tratando de inducirle a influir privadamente con
Dorrego a favor del mismo.
Estoy seguro que, si se deja solos a S.M.I. y a la república, o, mejor
dicho, a Buenos Aires, nunca arribarán a un acuerdo definitivo, y que
únicamente la presión, ejercida de un modo u otro, sobre ambos, puede
realizar el deseo del gobierno de S.M.: la paz.
He sido informado, por los comerciantes radicados aquí, que la
propiedad británica, paralizada por el bloqueo, se perderá, en gran parte,
si no se consigue embarcar, en la época apropiada, los cueros; esto es, en
plazo de siete meses.
Este país está sufriendo actualmente , y se extremarán sus padecimien-
tos, si la paz es diferida. Las familias de las clases pudientes han sido
grandemente afectadas en sus intereses por el cambio del valor de la
moneda, y es imposible calcular a qué extremos llegará el daño, si el papel
decae completamente, como muchas personas inteligentes consideran
que es probable ocurra dentro de corto tiempo.
Tengo el honor de saludar a V.E. etcétera.- (firmado) John Ponsonby.
A S.E. George Camiing, etcétera.
GORDON A DUDLEY
Río de Janeiro, octubre 22 de 1827. Excmo. señor: Tengo el honor de
adelantar, por deseo de lord Ponsonby, una copia de su nota, a mí dirigi-
da el 18 de setiembre, con sus agregados números 1 y 2, recibidos cifra-
200
Luis Alberto de Herrera
do's aquí.
No necesito decir que no hay probabilidad alguna de que las insinua-
ciones que contienen sean escuchadas por el emperador don Pedro. No se
convencerá a S.M.I. de que ceda Montevideo; en verdad, no es de su-
ponerse. Estaba en su poder al comenzar la guerra y, siendo suya, ahora,
cuando el enemigo se halla reducido a su último extremo, habiéndose
operado, en realidad, la disolución de la república, S.M.I., cuyos recursos
no están exhaustos, sostenido por la opinión unánime del Brasil, al
menos, en cuanto a la ocupación de Montevideo refiere, seguramente no
aceptará la paz sobre la base de una inexplicable cesión de esa fortaleza.
En cuanto a tratar con el general Lavalleja, este gobierno ha tiempo
está en conocimiento del distanciamiento de ese jefe y sus compatriotas
de Buenos Aires y es bien sabido aquí que el destino de la Banda Oriental
se resolverá solamente por una inteligencia con los orientales. Por eso, el
señor García, nativo de la provincia, ha sido nombrado presidente de
Montevideo y el general Lecor ha sido reincorporado al mando del
ejército del sur: grandes esperanzas se fundan en la buena aceptación de
estos nombramientos y, sobre todo, en la experiencia del general Lecor
en las relaciones con los nativos, esperándose que, finalmente, se llegue
a un arreglo que deje a Montevideo ocupado, como el presente, para
mayor seguridad de todos.
Con excepción de la evacuación de Montevideo, los puntos de vista
del coronel Dorrego, respecto al cese de las hostilidades, armonizan con
las propuestas que adelanté a lord Ponsonby, hace seis semanas, comu-
nicadas a V.E. por mi despacho N 2 20.
Si estas proposiciones se rechazan por el gobierno de Buenos Aires,
toda esperanza de una pronta terminación de la guerra debe abandonarse.
Tengo, etcétera. — (firmado) R. Gordon.
A S.E. el conde Dudley, etcétera.
La Misión Ponsonby
201
CANNING’ , 5W^£í¿í¿l5ttV: l
Londres, octubre 28 de 1827. A S.E. lord John Ponsonby. Excmo.
señor:
Me place comunicar a V.E. que su proceder, respecto a los prelimina-
res firmados por M. García, pero no ratificados en Buenos Aires, están
completamente de acuerdo con los puntos de vista del gobierno de S.M.
Los términos en que esos preliminares están concebidos no son cierta-
mente los que un equitativo mediador hubiera propuesto. Sin embargo,
considerando el estado de agotamiento de Buenos Aires y considerando
también las consecuencias, tanto morales como políticas, que la conti-
nuación de la guerra probablemente ocasionaría a esa república tomado
el conjunto, habríamos deseado la aceptación de esa solución.
Nuestra opinión sería ciertamente distinta, si la soberanía de la B anda
Oriental pudiera aportar al emperador don Pedro un formidable acrecen-
tamiento de poder en la inmediata vecindad del estado rival. Pero parece
indudable que, sean cuales fueren las manos a que la letra del tratado
pueda consignar ese territorio, éste no representará fuerza real y que, lo
que tan calurosamente se disputan ambas partes, será, por tiempo por lo
menos considerable, una ventaja más nominal que real.
Sin embargo, al aconsejarla aceptación de proposiciones que indican
el sacrificio del principal origen de la contienda, nuestro lenguaje, por
espíritu de justicia y de lógica, debe ser distinto del que hubiéramos
empleado si ellas fueran más semejantes a las que nosotros habíamos su-
gerido.
Podemos aconsejarles prudentemente, haciéndoles notar las dificul-
tades de su propia situación, y, para evitar mayores males, transar con
estas mortificantes condiciones; pero no podemos juzgar su rechazo de
ellas como un desprecio a nuestra mediación, m amenazarles, como una
consecuencia, con la pérdida de sus ventajas.
Por el contrario, continuaremos empleando nuestros buenos oficios
cerca del emperador don Pedro, con el fin de inducirle a introducir al-
gunas modificaciones más en armonía con los términos originariamente
202
Luis Alberto de Herrera
sugeridos por el gobierno de S.M.
El resultado, sin embargo, de cualquier mediación, aun de la más
poderosa, más amistosa y más imparcial, está sujeto a grandes incerti-
dumbres entre contrincantes como estos.
La guerra, aunque muy peijudicial para ambas partes, probablemente
no llegaría a aniquilar a ninguna. Para el país más débil e infortunado, la
potencia mediadora será siempre solicitada con respeto, pues las propo-
siciones sugeridas por ella siempre serían mejores que las que pudiera
obtener por sí, en un momento de adversidad. En cambio, el más fuerte
declinará, o eludirá, esas propuestas, en la esperanza de lograr un triunfo
más completo del que puede proporcionarle la aceptación de ellas.
Es sólo cuando el tiempo y la laxitud han calmado la violencia de los
odios recíprocos, que las concepciones más ambiciosas son reemplaza-
das por la apreciación prudente de las ventajas o desventajas de una
prolongada contienda.
El plan de pacificación que V.E. sugiere , está sujeto, por lo tanto, a esa
objeción: demanda un grado de paciencia y discreción que ninguna de las
partes en cuestión ahora alcanza. Alguna estipulación, sobre los motivos
originales del litigio, será considerada por ellos como indispensable en el
tratado de paz.
Pasar por sobre ellas, sub silentio, sin referir a las grandes dificultades
prácticas a que probablemente llevaría, es lo que, en principio, aceptarán
ambas partes.
Tengo el honor de saludar a V.E., etcétera. — (firmado) George Can -
ning.
GORDON A DUDLEY
Río de Janeiro, noviembre 10 de 1827. Excmo. señor: Sin duda lord
Ponsonby habrá enterado a V.E. de la acogida que se ha dado en Buenos
Aires a las proposiciones de aquí para llegar a un inmediato cese de
hostilidades entre los dos países.
La Misión Ponsonby
203
Sólo, pues, me falta comunicar a V.E. que el emperador, por su parte,
se ha rehusado, terminantemente, a escuchar las contraproposiciones que
acaban de llegar de Buenos Aires, requiriendo la inmediata evacuación
de Montevideo por las fuerzas brasileñas.
Que se hubiera esperado alcanzar esta solución, junto con la indepen-
dencia de la Banda Oriental, como consecuencia de una negociación
amistosa y por el apoyo de Gran Bretaña, habría sido razonable de parte
de Buenos Aires, pero exigir que todos los intereses de los neutrales, así
como la propiedad real de los habitantes nativos de Montevideo, se
abandonen, de golpe, a merced de los gauchos, al retirar de inmediato la
guarnición, única protección para la gente de aquel pueblo, parece afir-
mar la presunción de que el actual gobierno de Buenos Aires más busca
una escapada a su bancarrota en la anarquía y miseria de sus vecinos,
amigos o enemigos, que en un franco arreglo de la cuestión.
Queda al gobierno de S.M. decidir qué otra actitud debe adoptarse
para obtener la terminación de una guerra que, cual ninguna, es injusta y
desastrosa para todas las partes en ella comprendidas. Tengo, etcétera. —
(fumado) R. Gordon.
A S.E. el conde Dudley, etcétera.
GORDON A DUDLEY
Río de Janeiro, noviembre 30 de 1827. Excmo. señor: La asamblea
legislativa se clausuró el 16 del que corre, por el emperador en persona,
quien pronunció en esa ocasión el discurso del cual tengo el honor de
incluir una copia y traducción.
Parte de ese discurso es notable, en cuanto ofrece a la nación pers-
pectivas de una próxima paz con Buenos Aires, en forma que podría
implicar una cesión de territorio de parte del Brasil. Que S .M.I. se exprese
así ante las cámaras, apenas dos días después de haber ordenado a su
ministro que rechazara totalmente las oberturas del gobierno de Buenos
204
Luis Alberto de Herrera
Aires, porque en ellas se requería esa misma entrega, sin duda parecerá
extraordinario a V.E. No tengo razón alguna para creer que cambio al-
guno ha existido en las vistas de sino que su discurso a las cámaras
ha sido escrito simplemente para tranquilizar al partido que más se agita
contra la guerra y, al mismo tiempo, para facilitar las operaciones
financieras que se están negociando para continuarla vigorosamente.
Por lo demás, ante la perspectiva de una pronta reunión de los
diputados, condición exigida por la constitución, en caso de ceder
territorio, muchos del Norte, cuyo descontento con el gobierno y la guerra
se demostró en la última sesión, se quedaron, a consecuencia del discurso
del emperador, y así, el disgusto de las provincias del Norte, que ya ha
creado alguna alarma, no se aumentará con su presencia e incitación.
Tengo, etcétera. — (firmado) R. Gordon.
A S.E. el vizconde Dudley, etcétera.
PONSONBY A DUDLEY
Buenos Aires, diciembre 4 de 1827. Excmo. señor: El Rinaldo no
arribó hasta el 30. Como V.E. ya lo sabrá por el señor Gordon, me trajo
un rotundo rechazo de las proposiciones y la declaración del propósito del
emperador de continuar la guerra. Comuniqué esas noticias al gobierno,
con las palabras del señor Gordon, recibiendo la respuesta que adjunto.
No hice tentativa alguna para inducir a este gobierno a iniciar nuevas
negociaciones pacifistas. Juzgo que sería imprudente tal medida en cir-
cunstancias en que el ministerio se halla perturbado por la discordia
interna, máxime tratándose de una cuestión que pudiera producir contro-
versia. Pero, aparte de esa consideración, opino que este gobierno no debe
hacer, por el momento, ninguna propuesta de paz.
Estoy persuadido de que el emperador la interpretaría como señal de
debilidad y se sentiría estimulado a persistir en sus demandas. Además,
La Misión Ponsonby
205
no habría tiempo para una amistosa intervención antes que el ejército
republicano comience sus hostilidades, pues, indudablemente, dentro de
unos pocos días se moverá de su actual posición para atacar al enemigo.
Mucho temo que grandes males sufrirán ambas partes, antes que seria-
mente procuren la paz; creo necesario que el emperador sea el más
probado por esos males, a fin de hacer probable una paz permanente.
Estoy convencido de que los partidarios de la independencia, en la
Banda Oriental, no consentirán nunca ser súbditos del emperador y creo
que ningún gobierno puede existir, en Buenos Aires, lo suficiente po-
deroso para impedir a esa provincia renovar la guerra; aunque, tal vez, en
caso de muy grandes dificultades, les sería posible hacer la paz.
En anteriores despachos, he expuesto a V.E. mi opinión sobre la
situación política de este país y sus condiciones para continuarla guerra,
cuando aparentemente está privado de todos los recursos necesarios para
la formación y mantenimiento de ejércitos. Ni los repelidos cambios del
gobierno, ni aun la bancarrota nacional, agotarán los medios y deseos de
la comunidad de atacar al emperador en la Banda Oriental.
Temo, por consiguiente, que su éxito solo significaría la prolonga-
ción, no el término, de las calamidades de la guerra. Si, por el contrario,
los republicanos pudieran obligar al emperador a evacuar la provincia,
imagino que una paz duradera sería posible, tal vez probable. Este
gobierno, me refiero al de Buenos Aires, creo que no se opondría a la
independencia de los orientales, pero si quisiera hacerlo así, creo que ca-
rece de medios para cumplirlo. Sé, por Lavalleja, que él piensa, si alguna
vez Montevideo y Colonia caen en su poder, destruir sus fortificaciones,
tan rápidamente como le sea posible. La experiencia de esta guerra
demuestra, claramente, que los brasileños no pueden conservar bajo su
dominio ninguna parte del país, excepto sus plazas fuertes; su destruc-
ción, por consiguiente, privará al emperador de toda probabilidad de
éxito. Si, en este estado de cosas, el emperador y la república tomaran
como base la independencia de la Banda Oriental, y convinieran mutua-
mente en garantirla, yo opino que podría concertarse una paz firme y
estable, que contuviera las estipulaciones necesarias para aquietar com
pletamente los temores y recelos de todos los bandos.
206
Luis Alberto de Herrera
Yo considero que ninguna dificultad se opondría al establecimiento
de un gobierno en la Banda Oriental, que sería, por lo menos, tan bueno
como los de las provincias y el de Buenos Aires mismo.
Previendo, desde hace largo tiempo, la continuación de la guerra y
sospechando, no sin buenas razones, que podría asumir el carácter de una
lucha del republicanismo contra la monarquía, he tratado, en lo posible,
de evitar ese mal. Tengo la satisfacción de poner en conocimiento de V.E.
que el doctor Moreno me ha asegurado que su gobierno está persuadido
de la inconveniencia de dar a la guerra ese carácter, y que no se lo dará.
Estoy más satisfecho, aún, de haber conseguido, del mismo general
Lavalleja, la seguridad de que no tolerarán ningún acto que pueda dar a
la contienda otra significación que la de una lucha por la libertad de su
patria de la dominación extranjera. El me ha enviado, además, la promesa
de que no formará alianza con ninguno de los súbditos de S.M.I. que
pretenda rebelarse contra su soberano, lo que entorpecería la conclusión
de la paz, en caso de que la Banda Oriental fuera rescatada del emperador.
Ayudará, en todo lo posible, a los enemigos del emperador, pero sin hacer
causa común con ellos.
Confío que V.E. aprobará mis esfuerzos, tendientes a evitar todo lo
que pueda contribuir a darle a esta guerra un carácter político.
El señor Gordon, con mejor acopio de datos, habrá enterado a V.E. del
estado y número de las fuerzas brasileñas. Yo, sólo le manifestaré que
creo que es deplorable, en cuanto a la falta de caballos, cuya abundancia
es absolutamente necesaria, pues ese elemento es esencial para el éxito
de la campaña.
He leído cartas recientes de Lavalleja en las que afuma que la
deserción de alemanes de las tropas de S.M.I. es muy numerosa y que él
trata, en lo posible, de favorecer esa deserción, creyendo que la mayor
parte de esas tropas se le unirá.
Me he enterado, en otras fuentes, que los soldados alemanes han sido
privados por sus jefes de sus armas y municiones y confinados en los
cuarteles el mayor tiempo posible. El ejército de Lavalleja debe contar
alrededor de siete mil hombres efectivos y pueden sumársele tres mil más.
La Misión Ponsonby
207
Tiene abundancia de caballos, pues los estancieros se los han cedido
voluntariamente, bajo promesa de pagárselos cuando pueda. Su plan
actual consiste en eludir toda acción general y hostilizar al enemigo,
privándolo de lodo auxilio; se propone, especialmente, proteger a los
pobladores, tanto como la naturaleza de la guerra lo permita, y realizar la
campaña con tropas orientales, principalmente, pues éstas obedecen a sus
oficiales y puede inducirlas a abstenerse de cometer desmanes más
fácilmente que a otras.
Además, los orientales son, por mucho, sus mejores soldados y son
considerados, bajo todos conceptos, la gente mejor de estas regiones.
Sería un atrevimiento de mi parte emitir opiniones sobre asuntos mi-
litares, pero, apreciados los hechos ocurridos en la última campaña y el
estado de cosas actual, se pueden anticipar algunos resultados. Compa-
rando los dos períodos y considerando atentamente todo punto digno de
estudio, llego a la conclusión de que el emperador tiene muchas menos
probabilidades de éxito que las que tenía el año pasado, y, entonces, su
ejército estaba completamente derrotado y disperso.
Tengo el honor de saludar a V.E., etcétera. — (finnado) John Pon-
sonby.
A S.E. el vizconde de Dudley, etcétera.
CARTA DE RIO GRANDE
(Extracto de carta, fechada Río Grande, diciembre 12 de 1827). Un
muy vigoroso enlistamiento ha sido decretado en esta provincia, con el
fin de poner al ejército en pie más eficiente para la próxima campaña;
pero, tan contrarios son los habitantes al servicio, que muchas personas
aptas para servir han buscado amparo en la fuga.
Parece, por la mejor información, que las fuerzas brasileñas exceden
de 2.000 hombres de caballería y 3 .000 de infantería, estacionados en tres
divisiones, en Santa Tecla, Santa Ana y San Francisco de Paula, y se les
supone poco dispuestos a la lucha.
208
Luis Alberto de Herrera
El gobierno contrató todas las embarcaciones que ha podido conse-
guir, y las mandó río arriba, con el fin, se cree, de pasar el ejército a través
de la laguna de los Patos, si sufriera una derrota en el primer encuentro.
El general Lecor, acompañado por Bentos Manuel, llegó hace un mes
de Santa Catalina, y permaneció en San Pedro, hasta el 9 del corriente, se
embarcó, repentinamente, para San Francisco de Paula.
Los habitantes de este lugar se quejan amargamente del gobierno, por
no haberles pi is.ado mayor protección contra los corsarios bonaerenses,
que han tomado y destruido todos sus buques costeros con muchas cargas
de valor, en cueros y carnes, que salían de aquí para el Norte del Brasil.
FONSONBY A BALCARCE
Buenos Aires, diciembre 26 de 1827. Excmo. señor: El suscrito, et-
cétera, tiene el honor de hacer presente a S.E. el ministro de relaciones
exteriores, que se dispone a escribir al ministro de S.M.B. en Río de Ja-
neiro para recomendarle que aprovecha las circunstancias que parecen
ahora favorables para entablar negociaciones y que proponga al gobierno
del Brasil que trate la paz sobre la base de la independencia de la Banda
Oriental, de conformidad con los principios establecidos por el gobierno
de la república y, a su pedido, trasmitidos por el que suscribe al señor
Gordon.
Es altamente ventajoso para la causa de la paz por la cual el gobierno
de S.E. está tan justamente deseoso, que se sepa claramente cuáles son,
al presente, las intenciones del gobierno imperial relativas a la base, al
parecer única, sobre la cual la paz se puede hacer y a la cual el gobierno
de la república, tiene el mérito de haber dado su diligente asentimiento.
El que suscribe saluda al señor ministro, etcétera. — (firmado) John
Ponsonby.
A S.E. el señor mimstro de relaciones exteriores.
La Misión Ponsonby
209
BALCARCE A PONSONBY
El ministro que suscribe lia recibido la nota de fecha 26 del corriente
que S.E. el enviado extraordinario y plenipotenciario de S.M.B. tuvo a
bien dirigirle, por la que se informa que ha escrito al ministro de S.M.B.
en el Brasil, recomendándole que aproveche las circunstancias que pa-
recen ahora favorables para iniciar una negociación.
S.E. el señor ministro debe estar persuadido que el gobierno encarga-
do de la dirección de las relaciones exteriores y guerra, estará siempre
dispuesto a oír proposiciones para un arreglo honorable.
Aquéllas, confidenciales, que fueron dirigidas a S.E. por este minis-
terio, fechadas el 15 de octubre, ofrecen un ancho campo, suponiendo
siempre que el emperador del Brasil está dispuesto a escuchar la voz de
la justicia y aun de su propia conveniencia. El que suscribe, etcétera. —
(firmado) J. R. Balcarce.
A S.E. lord Jolui Ponsonby, etcétera.
PONSONBY A DUDLEY
(Copia de una nota del ministro de Colombia en Río de Janeiro, al
doctor Moreno). Privada y secreta.
Buenos Aires, diciembre 27 de 1827. Exento, señor: Habiéndome
sido entregada la carta adjunta, con el compromiso de guardarla en
secreto, la envío a V.E., en forma privada; y para evitar a V.E. cualquier
molestia, haré aquí algunas observaciones, que podrían ser insertadas en
un despacho público, pero que tal vez, en resumen, pueden comunicarse
igualmente en privado.
En la nueva actitud adoptada por S.M.I., V.E. verá la explicación del
misterio del cual habla el señor Gordon en su carta privada, de fecha
diciembre 3, en la cual escribe lo que sigue: “El emperador no tuvo
escrúpulos de decirme, a la cara, que Inglaterra era la causante de la
210
Luis Alberto de Herrera
continuación de la guerra; que él no me molestaría más para que ejerciera
la gestión de mediador, pero que trataría, por sus propios medios, de
obtener la paz. Cuáles son ellos, dejo que V.E. los adivine, pues yo no los
conozco”.
Me tomo la libertad de destacar los siguientes pasajes de la carta del
señor Parneios que, después de haber hablado de los deseos del emperador
de terminar la guerra, por la intervención del ministro de Colombia (él
mismo), agrega: “Porque S.M. cree, y con razón, que un asunto america-
no debiera arreglarse entre las naciones de América”. (“Y con razón”, es
la observación personal dsl mismo Palacios).
El emperador espera que el gobierno de Buenos Aires haga sus
proposiciones y en términos que reduzcan la suya a dejara cubierto el
honor y los intereses del Brasil. Sobre ventajas comerciales y navegación
del Río de la Plata, se explicó S.M. en términos muy liberales o, más bien,
sin limitación alguna.
Concibo el verdadero significado de las expresiones del emperador
como dependiendo de la exacta construcción de las palabras “a dejara
cubierto’', lo que significa, precisamente, “dejar en seguridad” el honor
y los intereses del Brasil.
Sabemos que el emperador ha declarado siempre que su propio honor
y los intereses del Brasil están comprendidos en el mantenimiento de su
soberanía sobre la Banda Oriental, y cuando él exige que el honor e
intereses del Brasil sean las bases de la propuesta, etcétera, en el hecho,
él no dice m ás de lo que siempre ha dicho hasta ahora, y no da lugar a creer
que está preparado a ceder más de lo que siempre ha estado dispuesto a
conceder.
V.E. notará, también, la parte final del mismo pasaje: “Sobre ventajas
comerciales y navegación del Río de la Plata, se explicó S.M. en términos
muy liberales o, más bien, sin limitación alguna”, lo cual demuestra que
S.M.I. piensa, todavía, conservar su dominio sobre Montevideo, porque
es por este solo dominio que él puede conferir ventajas a otros u obrar
liberalmente en asuntos comerciales y en la navegación del Plata.
V.E. también recordará que S.M.I. ha demostrado su intención, en
casi todas, si no en todas sus proposiciones, de hacer de Montevideo un
La Misión Ponsonby
211
puerto Ubre y más: ceder a los barcos de B uenos Aires, como equivalencia
por el abandono de toda reclamación sobre la Banda Oriental, una
exención en ese puerto de ciertos derechos que serían todavía cobrados
a otras naciones.
Sobre esto, soy de opinión que el emperador ahora sólo ha buscado,
por la intervención del señor Palacios, obtener lo que él no ha podido
conseguir por medio de nuestra mediación; y parece como si el señor
Palacios quisiera negociar una paz bajo la condición de un traspaso
absoluto de la Banda Oriental, etcétera, a arreglo que, si tuviera
probabilidad de ser permanente y no se hiciera necesario por el agota-
miento de los adversarios del emperador, deduzco de las primeras y de las
últimas instrucciones recibidas por V.E., que no estará en consonancia
con la política y deseos del gobierno de S.M., ni será justo, ni capaz de
producir una paz en el verdadero sentido de la paz.
El ejército tiene municiones y ropas bastantes para la estación. No han
podido obtener dinero del gobierno, porque el papel moneda no es
aceptado fuera de la inmediata vecindad de Buenos Aires; Lavalleja, por
lo tanto, es realmente independiente de nuestro gobernador Dorrego, por
el momento. El, repite sus promesas de gran prudencia y de evitar,
cuidadosamente, toda declaración política sobre formas de gobierno; y
así, de consiguiente, si él puede, alguna vez, entrar en posesión de
Montevideo y desmantelar las fortificaciones, el poder del emperador, de
renovar la guerra, quedará destruido y la paz descansará sobre una base
mil veces más firme que la que se pudiera encontraren cualquier garantía
imaginable de la nación y gobierno de Colombia.
También debo mencionar la afirmación de Dorrego, de que este
gobierno no tiene derecho de consentir la separación de cualquiera de las
provincias de la Unión. Esta doctrina hace la paz imposible, excepto por
la conquista, por Buenos Aires, de la Banda Oriental, primero del
emperador y, después de los orientales mismos, quienes están tan
determinados a no pertenecer a Buenos Aires como a no someterse al
emperador.
La convención ha sido postergada. No sé bien por qué, pero creo que
debido a las distancias que los miembros tienen que recorrer y a las
212
Luis Alberto de Herrera
dilatorias, habituales aquí para todo. Pienso que se reunirá, porque todos
los partidos parecen tener algún interés en hacerlo.
V.E. deberá tener siempre en cuenta que Lavalleja es gobernador y
capitán general de su propia provincia y comandante en jefe del ejército
de la república y es un funcionario público de quien, al presente, nuestros
mayores intereses dependen; es, para mí, necesario saber, exactamente,
sus decisiones con respecto a la paz y, por lo tanto, yo he mantenido una
comunicación indirecta y privada con él, la cual, si es irregular, espero
que no será desaprobada por V.E. , porque ha sido esencial para habilitar-
me a cumplir las instrucciones del gobierno de S.M. y evitar el peligro de
que la guerra llegue a ser una guerra de principios. Tengo el honor de
saludar a V.E., etcétera. — (firmado) John Ponsonby.
A S.E. el vizconde de Dudley, etcétera.
PONSONBY A BALCARCE
Buenos Aires, diciembre 30 de 1827. Excmo. señor: El que suscribe,
etcétera, tiene el honor de acusar recibo de la nota de S.E., fechada el 29,
en contestación a la nota que el que suscribe tuvo el honor de escribir a
S.E. el 26 del corriente.
En aquella nota, el que suscribe no intentó decir que él designaba o
deseaba proponer al señor Gordon, en la carta que iba a escribir, que
tratara de reanudar la negociación en su totalidad, según fue propuesta por
el ministerio de la república, sino sobre la base de la independencia de la
Banda Oriental.
El que suscribe atribuye poca importancia, en el momento actual, a
cualquier proposición que no sea la de la independencia de la Banda
Oriental, cuyo reconocimiento, siendo tan ampliamente asentido por el
gobierno de la república, no puede dejar de ser (según lo espera y cree el
que suscribe) finalmente adoptado por el gobierno del Brasil.
El que suscribe ruega a S.E. observe que él no formula ninguna
La Misión Ponsonby
213
proposición al gobierno de la república, siendo su objeto enterar a S .E. de
que él aconseja y recomienda al señor Goidon que trate de promover una
negociación sobre las bases mencionadas en esta nota. El que suscribe,
etcétera. — (firmado) John Ponsonby.
A S.E. el general don Juan Ramón Balcarce, etcétera.
TRATATIYAS EN 1828
Y LA PAZ
La Misión Ponsonby
217
PONSONBY A DUDLEY
Buenos Aires, enero l 9 de 1828. Excmo. señor: Enterado, de buena
fuente, así como por lo que se dice en general, de que el señor gobernador
ha declarado, por repetidas veces, su resolución de no hacer la paz sobre
la base de la independencia de la Banda Oriental, me pareció eficaz tratar
de traer al gobierno a una declaración explícita de su sentir y, con tal
objeto, elevé la nota cuya copia tengo el honor de incluir.
También adjunto la contestación del general Balcarce y mi réplica a
S.E. Mi propósito es conseguir medios de impugnar al coronel Dorrego,
si llega a la temeridad de insistir sobre la continuación de la guerra,
después de tener a su alcance los medios justos y razonables para hacer
la paz.
Tengo el honor, etcétera. — (firmado) John Ponsonby.
A S.E. el conde Dudley, etcétera.
PONSONBY A DUDLEY
Buenos Aires, enero 2 de 1828. Excmo. señor: Una diputación de
comerciantes británicos me visitó ayer y me entregó las resoluciones de
las cuales envío a V.E. una copia, acompañada de algunas explicaciones
hechas por el presidente, señor Duquid.
A las preguntas contenidas en el artículo 4 9 , si, en el caso de persistir
los daños por parte del gobierno brasileño, se debiera hacer una consulta
a Inglaterra, antes de que se corrijan, yo declaré mi imposibilidad de
contestar y pedí se me enviara la memoria mencionada en la misma
resolución.
Aseguré a la diputación, que haría todo lo que dependiera de mí para
evitar dichos peijuicios, y que el señor Gordon, en Río, procedería del
mismo modo.
Dejo que estos caballeros hablen por sí mismos y no molesto más a
218
Luis Alberto de Herrera
V.E. con mis observaciones al respecto, pero me parece oportuno
acompañar una copia del acta, en la cual las razones asignadas para el
decreto muestran la ineficacia del bloqueo.
He escrito al señor Gordon, informándolo sobre la urgencia de este
asunto y le envío los mismos documentos que a V.E.
También he escrito al señor cónsul Hood, en Montevideo, reco-
mendándole protestar contra cualquier atentado contra los intereses del
comercio británico, y tratar de impedir que la propiedad británica caiga
en manos brasileñas, de las cuales, parece, hay pocas probabilidades de
recuperarla.
S.E. habrá sido informado por el señor Hood (si lo que se repite aquí
es cierto) que los agentes americanos y el comandante naval (comodoro
Biddle) en Montevideo, han insistido sobre la excepción, a los barcos
americanos, en la aplicación de los decretos del gobierno brasileño, ya
mencionados.
El decreto adjunto prueba la relación que tiene con el bloqueo, y
presumo que la ley británica es aplicable a ellos, debiendo insistir para
que Inglaterra obtenga el mismo tratamiento que cualquier otro neutral
que no pueda invocar un trato especial acordado.
Tengo el honor, etcétera. — (firmado) John Ponsonby.
A S.E. el conde de Dudley, etcétera.
P.D. El documento que los comerciantes debieron mandanne, ha sido
suspendido por el momento. P.
PONSONBY A HOOD
Buenos Aires, enero 2 de 1828. Señor: He enviado por este correo, al
señor Gordon, resoluciones y memorias de los comerciantes británicos,
referentes a las acciones, o amenazas, de las autoridades de Montevideo
en perjuicio del comercio británico. Los hechos son éstos: las mercade-
rías, ahora en las aduanas de Montevideo, para las cuales un prolongado
La Misión Ponsonby
219
privilegio de venía fue prometido por el emperador, y la exacción de vales
de los barcos que salen de Montevideo, como condición de que no irán
a Buenos Aires.
Le suplico que formule la más enérgica protesta contra cualquier acto
irregular en estas decisiones y que trate de impedir cualquier venta, por
las autoridades, u otras medidas que priven a los súbditos británicos de su
propiedad y los exponga a la muy remota probabilidad de recuperarla de
los brasileños.
Tengo el honor, etcétera. — (finnado) John Ponsonby.
A S.S.F.S. Hood, Montevideo.
PONSONBY A DUDLEY
Buenos Aires, enero 2 de 1828. Excmo. señor: Tengo el honor de
incluir un extracto de una carta recién recibida de Río Grande y fechada
el 12 de diciembre.
Doy crédito a sus afirmaciones, que coinciden con mis dalos, excepto
en que dan por menos numerosa la infantería brasileña.
Las apariencias, sin duda, están muy en favor de los orientales, si
Lavalleja procede con prudencia, como creo lo hará. Su mayor peligro
parece estar en las intrigas del gobernador Dorrego contra él.
He oído, de buena fuente, que el ministro de hacienda que ahora ocupa
el puesto al cual renunció el doctor Moreno, dijo ayer que él sabía que
Dorrego apoyaba a Fructuoso Rivera, aunque lo ocultaba.
Rivera ha ido hacia la Banda Oriental, y no carece de dinero, y espera
juntar algunos cientos de hombres. Yo creo que está pago por el gobierno
brasileño.
El ministro dijo que Dorrego está furioso por la independencia de la
Banda Oriental, agregando que su política era mala e insoportable; que
si la de Lavalleja era eficaz contra el enemigo, él sería bastante fuerte par a
220
Luis Alberto de Herrera
desafiar a Dorrego; que, si era batido él (Lavalleja), como consecuencia
de la conducta de Dorrego, se uniría al emperador para arruinar a este país.
No puedo decir que esto sea imposible; pero no creo sucederá, porque me
parece que Dorrego será desposeído de su puesto y poder, muy pronto.
Sus amigos personales empiezan a abandonarlo. El partido opuesto a él,
parece sólo esperar noticias de Córdoba para proceder contra él; la mitad
de la junta se retira en febrero, o en la primera semana de marzo; la
oposición confía en obtener completa mayoría en la próxima junta y
procederá, en consecuencia, a su derrocamiento.
Parece ahora dudoso si la convención se reunirá en Santa Fe, o no se
reunirá.
Bustos, gobernador de Córdoba, y Dorrego, los dos aspiran a la
presidencia de la república. Tal ve z cada uno trate de promover, o impedir
que se reúna, de acuerdo con sus intereses particulares. El partido opuesto
aquí a Dorrego, apoyará a Bustos, quien, si es elegido presidente, vendría
a residir a Buenos Aires y sería, posiblemente elegido gobernador de esta
provincia. Pero esto último lo considero muy dudoso, conociendo, como
conozco, los planes existentes.
El señor Parish ha enviado al ministerio de relaciones exteriores una
memoria de los comerciantes. Desearía que V.E. la hojeara, pues contiene
prueba poderosa de la verdad de mi opinión sobre muchos asuntos de
aquí, como ya he tenido el honor de explicarlo a V.E.
Tengo el honor, etcétera. — (firmado) John Ponsonby.
A S.E. el conde de Dudley, etcétera.
GORDON A DUDLEY
Río de Janeiro, enero 7 de 1828. Excmo. señor. A la vez que
debidamente grato a los conceptos halagadores con que V.E. se digna, en
sus despachos del 10 y 24 de noviembre, aludir a mis modestos esfuerzos
para alcanzar el cese de hostilidades con Buenos Aires, es motivo de
La Misión Ponsonby
221
verdadera pena para mí comprobar que éstos han sido tan ineficaces; y me
temo que así continúe en tanto un armisticio sobre el principio del uti
possidetis sea rechazado por Buenos Aires.
Si se toman en consideración todas las circunstancias relativas a la
ocupación de Montevideo por los brasileños parece, en efecto, poco
razonable esperar que el emperador consienta en abandonar, enseguida,
esa plaza como condición llana de un armisticio.
Creo firmemente que S.M.I. entraría gustoso en una negociación
definitiva de paz, sobre la base de la independencia de la Banda Oriental;
pero él, justamente, exige que esto se asegure sobre fundamentos cuya
solidez garantiera la tranquilidad pública. Es claro que la evacuación
inmediata de Montevideo importaría entregarla al general Lavalleja, que
nominalmente actúa como general de la república. Sería entregar las
vidas y propiedades de millares de personas a sus enemigos. No sería, en
efecto, un acuerdo, sino una inexplicable cesión del verdadero y único
motivo de la guerra.
Si el señor García, en el mes de junio, hubiera cumplido las instruc-
ciones de su gobierno (y, con más energía, posiblemente lo hubiera
hecho), la independencia de la Banda Oriental se habría obtenido en una
convención preliminar; pero no se hubiera consumado sino después de la
conclusión del tratado definitivo.
La demanda del gobierno de Buenos Aires, al presente, va más lejos,
y mientras insistan en la evacuación previa de Montevideo, la guerra
continuará. En verdad, si su persistencia en esta demanda no inclinara a
suponer que la paz no es el objetivo del gobierno de Buenos Aires, se
podría preguntar de parte del Brasil: ¿a quién se entrega Montevideo? Si
un armisticio, sobre la base del statu quo, se pidiera por Buenos Aires, no
desesperaría del consentimiento de este gobierno, pero hasta ahora las
oberturas han partido de este lado, el más fuerte.
Algunos de mis últimos despachos habrán mostrado cuántas dificul-
tades presenta ahora el tratar la cuestión de la pacificación con S.M.I. : no
obstante, tendré el honor de comunicar por el próximo paquete el
resultado de un nuevo esfuerzo que, con muy leve esperanza de buen
éxito, he hecho después de recibir los últimos despachos de V.E., y es:
222
Luis Alberto de Herrera
comprometer al emperador a mantener las proposiciones ya enviadas a
Buenos Aires, o sea su compromiso de entraren negociaciones para una
paz definitiva, sobre la base de la independencia de la provincia Oriental.
La promesa de negociar sobre estos términos llevaría a un inmediato
cese de hostilidades; fallando esto, trataré de obtener del emperador su
consentimiento para un armisticio sobre el principio del statu quo de los
beligerantes, por el cual la mayor parte de la disputada provincia quedará
ocupada por el ejército republicano. Tengo, etcétera, (firmado). — R.
Gordon.
A S.E. el conde Dudley, etcétera.
GORDON A DUDLEY
Río de Janeiro, enero 9 de 1828. Excmo. señor: Lamento tener que
manifestar, según cartas que acabo de recibir de Buenos Aires, que es
probable que los intereses privados resulten un verdadero obstáculo a la
pacificación con aquel gobierno, sobre cualesquiera términos, la que
ahora sólo se obtendrá llegando, primero, aun avenimiento con el general
Lavalleja. V.E. puede figurarse cuán grande es el dilema en que se ve el
gobierno del Brasil, en común con los poderes neutrales que deseen
colaborar en la obra de la pacificación.
Un simple acuerdo con las tropas enemigas en la Banda Oriental, no
puede remover los dos grandes peijuicios de la guerra: la piratería y el
bloqueo. Estos, que son las dos cosas principales que nuestras negocia-
ciones tienden a eliminar, son enteramente independientes de la causa c
intereses del general Lavalleja. La guerra desarrollada en la provincia es,
relativamente, de poca importancia y, probablemente, continuará, con
desafío de todos los tratados.
Aun suponiendo que se consiguiera la influencia del general Lavalle-
ja para conseguir la paz con el gobierno de Buenos Aires, aun así, se está
fonnando otro partidoen la Banda Oriental que, en ese caso, se sostendría
La Misión Ponsonby
223
en contra suya, favoreciendo las vistas del coronel Dorrego y otros
partidarios de la continuación de la guerra.
Aludo a Fructuoso Rivera, hombre de gran influencia, soldado y
pronto aponerse a la cabeza de ese bando en Canelones, en oposición al
general Lavalleja.
Luego, pues, la única posibilidad de paz para el Brasil es llegar,
primeramente, a un arreglo con la Banda Oriental, donde la guerra civil
estápor estallar, y actuar, conjuntamente con los que están divididos entre
sí, contra el gobierno de Buenos Aires.
De nuevo tengo motivos para saber que hay grandes obstáculos en el
camino de un arreglo entre este gobierno y el general Lavalleja, a menos
que se afirme al último, por la intervención de Gran Bretaña. Tengo,
etcétera. — (firmado)/?. Gordon.
A S.E. el conde Dudley, etcétera.
BALCARCE A PONSONBY
(Confidencial) (Traducción). Ministerio de relaciones exteriores.
Buenos Aires, enero 12 de 1828. El que suscribe recibió, pero por
enfermedad no le había sido posible hasta ahora contestarla, la nota
confidencial que S.E. el señor ministro de S.M.B. tuvo la atención de
dirigirle el 30 último, en la cual S .E. dice que no es su deseo reanudar las
negociaciones sobre la totalidad de las proposiciones presentadas por el
gobierno de la república sino sobre la base de independencia de la Banda
Oriental, pues, respecto a este importante punto, S.E. el ministro supone
que los poderes beligerantes estarán completamente de acuerdo y que el
gobierno de la república no puede sustraerse a él.
El que suscribe pide a S.E. el señor ministro que ponga especial
atención en el sentido literal del artículo 4 9 de los que le fueron confiden-
cialmente enviados por este ministerio el 15 de octubre, como que
habiendo sido rescindidas las bases de la negociación del señor García,
224
Luis Alberto de Herrera
sería mejor, en opinión del gobierno, que S.E. considerara la idea de un
armisticio, que se estipularía (en condiciones equitativas y recíprocas) a
cuya sanción este gobierno está pronto a concurrir; lo mismo cree que
S .M.I. el emperador del Brasil, desde que el marqués de Queluz hizo igual
sugestión al señor Gordon, sobre el mismo punto que S.E. tuvo la
deferencia de someter al gobierno, en setiembre.
Finalmente, el que suscribe tiene órdenes especiales de su gobierno de
hacer saber a S.E. el señor ministro, que la república está dispuesta a
atender las proposiciones relativas al cese de la guerra y que se felicitaría
de terminarla, siempre que dichas proposiciones fueran compatibles con
su honor e intereses.
A este respecto, el que suscribe no duda que S.E. el señor ministro hará
todo lo posible para conseguir tan importante objeto.
El que suscribe tiene el honor, etcétera. — (finnado) JJi. Balcarce.
A S.E. lord John Ponsonby, etcétera.
GORDON A DUDLEY
Río de Janeiro, enero 17 de 1828. Excmo. señor: De acuerdo con mi
propósito, anunciado a V.E. en mi despacho N 5 3, de hacer otro esfuerzo
para traer a este gobierno a concertar los términos de un armisticio con
Buenos Aires, que obtendría, sin duda, el asentimiento de este gobierno,
comuniqué confidencialmente al ministro de relaciones exteriores, el 1 1
del presente, el proyecto incluso que, si aprobado por el emperador, me
comprometía a que recibiera lodo el posible impulso de Inglaterra ante los
círculos contrarios.
Parece que S.M.I. se resiste mucho a hacer públicas sus intenciones
de erigir a la Banda Oriental en estado independiente, y es posible que la
causa de la demora se deba a los ardientes esfuerzos de sus ministros para
La Misión Ponsonby
225
convencerlo. No obstante, la opinión corriente aquí de que el general
Lecor logrará seducir al general Lavalleja y su ejército y someterlos, me
hace temer que yo no tenga ninguna contestación concluyente a mis
proposiciones hasta que el resultado de la campaña que se inicia al sur sea
conocido por S.M.I. Tengo, etcétera. — (firmado) R. Gordon.
A S.E. el conde Dudley, etcétera.
PONSONBY A BALCARCE
Buenos Aires, enero 17 de 1828. El que suscribe tiene el honor de
acusar recibo de la nota de S.E. el general Balcarce, fechada el 12 del
corriente, de la cual se deduce que las notas del 26 y 30 último no han sido
comprendidas por S.E., en el sentido en que el que suscribe las escribió.
El que suscribe, dejando de lado los puntos menores, llamará la
atención de S.E. sólo sobre aquellos de importancia.
S.E., al citar la nota del que suscribe, lo hace expresarse así: “que no
es su deseo reanudar las negociaciones en la totalidad de las proposicio-
nes presentadas por el gobierno de la república, sino sobre la base de la
independencia de la Banda Oriental, pues respecto a este importante
punto el ministro supone que los poderes beligerantes estarán completa-
mente de acuerdo, y que el gobierno de la república no puede sustraerse
a él”.
S.E. el general Balcarce encontrará en la nota del 26 de diciembre, del
que suscribe a S.E., que allí dice: “Es altamente ventajoso para la causa
de la paz, por lo cual el gobierno de S.E. está tan justamente deseoso, que
se sepa claramente cuáles son, al presente, las intenciones del gobierno
imperial, relativas a la base, al parecer única, sobre la cual la paz se puede
hacer, y a la cual el gobierno de la república tiene el mérito de haber dado
su diligente asentimiento”.
S.E. debe veren lo que antecede una directa contradicción con la idea
sostenida por S.E. de que el suscrito creía a los poderes beligerantes
226
Luis Alberto de Herrera
completamente de acuerdo sobre el punto de la independencia de la
Banda Oriental.
Lo contrario se expresa muy claramente allí, y la necesidad de ase-
gurarse, ahora, de las intenciones definidas del gobierno imperial, respec-
to a esa base, ha sido demostrada.
El que suscribe, en su nota fecha 30 de diciembre, dice que la
independencia, siendo (como lo cree y espera) aceptada por este gobier-
no, no dejará de ser adoptada por el gobierno del Brasil.
El que suscribe no encuentra en sus notas nada que justifique las
aserciones que se le atribuyen, en cuanto a que el gobierno republicano
no puede rescindir la política adoptada respecto a la independencia de la
Banda Oriental; él, sin duda, creyó que no estaría en los planes del
gobierno de S.E. renunciar a una política que el gobierno de la república
había formalmente comunicado al que suscribe, como ministro media-
dor, la cual fue necesariamente trasmitida al gobierno británico, como la
política declarada de este país; pero el que suscribe no tiene ni la
pretensión ni el deseo de intervenir en la conducta de este gobierno.
Ha sido su deber, comoministro de S.M. el rey de Gran Bretaña, quien
ha consentido en mediar entre la república y el Brasil, por solicitación de
ambas partes, ofrecer a este gobierno su parecer relativo a los medios para
terminarla guerra, como lo creyó útil, a fin de llegaraun resultado común,
y a ese propósito se ha limitado el que suscribe; él no ha pretendido ni
desea hacer nada más.
S.E. el señor ministro se refiere al A- de esos artículos (que le fueron
confidencialmente enviados por S.E. el 15 de octubre último) y él agrega
lo que sigue: “porque las bases de la negociación del señor García,
habiendo sido rescindidas, sena mejor, en opinión del gobierno, que S.E.
considerara la idea de un armisticio que se estipularía (en condiciones
equitativas y recíprocas), a cuya sanción este gobierno está pronto a
concurrir; lo mismo cree que S.M.I. el emperador del Brasil, desde que
el marqués de Queluz lúzo igual sugestión al señor Gordon, sobre el
mismo punto que S.E. tuvo la deferencia de someter al gobierno, en
setiembre”.
La Misión Ponsonby
227
Sobre ese punto de la carta de S.E. el que suscribe debe observar,
primero, que habiendo sido rescindidas las bases de la negociación del
señor García, le parece que esto implica que, en la opinión de S.E., la base
de la independencia de la Banda Oriental no se juzga ser ya la política
declarada de este gobierno; segundo, que las proposiciones contenidas en
el artículo A- parecían ser, entonces, para el que suscribe, de naturaleza
que no las hacía trasmisibles, oficialmente, al gobierno británico por
pretender la concesión del objeto por el cual la guerra continuaba y ser,
por ello, manifiestamente estériles para el progreso de las negociaciones
de paz.
El que suscribe envió los artículos, en privado, al señor Gordon, quien
seguramente, no ha sacado beneficio de ellos.
El que suscribe informó al gobierno de la república su opinión relativa
a este artículo y de la línea de conducta por él adoptada, y él ahora repite
a S.E. su impresión; pero, al mismo tiempo, declara que está pronto a ser
el instrumento para hacer cualesquiera proposiciones al Brasil, que este
gobierno crea necesarias, siempre que no sean de índole tal, que no
puedan ser lomadas en cuenta por un beligerante que no haya sido antes
vencido por su adversario.
Las negociaciones son inútiles, si ambas partes están resueltas a pedir
todo y a no conceder nada; la mediación, en este caso, es estéril.
El gobierno británico ha mucho que espera ver existente un estado de
espíritu razonable sobre este punto; y el gobernador de Buenos Aires, al
reconocer el principio de la independencia de la Banda Oriental, ha dado
prueba de que el gobierno republicano entró con fines sinceramente
pacíficos en la reanudación de las gestiones conducentes para obtener la
paz, o sea, la aceptación de un principio de compromiso, no una exigencia
irrazonable. El gobierno brasileño, hasta ahora, parece adherir a una
política menos sabia o, tal vez, que sólo tendría éxito (si lo tiene) mediante
la absoluta conquista. El que suscribe, advierte, con gran ansiedad, que
ahora se duda si el gobierno republicano mantiene aquel principio
sostenido por él y se ve, por tanto, obligado a requerir una respuesta
explícita a la pregunta: “¿consentirá el gobierno de la república que la
228
Luis Alberto de Herrera
independencia de la Banda Oriental sea considerada como base sobre la
cual se funden negociaciones preliminares de paz?”.
El que suscribe está muy deseoso de hacer todo lo que esté en su poder
para llegar a la paz, en términos honorables y justos y que sean hábiles
para fundar una paz duradera y beneficiosa para este país. S.E. el señor
ministro, que tiene a la vista la documentación de las tratativas, debe saber
con cuanta asiduidad, el que suscribe se ha afanado para llevar adelante
este benéfico propósito. El que suscribe procederá hasta el fin dentro de
estos sentimientos de interés en los destinos de este país de acuerdo con
su deber; y él renunciará, si la hora llega de que la obstinación irreductible
de ambos beligerantes en sostener puntos de vista extremos hace inútil su
mediación, poniendo término a los esfuerzos que el gobierno británico ha
realizado para dar fin amistoso a la guerra destructora mantenida entre la
república y el imperio del Brasil; guerra en la cual los intereses de tantos
estados neutrales son sacrificados.
El que suscribe espera que S.E. el señor ministro tendrá bien dar
pronta respuesta a la pregunta que él cree de su deber dirigir al gobierno
republicano. El que suscribe no puede dejar a su gobierno en la ignorancia
y debe informarlo inmediatamente del estado de la mediación.
El que suscribe, 1 etcétera. — (firmado) John Ponsonby.
A S.E. el ministro de relaciones exteriores, etcétera.
PONSONBY A DUDLEY
Buenos Aires, 18 de enero de 1828. Excmo. señor: En mi despacho
separado, del 20 de diciembre último, tuve el honor de someter a V.E. el
esbozo de un proyecto para formar un sistema de federación entre los
estados litorales del Plata y del Paraná, para la seguridad de la libertad del
comercio, desde la boca del estuario hasta el Paraguay y la entrada del
Bermejo en el Paraná; lodo a culminarse con la garantía de Gran Bretaña,
como la piedra central y el poder conservador del sistema.
La Misión Ponsonby
229
En las instrucciones que me dio el señor Canning se nota la resistencia
a atribuir la posesión permanente de la Banda Oriental al Brasil, y en el
muy reciente despacho de V.E., igual falta de voluntad se demuestra por
la manera como V.E. califica su aprobación del convenio preliminar del
señor García.
Los archivos del Foreign Office ofrecerán muy abundantes razones
para explicar esta falta de voluntad, motivada por los propósitos confe-
sados y por la política del ministro del Brasil si (como parece ser real-
mente el caso), los brasileños pueden hacer efectivos sus propósitos y su
política. Creen ellos que, una vez dueños permanentes de la costa entera
de Sudamérica, desde el Amazonas hasta el Plata, y pudiendo establecer
estaciones en la costa africana, seriamente podrán perjudicar, si no
contralorear, a voluntad del gobierno imperial, el comercio de Inglaterra
con la India, China y todo Asia Oriental, y el Pacífico. Imaginan que esto
podría hacerse aun con una marina bastante reducida, por medio de
cruceros, empleándolos en la captura de todos los traficantes que se
atrevieran a arriesgar viaje sin convoy y haciendo, por tanto, demasiado
costoso el comercio para continuarlo con provecho.
00OO00
La falta de habilidad y de valor entre los imperiales, no ofrece motivos
de alarma, por lo que ellos solos tentasen contra los derechos o intereses
británicos, pero no nos faltan rivales, envidiosos y enemigos bastantes,
que ayudarían si pudiesen a disminuir nuestro poder.
Si a los brasileños se les consintiera incorporar la Banda Oriental y el
Río de la Plata a su Imperio, además de lo que ya poseen, podrían, en
cualquier tiempo, dar facilidades a Francia, de unanaturaleza formidable,
para atacar con ventaja los intereses marítimos de Inglaterra. Bien notoria
es la prevención del actual emperador del Brasil a Inglaterra; su abdica-
ción de la corona portuguesa le ha libertado, según él, si no en realidad
en gran parte, tal vez de la mayor parte, de la obligación de cultivar la
amistad de Gran Bretaña, en el interés de su seguridad personal y de su
familia; las vinculaciones comerciales parecen bastante débiles, sabién-
dose muy bien que las ventajas del comercio pueden asegurarse a una
230
Luis Alberto de Herrera
nación, a pesar de estar en guerra con su mejor cliente; y S.M.I. puede
creer que Francia podrá, con facilidad, compensar todas las pérdidas que
resultarían de una desavenencia con Inglaterra.
Si todo esto fuera cierto, sería conveniente despojar a una política
hostil (si tal haya) de su poder de hacer daño a Inglaterra y quitar al Brasil
los medios que, empleados en la forma que he supuesto, podrían con
dificultad ser destruidos aun por el poder marítimo de Gran Bretaña.
Si el emperador buscara la ayuda de Francia y pudiera entregar a ella
todos los puertos de Sudamérica, Francia, sin duda, podría poner en el
mayor peligro una inmensa parte de nuestro comercio, por medio de una
guerra marítima de depredaciones en esas regiones. Los puertos princi-
pales del Brasil, son fáciles de defender. El valor y la habilidad francesa
los asegurarían y la distancia de su base de recursos, en la que Gran
Bretaña tendría que operar, aumentaría mucho las dificultades.
Estando la posesión de la Banda Oriental, a la cual eventualmente se
liga la posesión permanente del Plata, en manos de la república del Plata,
esto podría, en parte, ser una defensa contra el peligro citado, siempre que
no se pudiera colocar a ese estado en situación más de acuerdo con la
justicia y seguridad. Sin embargo, yo no creo que a Buenos Aires se
pudiera confiar, con seguridad el dominio del Río de la Plata. Creo que
sucedería fácilmente que un partido imperante podría tener intereses
privados en emplear ese dominio para propósitos franceses o norteame-
ricanos, y aun podría seguir la política y unirse con el Brasil (como se ha
sugerido), para satisfacer miras estrechas; y con la posesión de la Banda
Oriental, Buenos Aires podría hacer prosperar cualquier proyecto hostil
que en Río se fraguase contra el comercio británico; ni faltan pruebas, en
la conducta del gobierno del señor Rivadavia, de su intención de fomentar
los intereses franceses en este país. (1)
Llamo la atención de V.E. sobre la política de don Pedro, manifestada
en su conversación con el señor Palacios, y su consonancia con la
cantinela del día, que “las cuestiones americanas deberían ser considera-
( I ) La traducción de esta nota — y a publicada — era deficiente, como se prueba cotejándola
con el original.
La Misión Ponsonby
231
das y decididas solamente por los americanos”.
No seria imposible que estos estados se uniesen con el fin de cosechar
alguna ventaja imaginaria actual, so capa de esos falsos principios pa-
trióticos, que se ha de recordar han sido cuidadosamente fomentados, si
no engendrados, por los norteamericanos, nación cuya presteza en
hostilizary deprimirlos intereses de Gran Bretaña podrá, creo, apenas ser
negada por cualquier persona que conozca el carácter de ese pueblo.
En vista de estas circunstancias y de lo que podría resultar de ellas, en
un futuro no distante, parece que los intereses y la seguridad del comercio
británico serian grandemente aumentados por la existencia de un estado
que, debido a su posición, podría impedir los males posibles, o remediar-
los, si fueran creados, y en el que los intereses públicos y particulares de
gobernantes y pueblo harían que tuviesen, como el primero de los
objetivos nacionales e individuales, cultivar una amistad firme con In-
glaterra, fundada en la comunidad de intereses yen lanecesidad manifies-
ta de todos ellos, que palpablemente contribuiría a la protección y
prosperidad de la misma Inglaterra.
Tal estado creo que sería una Banda Oriental independiente; él
contiene mucho de lo que sería deseable para habilitar a Inglaterra a
asumir la política defensiva que la prudenci a pudiese señalarle que adop-
tara. La Banda Oriental contiene la llave del Plata y de Sudamérica
superior; su población está animada por un fuerte sentimiento nacional;
le desagradan los brasileños y los de Buenos Aires, por igual, y se inclina
más a los ingleses que a ninguna otra nación, derivando en la actualidad
de Inglaterra la mayor parte de sus conforts y placeres, y sus terratenientes
principales esperan de la inmigración inglesa las mayores probabilidades
para adelantos futuros en energía y riqueza. Es un pueblo viril y capaz de
defenderse en una campaña, aun con su escasa población, contra el Brasil
o Buenos Aires, manteniendo su poder, el primero, sólo por medio de las
fortalezas.
La intención de Lavalleja es desmantelar Montevideo, pero creo que
se le podría persuadir que conservara la ciudadela, que domina el puerto
y la ciudad y que puede defenderse con un puñado de hombres.
Gran Bretaña podrá, con facilidad y sin dar motivo justo de queja a
232
Luis Alberto de Herrera
otra nación cualquiera, contribuir mucho al progreso rápido de este esta-
do, en cuyo establecimiento firme yo creo que se halla la fuente segura
de un interés y un poder para perpetuar una división geográfica de
estados, que beneficiaría a Inglaterra y al mundo.
Con estas ideas, yo he deseado anhelosamente cumplir con éxito las
instrucciones del señor Canning, que me indican, si fallásemos en la
propuesta originaria para la paz, sobre una compensación pecuniaria al
Brasil, que tratásemos, entonces, de establecerla sobre la base de la
independencia de la Banda Oriental y Montevideo.
Creo que eso pudiera lograrse, aun mismo cuando las actuales
apariencias favorables resultaran ilusorias, siempre que Gran Bretaña
creyese conveniente perseguir este fin.
Yo no puedo descubrir ningún título que tenga el Brasil para adueñar-
se de la Banda Oriental, que pudiera oponerse a la actitud de Inglaterra,
y tampoco tienen mayores derechos los de Buenos Aires. La provincia es
un estado distinto y tiene una existencia legítima, precisamente por el
mismo derecho que tiene Buenos Aires a su propia soberanía. Hasta
ahora, Buenos Aires ha renunciado formalmente a todas sus pretensiones
a la provincia, y el único título que pudiera alegar es, más o menos, el
título alegado por el emperador y que Buenos Aires declara nulo, es decir,
el acto del pueblo que unió su país a la república, en igual forma en que
el emperador asevera que se había unido previamente al imperio.
Al separar la Banda Oriental de la república, no se haría ningún mal
a Buenos Aires. Por largo tiempo, los orientales no tendrán marina y no
podrían, por tanto, aunque quisieran, impedir el comercio libre en el
Plata. Para la época en que puedan erigirse en poder naval, Buenos Aires
habrá establecido comunicación con sus propios puertos sobre el Atlán-
tico, más abajo de la boca del Plata, que son muy superiores a Montevi-
deo.
Buenos Aires ganará al ser resguardada contra la interrupción de su
comercio, en el futuro, dejando a Montevideo en manos de un estado
neutral. A este respecto, no puede desear más, si S.M. tuviera a bien
conceder a estos países el beneficio de la libre navegación del Plata, sería
de efectos inestimables; y, si se me permite decir lo que pienso, creo que
La Misión Ponsonby
233
haría más para civilizar y mejorar a toda Sudamérica de este lado de los
Andes, que todo lo que pudieran hacer todas las otras medidas juntas.
Tengo el honor, etcétera. — (firmado) John Ponsonby.
A S.E. el vizconde Dudley, etcétera.
BALCARCE A PONSONBY
(Traducción). Buenos Aires, enero 26 de 1828. El ministro que
suscribe ha recibido la comunicación, del 16 del corriente, en la cual S.E.
el representante británico ha creído del caso entrar en determinadas
explicaciones sobre el sentido verdadero de sus notas confidenciales de
26 y 30 de diciembre último, y en virtud de las cuales desea una
contestación concreta, referente a las bases para las negociaciones de paz
entre la república Argentina y el imperio del Brasil.
El que suscribe cree inútil volver sobre las dichas notas, especialmen-
te después de la conferencia verbal celebrada con S.E. el 22. Para disipar
cualquier duda, sobre el significado de la nota que el que suscribe debe
contestar, se impone el grato deber de manifestar cuál es la política de su
gobierno. Sus procederes han sido siempre francos y fundados en la
equidad y la justicia, y no hay razón para modificarlos, ya que está
persuadido de ser del mismo carácter de los del gobierno británico,
honorable mediador en la presente diferencia.
Las dudas surgidas respecto a las bases de paz, se han originado en el
sentido indefinido en el cual la independencia de la Banda Oriental ha
sido tomada.
Reconocerla absoluta y perpetua, importaría, para la república y el
imperio, sancionar un principio de anarquía, inconstitucional y opuesto
al voto expreso de la república, cuyas fatales consecuencias fácilmente
pueden comprenderse.
Se infiere de lo sucedido, que la independencia del lado este del Río
de la Plata debe ser circunscrita y limitada a un período fijo — por
234
Luis Alberto de Herrera
ejemplo, cinco años — a objeto de poner fin a la confusión y ruina, deri-
vadas de la guerra, y para que, vueltos sus habitantes a sus hogares y a sus
ocupaciones ordinarias, ellos puedan, al expirar el término convenido,
decidir, pacíficamente y Ubres de toda restricción, de qué manera quieren
fijar su propia existencia política.
Establecidos estos principios, S.E. el señor representante británico
observará que tenemos en vista la idea presentada en el artículo 4° de los
preUminares de octubre.
El gobierno de la repúbüca no limita su deseo, a tratar un armisticio,
pues sería más satisfactorio llegar a una paz definitiva; tampoco pretende
pedir todo sin conceder nada, lo cual ya ha sido puesto en evidencia por
la liberalidad con que antes propuso condiciones recíprocas, por las
cuales ambas partes se obUgarían. S.E. el señor enviado bien conoce las
sinceras y pacíficas vistas del gobierno de la república y debe estar
persuadido de que él adhiere a ellas, lo mismo que a la firme determina-
ción de mantener, por las armas, el honor nacional.
En una palabra, la base admitida por este gobierno para las negocia-
ciones de paz, es la independencia temporaria de la disputada provincia
y, en este entendido, S.E. el señor ministro mediador, ya que lo considera
necesario, puede asegurarse de las intenciones del gobierno imperial.
Entretanto, el que suscribe anticipa un resultado favorable a la pru-
dente gestión de S.E. en este asunto y, si así ocurriese, como se espera, el
gobierno de la república haría proposiciones con el mismo fin, apenas
fuera oficialmente notificado. El que suscribe, etcétera. — ( firmado) Juan
Ramón Balcarce.
A S.E. lord John Ponsonby, etcétera.
PONSONBY A BALCARCE
Buenos Aires, enero 28 de 1828. El que suscribe, enviado extraordi-
nario y ministro plenipotenciario de S.M.B., tuvo el honor de recibir la
La Misión Ponsonby
235
nota de S.E. el señor general Balcarce, fechada el 26 del corriente.
El que suscribe entiende que la independencia de la Banda Oriental
será reconocida, en virtud de las circunstancias creadas por la época, y por
la política, que imponen su concesión.
El que suscribe, etcétera. — (firmado) John Ponsonby.
A S.E. el ministro de relaciones exteriores, etcétera.
PONSONBY A DUDLEY
Buenos Aires, enero 28 de 1828. Excmo. señor: Tengo el honor de
elevar a V.E. copia de una nota de S.E. el ministro de relaciones exteriores
y mi contestación, la que, temiendo que el general Balcarce pudiera o
quisiera no interpretar en su verdadero sentido, pedí al señor Parish la
entregara personalmente, explicando, en la conversación, los párrafos
que creyera necesario. El general Balcarce fundó el desgano del gobierno
para acceder a mis deseos en un concepto errado, casi increíble, de los
hechos. Dijo que entendía que, al mencionar yo la independencia de la
Banda Oriental, mi intención era que su gobierno consintiese que el
emperador continuase en posesión de las fortalezas de Montevideo y
Colonia.
El señor Parish se refirió a los documentos oficiales, en prueba de lo
contrario, y el ministro terminó declarando su propia conformidad con
mis deseos y, en una subsiguiente entrevista con el señor Parish, sobre
otros asuntos, le manifestó que deseaba me comunicase que el gobema-
dorestaríapronto ahacerde la independencia de la Banda Oriental la base
de la negociación, etcétera, pero que deseaba, primero, hablarse de modo
a llegar a un perfecto acuerdo sobre ciertos puntos. En consecuencia,
visité a S.E. El gobernador empezó por expresar que “estaba encargado
de dirigir las relaciones exteriores hasta la reunión de la convención” y
que “sus poderes, derivados de las varias provincias, diferían de grado”;
que, particularmente, no podía suscribir ningún arreglo definitivo de paz,
sin someterlo primeramente al gobierno de la Banda Oriental para su
236
Luis Alberto de Herrera
asentimiento.
Dijo que la convención se reuniría pronto y admitió que la opinión de
Buenos Aires sería probablemente decisiva en aquel cuerpo, respecto a
la paz, pues Buenos Aires, en realidad, soportaba el peso de la guerra.
Luego me preguntó si la independencia de que yo había hablado, debería
ser “permanente o sólo temporaria”. Le repliqué que permanente: una
independencia absoluta de ambos beligerantes y de todo otro poder,
según se había aceptado por el anterior gobierno de la república. El
gobernador dijo que no podía acceder a ello, pero si la independencia
fuera estipulada por un período fijo, al final del cual la Banda Oriental se
hallara en libertad de seguir su propia inclinación, sería entonces otra
cuestión; que, si la independencia de la Banda Oriental fuera consentida
tan sólo por un cierto período, ese arreglo no privaría a la república de sus
derechos al expirar el plazo; que , en un caso, la cuestión estaba finalmente
terminada; no así en el otro.
Yo repliqué que el arreglo en cuestión era, en esencia, permanente
respecto a los beligerantes y extinguía todas sus pretensiones de derechos
sobre la provincia; que el período estipulado en el proyecto tenía por
objeto impedir que la Banda Oriental se uniera a algunos de los poderes,
antes del término del período; y que esta estipulación obedecía al
propósito de disiparlos recelos del emperador, que podría suponer que la
Banda Oriental se precipitaría en brazos de Buenos Aires enseguida de la
evacuación, por sus tropas, del país.
El gobernador manifestó que le sería mucho más fácil persuadir a la
gente en favor de un arreglo que tuviera la apariencia de ser provisorio,
que en favor de una renuncia incondicional, para siempre, de todos sus
derechos a la Banda Oriental, como él calificaba la admisión de su
independencia más allá de un entendimiento por un período limitado.
Le repliqué que yo entendía que los beligerantes aceptarían tomar
como base la independencia y que la Banda Oriental podría comprome-
terse, por un tiempo determinado, a no incorporarse a ninguno de los
limítrofes, etcétera, pero que quedaría libre, al expirar aquel plazo, de
tomar la actitud que creyera conveniente, quedando en libertad de
contemplar sus propios intereses, al igual de cualquier estado soberano,
La Misión Ponsonby
237
y pregunté si yo podría esperar del gobierno una contestación en favor de
tal principio. El gobernador contestó que sí.
Entonces expresé que confiaba que los delegados de Buenos Aires a
la convención serían instruidos en ese sentido, agregando que “estaba
seguro que Buenos Aires podría asegurar la sanción, por la convención,
de la política que el gobierno había adoptado”. El coronel Dorrego dijo
que, sin duda, y que su propia opinión era que no habría ninguna dificultad
en el seno de aquella asamblea, que siempre había sido su deseo la paz,
y que oir cualquier propuesta honorable era su firme política; que
esperaba que los hechos ahora hicieran menos obstinado al emperador,
pues S.M. debía hallarse en gran apremio; que, según datos oficiales, de
fecha 12 del corriente, enviados por el general Lavalleja, el ejército
imperial se retiraba en el mayor desorden del Y aguarón y del Cerrito; que
Lavalleja tenía el dominio de la laguna Merim, y que tres grandes
convoyes de provisiones y municiones para las tropas brasileñas habían
sido tomados; que el enemigo había dejado en el Cerrito un valioso
aprovisionamiento; que una expedición, iba contra las Misiones portu-
guesas; que tendría buen éxito, y que el número de corsarios republicanos
había aumentado mucho, tendiendo a seguir en aumento; pero, no
obstante todo esto, él sabía que la paz era necesaria al país, y que la
prefería a la certidumbre de todas las ventajas a esperar de la continuación
de la guerra
Contesté que había oído mencionar los sucesos que mencionaba S.E.
y que hacía ya mucho tiempo yo creía en el buen éxito del ejército de la
república; que era bajo esa impresión que apremiaba al gobierno de S.E.
a definir su política, en cuanto a la independencia; política necesaria para
terminar la guerra y que, en mi entender coloca a este gobierno en
situación muy ventajosa y prueba a todos los neutrales (que sufren
actualmente los efectos de la guerra) que la república abriga el sincero y
firme deseo de poner término a las hostilidades, al adoptar una proposi-
ción sobre la cual es evidente que podría fundarse una paz justa,
honorable y duradera.
Agregué algunas otras observaciones, innecesarias de detallar, y dejé
al gobernador bajo el definido entendimiento, entre nosotros, de que este
238
Luis Alberto de Herrera
gobierno está pronto a aceptar el principio de la absoluta independencia
de la Banda Oriental, como base para tratar los preliminares de paz; que
la Banda Oriental sufrirá limitación, por cierto plazo, en cuanto a su
derecho de unirse con otros estados; y que, a la expiración de ese término,
quedará plena y enteramente libre de aceptar, o rechazar, cualquier
arregloque guste con cualquier otro estado y será absolutamente indepen-
diente. Y quedó entendido que la gestión del gobernador será, en todo
esto, sometida a las decisiones de la convención.
El gobernador sabe que se halla en peligro de verse forzado a pactar
una paz que él ha creído tener interés privado en retardar. Muchos de
aquellos que conmás violenciapugnabanporla guerra, han tomado ahora
opuesto rumbo, no poco influenciados, según creo, por la creencia
prevaleciente, ahora, del levantamiento del bloqueo, sobre la duración
del cual sus especulaciones dependían por entero y por las cuales
solamente estaban inducidos a desear un prolongamiento de las hostili-
dades.
La memoria que tuve el honor de trasmitir a S.E. (de los comerciantes
de aquí) y el conocimiento público y notorio, de la insuficiencia total de
las fuerzas bloqueadoras, me ofrecieron la oportunidad de asestar un
golpe, que creí de efecto, sobre el partido de la guerra.
Dije a una persona de mi relación que mi opinión personal era que el
bloqueo debía levantarse; que los hechos que prueban la ineficacia del
bloqueo brasileño, eran indisputables; que la comisión de comerciantes
(era uno de ellos) había proporcionado nueva prueba sobre el caso, todo
lo que se había trasmitido a V.E.; que la regla del bloqueo exige que él
resulte real y honradamente eficiente; que muy probablemente un resu-
men de los hechos debe haber sido enviado al gobierno de los Estados
Unidos de Norteamérica y que no era probable que un gobierno tan
francamente hostil a bloqueos, dejara pasar esta oportunidad de romper
éste; que, si Norteamérica reclamaba, y se le permitía el derecho de
desconocerlo, Inglaterra demandaría igual derecho para ella; y, finalmen-
te, que el bloqueo parecía destinado a romperse. Mi interlocutor ensegui-
da lúzo circular esta opinión, magnificada y alterada de mil maneras; pero
la gente creyó que emanaba de mí, y los fondos subieron, el precio del oro
La Misión Ponsonby
239
bajó y los especuladores de la guerra, alarmadísimos, vendieron gran
porción de sus mercancías, etcétera. Las exageraciones y errores de la
versión pronto se corrigieron, pero creo que el partido pro guerra desistió,
desde ese momento, de su juego. Me vi obligado a emplear estos medios,
por otros y muy serios motivos. Nuestros conciudadanos se hallaban en
un estado de extremada depresión, por temor de ruina, a causa de la
prolongación interminable de la guerra: un comerciante falleció debido
a trastorno mental, otro, se hallaba insano.
Los ingleses eran las primeras víctimas del estado de cosas y tal vez
hubieran sufrido considerablemente por un repentino cambio de aquéllas.
Creí bien hecho confortar a algunos y proteger a otros, siempre que
pudiera hacerlo sin la menor desviación de mis deberes púbücos o
privados y, simplemente, publicando una opinión, fundada en hechos
públicos y notorios, que tenía tanto derecho de alentar y exponer a la par
de cualquier particular.
Menciono esto a V.E. por si le llega cualquier noticia inexacta al
respecto.
También ha surgido un partido pro paz, compuesto de personas que,
anteriormente, eran violentos sostenedores de la guerra, pero que ahora
temen tener que prestar una contribución directa. Este partido está listo
para lanzarse a los mayores extremos: ha pensado cortar los suministros
a la junta, dando pasos para obligar al gobernador a hacer la paz (según
creo) en cualquier condición.
He tratado de contener esta demencia, demostrándoles que, exhibién-
dole al emperador la supuesta incapacidad de su país para continuar la
guerra y la disposición de mucha gente a someterse a cualquier condición,
inducían, necesariamente, a S.M.I. a elevar sus pretensiones; que, posi-
blemente, no quedaría, al fin, contento ni aun con el reconocimiento de
su soberanía sobre la Banda Oriental, sino que también demandaría de un
pueblo, tan aplastado y dividido, el pago de una proporción de sus gastos
de guerra y que, en vez de llevar a la paz, semejantes actitudes la alejarían.
También luce presente, muy vigorosamente, las razones existentes para
esperar el buen éxito de Lavalleja, en campaña, y el buen resultado de la
operación de los corsarios sobre el emperador, exponiéndoles, tan bien
240
Luis Alberto de Herrera
como pude, la sinrazón de proceder violentamente en este momento,
cuando, todo lo que se podía conseguir por las medidas propuestas sería
disminuir, o tal vez destruir, el efecto de la victoria posible, agravando la
derrota, en caso de tener que sufrirla. Y les hice ver la perspectiva de una
fácil pacificación, en términos justos, honorables, con la probabilidad de
ser duraderos y originarios de toda clase de bienes, sobre la base de la
independencia de la Banda Oriental.
Yo espero, a juzgar por los partes de Lavalleja, recién recibidos,
respecto al desastroso estado del ejército imperial, que la causa de la paz
ha recibido gran impulso y confío que, al fin, estamos acercándonos,
rápidamente, al término de nuestras gestiones y que los deseos pacifica-
dores del gobierno de S.M. serán cumplidos.
Si Lavalleja sale victorioso, presumo que S.M. tendrá que hacer la
paz, en condiciones de que sea duradera. Si Lavalleja es derrotado, esta
república hará la paz en cualesquiera condiciones.
V.E. querrá tener la cortesía, y también la bondad, de considerar la
situación, de dificultad extrema, en que me encuentro. Seis meses se
pasan generalmente antes de que yo reciba de V.E. instrucciones sobre
cualquier punto, y aunque he traslucido y explicado a V.E. casi todas, si
no todas las ocurrencias principales que han sucedido hasta la fecha, no
ha habido tiempo para que hasta ahora yo haya recibido del gobierno de
S.M. órdenes algunas para orientar mi conducta, previamente al momeu-
lo en que debo actuar.
Estoy celosamente dedicado a conseguir que Lavalleja cumpla su
compromiso de no agitar principios políticos como grito de guerra, y de
no entrar en arreglos con las provincias de S.M.I., que pudieran impedir
una paz general.
Supongo que ya habrán llegado hasta V.E. noticias de los serios
desastres que amenazan en sus propios dominios a S.M.I. Yo he hecho
todo lo posible, dentro de mi deber, para enterar a S.M.I. de los riesgos
a que se expone por insistir en esta guerra, y de los peligros a que expone
a la monarquía. Tengo el honor de quedar con sinceridad y respeto, de
V.E. etcétera. — (firmado) John Ponsonby.
La Misión Ponsonby
241
A S.E. el conde Dudley, etcétera.
P.D.S. He recibido la réplica final del gobernador, que agrego a este
despacho. V.E. verá que trata de mistificar, reservándose los medios de
actuar a su gusto, en adelante.
La contestación, sin embargo, servirá a mis propósitos. Los orientales
están contentos con ella, por el momento, y me parece que esto es bastante
para que podamos detener, por seis u ocho semanas, los proyectados
planes, respecto a la junta, del partido ultrapacifista, en cuyo tiempo,
probablemente, los sucesos habrán decidido los puntos importantes
actualmente en pie.
Estoy casi seguro que el gobernador nunca tendrá poder para rehusar
su consentimiento a la independencia. He trabajado ese punto con otras
vistas, además de las que ya he expuesto a V.E.
Si el gobierno de S.M. se viera obligado (lo que es posible) a
interceder más decididamente de lo que hasta ahora lo ha hecho en la
contienda, convendrá tener a uno de los beligerantes comprometido en
una política pacífica, que justificará el tono de autoridad, si S.M. se viera
obligado a usarlo. He tenido también en vista el interés particular de este
gobierno: un rechazo de la base lo hubiera expuesto al peligro de un
ataque por las armas del partido orientalista, que creo que fácilmente
destruiría el poder del gobernador, pero que aparejaría serias confusio-
nes, aumentando todas nuestras dificultades.
Ha sido también esencial, según queda dicho, para detener al partido
ultrapacifista, cuyos planes, de efectuarse, habrían (además de los males
ya expuestos y ya señalados) obligado a Lavalleja, privado de toda
esperanza, por esta parte, a fomentar sucesos revolucionarios en los
dominios del emperador.
He dado la contestación adjunta al gobierno, en la cual doy 1 a cuestión
por sentada, sin entrar en comentarios sobre la obvia inconsistencia de las
expresiones.
Escribí al señor Gordon enterándolo de mi casi certidumbre de la
aceptación, aquí, de una proposición fundadaen la base de la independen-
cia. No mando al señor Gordon una copia de la nota de este gobierno, pues
242
Luis Alberto de Herrera
podría provocar confusión, al no ser explicada con la relación de todas las
circunstancias que la rodean. Debo agregar que creo que la convención
de que se habla no se reunirá jamás. — Ponsonby.
l’ONSONBY A DUDLEY
Buenos Aires, febrero 12 de 1828. Excmo. señor: Bonifacio Andrada,
habiendo estado varios meses en Buenos Aires, partió, en diciembre, a
bordo de un corsario, y fue desembarcado en la provincia de San Pablo.
Mientras estuvo aquí, concibió o maduró la conspiración de la cual
agrego toda la información que he logrado obtener. La conspiración, se
dice, se extiende a todas las regiones del Brasil y muchos de sus
directores, incluyendo senadores y otras personas con autoridad, están
envueltos en ella. Los descontentos han ganado a las tropas alemanas en
Pemambuco; unos mil hombres. Se proponen capturar barcos fondeados
en ese puerto y transportar esa fuerza a Río de Janeiro o Río Grande o a
cualquier otro sitio elegido. Las tropas alemanas en Río de Janeiro — unos
mil hombres — también han sido conquistadas y deben salir de la ciudad
y posesionarse de la Isla Grande. Lanzarán una proclama declarando que
no consentirán ser, por más tiempo, instrumentos de opresión del empe-
rador sobre el país, pero dejarán los asuntos internos a la solución del
pueblo, al que se le recomienda en la proclama que se dirija al senado,
exponiendo sus agravios. También fueron ganados los irlandeses, última-
mente llegados a Río de Janeiro y su agente fue a Buenos Aires, de donde
zarpó, conFoumier, de regreso. Los alem anese irlandeses serán compen-
sados con campos y dinero; se supone que el emperador carece de tropas
nacionales para sostenerle. Se intenta secuestrarlo, pero, solamente en
caso de resistencia, matarlo. Se abolirá la monarquía y se crearán cinco
repúblicas, a saber: Pemambuco, Bahía, Río de Janeiro, San Pablo y Río
Grande. Dorrego, gobernador de Buenos Aires, se ha comprometido, por
un tratado, a sostener esta insurrección y a hacer la paz y alianza con toda
provincia que rechace la autoridad del emperador. Dorrego se compro-
La Misión Ponsonby
243
mete, particularmente, a no suscribir la paz entre la república y el
emperador bajo ninguna fórmula. Los brasileños, por otra parte, se
comprometen apagar a Buenos Aires una porción de los gastos incurridos
en la guerra que se ha llevado contra el emperador. Foumier zarpó con
órdenes de instruir a los corsarios republicanos de cómo deben actuar, y
para darles un juego de señales que se ha establecido a lo largo de la costa;
y luego de haber desembarcado su pasajero y el dinero y munición de a
bordo para los insurrectos, seguir a Nueva York; de allí solicitar el apoyo
de los Estados Unidos contra cualquier poder europeo que pueda entor-
pecer la creación de las nuevas repúblicas y los procederes del Brasil y
Buenos Aires. No he podido aún ver los documentos donde este asunto
se detalla, pero loque antecede me viene de persona que los ha leído. Dice
que el tratado que asegura las recompensas a los alemanes e irlandeses,
contiene trece artículos y que, así como el pactado con Dorrego, está
suscrito por muchos de los jefes del Brasil. Mi informante ha obtenido
estos datos, sobre el asunto, por vía pecuniaria, de uno de sus principales
agentes, quien dependerá de él, en adelante, según sus necesidades o
avaricia. Este agente tramitó todo el arreglo entre Dorrego y Andrada. No
veo qué conveniencia pudiera tener mi informante de engañarme y no
creo tampoco posible que él esté engañado en este asunto, aunque pueda
equivocarse algo en el detalle. Espero saber, cuando llegue el próximo
paquete, algo decisivo en cuanto a la fecha en que esta conspiración se
pondrá en ejecución. Actualmente, sólo sé que hay algunos barcos de
guerra aquí que van a cooperar en aquélla y comprendo que habrá que dar
algún tiempo a las operaciones de Foumier; pero es cosa resuelta que, si
algún individuo enterado del asunto fuera arrestado, ésta sería la señal
para el inmediato comienzo de la acción en todas partes, de acuerdo con
el plan de operaciones ya aprobado yen circulación. El emperador tal vez
pudiera aún detener el golpe meditado, si concertara, de inmediato, la paz
con el general Lavalleja, y espero que al general lo haya inducido a prestar
oído benevolente a términos razonables. Pienso que el emperador está en
inminente peligro y temo que tendría malas consecuencias para los
intereses británicos el éxito de la conspiración. Copias de los documentos
a ella referentes y de los tratados, han sido llevados por Foumier a
Norteamérica. Trataré, por todos los medios, de conseguir yo también
244
Luis Alberto de Herrera
copias, pero hay sólo cuatro personas en el país que conocen este asunto
y sólo una, además de Dorrego, que pueda proporcionarlas. Tengo el
honor de ser sinceramente, etcétera. — (firmado) John Ponsonby.
A S.E. el conde Dudley, etcétera.
P.D. Incluyo una copia de mi comunicación, sobre este asunto, al
señor Gordon.
GORDON A DUDLEY
Río de Janeiro, febrero 13 de 1828. Excmo. señor: Es con gran
satisfacción que trasmito a V.E. el resultado de mis empeños para inducir
al emperador don Pedro a asentir a bases de las cuales podemos razona-
blemente esperar ver sellada la paz en este hemisferio.
Ya informé a V.E. de las proposiciones que trasmití con ese fin a
S.M.I. El 6 del presente, recibí la nota n 2 1, que incluyo, de S.E. el
marqués de Aracaty, trasmitiéndome ciertos artículos preliminares que,
aun difiriendo de los míos, asentían, de inmediato, a la independencia de
la Banda Oriental y al principio de entrar a negociar sobre el statn quo de
los beligerantes.
Había, sin embargo, mucho a objetar en las primeras proposiciones
del emperador, y fue recién el 12 del corriente que me las devolvió,
modificadas, el marqués de Aracaty; y espero que serán juzgadas por V.E.
sin observación, según texto incluso, n 9 2.
Considerando a la Banda Oriental como un tercero, separado e
independiente, cuya aprobación es necesaria, sea cuales fueren las
condiciones bajo las cuales se espera terminar la guerra, y rercordando lo
especial de la posición del general Lavalleja, en relación a Buenos Aires,
he pensado sea ventajoso a la causa de la paz enterar directamente a ese
jefe de las proposiciones del emperador, dirigiéndole, a la vez, una carta,
cuya copia acompaño.
No he dado este paso sin obtener, previamente, la aprobación del
La Misión Ponsonby
245
emperador don Pedro; de acuerdo con ella, S.M.I. va a enviar órdenes al
general Lecor para que concierte de inmediato, la tregua entre los
ejércitos situados en las fronteras de Río Grande, si el general Lavalleja
se inclinara a activar la pacificación con la influencia de su presencia en
Buenos Aires.
El señor Fraser, agregado a esta misión, será el portador de mi carta
al general Lavalleja, y como nos hallaremos capacitados, por su viaje,
para tener noción exacta del verdadero estado de cosas en la Banda
Oriental y de la forma en que se hace la guerra en la frontera del imperio
brasileño, confío que V.E. aprobará el que yo lo envíe con esa misión.
Tengo, etcétera. — (firmado) R. Gordon.
A S.E. el conde Dudley, etcétera.
GORDON A LAVALLEJA
Río de Janeiro, febrero 13 de 1828. A S.E. el general Lavalleja,
etcétera. General: Considerando que una paz equitativa es el único
legítimo término de la guerra y convencido de que sus actos en la Banda
Oriental son principalmente guiados por este principio, no necesitaré
mayor excusa para trasmitir a V.E. los preliminares que incluyo, que han
sido aceptados por el emperador del Brasil.
Siendo la suerte de la Banda Oriental el objeto declarado de la guerra
entre el Brasil y Buenos Aires, no me cabe duda de que V.E. saludará
gozoso la oportunidad que hoy se ofrece para sellar la paz, de la cual la
independencia de su país de origen fomia la feliz base, y que sus esfuerzos
propenderán a que se acepte por la república.
Ruego además a V.E. quiera ver en esta carta una prueba del interés
que Gran Bretaña se toma por el bienestar de la Banda Oriental, así como
por la terminación de la guerra; y puede usted estar seguro que su
cooperación en pro de un cese inmediato de hostilidades contribuirá, del
mejor modo, a asegurar los buenos oficios de aquélla en las subsiguien-
246
Luis Alberto de Herrera
tes negociaciones. Tengo el honor, etcétera. — (firmado) R. Gordon.
GORDON A PONSONBY
Río de Janeiro, febrero 17 de 1828. Excmo. señor: Las proposiciones
que incluyo habían sido aceptadas por el emperador y estaban listas para
ser despachadas a V.E. por el paquete de Buenos Aires, a su llegada aquí,
cuando recibí la carta de V.E. del 27 último, asegurándome de las bases
sobre las cuales el gobierno de Buenos Aires desea tratar la paz.
No perdí momento en enterar a este gobierno de la naturaleza de su
comunicación y he rogado al emperador que se limite, por ahora, a la
simple aceptación de lo que se destaca en el despacho de V.E., siendo el
modo más seguro de evitar retardos y futuros tropiezos.
Sin embargo, S.M.I., sin oponerse, en principio, a esas bases, consi-
dera más expeditivo seguir la obra de pacificación de acuerdo con la
forma ya propuesta y que incluso trasmito. En ésta, la cuestión de la
independencia de la Banda Oriental se tiene muy en cuenta y el modo de
llegar a un rápido fin de las hostilidades se especifica con igual claridad.
La importancia de las concesiones así hechas por S.M.I. no escapará
a V.E.; primero, al renunciar a su título a la provincia Cisplatina y,
segundo, al aceptar que se negocie sobre el principio del statu quo de los
beligerantes, en vez del status ante bellum.
Quiera el cielo conceder que ellas traigan esta desastrosa guerra a una
rápida terminación. Tengo el honor, etcétera. — (firmado) R. Gordon.
A S.E. lord John Pousonby, etcétera.
DUDLEY A PONSONBY
Londres, febrero 23 de 1828. Excmo. señor: Acompaño, con esta
nota, una copia de la comunicación que S.M. ha dirigido al presidente de
La Misión Ponsonby
247
las Provincias Unidas del Río de la Plata, retirando de esos estados a su
representante ante los mismos. V.E. se servirá presentarla, en la forma de
estilo.
Por la copia, también adjunta, de una nota enviada al señor Gordon,
V.E. se enterará de que el gobierno de S.M. desea que su partidapara Río
de Janeiro coincida, en cuanto sea posible, con el término de la misión de
aquél. No es, sin embargo, la intención del gobierno de S.M. que los
movimientos de V.E. dependan, por completo, de los del señor Gordon,
al extremo de que, si aquél abandona Río, salir, de inmediato, de Buenos
Aires; pero es de desear que así no lo haga V.E. hasta que su predecesor
en Río parta, salvo que V.E. crea de utilidad tener con él una entrevista
personal antes.
De la opinión del señor Gordon al respecto, V.E. será informado por
las copias adjuntas.
Antes de salir de Buenos Aires, V.E. presentará al señor Parish como
encargado de negocios de S.M. y le entregará todos los papeles de la
misión, junto con la clave y la llave para descifrarla.
Tengo el honor, etcétera. — (firmado) Dudley.
DUDLEY A PONSONBY
Ministerio de relaciones exteriores, 23 de febrero de 1828. Exento,
señor: Con referencia a mi despacho n 9 1 (Brasil), de esta fecha,
indicándole a V.E. que se dirija a Río de Janeiro, como enviado extraor-
dinario y ministro plenipotenciario de S.M. ante el emperador del Brasil,
y a la publicación, en The Gazette del 28 de diciembre, del nombramiento
del señor Gore como secretario de la legación en Buenos Aires, debo
informar a V.E. que se piensa suspender la partida del señor Gore hasta
que se designe sucesor a V.E., quedando los asuntos de S.M., en tanto, a
cargo del cónsul general.
Saludo a V.E. — (firmado) Dudley
A S.E. John Ponsonby, etcétera.
242
Luis Alberto de Herrera
podría provocar confusión, al no ser explicada con la relación de todas las
circunstancias que la rodean. Debo agregar que creo que la convención
de que se habla no se reunirá jamás. — Ponsonby.
PONSONBY A DUDLEY
Buenos Aires, febrero 12 de 1 828. Excmo. señor: Bonifacio Andrada,
habiendo estado varios meses en Buenos Aires, partió, en diciembre, a
bordo de un corsario, y fue desembarcado en la provincia de San Pablo.
Mientras estuvo aquí, concibió o maduró la conspiración de la cual
agrego toda la información que he logrado obtener. La conspiración, se
dice, se extiende a todas las regiones del Brasil y muchos de sus
directores, incluyendo senadores y otras personas con autoridad, están
envueltos en ella. Los descontentos han ganado a las tropas alemanas en
Pemambuco; unos mil hombres. Se proponen capturar barcos fondeados
en ese puerto y transportar esa fuerza a Río de Janeiro o Río Grande o a
cualquier otro sitio elegido. Las tropas alemanas en Río de Janeiro — unos
mil hombres — también han sido conquistadas y deben salir de la ciudad
y posesionarse de la Isla Grande. Lanzarán una proclama declarando que
no consentirán ser, por más tiempo, instrumentos de opresión del empe-
rador sobre el país, pero dejarán los asuntos internos a la solución del
pueblo, al que se le recomienda en la proclama que se dirija al senado,
exponiendo sus agravios. También fueron ganados los irlandeses, última-
mente llegados a Río de Janeiro y su agente fue a Buenos Aires, de donde
zarpó, con Foumier, de regreso. Los alemanes e irlandeses serán compen-
sados con campos y dinero; se supone que el emperador carece de tropas
nacionales para sostenerle. Se intenta secuestrarlo, pero, solamente en
caso de resistencia, matarlo. Se abolirá la monarquía y se crearán cinco
repúblicas, a saber: Pemambuco, Bahía, Río de Janeiro, San Pablo y Río
Grande. Dorrego, gobernador de Buenos Aires, se ha comprometido, por
un tratado, a sostener esta insurrección y a hacer la paz y alianza con toda
provincia que rechace la autoridad del emperador. Dorrego se compro-
La Misión Ponsonby
243
mete, particularmente, a no suscribir la paz entre la república y el
emperador bajo ninguna fórmula. Los brasileños, por otra parte, se
comprometen apagar a Buenos Aires una porción de los gastos incurridos
en la guerra que se ha llevado contra el emperador. Foumier zarpó con
órdenes de instruir a los corsarios republicanos de cómo deben actuar, y
para darles un juego de señales que se ha establecido alo largo de la costa;
y luego de haber desembarcado su pasajero y el dinero y munición de a
bordo para los insurrectos, seguir a Nueva York; de allí solicitar el apoyo
de los Estados Unidos contra cualquier poder europeo que pueda entor-
pecer la creación de las nuevas repúblicas y los procederes del Brasil y
Buenos Aires. No he podido aún ver los documentos donde este asunto
se detalla, pero lo que antecede me viene de persona que los ha leído. Dice
que el tratado que asegura las recompensas a los alemanes e irlandeses,
contiene trece artículos y que, así como el pactado con Dorrego, está
suscrito por muchos de los jefes del Brasil. Mi informante ha obtenido
estos datos, sobre el asunto, por vía pecuniaria, de uno de sus principales
agentes, quien dependerá de él, en adelante, según sus necesidades o
avaricia. Este agente tramitó todo el arreglo entre Dorrego y Andrada. No
veo qué conveniencia pudiera tener mi informante de engañarme y no
creo tampoco posible que él esté engañado en este asunto, aunque pueda
equivocarse algo en el detalle. Espero saber, cuando llegue el próximo
paquete, algo decisivo en cuanto a la fecha en que esta conspiración se
pondrá en ejecución. Actualmente, sólo sé que hay algunos barcos de
güeña aquí que van a cooperar en aquélla y comprendo que habrá que dar
algún tiempo a las operaciones de Foumier; pero es cosa resuelta que, si
algún individuo enterado del asunto fuera arrestado, ésta seria la señal
para el inmediato comienzo de la acción en todas partes, de acuerdo con
el plan de operaciones ya aprobado yen circulación. El emperador tal vez
pudiera aún detener el golpe meditado, si concertara, de inmediato, la paz
con el general Lavalleja, y espero que al general lo haya inducido aprestar
oído benevolente a términos razonables. Pienso que el emperador está en
inminente peligro y temo que tendría malas consecuencias para los
intereses británicos el éxito de la conspiración. Copias de los documentos
a ella referentes y de los tratados, han sido llevados por Foumier a
Norteamérica. Trataré, por todos los medios, de conseguir yo también
244
Luis Alberto de Herrera
copias, pero hay sólo cuatro personas en el país que conocen este asunto
y sólo una, además de Dorrego, que pueda proporcionarlas. Tengo el
honor de ser sinceramente, etcétera. — (firmado) John Ponsonby.
A S.E. el conde Dudley, etcétera.
P.D. Incluyo una copia de mi comunicación, sobre este asunto, al
señor Gordon.
GORDON A DUDLEY
Río de Janeiro, febrero 13 de 1828. Excmo. señor: Es con gran
satisfacción que trasmito a V.E. el resultado de mis empeños para inducir
al emperador don Pedro a asentir a bases de las cuales podemos razona-
blemente esperar ver sellada la paz en este hemisferio.
Ya informé a V.E. de las proposiciones que trasmití con ese fin a
S.M.I. El 6 del presente, recibí la nota n 2 1, que incluyo, de S.E. el
marqués de Aracaty, trasmitiéndome ciertos artículos preliminares que,
aun difiriendo de los míos, asentían, de inmediato, a la independencia de
la Banda Oriental y al principio de entrar a negociar sobre el statu quo de
los beligerantes.
Había, sin embargo, mucho a objetar en las primeras proposiciones
del emperador, y fue recién el 12 del corriente que me las devolvió,
modificadas, el marqués de Aracaty; y espero que serán juzgadas por V.E.
sin observación, según texto incluso, n Q 2.
Considerando a la Banda Oriental como un tercero, separado e
independiente, cuya aprobación es necesaria, sea cuales fueren las
condiciones bajo las cuales se espera terminar la guerra, y rercordando lo
especial de la posición del general Lavalleja, en relación a Buenos Aires,
he pensado sea ventajoso a la causa de la paz enterar directamente a ese
jefe de las proposiciones del emperador, dirigiéndole, a la vez, una carta,
cuya copia acompaño.
No he dado este paso sin obtener, previamente, la aprobación del
La Misión Ponsonby
245
emperador don Pedro; de acuerdo con ella, S.M.I. va a enviar órdenes al
general Lecor para que concierte de inmediato, la tregua entre los
ejércitos situados en las fronteras de Río Grande, si el general Lavalleja
se inclinara a activar la pacificación con la influencia de su presencia en
Buenos Aires.
El señor Fraser, agregado a esta misión, será el portador de mi carta
al general Lavalleja, y como nos hallaremos capacitados, por su viaje,
para tener noción exacta del verdadero estado de cosas en la Banda
Oriental y de la forma en que se hace la guerra en la frontera del imperio
brasileño, confío que V.E. aprobará el que yo lo envíe con esa misión.
Tengo, etcétera. — (firmado) R. Gordon.
A S.E. el conde Dudley, etcétera.
GORDON A LAVALLEJA
Río de Janeiro, febrero 13 de 1828. A S.E. el general Lavalleja,
etcétera. General: Considerando que una paz equitativa es el único
legítimo término de la guerra y convencido de que sus actos en la Banda
Oriental son principalmente guiados por este principio, no necesitaré
mayor excusa para trasmitir a V.E. los preliminares que incluyo, que lian
sido aceptados por el emperador del Brasil.
Siendo la suerte de la Banda Oriental el objeto declarado de la guerra
entre el Brasil y Buenos Aires, no me cabe duda de que V.E. saludará
gozoso la oportunidad que hoy se ofrece para sellar la paz, de la cual la
independencia de su país de origen fomi a la feliz base, y que sus esfuerzos
propenderán a que se acepte por la república.
Ruego además a V.E. quiera ver en esta carta una prueba del interés
que Gran Bretaña se toma por el bienestar de la Banda Oriental, así como
por la terminación de la guerra; y puede usted estar seguro que su
cooperación en pro de un cese inmediato de hosülidades contribuirá, del
mejor modo, a asegurar los buenos oficios de aquélla en las subsiguien-
246
Luis Alberto de Herrera
tes negociaciones. Tengo el honor, etcétera. — (firmado) R. Gordon.
GORDON A PONSONBY
Ríode Janeiro, febrero 17 de 1828. Excmo. señor: Las proposiciones
que incluyo hablan sido aceptadas por el emperador y estaban listas para
ser despachadas a V.E. por el paquete de Buenos Aires, a su llegada aquí,
cuando recibí la carta de V.E. del 27 último, asegurándome de las bases
sobre las cuales el gobierno de Buenos Aires desea tratar la paz.
No perdí momento en enterar a este gobierno de la naturaleza de su
comunicación y he rogado al emperador que se limite, por ahora, a la
simple aceptación de lo que se destaca en el despacho de V.E., siendo el
modo más seguro de evitar retardos y futuros tropiezos.
Sin embargo, sin oponerse, en principio, a esas bases, consi-
dera más expeditivo seguir la obra de pacificación de acuerdo con la
forma ya propuesta y que incluso trasmito. En ésta, la cuestión de la
independencia de la Banda Oriental se tiene muy en cuenta y el modo de
llegar a un rápido fin de las hostilidades se especifica con igual claridad.
La importancia de las concesiones así hechas por S.M.I. no escapará
a V.E.; primero, al renunciar a su título a la provincia Cisplatina y,
segundo, al aceptar que se negocie sobre el principio del staiu quo de los
beligerantes, en vez del status ante bellum.
Quiera el cielo conceder que ellas traigan esta desastrosa guerra a una
rápida terminación. Tengo el honor, etcétera. — (firmado) R. Gordon.
A S.E. lord John Pousonby, etcétera.
DUDLEY A PONSONBY
Londres, febrero 23 de 1828. Excmo. señor: Acompaño, con esta
nota, una copia de la comunicación que S.M. ha dirigido al presidente de
La Misión Ponsonby
247
las Provincias Unidas del Río de la Plata, retirando de esos estados a su
representante ante los misinos. V.E. se servirá presentarla, en la forma de
estilo.
Por la copia, también adjunta, de una nota enviada al señor Gordon,
V.E. se enterará de que el gobierno de S.M. desea que su partida para Río
de Janeiro coincida, en cuanto sea posible, con el término de la misión de
aquél. No es, sin embargo, la intención del gobierno de S.M. que los
movimientos de V.E. dependan, por completo, de los del señor Gordon,
al extremo de que, si aquél abandona Río, salir, de inmediato, de Buenos
Aires; pero es de desear que así no lo haga V.E. hasta que su predecesor
en Río parta, salvo que V.E. crea de utilidad tener con él una entrevista
personal antes.
De la opinión del señor Gordon al respecto, V.E. será informado por
las copias adjuntas.
Antes de salir de Buenos Aires, V.E. presentará al señor Parish como
encargado de negocios de S.M. y le entregará lodos los papeles de la
misión, junto con la clave y la llave para descifrarla.
Tengo el honor, etcétera. — (firmado) Dudley.
DUDLEY A PONSONBY
Ministerio de relaciones exteriores, 23 de febrero de 1828. Excmo.
señor: Con referencia a mi despacho n g 1 (Brasil), de esta fecha,
indicándole a V.E. que se dirija a Río de Janeiro, como enviado extraor-
dinario y ministro plenipotenciario de S.M. ante el emperador del Brasil,
y a la publicación, en The Gazette del 28 de diciembre, del nombramiento
del señor Gore como secretario de la legación en Buenos Aires, debo
informar a V.E. que se piensa suspender la partida del señor Gore hasta
que se designe sucesor a V.E., quedando los asuntos de S.M., en tanto, a
cargo del cónsul general.
Saludo a V.E. — (firmado) Dudley
A S.E. John Ponsonby, etcétera.
248
Luis Alberto de Herrera
CORDON A PONSONBY
(Privado). Río de Janeiro, febrero 24 de 1828. Mi querido Ponsonby:
Le envío a V.E. algunas explicaciones sobre mi nota oficial que fue por
el Thetis.
Después del rechazo de nuestras oberturas anteriores, en Buenos
Aires, he tratado constantemente de conseguir del emperador su asenti-
miento a un armisticio sobre el principio del statii quo de los beligerantes;
y, más aún, que declarara que estaría de acuerdo con la independencia de
la Banda Oriental, apurándolo a agregar estas concesiones a sus anterio-
res proposiciones. El resultado de mis esfuerzos ha sido el documento que
comuniqué a usted por el Thetis. No diré que es excepcional, en cuanto
a forma, pero algún descuento hay que hacer a la obstinación y vanidad
que inflama a las cabezas en estos climas y, si se llegara alguna vez a una
suspensión de hostilidades, se llegaría a un arreglo satisfactorio al final.
Después de las insinuaciones, o más bien dicho, seguridades, que
usted me ha dado con respecto a Lavalleja, creí que el modo más seguro
y expeditivo de traerlo al asunto sería escribirle una caita amable,
comunicándole las bases brasileñas, las que, si le parecían aceptables,
podría apoyar del modo que mejor le pareciera. He hecho esto con la idea
de inducido a tener fe en las transacciones y sinceramente confío que
nuestro gobierno garantirá conducta leal por ambas partes.
lie mandado mi carta por intermedio de mi agregado, el señor Frascr,
y el general Lecor tiene órdenes de aquí de aceptar cualquier cosa que
propónga Lavalleja, en el sentido de una tregua, mientras siguen las
negociaciones. No puedo decir que no esté confiado en cuanto al
resultado de nuestros esfuerzos, sean los que fueren, pues no veo su-
ficiente flexibilidad del lado de la república. A menos que nos resolvamos
y declaremos, a ambas partes, que el arreglo que consideramos justo tiene
que aceptarse, me temo que nunca se entenderán.
El emperador ve claramente que no puede ya forzar más su bloqueo
sobre los barcos neutrales y sólo me sorprende la paciencia de nuestras
autoridades navales, que continúan reconociendo un bloqueo que, de
La Misión Ponsonby
249
hecho, puede decirse sólo se hace efectivo contra la bandera británica.
En sus cartas, usted no alude a lo que para mí, eS' la mayor dificultad
en la cuestión pacificación: ¿cuándo y a quién se entregará Montevideo?
¿Debe ser evacuada por los brasileños antes de que este punto se resuelva
por un tratado? Su despacho del 27 último no es concluyente a ese
respecto. El hecho es, no obstante, que lodo su contenido es aceptado por
el emperador.
I (I) * * * 5 El tratará la paz sobre ía base de la independencia de la Banda
Oriental.
2- El consiente que el nuevo estado no esté en libertad de unirse, por
incorporación a ningún otro.
3 9 El está de acuerdo de entregar las plazas fuertes a los orientales.
Seguramente que si el gobierno de Buenos Aires se mantiene, conse-
cuente con el contenido de su carta, firmarán una convención preliminar
sin mayor vacilación. (1)
Tengo el honor, etcétera. — (firmado) R. Gordon.
A S.E. lord Jolui Ponsonby, etcétera.
PONSONBY A BALCARCE
Buenos Aires, marzo 9 de 1828. El que suscribe, etcétera, tiene el
honor de hacer saber a S.E. el general Balcarce, que ha recibido una
comunicación oficial del ministro de S.M.B. en Río de Janeiro, hacién-
dole saber que S.M.I. el emperador del Brasil aceptará tratar la paz sobre
las siguientes bases:
( I ) Algo más que una simple llamada reclamaría la personalidad diplomática del ministro
Gordon y su enciente gestión en Río Janeiro; pero, a esta altura, ya escribimos y
ordenamos papeles bajo gran apremio. Nos limitaremos, pues, a recordar algunos datos
biográficos.
Nació en 1791, falleciendo de repente, en Balmoral, en 1847. Quinto liijo de Lord
250
Luis Alberto de Herrera
l e S.M.I. tratará la paz sobre la base de la independencia de la Banda
Oriental.
2- El nuevo estado no podrá unirse , por incorporación, a ningún otro
estado.
3 e S.M.I. consiente en entregar las plazas fuertes a los orientales.
Como los términos apuntados contienen en sí las bases para la ne-
gociación a las cuales el gobierno republicano ha asentido, y como ellas
son manifiestamente muy ventajosas, preservando igualmente el honor y
asegurando los intereses de la república, el que suscribe no duda que el
gobierno de S.E. dará su inmediato y cordial consentimiento a estas pro-
posiciones.
El que suscribe, etcétera. — (firmado) John Ponsonby.
A S.E. el ministro de relaciones exteriores, etcétera.
Iladdo y liermano de lord Aberdeen y de Alejandro Gordon, caído en Waterloo.
Agregado en 1810, a la legación de Inglaterra, en Persia; secretario en La Haya; ple-
nipotenciario, en 1815, 1817 y 1821, en Viena, donde traduce la política exterior de
Wellington.
En julio de 1826 se le confía la representación en el Brasil, siendo sustituido por
Ponsonby, en Agosto de 1828. En esa fecha, pasa como embajador extraordinario, a
Constantinopla con la misión, que obtiene pleno éxito, de restablecer las relaciones
amistosas entre su país y Turquía, interrumpidas desde la batalla de Navarino. AHÍ
permaneció hasta 1831. En octubre de 1841, nombrósele embajador en Viena, siendo
reemplazado, en 1846, por el vizconde Ponsonby.
Como se ve, en 1828 y 1846, se cruza el destino de Ponsonby y de Gordon. La
sustitución del segundo por el primero, en Río de Janeiro, no significó, como por error
alguna vez se ha dicho, una expresión de desagrado de la cancillería inglesa respecto
al desempeño de Gordon. Bastaría observar que la misión especial ante la Puerta,
importaba una distinción y, por tanto, un premio.
Por otra parte, actuó con toda eficacia en la obra mediadora, colaborando con brillo,
celo y mucho acierto en la tarea fecunda librada al talento y a la suprema dirección de
Ponsonby.
Parte de su correspondencia se revelaen estas páginas. Ella lo muestra como un hombre
de pensamiento y de firmes orientaciones. Concilia la energía con la prudencia. Fervo-
La Misión Ponsonby
251
PONSONBY Ia GO RDtyN
Buenos Aires, marzo 9 de 1828. Hon. Roberto Gordon. Señor: He
recibido hoy, por el Heron su carta de fecha 24 de febrero, y, sin esperar
a sus despachos, enviados en el Thetis (que no han llegado), elevé al
gobierno la nota que incluyo.
Su comunicación con Lavalleja debe ser conocida aquí, sin tardanza,
y el estado de los asuntos reclama, a mi juicio, la más rápida solución y
que a todos los partidos se someta, de inmediato, el proyecto de pacifica-
ción, tan felizmente traído al punto en que se encuentra.
Mi despacho cifrado le habrá mostrado a usted la razón de alguna de
mis opiniones y de ello habrá usted deducido cuán grato fue para mí saber
de su correspondencia con Lavalleja.
Más aún, es necesario que yo proceda, sin un instante de demora, y
obligue a Dorrego, a despecho de sí mismo, a obrar en directa contradic-
rosamente sirve la causa de la paz, sobreponiéndose al fastidio que bien pudo encender
en su espíritu, muchas veces, el caviloso ambiente político y social en que actuara.
Con el mejor deseo, secunda la gestión del doctor García, sin ocultarle su pesimismo,
y, más adelante, sugiere y propicia el viaje de Fraser al campamento de Lavalleja, que
tanta alarma despertó en Buenos Aires y que, precisamente por eso, precipita la
anhelada solución.
Arrojaría luz completa sobre aquellas negociaciones célebres, la publicación comple-
mentaria de todas las notas de Gordon, como ahora lo hacemos, en su casi totalidad, con
las de Ponsonby.
Desde luego, la dirigida al almirante Otway, hasta el presente desconocida, aporta una
información definitiva sobre las causas fulminantes del desenlace.
Era irrevocable el propósito de la Gran Bretaña de acabar con la guerra y con el enorme
daño inferido a su comercio por ella y por las sentencias abusivas de los tribunales de
presas imperiales, como demostrado está.
Aun después de suscrita la paz, el almirantazgo inglés, de acuerdo con la cancillería
imparte instrucciones a Otway, con fecha noviembre 9 de 1828, ordenándole que
proceda "a la captura y envío a los propios puertos, por vía de represalia, de tantos
barcos mercantes brasileños como a su juicio sean necesarios para compensar las
pérdidas sufridas por los dueños de los buques y cargas injustamente tomados y
confiscados por el gobierno del Brasil".
Todo eso, "en el caso de que fracasaran las reclamaciones articuladas ante el gobierno
imperial" que, por cierto, no fracasaron.
252
Luis Alberto de Herrera
ción con sus compromisos secretos con los conspiradores y que consienta
en hacer la paz con el emperador. La mayor diligencia que pueda usted
emplear es necesaria; no sea que esta república democrática, ep la cual,
por su verdadera esencia, no puede existir cosa semejante al honor,
suponga que pueda hallar, en las nefastas intrigas de Dorrego, medios de
servir su avaricia y ambición. Yo debo anticipar el fracaso de la conspi-
ración de Dorrego y obtener un asentimiento a los términos de paz
propuestos, sobre los cuales nosotros (si nos place) podamos insistir en
cualquier circunstancia.
Espero no encontrar en los propios despachos (cuando ellos lleguen)
nada que pueda alterar el sentido intrínseco de los artículos que he
transcrito de su carta. Usted observará que he hecho en mi nota al ministro
una leve alteración en el segundo artículo.
Su segundo artículo dice: “Él (el emperador) consiente que el nuevo
estado no tenga libertad de unirse, por incorporación, a ningún otro”. Yo
digo: El nuevo estado no tendrá libertad para unirse, etcétera.
He hecho esto para impedir que el gobierno aproveche las palabras
que pueden interpretarse como el derecho de negativa de parte del
emperador a aquella provisión, que es seguro será el punto sobre el cual
el gobierno tratará de derrotar la paz. Deseo dejar a Dorrego en la
necesidad de formular él mismo la objeción y yo podré, entonces, creo,
impugnarlo. En efecto, es un requisito de gran importancia, porque pone
un punto final a las intrigas de este país en la Banda Oriental, que, de otro
modo, seguirían produciéndose sin interrupción en provecho privado de
particulares. Un arreglo definitivo, que tenga sello, es necesario. Si es
posible que así sea, tanto mejor.
He despachado, para entrevistarse con Lavalleja, a una persona en la
que confío completamente (por ser del mayor interés para ella^poyar mis
opiniones), para concertar con aquel jefe las gestione? necesarias a seguir
para el buen éxito de nuestra obra. Comparto calurosamente su deseo de
que "Inglaterra vea juego limpio” . Es a Lavalleja a quien deberemos la
paz, en gran parte al menos. Creo que nunca la hubiéramos alcanzado por
medios correctos sin su cooperación, y es en él *en quien confío para
impedir los planes extravagantes y locos de los que han sido arrastrados
La Misión Ponsonby
253
a la desesperación, tal vez, por la tiranía del emperador y por sus malas
actitudes. En una palabra, descanso en Lavallejaparael rechazo y derrota
del propósito de levantaren Sudamérica el estandarte del republicanismo
contra la monarquía. Lavalleja me ha prometido que no se combinará, con
ningún modo, con los súbditos rebeldes del emperador. Ha prometido
limitarse a asegurar la independencia de su propio país y detenerse ahí.
La independencia de la Banda Oriental será la mejor garantía futura
para la tranquilidad del emperador; y, si nuestro país quiere, como es muy
evidente ser su interés, favorecer a la Banda Oriental y proteger a La-
valleja tanto cuanto pueda, confío que el emperador habrá ganado
incalculables ventajas por la derrota de sus propios planes de usurpación,
etcétera.
Lamento haberme expresado hasta ahora tan ambiguamente que us-
ted no ha penetrado mi opinión: ¿A quién deberá entregarse Montevideo?
Sin embargo, usted ha procedido exactamente en ese asunto según mi
punto de vista. Yo siempre consideré que solamente debe darse a los
orientales.
Existe un gobierno regular establecido en la provincia, del cual
Lavalleja es la cabeza: él es gobernador y capitán general de la provincia.
La unión de la provincia con Buenos Aires no es más que la que surge
de su consentimiento para ser una de las provincias que forman la
república del Plata y, por tanto, legalmente, está sometida a la autoridad
de Buenos Aires, como Buenos Aires puede estallo a la autoridad de la
Banda Oriental.
La provincia, en conjunto, con casi todas las demás, ha autorizado al
ejecutivo de Buenos Aires a conducir la guerra y a tratar la paz. El
ejecutivo de Buenos Aires ha hecho a Lavalleja general en jefe del
ejército nacional. Hecha la paz, Lavalleja cesará de ser jefe del ejército
nacional y quedará gobernador y capitán general de la provincia y nada
más.
Puede estar usted seguro de que él cuidará de ocupar Montevideo con
orientales y no con bonaerenses. Es, én absoluto, tan hostil al dominio de
esta república sobre su país, como S.M. pueda serlo. Todos sus intereses,
254
Luis Alberto de Herrera
así como sus pasiones, lo estimulan a asegurar la independencia de su
tierra. Nuestro objetivo debiera ser ayudado en ese propósito y apartar,
para siempre, toda intervención en su destino del emperador y de los
bonaerenses.
A Lavalleja, pues, como gobernador de la provincia de la Banda
Oriental, me parece que Montevideo, Colonia y otros sitios fortificados
deben solamente serle entregados y agrego que Buenos Aires debe retirar
sus tropas de la provincia al mismo tiempo que el emperador retire su
ejército. Los límites de la provincia, a esos efectos, pueden ser suficien-
temente definidos tomando, como tales, las fronteras que se tuvieron por
límite cuando el gobierno portugués penetró con sus tropas en el territo-
rio. En cuanto a la cuestión de límites, podrá surgir, más adelante,
bastante preocupación; pero creo que estará bien inclinarse al emperador
en ese punto, por cuanto él ha cedido (aunque por fuerza) en la cuestión
principal.
La negativa, o estorbo, que usted ha notado respecto a la exportación
de allí de mercadería británica, no significa nada. Si se concluye la paz,
el asunto se arreglará de inmediato; si continúa la guerra y el bloqueo no
puede mantenerse por el emperador contra las naciones neutrales, como
usted ha observado, y como parece ser necesariamente el caso, la
mercadería inglesa deberá estar entonces, libre para ser exportada,
porque no puede haber pretexto alguno para impedir a los súbditos in-
gleses que saquen de este país sus bienes ni tampoco, traer sus propios
elementos de vida, no siendo contrabando de guerra.
Encuentro en la situación del bloqueo, otra razón más para obrar
urgentemente ante este gobierno. Si supiera que se terminaba de facto,
podría utilizar ese conocimiento para sostener sus deseos íntimos de
continuar la guerra. No obstante, no he dicho nada del bloqueo.
Trataré de hacer llegar a conocimiento de los negociantes los arreglos
sobre los asuntos comerciales de Montevideo. Tengo el honor, etcéte-
ra. — (firmado) John Ponsonby.
A S.E. Roberto Gordon, etcétera.
P.S. He tenido una entrevista con el emperador y mando a usted una
La Misión Ponsonby
255
minuta de nuestra conversación; incluyo, además, la caita oficial deí
gobierno, aceptando las bases (no enviada).
Siento un creciente deseo de traer este asunto a una terminación tan
rápida como sea posible y ruego a usted que gestione el envío de un
ministro brasileño aquí, con plenos poderes.
Dorrego, como usted ve, ha declarado, en términos muy elevados, que
está pronto a mandar un ministro a Río. Si usted escoge esa manera de
proceder, Dorrego será dueño de prolongar, hasta donde le plazca, la
duración de las negociaciones. Si tienen lugar acá puedo obligar a
Dorrego a concluirlas, rápidamente. Si el emperador quiere ganarse,
muchísimo, la buena voluntad de este pueblo, podrá decir que no desea
que el ministro se mande a su corte, sino que enviará uno aquí en abono
de su buena disposición. Créame que ese será el modo más seguro, de
obrar. Doy por cierto que ahora sea sincero. Lo que yo propongo, me dará
trabajo y será extremadamente desagradable, pero dará resultado.
No le engañe la apariencia de tranquilidad. Esté seguro de su reali-
dad. — P.
BALCARCE A PONSONBY
(Traducción). Buenos Aires, 10 de marzo de 1828. El que suscribe,
ministro de guerra y relaciones exteriores, acusa recibo de la estimada
nota de S.E. el enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de
S.M.B., en la cual establece, con referencia a una comunicación del
representante de S.M.B. en la corte del Brasil, que S.M.I. el emperador
está dispuesto a tratar sobre las siguientes bases:
l 9 Que tratará la paz sobre la base de la independencia de la Banda
Oriental.
2 9 Que el nuevo estado no podrá unirse por incorporación a ningún
otro estado.
3 9 S.M.I. consiente en entregar las plazas fuertes a los orientales.
256
Luis Alberto de Herrera
El gobierno, íntimamente impresionado, ha ordenado al que suscribe
hacer saber a S.E. lord Ponsonby que acepta las dichas bases; y, m
consecuencia, está pronto a enviar un ministro autorizado a Montevideo,
para ajustar la paz con las personas que S.M. tenga a bien designar, en el
entendido, sin embargo, que el ministro de este gobierno se dirigirá a Río
de Janeiro para dicho objeto, si S.M.I. prefiriera ultimarlas negociaciones
allí.
En esta ocasión, el ministro que suscribe tiene el placer de asegurar a
S.E. lord Ponsonby que ha sido muy satisfactorio para el gobierno, que
S.E. haya sido el instrumento para dar a la república Argentina y al
imperio del Brasil una paz sólida y recíprocamente honorable, como será
sin duda, aquella hecha sobre las bases propuestas y aceptadas.
El ministro de guerra y relaciones exteriores tiene el agradable deber
de saludar y felicitar, en esta ocasión, a S.E. lord Ponsonby con las
expresiones de su más distinguida consideración. — (firmado) JJi. Bal-
earte.
A S.E. lord John Ponsonby, etcétera.
PONSONBY A DUDLEY
Buenos Aires, marzo 10 de 1828. Excmo. señor: Tengo el honor de
adjuntar una copia de la carta que recibí ayer, por el Heron, del señor
Gordon, y la nota que escribí, el mismo día, al ministro general Balcarce,
en. consecuencia de la cual S.E. el gobernador manifestó su deseo de
entrevistarse conmigo, lo que se cumplió hoy.
Tengo el honor de acompañar un resumen de nuestra conversación y
la carta oficial que ellaprovocó, en la cual el ministro da el consentimien-
to inequívoco del gobierno a las bases asentidas por S.M.I. para fundar
negociaciones de paz.
Tengo también el honor de enviar la copia de una caita que dirigí esta
mañana al señor Gordon, en la cual V.E. verá expresados los motivos por
La Misión Ponsonby
257
los cuales yo lie procedido; y sólo debo molestar a V.E. con una razón
adicional, que posteriormente lie conocido, e impone mayor vigilanciade
la sinceridad de Dorrego.
S.E. recordará que recibí, por la mañana, una invitación para una
conferencia con el gobernador; la hora era las dos y, el fin, dar una
contestación verbal a las proposiciones de paz.
He sabido de fuente segura, que a las 12 del día de hoy el coronel
Dorrego, en presencia del ministro general Balcarce, dijo a la persona que
fue su agente efi todo el asunto de la conspiración: “Nunca haré la paz con
el emperador; me río de él, del señor Palacio y de lord Ponsonby, cuyas
cartas no me afectan. Esperaré el acontecimiento en Río”.
Estas comunicaciones hechas a mí, no han sido adquiridas con dinero,
ni tienen nada que pueda hacer dudar sobre su veracidad. La suma que los
conspiradores han prometido pagar a este país, es de millones de pesos;
y esta gran suma es una de las mayores tentaciones de Dorrego.
Estoy seguro que puedo vencer sus esfuerzos para impedir la paz, si
las negociaciones se llevan a cabo en esta ciudad. He tomado ya las
medidas necesarias a esos efectos; pero, si la conspiración estalla y el
emperador es secuestrado, yo no sé bien cuál será el resultado.
Estoy ansioso de despachar el lleron, y por eso no me demoro
escribiendo más extensamente a V.E.
Tengo el honor de ser, con gran verdad y respeto, etcétera. —
(firmado) John Ponsonby.
A S.E. el conde de Dudley, etcétera.
GORDON A DUDLEY
(Separado y confidencial). Río de Janeiro, marzo 17 de 1 828. Excmo.
señor: Me lie sentido profundamente turbado por el despacho adjunto de
lord Ponsonby.
258
Luis Alberto de Herrera
Como S.E. me anuncia oñcialmente que le da gran crédito a lo que
dice referente a la conspiración contra la vida del emperador don Pedro,
he creído que, cualesquiera sean mis propios sentimientos, era imposible
ocultar la comunicación a no obstante venir, como viene, sin una
sola prueba de su veracidad o clave por la que pudiera ser denotada.
Confieso que tiene tanta apariencia de una estratagema para precipitar al
emperador a hacer la paz con el enemigo, según sus propios términos, que
de muy mala gana he cumplido lo que comprendo que es mi obligado
deber.
Tengo, etcétera. — (firmado) R. Gordon.
A S.E. el conde Dudley, etcétera.
GORDON A DUDLEY
Río de Janeiro, marzo 17 de 1828. Excmo. señor: Rabiados alteracio-
nes, o más bien, yo deseaba introducir un artículo y omitir otro en las
úllimasproposiciones depaz que hesido autorizado porel emperador don
Pedro para formular al gobierno de Buenos Aires. Una, requiriendo que
el emperador estipule expresamente que, después de erigir a la Banda
Oriental enestado independiente, todas las tropas brasileñas, así como las
autoridades civiles, se retiren de las fortalezas; otra, que el pasaje del art.
4-, que establece que ambas partes se reservarán su derecho y pretensio-
nes, exactamente como existían antes de la guerra, se suprimiera, por
inútil, y aun propicio a provocar desconfianzas, desde que el emperador
ha asentido a la independencia de la provincia Oriental.
Mi objeto, en ambos casos, era inspirar confianza, a la parte opuesta,
en los dichos y en las perspectivas ofrecidas por el emperador; pero en
ninguno pude decidir al ministro brasileño a adoptar mis alteraciones,
como verá V.E. por la nota que incluyo, del 1 8 últ imo. Tengo, etcétera. —
(firmado) R. Gordon.
La Misión Ponsonby
259
A S.E. el conde Dudley, etcétera.
LAVALLEJA A GORDON
Cuartel general en el Pueblo de La Laguna. Marzo 30 de 1828.
Excmo. señor: El que suscribe, general en jefe del ejército republicano,
ha recibido, con el mayor placer las comunicaciones que S.E. mister
Gordon le dirigió, con fecha del 17 de Febrero, por mano del señor Fraser,
miembro de la legación británica, que fue también el portador de los
preliminares de un tratado de paz, aprobados por el emperador del Brasil.
El general en jefe está completamente convencido de que una paz
justa es el único final legítimo de la guerra, y al recibir esta noticia del
señor Gordon, el que suscribe se sintió lleno de satisfacción al vislumbrar
la proximidad de la conclusión de la guerra, que ha afligido tanto a la
humanidad.
El que suscribe general en jefe, acoge con placer las bases propuestas;
más aún así, habiendo ellas sido ya aceptadas por su gobierno. El interés
con que Gran Bretaña ha tomado parte tan activa, mediando en esta
negociación de modo a activar la paz propuesta, será motivo de eterna
gratitud de paite de la república Argentina y de ilimitado reconocimien-
to de la del pueblo oriental.
S.E. mister Gordon puede quedar firmemente persuadido de que
éstos serán siempre los sentimientos del pueblo de Buenos Aires, como
son los del general en jefe que tiene ahora, por primera vez, el honor de
dirigirse a mister Gordon, etcétera. — (firmado) /uan Antonio Lava! leja.
A S.E. don Roberto Gordon, miiúslro plenipotenciario y enviado
extraordinario de S.M.B.
260
Luis Alberto de Herrera
LAVALLEJA A GORDON
Pueblo de La Laguna, marzo 30 de 1 828. Mi respetable señor: Lacarla
que V.E. me ha dirigido por mano del señor Fraser, me ha llenado de
satisfacción. Me entera de los sentimientos que inducen a V.E. y a la
nación británica a contribuir a nuestra felicidad; y tah generoso proceder
nunca podrá ser olvidado por la república Argentina, y mucho menos por
el pueblo oriental, cuyos benéficos efectos le alcanzan más de cerca.
El señor Fraser ha sido tratado con la mayor consideración, no sólo
por el carácter que inviste, sino también en razón del modo especial en
que se sirvió V.E. recomendármelo. De inmediato parte para Buenos
/dres y tendré el honor de recomendarlo al gobierno de la república.
El cese de hostilidades depende enteramente de mi gobierno; pero,
entretanto, haré todo lo que esté en mi poder para facilitar la pronta
terminación de la guerra, obra que V.E. ha asumido con tan noble
empeño, en nombre de la nación británica.
Ruego a V.E. etcétera. — (firmado) Juan Antonio Lavalleja.
A S.E. don Roberto Gordon, etcétera.
PONSONB Y A GORDON
Buenos Aires, marzo 3 1 de 1 828. Excmo. señor: Va con ésta la réplica
del gobierno al proyecto que etcétera, me fue enviado por el buque de
S.M. Emulous.
Este gobierno está pronto a mandar un ministro, con poderes necesa-
rios, a Montevideo, para tratar, si S.M.I. determinara mandar un plenipo-
tenciario a esa ciudad. También acompaño mi contestación al gobierno
por lo que a usted concierne.
Debe usted saber que existe en el proyecto, como se detalla, una
diferencia muy esencial del simple reconocimiento de la Banda Oriental
La Misión Ponsonby
261
como un estado independiente.
En ei proyecto, S.M.I. promete erigir en un estado independiente, la
provincia Cisplatina, etcétera. Para cumplir S.M.L debe estar convencido
de su derecho a la soberanía sobre esa provincia y francamente lo asume.
Esta república siempre se ha rehusado a reconocer ese derecho en
S.M.I. y, si ahora firmara el proyecto, aparecería otorgando tal derecho
al emperador.
No puede dudarse, también, que S.M.I. tiepe ulteriormente en vista,
según la actitud qqe ha adoptado, modelar la forma de gobierno, que se
estableceráen la provincia y, posiblemente, nombrarlas personas que han
de componerlo. Siempre he hablado a usted de un franco reconocimien-
to de la independencia como la condición a la cual este gobierno
consentiría, en definitiva, y no mencioné ninguna otra. No me responsa-
bilizaré, pues, de ningún modo con V.E. por el asentimiento de este
gobierno a las actuales proposiciones; pero agotaré mi esfuerzo, en el
momento oportuno, para conseguirlo, si estuviera en su ánimo oponerse.
Hasta ahora, he evitado cuidadosamente toda conversación que pu-
diera llamar la atención sobre las dificultades que señalo y que, aunque
no se han apuntado, dudq mucho e§capen a la observación. Desearía que
S.M.I. hubiera adoptado otra actitud. Estoy seguro que sus intereses se
hallarían más firmes y seguros (si es su objetivo la paz,, como estoy
obligado a creerlo) por su retiro total de toda injerencia en la provincia,
la cual, dejada enteramente a sí misma (con cualquiera sea el gQbiemo que
allí se establezca), encontrará su mayor conveniencia en procurar la
protección y benevolencia de S.M.I; pero, cualquier gobierno que quiera
crear allí, pienso que inmediatamente caerá y el emperador será mirado
con desconfianza en vez de como protector del nuevo estado.
S,M.I. accede a entregar las plazas a los orientales, ^a experiencia
debe haberle demostrado que, sin las fortalezas, no puede detentar la
provincia. Debiera saber que ningún partido nativo que se erija en go-
bierno de la provincia, puede guardarle esas fortalezas; debe saber que sus
oficiales creyeron necesario desannar a todos los habitantes de Montevi-
deo, hecho que debe servirle para apreciar el estado de ánimo del pueblo.
262
Luis Alberto de Herrera
Si se suscribe una paz satisfactoria, soy de opinión que este país no
volverá a entrar en ninguna empresa hostil contra S.M.I. por más tur-
bulento que sea el temple y hábitos de esta nación. La B anda Oriental será
una barrera suficientemente fuerte para impedir ataques desde allí y está
muy intensamente interesada en evitarlos.
Ni puede la Banda Oriental ser, en modo alguno, motivo de peligro
para el emperador. Los salteamientos de que tanto se ha hablado, son, por
lo menos, problemáticos y sería de evidente interés para la Banda Oriental
someter a cualquier cabecilla o salteadores que pretendieran perturbar a
las provincias vecinas, porque los tales serían formidables enemigos de
aquel gobierno, que desearía la ayuda del emperador para destruirlos, en
vez de protegerlos.
He estado especialmente deseoso de utilizar su resumen para decidir
a este gobierno, sin dejarle retirada, a adherir a los principios contenidos
en los tres artículos, a fin de deshacer los planes de los opositores, que sé
consideran a la paz como el mayor enemigo; la firma de esos tres artículos
haría seguramente suponer a la gente que la paz es probable. El efecto ha
sido paralizar al partido pro guerra y el propio gobernador, según creo,
está ahora obligado a buscar la paz con sinceridad. Tengo, etcétera. —
(firmado) John Ponsonby.
A S.E. R. Gordon, etcétera.
PONSONBY A DUDLEY
Buenos Aires, marzo 31 de 1828. Excmo. señor: Tengo el honor de
expresar, en respuesta al despacho n 9 19 de V.E. respecto a las patentes
de corso, concedidas por el general Lavalleja que yo no creo que haya
causa para ninguna aprehensión sobre el asunto.
Si la paz se hace, y el general Lavalleja queda como jefe definitivo de
su país (la única forma en que concibo que tenga nada que ver con asuntos
marítimos), él estará bajo las obligaciones que la ley internacional
La Misión Ponsonby
263
impone a los gobiernos, etcétera.
Considero que no puede suceder que Lavalleja pretenda otorgar
patentes de corso, excepto en el caso indicado.
Tengo el honor, etcétera. — (firmado) John Ponsonby.
A S.E. earl Dudley, etcétera.
GORDON A DUDLEY
Río de Janeiro, abril 2 de 1828. Excmo. señor: En mi despacho n- 7
del año que corre, mencioné a V.E. que había un partido naciente en la
Banda Oriental que encabezado por un hombre de gran influencia, era
probable que se pusiera en oposición con el general Lavalleja. La verdad
de esto ha sido confiimada por los hechos, pues el 29 de febrero don
Fructuoso Rivera llegó a Durazno, con un número considerable de
partidarios, y ha marchado posteriormente hacia el Rincón de las Galli-
nas, que es tal vez la posición militar más fuerte que pueda tomarse en la
provincia Oriental, sobre la confluencia de los ríos Uruguay y Negro.
Se supone generalmente que su objeto es el de libertar a la Banda
Oriental del dominio de ambos poderes rivales y que se manejará solo,
pues se le reconoce mucha de la energía desplegada anteriormente por
Artigas e igual popularidad que la de ese jefe.
Aquí se tiene la esperanza de que esté de acuerdo con el general Lecor,
siendo favorable a los intereses brasileños. Lo cierto es que continuamen-
te se le unen los desertores del ejército republicano. Es doloroso pensar
quién sabe hasta cuándo podemos aún estar expuestos a las calamidades
de la guerra en este hemisferio, si ella sigue hasta que el destino de la
Banda Oriental se decida. No se ha recibido todavía contestación alguna
de Buenos Aires a nuestras últimas propuestas.
Tengo, etcétera. — (firmado) R. Gordon.
A S.E. el conde Dudley, etcétera.
264
Luis Alberto de Herrera
PONSONlíY A DUDLEY
Buenos Aires, abxil 5 de 1828. Excmo. señor: V.E. está enterado de
que yo procedí, inmediatamente que recibí la nota del señor Gordon, del
24 de febrero, que contenía un resumen de las. proposiciones aceptadas
por el gobierno brasileño, sin esperar a la llegada del texto de las pro-
posiciones, despachadas seis días antes que la carta, pero que habían
sufrido demora por la ruta tomada por el Thetis o a causa de los vientos
contrarios.
Tenía varias razones para proceder como lo hice, que confío V.E.
estimará justificadas.
Los tres artículos que el señor Gordon fijaba en su sumario de las
proposiciones, estaban desvinculados de toda otra cuestión; y, sometidos
así af gobernador, coronel Dorrego, que era contrario a ¡a paz, lo
colocaban en el trance, de aceptarlos, o de manifestar su resolución de
continuar indefinidamente la guerra, por elrechazo de una base unánime-
mente reconocida como honorable y ventajosa para el país.
Si los artículos hubieran estado acompañados de otras cláusulas, él
habría encontrado motivo para cavilaciones y dilaciones; y, a mi juicio,
así habría sucedido, si el texto de las proposiciones le hubiera sido,
entonces, sometido.
El gobernador aceptó las bases y, al hacerlo así, dio el golpe final al
poder del partido que aquí, por intereses egoístas, especulaciones, etcé-
tera, apoyaba la guerra, sin preocuparse de sus consecuencias para el país;
y, desde entonces, el gobernador se ha sentido absolutamente inhabilita-
do para impedir la paz.
Mi otra razón, fue la conspiración contra el emperador.
Yo Sabía que el modo más eficiente de hacer fracasar eso , era llegar
a la paz, siendo evidente que haciendo público, con la mayor prontitud,
tan gran paso dado hacia ella, cual era el acuerdo sobre sus bases, el efecto
sería beneficioso.
Los sucesos han demostrado, según creo, que obré acertadamente.
La Misión Ponsonby
265
No bien el gobernador aceptó los tres artículos, empezó a aconsejar
a los agentes de la conspiración que postergasen sus operaciones, per-
diendo, por ello, esos agentes, confianza en él. Sin embargo, todavía les
promete un apoyo eventual, y ellos dicen que la expectativa de paz evitará
la consumación del plan, salvo que la insurrección todavía no haya
estallado en Río, o que los conjurados se vean obligados a perseverar, por
temor de no poder ocultar su culpabilidad personal al gobierno brasileño.
Llamo la atención de V.E. sobre lo expuesto, en adición a las razones
anteriormente dadas, para no haber facilitado datos a las autoridades
brasileñas, como me lo pidió el señor Gordon, a solicitud del ministro de
relaciones exteriores. La denominó razón adicional; pero V.E segura-
mente reconocerá que yo no necesitaba una razón que me impusiera
cumplir la promesa bajo la cual había sido enterado de la conspiración,
quedando habilitado para prevenir al gobierno imperial de su existencia.
Fue bastante, creo, facilitarle, por sus propios medios, la averiguación de
lo que necesitase saber.
Yo había prometido enterar al señor Gordon sólo de lo que contenía
el despacho cifrado que le dirigí. Estaba en libertad de comunicar todo a
V.E., confiando que el gobierno de S.M. lo reservaría, a no mediar
circunstancias apremiantes.
No molesto a V.E. con más datos sobre el asunto, porque es evidente
que, o la insurrección ya ha estallado y, en consecuencia, V.E. será
enterado desde Río, o que no se consumará sino en circunstancias contra
las cuales V.E. no puede amparar al emperador.
Sin embargo, en la debida oportunidad, fatigaré a V.E. con el detalle
de las pruebas que poseo sobre la existencia y objetivo de la conspiración,
y creo que V.E. compartirá mi asombro de que el gobierno imperial las
haya ignorado.
Tengo el honor de incluir una copiade la contestación de los ministros
a la formal propuesta de bases, hecha por el gobierno brasileño, que
espero serán consideradas satisfactorias, en todo concepto, para este país.
Debo insistir en el recuerdo, ante V.E., de que la misión del señor
García, el año anterior, a Río, surgió a consecuencia de la declaración
266
Luis Alberto de Herrera
verbal de S.M.I. — de los ministros de S.M.I. — (se inserta la palabra
ministros, a pedido de Lord Ponsonby, como lo expresa en su despacho
n 9 16), entonces en Santa Catalina, de que él trataría la paz sobre la base
de la independencia de la Banda Oriental , declaración que S.M.I. no man-
tuvo cuando el señor García compareció en su corte y de lo que no se ha
dado otra razón, en lodo momento, excepto que S.M.I. había cambiado
de opinión. V.E. admitirá que este gobierno tiene motivo para alguna
duda y para su declarado deseo de que se le dé alguna, seguridad,
satisfactoria, de que las bases propuestas se mantendrán.
No vacilo en manifestar a V.E. que yo creo que el coronel Dorrego y
su gobierno están obrando, ahora, sinceramente, en favor de la paz.
Bastaría una sola razón para justificar esa opinión: que a eso están for-
zados.
Están obligados a ser sinceros, por la pública determinación del
pueblo de ir a la paz y por la negativa de la junta de facilitarles recursos,
salvo para pagos mensuales de pequeñas sumas, juzgadas por ella su-
ficientes para los gastos de la guerra en las actuales circunstancias
(aunque, en verdad, muy inadecuadas); y están también forzados, por la
certidumbre de que, si resisten a una paz honorable y ventajosa, serán
derrocados.
Como prueba complementaria, incluyo una proclama lanzada en la
Banda Oriental, cuya fecha advertirá V.E. y, también, incluyo una copia
de una carta de Lavalleja al gobierno de Buenos Aires. Considero que esta
carta le demostrará a V.E. la corrección con que ha procedido el general
Lavalleja y la buena perspectiva que su firmeza y prudencia ofrecen del
futuro buen gobierno de ese país.
V.E. me disculpará si, al pasar, insisto en que t no preste oído a las
referencias que puedan llegarle con respecto a la Banda Oriental y a
Montevideo. Probablemente, V.E. oirá mucho que no es exacto, muy bien
presentado y «rgun.entaao, ya que el interés y el prejuicio puede convenir
desfigurar los hechos.
En las bases del gobierno brasileño, V.E. observará que el emperador
“promete erigir a la provincia Cisplatina en un estado independiente”,
etcétera. V.E. me ha observado ya, muy justamente, que la guerra ha sido
La Misión Ponsonby
267
principalmente sostenida para impedir que S.M.I. asuma la soberanía de
esa provincia. Es claro, según la redacción de las proposiciones, que el
emperador pretende arrogarse, no sólo título a la soberanía, sino ejercer
derechos en la forma más importante que un soberano pueda hacerlo.
Se desprende también (no diré que con seguridad sea así) del mismo
documento, que el emperador intenta modelar el sistema de gobierno a
establecer en la Banda Oriental y, quizás, designar las personas que han
de gobernarla.
Si el gobierno republicano suscribiera un tratado fundado en estas
proposiciones; sin introducir enmienda en esas partes, daría algo más que
un asentimiento implícito a las pretensiones de S.M.I. al dominio de la
provincia; asentimiento que involucraría un interés general, principal-
mente a los derechos políticos de varias naciones sudamericanas a terri-
torio, sostenidos por el gobierno de S.M. (y creo que por común acuerdo
en Europa), que descansan sobre el reconocimiento de los antiguos
derechos de la metrópoli.
Ni puede ser del todo indiferente que como parte del título de S.M.I.
a la soberanía, sea reconocido (como voluntad autorizada) el derecho de
una parte de un pueblo, subyugado, a crear una soberanía legal.
La inconveniencia de esta doctrina está elocuentemente evidenciada
por el hecho de que una fracción mayor de ese pueblo (en gran parte
compuesto de las mismas personas) con iguales formalidades y con más
libertad que la que tuvieron para votar por el emperador, declaró que la
república era parte integrante de la república de La Plata.
Sobre el primero de estos puntos, creo probable que este gobierno,
cuando entre a negociar, formulará decididas objeciones; y, en cuanto a
la forma de gobierno y designación de sus principales miembros, si se
intentara, creo que también surgirían grandes dificultades, que, tal vez,
sólo serían resueltas por las armas.
El gobierno, como V.E. lo advertirá, no ha opuesto aún observacio-
nes sobre estos aspectos. Estoy inclinado a suponer que todavía no se ha
percatado de ellos; pero no puedo esperar que escapen a su atención.
Prudentemente he evitado el asunto, entendiendo que no me corresponde
268
Luis Alberto de Herrera
dirigir el comentario hacia cualquier punto que retarde la paz; pero,
igualmente, me he abstenido de dar juicio en favor de las proposiciones,
como están redactadas, en el documento hecho en Río.
Si se plantea el caso, trataré de persuadirlo de ir a una solución que les
asegure la realización de los propósitos que todos ellos desean se
consumen y dejar, sin abordarla, la cuestión del título, etcétera.
De los recientes y m ás auténticos datos sobre el estado de los ejércitos,
creo resulta que las fuezas imperiales están paralizadas en una estrecha
zona y con gran falta de provisiones; que el descontento y la depresión
prevalecen en el espíritu de las tropas y, se dice, que la disciplina está muy
relajada.
Es cierto que los habitantes de la región son violentamente contrarios
a la guerra y culpan de ella al emperador.
Se afirma que el ejército de Lavalleja posee mucho ánimo y abundan-
tes abastecimientos; lo que más le falta, son caballos.
El jefe, Fructuoso Rivera, que ha sido puesto en movimiento por
intrigas secretas del coronel Dorrego, se aseguran que abandona rápida-
mente la provincia. Dorrego se ha visto obligado a dejarlo y ha lanzado
una proclama declarando a sus adherentes culpables de traición, si no se
someten dentro de pocas horas. Este asunto, que al principio pareció
perturbaría más que ninguno la causa de la paz, confío que ahora se ha
desvanecido.
Reservo para otra oportunidad lo que además tengo que exponer a
V.E. sobre el estado de cosas aquí; pero, desde luego, debo decir que es
opinión corriente que Dorrego, inmediatamente que concluya la paz
piensa enviar al ejército nacional a atacar al Paraguay.
Pienso que este plan no podrá ser cumplido, porque todos los soldados
desertarán, regresando a sus hogares.
Es también versión corriente que el coronel Dorrego será derrocado
de su puesto de gobernador, etcétera, tal pronto como la paz se realice.
Confío que V.E. comprenderá que recién momentos antes de partir el
correo me resuelvo a escribir a V.E. desde un país donde todo está
La Misión Ponsotújy
269
expuesto a cambiar a cada hora, etcétera.
Espero que V.E. aceptará mis excusas, hasta donde sean razonables,
por el deficiente cumplimiento de esa parte de mi deber de escribir
despachos.
Tengo el honor, etcétera. — (firmado) John Ponsonby.
P.D.- El señor Forbes, encargado de negocios de Estados Unidos, se
expresa vivamente contra la paz propuesta, según se me informa, en lo
que, dice “la república sacrifica su honor”, al consentirla independencia
de una provincia que fue suya.
Los norteamericanos, aquí, usan, generalmente, el mismo lenguaje:
tal vez a ello los inclinan los provechos que les representa ser las únicas,
o las principales personas que abastecen a esta ciudad bloqueada.
El señor Forbes experimentó mucha sorpresa por los recientes suce-
sos. El creía imposible la paz; previamente a su llegada a Montevideo,
había manifestado que la paz era universalmente deseada allí y que la
hostilidad de sus habitantes al emperador y a la guerra era muy grande,
al extremo de inducir a las autoridades imperiales, allí, a quitarles las
armas. - P.
A S.E., cari Dudley, etcétera.
DUDLEY A CORDON
Londres, abril 5 de 1828. Excmo. señor: No pierdo tiempo en enviarle
copia, para su conocimiento, de un informe, que acabo de recibir del
abogado de la cancillería, relativo al bloqueo del Río de la Plata.
V.E. procederá, sin demora, a presentar, fundado en él, una reclama-
ción al gobierno brasileño.
S.M. respetará un bloqueo, uniformemente mantenido contra buques
270
Luis Alberto de Herrera
de toda clase; pero su almirante recibirá órdenes para proteger al comer-
cio británico contra los efectos de una parcial, y por tanto, injusta
exclusión.
En seguida de recibir esta nota, V.E. se pondrá en comunicación con
el jefe de la escuadra de S.M., ahí estacionada, quien, al mismo tiempo,
recibirá instrucciones de regir su conducta por los informes de V.E., por
la respuesta que V.E. reciba del gobierno brasileño y por su comproba-
ción de la efectividad de sus promesas de completar el bloqueo.
Tengo el honor, etcétera. — (fumado) Dudley.
A S.E. Roberto Gordon, etcétera.
GORDON A DUDLEY
Río de Janeiro, abril 11 de 1828. Excmo. señor El buque de S.M.
Ranger, que lleva esta nota, me habría conducido a mí a Inglaterra, de
haber podido colegir de las últimas comunicaciones recibidas de Buenos
Aires, si se hacía la paz o si continuaba la guerra.
Los detalles de la tan extraordinaria circunstancia debido a la cual no
pude despedirme de esta corte en el momento actual, de acuerdo con las
instrucciones de V.E., se hallarán, sin duda, explicadas en los despachos
de lord Ponsonby que van por este mismo correo.
El 17 de febrero, oficialmente envié, por el buque de S.M. Thetis, las
bases brasileñas de paz, ya conocidas de V.E. y el 24 del mismo mes
escribí una carta particular a lord Ponsonby, urgiendo el asentimiento del
gobierno de Buenos Aires y tratando de demostrar que, en realidad,
ambas paites coincidían en lo mismo.
Desgraciadamente, mi carta privada alcanzó primero a lord Ponsonby
y le ha parecido bien utilizarla oficialmente, de manera que temo que no
sólo no obtenga, sino que frustre el objeto que ambos tenemos en vista.
Tan confidencial era mi carta del 24 de febrero, y tan lejos de mí la idea
de que se liiciera de ella un uso tan importante que, mientras, en mi
La Misión Ponsonby
271
justificación, me veo obligado a incluir un extracto de la misma, pido
disculpas a V.E. por hacerlo así.
Al mismo tiempo, tengo el honor de acompañar la copia de una carta
que he dirigido a lord Ponsonby, dándole francamente mi opinión sobre
su actitud.
V.E. se sorprenderá de saber que el gobierno brasileño declina tomar
en consideración los últimos despachos de lord Ponsonby a mí dirigidos,
antes de la llegada de otros que traigan una contestación a la abertura
formal de paz, enviada por el buque de S.M. Thetis el 17 de febrero. Así,
pues, la pacificación puede considerarse que está como estaba en la fecha
de mis últimos despachos.
Debido al regreso precipitado del Heron de Buenos Aires, que debía
haber traído al señor Fraser, de retomo de Santa Catalina, de donde no
había regresado, procedente del cuartel general, cuando el Heron locó
allá, no puedo informar sobre la opinión del general Lavalleja respecto a
la actitud de este gobierno y a la promesa del emperador de conceder la
independencia de la provincia Oriental. Tengo, etcétera. — (firmado) R.
Gordon.
A S.E. el conde Dudley, etcétera.
FRASER A GORDON
Buenos Aires, abril 13 de 1 828. Excmo. señor: De acuerdo con las ins-
trucciones contenidas en su carta de fecha 1 8 de febrero, me dirigí, como
mejor me fue posible, al cuartel general del ejército brasileño; debido a
la gran distancia que media hasta Santa Catalina y, luego, a la demora
obligada impuesta por la falta de medios de locomoción en el Brasil, no
llegué allí hasta el 24 de marzo.
Inmediatamente de mi llegada, le fue dirigida una caita al general
Lavalleja, por el vizconde de La Laguna, enterándolo de la misma y
pidiéndole fijara sitio y fecha en que yo pudiera celebrar una entrevista
con él.
272
Luis Alberto de Herrera
Dos días se pasaron sin obtener contestación alguna y, durante este
tiempo, el ejército brasileño, habiendo consumido todo el forraje en la
región vecina, tuvo que cambiar de posición, lo que hizo avanzando seis
millas; con este movimiento, sus guardias avanzadas llegaron a orillas del
Yaguarón. El general Braun, segundo en el mando, se puso a la cabeza de
un regimiento de caballería, cruzó el río en el paso de Sarandí y persiguió
a las avanzadas del ejécito republicano. Tengo motivos para creer que
esta operación, que estaba en abierta contradicción con las órdenes del
general Lecor, despertó sospechas de traición en el ánimo del general
Lavalleja, exponiéndome al peligro de ser tomado por una partida de
gauchos, los que, a mi regreso de la entrevista con el general Lavalleja,
me persiguieron hasta algunos centenares de yardas del campo brasileño,
y le costó, a un oficial castellano, que me acompañaba, convencerlos de
que me dejaran pasar sin molestias.
Fui recibido por el general Lavalleja en la orilla norte del Yaguarón,
en una pequeña población llamada por los brasileños Cerrito y por los
bonaerenses pueblo de La Laguna. Su situación, en la confluencia del
Yaguarón con el lago Merim, hará de ella uno de los sitios más importan-
tes enlaprovinciade Río Grande; pero, ahora, estaba desierto. Estuvouna
vez en poder de los patriotas, durante la campaña de este año y hallándose
ahora abierta a sus incursiones, ha sido completamente abandonada y es
casi seguro que fue sólo por la satisfacción de recibirme al norte del
Yaguarón y en un establecimiento brasileño, que el general Lavalleja se
tomó la molestia de viajar sesenta millas desde su cuartel general en Cerro
Largo, y hacer marchar, desde una considerable distancia, a su mejor
brigada de caballería, que encontré montada y formada en la mañana de
mi entrevista con él.
Fue en este lugar, excmo. señor, que entregué sus cartas en manos del
general Lavalleja. Las leyó detenidamente y, por repetidas veces, me
aseguró que estas proposiciones debían satisfacer a todos los habitantes
de la Banda Oriental, pues que les aseguraban la realización de los pro-
pósitos por los cuales habían batallado durante tres años. Más aún; afirmo
que las proposiciones eran tales que, si le hubieran sido hechas a él en el
año 1 825 , las hubiera aceptado de inmediato y hubiera aceptado negociar
La Misión Ponsonby
273
con el emperador. No opuso objeción alguna en cuanto al fondo o
expresión de las proposiciones, y concluyó asegurándome que escribiría
de inmediato al gobierno de Buenos Aires, recomendándole enérgica-
mente la inmediata aceptación de las mismas. En caso de q e surgieran
algunas objeciones, me declaró que él mismo tomaría sobre sí el remo-
verlas.
Cuando llamé su atención a esa parte de su carta que parece sugerir
que su presencia en Buenos Aires podría ser de máxima utilidad en el
sentido de asegurar el consentimiento del gobierno a la proposición del
emperador, me aseguró que no tenía absolutamente ninguna influencia en
Buenos Aires; pero que, mientras él permaneciera a la cabeza de su ejér-
cito, el gobierno se vería obligado a consultar su opinión. En cuanto al
cese inmediato de las hostilidades, de que le informé el general Lecor
tenía órdenes de aceptar, en el caso de determinar su ida a Buenos Aires,
declinó tomar paso tan importante sin una autorización directa de su go-
bierno; y, aunque en público y particularmente en presencia de oficiales
de las tropas de Buenos Aires, se demostró muy deseoso de pelear,
llegando aun a decir que atacaría a Lecor en su fuerte posición actual, no
obstante, me aseguró a mí que era su intención, si posible fuera, mantener
inactivas sus tropas hasta el término final de las negociaciones de paz. La
manera embarazada de explicarse Lavalleja, me liizo comprender que
había allí individuos de quienes tenía motivos de sospecha, y no tardé
mucho en saber que una persona, de nombre Vidal, acababa de llegar de
Buenos Aires, nominalmente como superintendente de una rama del
comisariado, pero, en realidad, para vigilarlos movimientos del general;
y más tarde supe, en Durazno, que este hombre era un amigo íntimo del
gobernador Dorrego y que había sido mandado por él para informarse del
objeto de mi viaje y también para inducir al general Lavalleja a adoptar
alguna medida que diera pretexto para retirarlo del comando.
Después de mi primera entrevista con el general Lavalleja, volví al
cuartel general brasileño a prepararme para mi viaje a Montevideo, a
donde aquél prometió hacerme acompañar con una escolta. Llegué al
cuartel general del ejército republicano, en Cerro Largo, el l 5 del co-
rriente y tuve esa misma tarde, una larga conversación con el general
274
Luis Alberto de Herrera
LavaUeja, durante la cual me renovó todas las seguridades favorables que
me había dado en la ocasión precedente. Me pidió quedara un día en el
pueblo de Durazno, donde el gobierno provisorio de la Banda Oriental
está establecido y me dijo que buscara a un amigo suyo, de nombre
Trápani, que está allí y que me explicaría los sentimientos del general más
claramente de lo que él mismo estaba en libertad de hacerlo.
Salí para Durazno el día 3 y llegué allí el 6 del corriente. La distancia
es de más de ochenta leguas. El gobierno de la provincia ha sido removido
aquí de Canelones; este último punto está expuesto a incursiones de la
guarnición brasileña de Montevideo. Allí encontré al señor Trápani,
quien me mostró la carta original de usted al general Lavalleja y me
renovó, de parte del mismo, las m ás solemnes protestas de que estaba de-
cididamente en favor de la paz; hasta me aseguró que, si fuera necesario,
Lavalleja trataría separadamente con el emperador.
El señor Trápani es nativo de Montevideo e íntimo amigo del general
Lavalleja; goza de gran aprecio en Buenos Aires y es my respetado por
sus compatriotas. El gobernador, temiendo su influencia sobre el general
declaró embargadas ítodas las embarcaciones en el puerto de Buenos
Aires. Este embargo lo consiguió eludir el señor Trápani y se digiría al
ejército, cuando se le detuvo en Durazno, por la intervención gratuita del
diputado gobernador de la Banda Oriental.
Don Luis Pérez, que actualmente ejerce ese empleo, es un hombre de
muy escasos alcances y ha sido ganado a los intereses del coronel
Dorrego; se ha alarmado ante la idea de que el emperador dará una
constitución a la Banda Oriental, habiendo oído decir que era su intención
la de transformar la provincia en una monarquía. Felizmente, no ejerce la
más mínima influencia en el país.
Hasta dónde se puede confiar en las protestas de Lavalleja estoy
incapacitado de juzgar, pero, la circunstancia de que, al mismo tiempo
que empeñaba su palabra de cooperar con todos los medios en su poder
al restablecimiento de la paz, protestando que estaba ansioso de evitar
más derramamiento de sangre, hasta que el final de la negociación se
conociera, no sólo estaba planeando, sino en vísperas de llevar a efecto
otra expedición contra el pueblo de Río Grande, no habla muy alto en
La Misión Ponsonby
275
favor de su buena fe.
No debo omitir que en la víspera de mi partida del cuartel general
brasileño, conversando con el general Lecor sobre los asuntos de la B anda
Oriental, por accidente, puso en mis manos una serie de artículos que
diferían en su texto de las proposiciones de que era yo portador para el
general Lavalleja; él se apercibió de su error, pero no antes de que yo
hubiera leído el segundo artículo, en el que se establecía “que, en caso de
que la república de las Provincias Unidas rehusara negociar sobre la base
de la independencia de la Banda Oriental, el ejército brasileño se uniría
a las fuerzas de la Banda Oriental, para obligar a la república a acceder
a esas proposiciones”, y, más adelante: “que la forma de gobierno en la
Banda Oriental sería monárquica y que la provincia se transformaría en
un principado, gran ducado o ducado”.
Es difícil decir si éstos eran sólo los deseos del emperador, o si son la
expresión de sus verdaderas intenciones; pero, si me es permitido ofrecer
mi opinión sobre el particular, debo confesar que el lenguaje del vizconde
de La Laguna parecía implicar que el emperador no consentiría el esta-
blecimiento de un gobierno republicano en la provincia; y tan general es
la pasión por las repúblicas, en esta parte del mundo, que tengo pocas
dudas que una proposición similar, desde su primera insinuación, arries-
garía el buen éxito, si no frustra totalmente las negociaciones que están
por iniciarse.
Faltándome los medios de comunicar esto rápidamente a V.E., cam-
bié mi intención primera de seguir a Montevideo, de modo a comunicar
estas noticias al ministro de S.M. en esta república, y espero que este paso
que me vi inducido a tomar, en el deseo de precisar las vistas del gobierno
de S.M. encontrará la aprobación de V.E. Llegué aquí el 1 1 del corriente.
Durante mi permanencia en los respectivos cuarteles generales, traté
de recoger tanta información como me fue posible, en cuanto a las fuerzas
y condiciones de ambos ejércitos, y me atrevo a someter a V.E. las si-
guientes, como una exposición tolerablemente correcta.
El ejército brasileño alcanza a unos 9000 hombres; casi 5000 de éstos
son infantería. Hay unos 4000 de caballería, entre los cuales 2500 son
276
Luis Alberto de Herrera
tropas de líneas, o milicia regularmente organizada; el resto lo constitu-
yen tropas irregulares. La artillería consiste en 12 piezas de campaña y 2
howitzers.
La infantería está muy bien trajeada y armada, y entiendo que hay
suficiente ropa de invierno, no sólo para la infantería, sino para toda la
tropa regular.
La caballería y artillería aunque no tan bien abastecida como la
infantería, están todas suficientemente vestidas para defenderlas de las
inclemencias del tiempo; la naturaleza de sus servicios, les tienen siempre
a la intemperie.
El número de caballos pertenecientes a las dos últimas armas, no
excede mucho de 8000 o sea 2 caballos para cada hombre, lo que se estima
muy insuficiente para mantener una guerra eficaz.
La infantería brasileña ha ganado mucho en cuanto a disciplina, desde
la época en que el general Braun se unió al ejército. El incesante esfuerzo
de aquel oficial ha sido en gran parte coronado de buen éxito, y el general
Lavalleja y sus oficiales admiten que en la batalla de Ituzaingó las fuerzas
de la infantería y la precisión de sus movimientos, fue motivo de asombro
para ellos, ¿aspirándoles el mayor respeto por aquel oficial.
La mejor tropa en el ejército brasileño es un batallón de alemanes y
dos batallones casi enteramente compuestos de viejos soldados portugue-
ses, pertenecientes a la división que el general Lecor trajo a este país en
1 8 1 7. El resto de la infantería es casi totalmente de las provincias del norte
del Imperio, y, aunque bien disciplinada, tanto los oficiales como los
soldados se supone sean desafectos e inclinados aprestar oído fácil a las
violentas proclamas del canónigo Caldas, un sacerdote brasileño, ante-
riormente miembro de la facción de los Andrada, en la Asamblea
Legislativa. Estuvo prisionero en Río de Janeiro y, habiéndose escapado,
ofreció sus servicios al gobierno de Buenos Aires, por el que fue
nombrado capellán general del ejército. Paga la protección de la república
lanzando proclamas en la que incita a las tropas de Baliía y las otras
provincias del norte a que sacudan el yugo del emperador y abracen la
causa de la libertad.
La Misión Ponsonby
277
La caballería brasileña es casi exclusivamente de la provincia de Río
Grande. Los habitantes de esta provincia, son, tal vez, una raza mejor y
casi ciertamente de traza mucho más civilizada que los orientales; están
lejos de ser deficientes en cuanto a valor personal; pero, por el momento,
están descorazonados por el número de las derrotas recibidas. Están
sinceramente unidos al emperador y sienten un odio innato por sus
vecinos de la Banda Oriental. Como no están entrenados para una guerra
regular y son, sobre todo, casi todos hombres de posición, en cuanto se
les llama a las armas con carácter permanente, empiezan a pensar en
volver a sus hogares, y, como la política del general Lecor es asegurarse
su buena voluntad, las licencias casi nunca se rehúsan; muchísimos,
nunca vuelven a los cuerpos y, muchos otros, se conforman con llenar sus
puestos mandando al ejército los más inútiles y deficientes de sus
esclavos.
La deserción entre los brasileños es muy común, especialmente en la
infantería, particularmente del batallón alemán; el gobierno republicano
ha ofrecido recompensas a los desertores.
Los habitantes de la provincia de Río Grande han dado amplias
pruebas de su disposición de secundar los planes del gobierno, contribu-
yendo con grandes sumas de dinero a costear los gastos de la guerra, en
la época de la visita de S.M.I. a esta parte de su dominio; y, corrientemen-
te, se me ha asegurado que, de haberse puesto a la cabeza del ejército el
emperador don Pedro, se le hubieran unido, en la provincia, todos los
hombres capaces de cargar armas.
Las sumas de dinero, suscritas en 1826 fueron muy superiores a las
recogidas en la capital, y el hecho de que estas sumas hayan sido
malgastadas, y que nada de ellas haya sido empleado para su objeto, ha
despertado gran disgusto e indignación entre los nativos de todas Jas
clases.
De los propietarios en esta provincia, sólo los vecinos inmediatos al
Yaguarón han sufrido seriamente por las incursiones de los patriotas.
Muchos de ellos han abandonado sus propiedades, refugiándose en el
nuevo y floreciente pueblo de San Francisco de Paula.
275
Luis Alberto de Herrera
Este sitio es el más importante, si no el más extenso, de los pueblos
de la provincia; es el principal establecimiento para la preparación de
carne seca o tasajo, primer artículo alimenticio de la clase pobre en el
Brasil.
Tomar posesión de este pueblo era el objetivo confesado por el
general Lavalleja; pero, hasta ahora, ha sido protegido con éxito, por
Lecor.
La generalidad de la gente de Río Grande está, de tiempo atrás, acos-
tumbrada a mirar la guerra con sus vecinos de la Banda Oriental como
cosa de poco interés porque las miserias de la guerra nunca han penetrado
hasta el corazón del país; pero tengo muy pocas dudas que, si la repúbüca
de Buenos Aires llevara a efecto el plan con que amenaza, a retirar sus
tropas regulares y empezar una guerra de destiucción con el Brasil,
entrando a su territorio por dondequiera, que esté abierto a la incursión de
partidas merodeadoras, las energías adormecidas de la gente se despeja-
rían y entonces tomarían una parte activísima en esas labores que ahora
eluden de todos modos.
El ejército imperial está amplia y regularmente servido con provisio-
nes, por tierra, de Río Grande y San Francisco. Sus múltiples necesidades
han acumulado tal cantidad de bagaje, que dificulta sus movimientos,
mientras que el cuerpo principal de los republicanos, que consiste en-
teramente de caballería, está completamente liviano de bagaje y se
mantienen mucho más fácilmente, sin gasto alguno; la carne es su único
alimento, y ésta abunda , suministrada por las correrías de los gauchos por
el flanco izquierdo y, a veces, aun a la retaguardia del ejército imperial.
Una vez, una partida de estos merodeadores cruzó el Piratiní y avanzó
hasta quince leguas de Río Grande, cuando empezó a llover y se vieron
obligados a retirarse para no verse cortados por la creciente de los ríos.
El ejército republicano es muy inferior al brasileño, en cuanto a
número; noexcede a 5000 hombres. De éstos, hay unos 1700 de caballería
regular de Buenos Aires. La infantería no excede de 1500 y, el resto, son
gauchos, o sea, tropas de la Banda Oriental.
Las tropas de Buenos Aires son consideradas las mejores en el
La Misión Ponsonby
279
ejército; casi todos son veteranos que han luchado, bajo San Martín, en
las guerras de la independencia en Chile y Perú.
La infantería es lamentable y casi toda está compuesta de negros, gran
parte de los cuales son esclavos brasileños, escapados. Son de tan poca
confianza, que se guardan en Cerro Largo, a cuarenta millas a retaguardia
del ejército.
La artillería consiste en 16 piezas de campaña; pero no puede
compararse con la brasileña.
Los gauchos, o tropa de la Banda Oriental, son una plebe indiscipli-
nada, feroces al extremo, de hábitos y apariencias parecidos a los gitanos
de Europa. Son desdeñados por las tropas más regulares de Buenos Aires,
que, a su vez, son mirados por los gauchos con celos y odio.
El conjunto de estas tropas está bien armado, y la caballería muy bien
montada; pero, excepción hecha de dos cuerpos, que aún conservan parte
de los trajes recibidos durante la última campaña, están absolutamente en
tiras. No tienen más ropa que un calzón de hilo y una camisa de lana;
algunos, tienen poncho, su única protección contra el frío.
Las oficiales de la república, que hace tiempo saben que la Banda
Oriental no podrá nunca pertenecer a su país, no tienen escrúpulo en
demostrar un sentimiento de humillación por haber peleado tanto tiempo
en beneficio de “bárbaros”; los orientales, por su lado (sin exceptuar al
propio general Lavalleja), miran con sospecha a sus auxiliares, los que
creen que sólo se han comprometido en el conflicto a fin de asegurar, para
su país, la posesión de los puertos de Montevideo y Colonia; y tan hondo
es el sentir recíproco de mala voluntad, que, si alguna vez se deponen las
armas, hay pocas dudas de que Buenos Aires encontrará difícil, si no
imposible, el envío de otro ejército a la Banda Oriental.
Hay pocos oficiales extranjeros en uno u otro lado. El único oficial
distinguido al servicio del emperador, es el general Braun, que estuvo
muchos años al servicio británico. Ha conseguido establecer cierto grado
tolerable de disciplina en el ejército y, aunque se le acusa de excesiva*
severidad por los oficiales brasileños, es popular entre los soldados y creo
que sea el único hombre en el ejército que se preocupa del confort del
280
Luis Alberto de Herrera
soldado. Se pronuncia molestado con las medidas de Lecor y declara que
dejará el ejército si éste continúa en el comando.
En el ejército de la república, hay algunos extranjeros; pero entiendo
que, en general están descontentos y con gusto lo dejarían, si consiguieran
permiso para hacerlo.
Espero, señor, que esta carta encuentre a usted aún en Río de Janeiro
y que la ventaja a derivarse de mi comunicación con el ministro de S.M.
en Buenos Aires, será considerada por usted como una razón suficiente
para prolongar mi ausencia fuera del tiempo especificado en su carta a mí
dirigida.
Tengo el honor, etcétera. — (firmado) /. Fraser.
A S.E. don Roberto Gordon, etcétera.
Incluida en el despacho n 9 44 de Gordon al conde de Dudley, de mayo
17.
PONSONBY A DUDLEY
Buenos Aires, abril 19 de 1828. Excmo. señor: Ruego a V.E. me
permita corregir un error que, en el apuro de despachar mi última nota n 9
16, del 4 de abril, se deslizó en ella.
La equivocada cláusula es la siguiente: “Debo insistir en el recuerdo,
ante V.E., de que la misión del señor García el año anterior, a Río, surgió
a consecuencia de la declaración verbal de S.M.I. al señor Gordon”,
etcétera.
V.E. querrá tener a bien insertar la palabra ministros, después de
S.M.I., y leer así: “la declaración verbal de los ministros de S.M.I.”, por
cuanto era a la declaración de éstos que yo refería.
V.E. encontrará en mi despacho n 9 25 (informando sobre mi conferen-
cia con el ministro de relaciones exteriores, el año pasado) una narración
detallada, en la cual verá que muy cuidadosamente señalo la diferencia
existente entre lo que el emperador dijo y lo que provenía de sus
La Misión Ponsonby
281
ministros, dejando al gobierno que apreciara el valor de la comunicación
separada que yo ponía ante sus ojos.
Tengo el honor, etcétera. — (firmado) John Ponsonby.
P.S. Para evitar molestia a V.E.; tengo el honor de incluir un extracto
del contenido de mi nota n 9 25, aludida más arriba, P.
A S.E. cari Dudley, etcétera.
PONSONBY A DUDLEY
Buenos Aires, abril 19 de 1828. Excmo. señor: El señor Fraser llegó
aquí hace varios días. Creyó que sería de interés infonna me de lo
ocurrido en el cuartel general de los ejércitos y sus comunicaciones me
han sido útiles; pienso que también será útil al señor Gordon oír de ese
caballero una crónica sobre el estado de cosas en esta ciudad, y el señor
Fraser imagino que ha perdido poco, o ningún tiempo, en retornar a Río
de Janeiro.
El señor Fraser presentará su informe al señor Gordon, pero yo
destacaré que el general Lecor le habló de su falta de confianza en las
tropas procedentes de las provincias del norte del Imperio, como una de
las causas de su inactividad.
Tengo la satisfacción de decir que continúo teniendo base para creer
en la sinceridad de este gobierno en las negociaciones. Espero que ellos
no opondrán ninguna dificultad en puntos que no son esenciales y que no
se detendrán ante los que son de forma.
Ellos están plenamente advertidos de la importancia de las palabras
en la primera de las proposiciones hechas por el emperador y tienen
informes, de diversas fuentes, estableciendo que es la intención de S.M.I.
crear una monarquía (proclamándose el rey) y de otros planes, calculados
para retener en sus manos la provincia Oriental.
Creo que este gobierno alienta la esperanza de que la influencia bri-
tánica mantendría a S.M.I. en la observancia del espíritu de sus propias
282
Luis Alberto de Herrera
proposiciones y que una independencia bona fide será alcanzada por la
provincia.
Le he pedido al gobernador que no se impaciente si, en los primeros
momentosdelanegociación.S.M.I.revelapretensiones poco razonables.
Tengo motivos para creer — debiera decir, para saber — que el señor
García de Zúñiga (el gobernador de S.M.I. en Montevideo) ha tratado
últimamente de decidir al emperador a rechazar una paz fundada en la in-
dependencia, etcétera, diciendo que la república está arruinada y que debe
someterse a cualquier demanda que S.M.I. quiera hacerle. La suerte
política del señor García probablemente depende de la continuada po-
sesión, por S.MJ. de la provincia, y su testimonio es de muy poco valor
en todo lo concerniente al asunto en sí.
No vacilo en decir que, ahora, yo creo que la república puede seguir
la guerra con tanto poder como hasta el presente, por lo menos, durante
otra campaña, y que, si después, ellos no pueden procurarse los recursos
necesarios para una lucha civilizada, todavía podrán proseguirla y, tal
vez, en una forma más peligrosa para S.M.I.
En prueba de su actual eficiencia, pongo en conocimiento de V.E. que
la junta ha obtenido tres millones de pesos, que deben ser pagados
mensualmente al ejecutivo, pero que el gobierno puede fácilmente
conseguirlos, en total, de inmediato.
Estoy informado, por algunos comerciantes británicos de aquí, que el
gobierno podría levantar una suma adicional de seis a ocho millones de
pesos.
Sobre la capacidad del país para llevar adelante la guerra, no es del
caso que ahora hable especialmente; pero V.E. puede estar cierto de que
de ella no debe dudarse. La cuestión, sin embargo, es: ¿seguirán, este
gobierno y este país, la guerra? El gobernador me dijo ayer que estaba
resuelto a proceder con entera sinceridad sobre los principios acordados
en las bases; evidentemente, deseaba informarme de que no irá más allá.
La última entrada de recursos, le ha dado al gobernador más poder del
que tenía hace poco. El, está seguro de que el general Lavalleja no
participará, en verdad no podrá, en una paz fundada sobre ninguna otra
La Misión Ponsonby
283
base que la aludida, y él sabe que el pueblo de esta ciudad podría resistir
vivamente excitado, cualquier proposición de paz que pudiera aparecer
deshonrosa para la nación, que contana con el apoyo de la mayor parte
de los miembros de la marina y del ejército y con la ayuda del partido que
está en favor de la guerra simplemente por motivos mercenarios, el que, .
aunque vencido, tiene todavía alientos y podría vigorizarse.
Es indudable que una gran mayoría del país está por la paz, pero, en
favor de la paz, en términos aquí estimados dignos, o sea los que el público
entiende que actualmente se discuten.
Es cierto que el pueblo ya no siente un interés personal por la Banda
Oriental, como el que sintiera antes, cuando esperaban que ese país sería
sometido o anexado a esta provincia, como si fuera parte de ella; pero
todavía no faltan muy poderosos motivos para crear un cálido interés
nacional alrededor de este asunto.
Este pueblo difícilmente se resignaría a confesarse batido por una
nación tan intensamente desdeñada por ellos como los brasileños. Es
general la impresión de que una paz, dejando a Montevideo en poder del
emperador, no duraría y que esa vecindad provocaría constantes quere-
llas, tanto comerciales como políticas, entre los dos estados.
Despierta también justificados celos el poder que la posesión de
Montevideo daría al emperador para atacar después a esta ciudad, cuando
rehiciera sus elementos.
Debo agregar que el amigo íntimo y confidente del general Lavalleja,
me ha dicho que, cualquiera que pueda ser la opinión privada de ese jefe,
el no aceptaría términos que, en efectividad, no le quitaran al emperador
todo poder civil, militar y político en la Banda Oriental.
Me expuso muchas causas para esto, que yo creo son perfectamente
justas y verdaderas.
Las expuestas, son algunas de mis razones para juzgar que este país
seguirá la guerra, en la presunción de que el emperador no procede con
sinceridad, en cuanto a la base de la independencia.
Por otro lado, es cierto que existe un partido en favor de la paz en
cualquier forma; que la gente, en general, siente los perjuicios de la gue-
284
Luis Alberto de Herrera
rra, ahora más que antes; que temen verse expuestos a soportar nuevos
impuestos, y que, muchos tenderos y comerciantes, también temen la
nueva fluctuación de los precios, que se producirá si fracasan las nego-
ciaciones de paz.
De las primeras personas mencionadas, que están en favor de la paz,
de cualquier modo, debo decir que no creo sean hombres que sostengan
vigorosamente ninguna causa y pienso que poco los teme el gobernador;
los últimos, pueden ser mucho más formidables, pero dudo que interven-
gan, si se produce una crisis en la cual el grito ¡la j. xitria ! se lance contra
ellos.
Es natural, luego de apreciar la magnitud de los dominios de S.M.I.
su riqueza y su población (si comparados con este pequeño estado),
imaginar que le sea imposible al último luchar con éxito, con su gigan-
tesco adversario, sobre todo, considerando que este país no tiene, en
verdad muy buen título al mérito militar; pero, los hechos, hablan
irresistiblemente sobre su fuerza, cuando actuando contra los imperiales.
S.M.I. era el pacífico dominador de la Banda Oriental; su ejército, su
marina, sus rentas, estaban todos en situación floreciente, y el concepto
de su poder sin la prueba emanada de la oposición al mismo.
Treinta o cuarenta hombres, mandados por Lavalleja, rompieron la
guerra contra él; se sostuvieron, atrajeron a la nación de su lado y, en este
momento, S.M.I., después de haber visto a sus ejércitos y a su escuadra
repetidamente derrotados o deshonrados, después de haber gastado en la
contienda, cada año, mucho más de su renta anual, se encuentra con la
ruina de parte de su comercio, trasportado en barcos nacionales, y él
obligado a proponer el abandono de posesiones por las cuales ha estado
batallando, y por las cuales esta república, hace dos años, estaba pronta
a pagarle una compensación pecuniaria igual, en monto, a un razonable
cálculo de los gastos en que hubiera incurrido S.M.F.M., el fallecido rey
de Portugal, y él mismo, por la ocupación de Montevideo, etcétera.
Nada veo, en el presente estado de cosas, que me induzca a creer que
la posesión de este país es ahora comparativamente peor, como beligeran-
te, de lo que ha sido en cualquier período anterior a la guerra; ni que pueda
esperarse suerte mejor, de parte del emperador, de la hasta ahora alean-
La Misión Ponsonby
285
zada; y yo confieso que más bien creo que debe esperarse lo contrario. Yo
he tratado, de acuerdo con mi deber, de exponer los hechos y mis opi-
niones al gobierno de S .M. Sólo tengo que agregar que este gobierno está
pronto a enviar un ministro a Montevideo, así que sea informado de que
S.M.I. ha enviado uno allí, en su representación.
No he insinuado que el general Lavalleja sea designado como uno de
los negociadores, porque el gobernador está celoso de él; pero, si la
presencia y la autoridad del general se hacen evidentemente útiles, se
darán pasos para procurarla.
Fructuoso Rivera, sobre cuya cooperación, debo establecerlo, el
señor García (1) (en su comunicación al emperador, aconsejándole que
prosiga la guerra), ha insistido mucho, ha sido obligado a abandonar la
provincia Oriental y oigo c e buena fuente — y lo creo — que el general
Lavalleja está obrando de c :mpleto acuerdo con los gobernadores de las
tres provincias próximas a la suya y que más fácilmente podrían ayudar
a Fructuoso Rivera. Esos gobernadores, según parece, están ansiosos de
paz, como el mismo general Lavalleja. Ellos tienen casi los mismos
intereses, y sostendrán a Lavalleja, si el gobierno de Buenos Aires
intentara malograr un arreglo sobre las bases tan a menudo mencionadas.
Debo agregar que no presumo que el coronel Dorrego intente hacerlo así.
Si fuera necesario, informaré a V.E. por el próximo paquete, sobre los
propósitos de los partidos aquí, que tratan de cambiar, etcétera, el
gobierno de la república.
Tengo el honor de incluir copia de la respuesta del general Lavalleja
al señor Gordon, que el amigo del general me trasmitió.
Tengo el honor, etcétera. — (firmado) John Ponsonby.
A S.E. cari Dudley, etcétera.
( I ) Refiere a García de Zuñiga, gobernador de Montevideo.
286
Luis Alberto de Herrera
GORDON A ARACATY
Río de Janeiro, abril 21 de 1828. Señor marqués: V.E. tendrá a bien
recordar que, a mediados del mes de febrero tuve el honor de comunicar
los términos sobre los cuales el gobierno de Buenos Aires estaba
dispuesto a tratar la paz con el Brasil, es decir:
l 2 La independencia de la Banda Oriental.
2- La aceptación mediante tratado, de que no sea incorporada a
ninguna otra nación.
3 9 La entrega de las fortalezas a los propios orientales.
En contestación de cuya comunicación fui informado por V.E. que,
habiendo S.M.I., anteriormente, consentido entraren negociaciones pro
paz sobre la base de la independencia de la Banda Oriental, de acuerdo
con las condiciones que me hallaba autorizado a trasmitir a Buenos Aires,
era innecesario adoptar la nueva forma de negociación propuesta en la
comunicación recientemente llegada de allí; y V.E. , además, exponía que
ninguna estipulación sobre la evacuación de la fortaleza por las tropas
brasileñas se juzgaba necesaria, desde que era evidente que después del
establecimiento del estado nuevo e independiente, no podía ser ocupado
por nadie, sino por sus propias tropas y autoridades.
Al trasmitir, pues, a Buenos Aires las proposiciones imperiales, como
me habían sido comunicadas por V.E., no dudé en acompañar ese acto
oficial con la expresión de mi opinión privada a lord Ponsonby de que, en
realidad, estas proposiciones contemplaban las bases establecidas por el
gobierno republicano, por lo cual creía que se llegaría a la tan ansiada
pacificación.
Desgraciadamente, mi carta privada llegó a manos de lord Ponsonby
antes de mis despachos oficiales y parece que S.E., en el vivo deseo de
alcanzar tan gran objeto, ha anunciado al gobierno de Buenos Aires que
S.M.I. ha accedido a tratar la paz en los siguientes términos:
l 2 La base de la independencia de la Banda Oriental.
2 - El nuevo estado no podrá unirse, por incorporación, a ningún otro.
La Misión Ponsonby
287
3 9 S.M.I. acepta entregar las plazas fuertes a los propios orientales.
El gobierno republicano en seguida accedió a los términos arriba
mencionados, ofreciendo mandar un plenipotenciario para negociar una
paz fundada en ellos, ya sea en Montevideo o en Río de Janeiro.
Me ha parecido bien dar dicha explicación, en la ocasión presente, de
manera que V.E. comprenda, en toda su extensión, la respuesta (que
incluyo) del gobierno de Buenos Aires a las proposiciones que yo estaba
autorizado a hacer de parte del gobierno de S.M.I. Tengo el honor,
etcétera. — (firmado) R. Gordon.
A S.E. el marqués de Aracaty, etcétera.
GORDON A DUDLEY
Río de Janeiro, abril 26 de 1828. Excmo. señor: Se ha recibido
contestación de Buenos Aires a las proposiciones brasileñas, concebida
en términos que de ningún modo tienden a propiciar la paz entre los dos
países.
Como se mencionan en ella bases ya aceptadas, comprendí que mi
deber me llamaba a acompañarla con una nota explicativa al marqués de
Aracaty, de la cual tengo el honor de adjuntar una copia de V.E. También
incluyo una copia de mi despacho a lord Ponsonby, explicando, con cierta
amplitud, mis vistas sobre el asunto.
Confieso, con pesar, que si hay impedimentos en el camino que lleve
a una negociación inmediata, es en parte, en este caso, alribuible a nuestra
mediación.
La infortunada expresión de mis opiniones privadas a lord Ponsonby,
y el aún más desdichado uso que se hizo de ellas, pueden, muy natural-
mente, haber Indispuesto al gobierno de Buenos Aires con las condicio-
nes que luego llegaron, como oficiales, trasmitidas por el ministro
brasileño, y V.E. podrá juzgar del efecto producido aquí por la réplica del
señor Balcarce, al recorrer la nota incluida, que acabo de recibir del
288
Luis Alberto de Herrera
marqués de Aracaty.
En cuanto a las dificultades que se han alegado para ir al armisticio,
después que el emperador ha cedido en la cuestión de la independencia
de la provincia, no debían, ciertamente, entorpecer la negociación.
No se le debiera permitir al gobierno de Buenos Aires persistir,
apoyándose en tales nimiedades, en lo que puede llamarse una mojiganga
de guerra, preñada de males para todos más que para ellos mismos.
De su parte, todas las operaciones de la guerra se reducen a los
corsarios. De este lado, aunque en realidad puede decirse que no hay ope-
raciones, sin embargo, una gran fuerza naval está estacionada en el Río
de la Plata y un ejército, que cuesta enormes gastos, considerando su in-
significancia, se mantiene en la frontera de Río Grande.
Los principales actos de la guerra se desarrollan, en realidad, por
ambas partes, con violación de la ley de las naciones, y la perspectiva,
para los neutrales, es que prolonguen, por más tiempo aún, las grandes
calamidades a que podrían hallarse expuestos en el caso de la más activa
y justa guerra sostenida entre países regidos por los gobiernos más
regulares.
Como es posible que V.E. no reciba copias de las notas que he recibido
de lord Ponsonby , me parece acertado remitir aquellas que son necesarias
para comprender en extenso mi nota a S.E. Tengo, etcétera. — (firmado)
R. Gordon.
A S.E. el conde Dudley, etcétera.
GORDON A ARACATY
Río de Janeiro, abril 27 de 1828. Excmo. señor: Aunque al infrascrip-
to, etcétera, no le sorprende advertir, por la nota de S.E. el marqués de
Aracaty, de .echa 25 del corriente, que S.M.I. está descontento por la
réplica dada por el gobierno de Buenos Aires sobre el asunto oe la
pacificación, no considerándola de ningún modo explícita y en armonía
con los sentimientos que animan a S.M.I. , en su deseo de promover la paz
La Misión Ponsonby
289
en este hemisferio, el que firma no puede menos de expresar su pesar a
S.E. el marqués de Aracaty, de que ahora se considere conveniente que
S.M.I. se retracte de esos términos, los que, bajo la mediación de Gran
Bretaña, y de conformidad con sus arriba mencionados honorables
deseos, se han ofrecido al gobierno republicano en nombre de S.M.I.
El infrascrito no puede ver en la réplica del señor Balcarce un rechazo
de las proposiciones brasileñas. Estámás bien inclinado a creer que lo que
pueda parecer poco satisfactorio en aquella contestación, cabe atribuirlo
al imprevisto retardo y circunstancias concomitantes a que tuvo que
someterse la trasmisión de esas proposiciones.
El infrascrito ya ha hecho conocer al marqués de Aracaty su convic-
ción de que el gobierno de las Provincias Unidas de La Plata está
dispuesto a mandar un plenipotenciario a Montevideo, con el fin de
negociar una convención preliminar sobre la base de dichas proposicio-
nes, por cuya razón es ahora su deber apelar, por medio de S.E., a la
reconocida justicia y sinceridad de S.M.I., rogándole no insista en que la
negociación preliminar sea transferida de allí a su corte, como se declara
en la nota del marqués del 25 del presente.
El resultado de esto, mirado bajo el más favorable punto de vista, sólo
puede ser prolongar las hostilidades por algunos meses, y hay demasiadas
razones para suponer que esto frustre, completamente, el objeto declara-
do de S.M.I. y las esperanzas de sus aliados. Tengo el honor, etcétera. —
(firmado) R. Gordon.
A S.E. el marqués de Aracaty, etcétera.
GORDON A ARACATY
Río de Janeiro, mayo 4 de 1828. El que suscribe no puede menos de
expresar su sorpresa y decepción ante la respuesta de S.E. el marqués de
Aracaty a su nota del 27 de abril.
La información recibida por el que suscribe, por el último paquete de
290
Luis Alberto de Herrera
Buenos Aires, lo habilita a anunciar al gobierno imperial que las propo-
siciones para una convención de paz, que fueron firmadas por el ministro
de relaciones exteriores y confiadas al infrascrito, han sido aprobadas por
el gobierno de Buenos Aires, y la llegada de los plenipotenciarios bra-
sileños a Montevideo, de acuerdo con el sentido de esas proposiciones,
se espera día a día.
No sólo sorprende al infrascrito que se tenga por correcto de parte del
gobierno imperial el desdecirse de un solo artículo, del original de las
proposiciones, en el preciso momento en que van a ser aceptadas, sino que
ve en ello una falta de consideración a la mediación de Gran Bretaña, de
la que es modesto órgano.
Le cuesta convencerse de que sea ahora el objeto de S.M.I. entorpecer
la pacificación, que, después de tantos estériles esfuerzos, había al fin,
con su propio consenso, llegado a un estado efectivo, que aseguraba su
buen éxito; y asimismo es su deber, otra vez, indicar a S.E. el marqués de
Aracaty que, transferir el arreglo de preliminares de Montevideo a Río de
Janeiro, significa, en las actuales circunstancias, no sólo detener sino
poner en peligro la paz y, en consecuencia, solicita a S.E. que insista con
S.M.I. para que tenga la complacencia de mantener las proposiciones que,
por su expresa y graciosa orden, se confiaron al infrascrito, con fecha 18
de febrero. — (firmado) R. Gordon.
A S.E. el marqués de Aracaty, etcétera.
GORDON A DUDLEY
Río de Janeiro, mayo 10 de 1 828. Excmo. señor: Aunque la nota que
el ministro de relaciones exteriores de Buenos Aires, señor M. Balcarce,
dirigió a lord Ponsonby, el 24 de marzo, en contestación a las proposicio-
nes brasileñas de fecha 18 de febrero, no se hallaba, en modo alguno,
concebida en términos satisfactorios, no he querido, sin embargo, admitir
que este gobierno ha estado justificado al considerarla (dirigida como lo
estaba al ministro mediador) como un rechazo directo, o que ofrecía buen
La Misión Ponsonby
291
terreno al emperador para desdecirse de ellas.
Deploro comprobar que la buena disposición del gobierno republica-
no para negociar sobre la base ofrecida de la independencia y que el deseo
de paz que ahora se demuestra de ese lado, parecen haber inclinado a este
gobierno a desear separarse de sus términos originales; y la insistencia en
que la negociación se transfiera de Montevideo a Río de Janeiro, no
excede de un pretexto de demora; sólo así puede considerarse.
En estas circunstancias, he creído que era mi deber hacer un último
esfuerzo para apurar la conclusión de los preliminares, pidiendo al
gobierno brasileño que proceda en conformidad con las proposiciones
originales; en consecuencia, dirigí la nota de la que incluyo copia,
acompañándola, confidencialmente, con un bosquejo de nuevo proyecto
que, por su simplicidad, evitaría toda probabilidad de ulterior desacuerdo
entre las partes.
Lamento tener que comunicar a V.E. que mi propuesta ha sido re-
chazada, exigiéndose aún, como resulta de la réplica que incluyo, del
marqués de Aracaty, que los preliminares sean tratados en Río de Janeiro.
Dada la confianza inherente sobre las verdades vistas del emperador,
dominante en Buenos Aires, es dudoso si de allí se mandará ahora un
plenipotenciario con tal cometido; pero, de todos modos, la probabilidad
de un pronto cese de hostilidades sufre mucho daño con esta injusta
retractación de las primeras propuestas de S.M.I. de firmar los prelimi-
nares en Montevideo.
Es cierto que en cuanto llegó a esa ciudad la noticia de la propuesta
del emperador de separar la provincia del Brasil, se dirigieron memoria-
les, provocados por las partes interesadas, despachados con todo apuro,
para urgir a S.M.I. que revocara su propósito. Se le ha asegurado, con
trazas de verdad, que la república no puede sostener la guerra por más de
dos meses; que el deseo de los orientales es estar bajo la protección del
Brasil; y, además, corre ahora el rumor de que la tercera parte del ejército
de Lavalleja ha sido coitada y obligada a rendirse al general Lccor.
Todo esto ha engreído al gobieron brasileño que, con excepción del
disgusto por lo que sucede con los neutrales — aunque tampoco es muy
292
Luis Alberto de Herrera
grande — no está, por lo demás, muy afligido ante la perspectiva de la
continuación de la guerra.
Se levantan empréstitos por el monto necesario para hacer frente a los
gastos del año que corre y en términos que tentarán al ministro de
hacienda a recurrir a ellos, cuando sea necesario. El lenguaje de los
mensajes de las cámaras, será el eco del discurso del emperador; y, sin
embargo, no hay terreno sólido para negar la independencia de la Banda
Oriental, que es lo sólo que puede asegurar la tranquilidad y es la
esperanza del progreso de los negocios brasileños.
Temiendo que la repulsa a mi última instancia haya sido en paite
causada por el artículo referente a nuestra mediación, de la cual desgra-
ciadamente desconfía el ánimo rastrero de los políticos de este país,
propondré al marqués de Aracaty suprimirlo totalmente; pero no puedo
permitir que V.E. crea que esto va a evitar los retardos que parecen ahora
buscarse por el gobierno brasileño.
Tengo el honor etcétera. — (firmado) R. Gordo».
A S.E. earl Dudley, etcétera.
PONSONBY A DUDLEY
Buenos Aires, mayo 12de 1828.Excmo. señor: He tenido el honor de
recibir el despacho de V.E., notificándome que el rey graciosamente ha
resuelto nombrarme enviado extraordinario y ministro plenipotenciario
de S.M. ante la corte de S.M.I. el emperador del Brasil, y pido a V.E.
aproveche la primera oportunidad favorable para poner a los pies de S .M.
mi más humilde y agradecido reconocimiento por la grande y continuada
bondad de S.M. hacia mí.
Estaré pronto para embarcanne para Río de Janeiro, obedeciendo las
órdenes de V.E., en cualquier momento en que el señor Gordon me lo
requiera.
Tengo el honor, etcétera. — (firmado) John Ponsonby.
A S.E. el conde Dudley, etcétera.
La Misión Ponsonby
293
PONSONBY A GORDON
Buenos Aires, mayo 12 de 1828. Excmo. señor: Se me figura que la
forma más adecuada de contestar el despacho de V.E. del 17 de abril, es
incluir copia del memorándum de una conversación mantenida entre el
gobernador y yo, por lo que V.E. podrá juzgar del modo como fue
trasmitida y comprendida, por este gobierno, la comunicación que V.E.
me envió. El memorándum fue redactado por el señor Parish, que se
hallaba presente en la conferencia.
También me refiero a una nota oficial a mí dirigida por este gobierno,
que prueba su opinión sobre el hecho, como se establece en el memorán-
dum.
La palabra oficial, si incorrectamente aplicada, sólo quiso significar
que yo había oficialmente recibido de usted su propio sum ario de aquellas
proposiciones, a las cuales el gobierno brasileño oficialmente había
asentido. Nadie entendió, aquí, que el resumen de V.E. era obra del
gobierno del emperador. Todos nosotros, naturalmente, creimos que era
correctamente la esencia de lo contenido en las proposiciones, bajo
distinta forma, sin responder en ningún grado por el modo o los medios
de llevar a efecto el proyectado arreglo.
Sentiré muchísimo que V.E. haya experimentado la menor molestia
por este asunto. Tengo la satisfacción de decirle que aquí nada de eso se
ha sentido y que yo estoy seguro de que grandes ventajas se han obtenido
de ello.
Tengo ahora que agregar una palabra sobre el presente estado de
cosas. Creo que este gobierno escuchará las proposiciones del empera-
dor, sean las que fueren pero creo seguro que no accederán a ellas, ni son
otra cosa que la aceptación, bona fide, del proyecto de independencia de
la Banda Oriental.
V.E. y yo, por lo visto, tenemos opinión muy distinta del verdadero
poder de las partes en lucha. No tiene importancia, en el estado actual de
la cuestión, cuál de las dos está en lo cierto. Me es suficiente decir a V.E.
lo que creo sea el propósito de este gobierno, y agregar que creo lo pueda
294
Luis Alberto de Herrera
cumplir y estar a sus consecuencias.
Creo que este gobierno puede y quiere (si fuera necesario) continuar
la guerra contra el emperador. La intentona hecha por el partido hostil al
gobierno actual, ha fallado completamente. La gente más sensata del país
sostenía al gobierno, porque Dorrego se había comprometido a hacer la
paz, si puede ésta obtenerse en términos tenidos por equitativos y justos,
especialmente, la independencia de la provincia Oriental, y creo que a
Dorrego se le apoyará aún m ás, si la gente se apercibe de que el emperador
no acepta esos términos. Espero que V.E. no tropezará con dificultades
irrazonables en tomo a cosas puramente de forma, pero me equivoco si
V.E. viera cualquier concesión hecha respecto a cosas de otra índole. No
creo que ellos estuchen lo que pueda decir el emperador sobre la
condición futura de la provincia, sobre su gobierno o sobre el modo como
los asuntos se conducirán aquí. Un abandono completo de todo lo que a
ella concierne, de ambos lados, me imagino que será lo que con insisten-
cia se demandará. Oigo que no se opondrá objeción alguna a las más
serias estipulaciones para la seguridad de las vidas, propiedades y libertad
de los habitantes, sin preferencia a la conducta política de ningún hombre
y que no habrá inconveniente alguno en garantir (mutuamente) la paz e
integridad del imperio y de la república contra cualquier ataque de la
Banda Oriental, a cuyo título será fácil tomar precauciones contra la
protección que pueda prestarse a merodeadores o jefes de bandoleros.
Me parece lo más probable que el gobierno, sea el que fuere, que se
establezca independientemente, en ese país, será amigo del emperador y,
probablemente, su humilde servidor en casi todo.
Considerará V.E. lo que he dicho como la expresión de mi opinión
íntima e individual, que encuentro correcto exponerle sencillamente
como tal.
Tengo el honor, etcétera. — (firmado) John Ponsonby.
N.B. Si V.E. ha mencionado el punto a lord Dudley, ruégole quiera
comunicarle lo que aquí digo sobre el caso, y hacerme saber qué ha escrito
al respecto. — P.
La Misión Ponsonby
295
PONSONBY A DUDLEY
Buenos Aires, mayo 13 de 1828. Excmo. señor: Desde que tuve el
honor de escribir a V.E. he recibido repetidas seguridades del goberna-
dor de su determinación de adherir escrupulosamente a su compromiso
de tratar sobre la base de la independencia, etcétera.
Dice que no irá más allá y que está en condiciones y pronto para
continuar la guerra.
La generalidad aquí, tanto comoel gobierno, están persuadidos de que
S.M.I. sólo ha querido ganar tiempo para intrigar, con las bases que
últimamente ha propuesto y que, habiendo fallado en su propuesta de
pactar un armisticio en tierra, ahora rehusará entrar en negociaciones con
ellos.
Esta creencia está fundada, principalmente, en las cartas del señor
García de Zúñiga, el hombre de confianza del emperador en Montevideo
y, también, en informes de personas próximas al monarca.
Confío haber convencido al gobernador que está en su interés entrar
en negociaciones y me afirma, privadamente, que, si S.M.I. envía un
ministro a Montevideo, para encontrarse con los de la república, él no
dejará, por cualquier falta de moderación de las primeras demandas del
emperador, de proseguir la discusión. Especialmente, he trabajado este
punto, porque creo que será muy útil, aún, abrir la negociación.
Los amigos del gobernador, en todas partes han triunfado en las
elecciones. La oposición era, en realidad, débil, aunque muy ruidosa.
El gobernador debe este éxito, en gran parte, al apoyo de personas que
consideran desacertado perturbar a un gobierno que mantiene su promesa
de hacer la paz, en términos conocidos y estimados equitativos y seguros.
Es en tal concepto, que el señor García ha apoyado al partido del go-
bernador, aunque es hostil al hombre en sí.
Hay gran actividad en la prosecución de las hostilidades. Una expe-
dición se prepara y ha marchado, o va a marchar, contra las misiones
portuguesas, región que se dice ser extremadamente rica en ganado y sin
296
Luis Alberto de Herrera
ninguna adecuada defensa militar.
Otra expedición, se asegura, ha salido contra la ciudad de Río Grande.
Fructuoso Rivera, el jefe sobre cuyas actividades contra su país el
gobierno imperial parece haber fundado considerables esperanzas, ha
sido perseguido y obligado a abandonar la provincia Oriental y parece
que, ahora, se ocupa en corretear una provincia del Imperio.
Tengo el honor de incluir una crónica de las operaciones militares en
Río Grande que, aunque inclinada a favor de las tropas republicanas, se
me afuma que, en lo sustancial, es exacta No denota gran mejora en el
estado del espíritu militar de los imperiales, ni da motivo a presumir
futuras victorias para sus ejércitos.
Varios buques se preparan y están casi prontos para hacer crucero
frente a los puertos brasileños y también para cooperaren los planes a que
lie referido más de una vez.
V.E. recordará que yo opinaba que las negociaciones de paz deten-
drían la conspiración, tanto aquí como en Río de Janeiro; en realidad, se
lia paralizado, en tanto la paz se ha creído probable. Me entero de que las
noticias de Río dicen que todos los conspiradores están prontos a obrar,
cuando la señal de lanzarse les llegue de aquí, y tengo informes de que
Dorrego está resuelto a proceder, así que sepa que el emperador no hace
la paz.
Creo que es cierto que pagó, hace poco, diez mil pesos en plata al
antiguo agente, que ha seguido viviendo aquí, y esa suma es considerable
en este país y al presente.
No puedo estimar, con seguridad, el poder de la acción revoluciona-
ria que se prepara; pero temo que sea peligrosa. El señor Gordon es mejor
autoridad que yo para opinar sobre lo que ocurre en Río, y, como él es
incrédulo sobre todo el asunto y como S.M.I. también lo es, y cree que es
una creación mía, debo someterme al juicio de ellos.
El mayor conocimiento que he adquirido de los sentimientos y del
carácter del gobernador, ha confirmado mi juicio de que él habría
rechazado las proposiciones brasileñas, si no se hubiera abierto camino,
por esos medios preparatorios, que por accidente no pude encauzar. Esas
La Misión Ponsonby
297
proposiciones, ahora, en vez de serrechazadas, han sido referidas por este
gobierno a la consideración de los plenipotenciarios que se reunirán en
Montevideo y, por tanto, si S.M.I. lo quiere, tendrá abierta una negocia-
ción, en el hecho, de acuerdo con sus propias sugestiones.
Si S.M.I. envía un plenipotenciario a Montevideo, este gobierno
mandará uno, o más, sin tardanza y V.E. será rápidamente enterado del
espíritu que mueve a las partes.
El gobierno republicano mantiene su propósito de tratar la paz sobre
las bases que el gobierno de S.M. tuvo a bien ordenarme que pugnara por
establecer.
Falta saber en qué términos el gobierno imperial tratará; es decir, qué
significado dará a la palabra independencia, de la cual pienso, que la
solución depende.
Napoleón, creo, llamó a la Confederación del Rliin, un estado inde-
pendiente. El gobierno republicano, creo, no juzgará a esa independen-
cia idéntica a la que admiten para la Banda Oriental.
Si el gobierno de S.M creyera oportuno compeler a las partes a sellar
la paz, podría, tal vez, hacerse así sin ninguna violencia aparente ejercida
sobre la libre voluntad de ninguna de las piules. Lo digo, suponiendo que
se considere del caso llevar adelante la idea de la independencia.
El gobierno republicano la sostiene. Está bastante demostrado que
S.M.I. difícilmente tiene otro medio de herir a este país que no sea el
bloqueo. Es notorio que las calidades que dan carácter legítimo a un
bloqueo, faltanenel aquíestablecido; rehusándose a reconocerlo por más
tiempo, el gobierno de S.M. obligaría a los brasileños a aceptar esa base,
que el gobierno de S.M. ha aprobado y que es aceptada por el gobierno
de Buenos Aires.
Me Iré decidido a formular esta observación, porque yo veo que el
bloqueo es perjudicial, en el más alto grado y casi exclusivamente, al
comercio británico; y porque la continuación de la guerra arruinaría, en
definitiva, a los súbditos de S.M., que tienen grandes intereses en este
país, y no puedo esperar que la lucha termine de otro modo, si S.M.I. está
resuelto a quedar dueño de la provincia Oriental.
298
Luis Alberto de Herrera
En todos mis despachos, he dado a V.E. mi juicio sobre el poder
comparativo de los beligerantes para seguir la guerra y para concluirla en
términos favorables a las aspiraciones de cada uno; y yo no he vacilado
en decir que los bonaerenses son los que tienen más probabilidad de éxito,
a pesar de la enorme superioridad de los recursos del emperador.
Mantengo esa opinión, sin la menor disminución en mi convicción
sobre su validez; pero creo correcto informar a V.E. de que muchas
personas encaran el asunto de manera distinta y creen en un resultado, en
resumen, diferente.
Tengo el honor de acompañar una ley, aprobada en Córdoba, por la
cual un ataque directo parece dirigirse al poder e influencia de este
gobierno en el asunto de la paz. Bajo ningún concepto considero esto
digno de mucha atención y creo que sea el fruto de alguna intriga
procedente de Buenos Aires y que no producirá efecto, directo, ni
indirecto, en una negociación seria de paz, ni en sus resultados.
Tengo el honor, etcétera. — (firmado) John Ponsonby.
A S.E. earl Dudley, etcétera.
GORDON A DUDLEY
Río de Janeiro, mayo 17 de 1828. Excmo. señor: el señor Fraser ha
llegado de su viaje a la Banda Oriental, siendo portador de las cartas del
general Lavalleja, de las cuales tengo el honor de adjuntar traducción.
Habiéndome traído, al mismo tiempo, el señor Fraser las seguridades
del coronel Dorrego, gobernador de Buenos Aires, de que las proposicio-
nes brasileñas se aceptarán, no he tenido escrúpulo en volver a latarga
y urgir u este gobierno, en los términos de la nota adjunta, a mantener su
opinión.
Por un lado, mis temores pueden posiblemente ser infundados, sólo
que la desconfianza del gobierno de Buenos Aires le indujera a negarse
a mandar plenipotenciarios a Río de Janeiro, mientras, por otro lado, en
La Misión Ponsonby
299
contrario, puede que ni quieran firmar los preliminares en Montevideo,
como originariamente fue propuesto. Pero confío en que, en uno u otro
caso, seré excusado por haber insistido con tanta instancia para que el
gobierno brasileño no retrocediera de sus primeras proposiciones. He
estado ansioso, de cualquier modo, ante la posibilidad de que un cese
inmediato de las hostilidades se malograra. Entre las numerosas razones
británicas que pueden alegarse para apurar esto, hay algunas que tal vez
no se le han ocurrido aún a V.E. Mencionaré, por ejemplo: l 2 Que si el
bloqueo no se levanta dentro de seis semanas, todas las mercaderías
británicas, hasta el valor, por lo bajo, de un millón de esterlinas, que se
han ido acumulando durante los últimos dos años en el puerto de
Montevideo con destino a Buenos Aires, serán obligadas a pagar un
derecho del 24 por ciento al Brasil. 2 - Además de la descarga de la
mercadería inglesa acumulada en Buenos Aires, el levantamiento inme-
diatodel bloqueo permitiría a nuestros comerciantes transportarla — pues
está invertida casi totalmente en cueros — a Europa, antes que pase la
estación para hacerlo, evitando, así, pérdidas muy considerables. 3 2 Tam-
bién se ha lanzado un decreto para que inmediatamente se prepare una
nueva tarifa de las aduanas brasileñas, fundada sobre los precios corrien-
tes en el mercado, la que, si se aprobara antes de la paz y en el estado
presente del cambio de este país, obligaría al comerciante extranjero al
pago de un derecho de 30 por ciento en lugar de 15, siendo evidente que
la moneda nacional no puede recuperar su verdadero valor hasta después
de terminada la guerra. Pesando estas y muchas otras consideraciones,
que tan terminantemente demandan el cese inmediato de las hostilidades
en este hemisferio, no es sino con hondo pesar que he recibido esta
mañana la respuesta que incluyo del marqués de Aracaty.
Me confirma en la presunción de que enteré a V.E. en mi despacho
n 2 38, del 10 de mayo, de que el gobierno brasileño está engreído con la
perspectiva de tomarle vent aj a al e nem i go final mente y , en consecuencia,
se han valido de un pretexto injustificable para retardar el acuerdo preli-
minar.
Por el próximo paquete, enviaré una copia de la réplica que me
propongo dirigir al marqués de Aracaty, quien no sólo tergiversa mi
t "U I
Luis Alberto de Herrera
“it |ii i ii mi npiniñn /tr"irrrr1in completamente la
mediación británica, haciendo creer que obra de acuerdo con ella, pues,
aun admitiendo que la nota del señor Balcarce a lord Ponsonby fuera un
virtual rechazo de las proposiciones brasileñas, aún así, de acuerdo con
un artículo de aquellas proposiciones, yo sostengo, en mi capacidad de
mediador — como repetidas veces lo he hecho — , que son aceptadas por
el gobierno de Buenos Aires. El marqués de Aracaty no tiene justificación
en abusar de la franqueza con que le enteré de esa carta, valiéndose de ella
para retirar las proposiciones ya a mí confiadas y sobre las cuales sigo
creyendo que la paz puede hacerse, sin dificultad ni atraso. Tengo el
honor de ser, etcétera. — (fumado) R. Gordon.
A S.E. el conde Dudley, etcétera.
GORDON A DUDLEY
Río de Janeiro, mayo 17 de 1828. Excmo. señor: Antes de recibir la
contestación del marqués de Aracaty a mi nota del 14 del corriente, le
adelanté un proyecto de despacho a lord Ponsonby, para el cual deseaba
obtener la aprobación de S.M.I. Por supuesto que la mencionada contes-
tación del marqués ha inutilizado mi último esfuerzo; y sólo trasmito los
detalles del mismo a V.E. para que pueda juzgar hasta dónde estoy
justificado al sospechar a este gobierno de mala fe en la presente cir-
cunstancia.
Tengo el honor, etcétera. — (firmado) R. Gordon.
A S.E. el conde Dudley, etcétera.
GORDON A PONSONBY
Río de Janeiro, ..«ayo 17 de 1828. A S.E. lord Ponsonby. Excmo.
señor: Aunque en manera alguna entiende el gobierno de S.M.I. que la
La Misión Ponsonby
301
nota del señor Balcarce a V.E., del 24 de marzo, significa la aceptación
de las proposiciones que iban a servir de base a una convención prelimi-
nar de paz, a firmarse en Montevideo, no obstante, apoyado en la
autoridad de su comunicación a mí, y como consecuencia de las seguri-
dades traídas, desde Buenos Aires, por el señor Fraser, he declarado al
marqués de Aracaty que el gobierno republicano está dispuesto a firmar
una convención preliminar sobre la base de esas proposiciones, y tengo
que anunciar a usted que S.M.I. graciosamente ha querido conceder
plenos poderes a... para actuar como plenipotenciario en Montevideo,
autorizándolo a filmar en aquel sitio, con los plenipotenciarios de Buenos
Aires, una convención preliminar de la cual forme parte el compromiso
de S.M.I. de erigir a la Banda Oriental en estado independiente, la que,
por lo demás, debe hallarse en estricta conformidad con el documento
fechado el 18 de febrero, que lleva la rúbrica del ministro brasileño de
relaciones exteriores.
S.M.I., además, se ha servido declarar que las hostilidades cesarán
inmediatamente después de la firma de la convención preliminar, respec-
to a la cual, como será simplemente fundada sobre su imperial compro-
miso de conceder la independencia de la Banda Oriental, no se necesi-
tarán mayores referencias a hacerse acá, entendiéndose que la categoría
del nuevo estado se regulará por un tratado definitivo, que luego se
negociará en Río de Janeiro.
Tengo el honor, etcétera. — (firmado) R. Gordon.
A S.E. el conde Dudley, etcétera.
GORDON A PONSONBY
Río de Janeiro, mayo 17 de 1828. Excmo. señor: Me parece propio
enviar a V.E. copia de la correspondencia que se ha cruzado entre el
marqués de Aracaty y el infrascrito, subsiguiente al recibo de los
despachos de V.E., llegados por el paquete Emiilous.
He tratado, en vano, de disuadir a este gobierno de proceder como si
302
Luis Alberto de Herrera
sus proposiciones del 18 de febrero hubieran sido rechazadas en Buenos
Aires. He llegado hasta declarar que, por el contrario, han sido admitidas
como base de una convención preliminar de paz y en términos bien claros
he culpado al gobierno del Brasil de mala fe, al retroceder, sin justa causa,
del artículo que proveía la celebración de esa convención en Montevideo.
T ampoco dejaré de replicar a la nota de hoy del ministro, en términos aún
más francos de desaprobación.
Mientras que mi correspondencia ha sido inspirada en el sincero
deseo de procurar un inmediato cese de hostilidades, desde que preveo
que el traslado de las negociaciones a Río de Janeiro causará una demora
de dos o tres meses, estoy, sin embargo, obligado a admitir que la réplica
del señor Balcarce a la de V.E. del 24 de mayo, es calculada para poner
en dudas al gobierno del Brasil, y tengo la esperanza que V.E., insistirá
en la necesidad que existe de que la república disipe cualquier mal
entendido enviando, cuanto antes, un plenipotenciario a Río de Janeiro.
Estoy convencido que es nuestro deber apurar la firma de una
convención preliminar que será seguida de un inmediato cese de hostili-
dades, sin detenemos a averiguar nada respecto ala fecha o modo de erigir
a la Banda Oriental en estado independiente. Cuanto más de cerca
examinemos este asunto, más lejos estaremos de adelantar los intereses
de Gran Bretaña, y sin esperanza como es la tentativa de traer a los
beligerantes a ponerse de acuerdo sobre la dicha cuestión, todo tenemos
que temerlo de ligar con ella la continua interrupción de nuestro comer-
cio.
No viene al caso ahora argumentar para probar de qué lado la buena
o mala fe predomina. En mi opinión, si se llegara a una tregua de las
hostilidades, ellas nunca se reanudarían y ambas partes se guiarían por los
consejos del poder mediador para proveer medios de asegurarla indepen-
dencia de la disputada provincia.
Lejos de atender, al presente, dudas y cavilaciones sobre el punto,
repito que nuestro deberes, sencillamente, procurar el cese de hostilida-
des y dejar lo demás a la negociación de un tratado definitivo. El
emperador sostiene su promesa de conceder la independencia a la Banda
Oriental. Que larepública, bajo este concepto, mande un plenipotenciario
La Misión Ponsonby
303
a firmar una convención por la cual S.M. no pueda retractarse.
Gran Bretaña ayudará a concertar arreglos ulteriores, hecho que
debiera considerarse como suficiente garantía para el más sagaz republi-
cano u orientalista.
He hecho todo lo posible para conse guir que la convención preliminar
se firme en Montevideo; pero, habiendo fracasado, comprendo que
nuestro interés en este asunto de ningún modo avanzará por entrar en
polémicas y confío que, sin encontrar necesario comunicar la naturaleza
de mi alegación con este gobierno, V.E. conseguirá que el gobierno de
Buenos Aires despache, sin pérdida de tiempo, un plenipotenciario a Río
de Janeiro.
Tengo el honor, etcétera. — (firmado) R. Gordon.
A S.E. lord John Ponsonby, etcétera.
GORDON A PONSONBY
Río de Janeiro, mayo 17 de 1828. Excmo. señor: Tengo el honor de
enviara V.E. la narración que el señor Fraser hace de su misión a la Banda
Oriental, en la que tengo el placer de decir que aquel caballero se ha
desempeñado perfectamente. Tengo el honor de ser, etcétera. —
(firmado) R. Gordon.
A S.E. lord Jolin Ponsonby, etcétera.
GORDON A ARACATY
Río de Janeiro, mayo 21 de 1828. Excmo. señor: Si el infrascrito,
etcétera, vuelve a referir la nota de S.E. el marqués de Aracaty, etcétera,
del 17 del corriente, no es con el propósito de refutar los argumentos con
que S.E. ha tenido a bien defender la determinación de S.M.I. al declinar
304
Luis Alberto de Herrera
el cumplimiento de lo que se prometió por los cinco artículos de las bases,
del 18 de febrero. El infrascrito comprende toda la inutilidad de tal
propósito; pero se ve obligado a tomar nota de la forma en que ciertas
expresiones de su nota del 27 último han sido mal interpretadas por el
marqués de Aracaty. Nunca se reconoció en esta nota que el emperador
tuviera justa razón de estar disgustado (u ofendido) por la contestación
dada por el gobierno de Buenos Aires, si se referían los términos, “no
considerándola de ningún modo explícita y en armonía con los sentimien-
tos que animan a SM.I.” . absolutamente a las opiniones del que firma.
Después de dar una explicación del fundamento erróneo de las observa-
ciones del señor Balcarce, todo lo que el infrascrito dijo sobre esas
observaciones fue como sigue: “No le sorprende advertir, por la nota del
marqués de Aracaty, que S.M.I. está descontento con la contestación dada
por el gobierno de Buenos Aires sobre el asunto de la pacificación, no
considerándola S.M.I. de ningún modo explícita y en armonía”, etcétera.
Al hacer uso de las últimas expresiones, el infrascrito someramente
traducía, en su nota del 27 de ab 1, el sentido de lo que se había alegado
por el marqués de Aracaty, en la r rta de S.E. del 25 del mismo mes, a la
cual el infrascrito contestaba, no ciertamente con miras de estigmatizar
al gobierno de Buenos Aires, sino, más bien, para explicar y disculparlo.
En la seguridad de que el marqués de Aracaty se apercibirá de lo
impropia que ha sido la construcción dada a las palabras usadas por el
infrascrito, sólo se referirá, en contestación a la parte de la nota de S.E.
del 17 del corriente que hace alusión a la intervención de los plenipoten-
ciarios de S.M.B.
No puede dudarse, en cuanto al celo que ha impulsado y que continúa
impulsando los esfuerzos de esos plenipotenciarios, a fin de que su in-
tervención resulte benéfica a la causa de la paz. Pero, después que
proposiciones firmadas fueron confiadas de parte del Brasil al infrascrito,
como ministro mediador; después de haber sido trasmitidas por él a
Buenos Aires y ser aparentemente aceptadas por el gobierno de aquel
país, cuando el hecho había sido comunicado al gobierno del Brasil en sus
varias comunicaciones del 21 y 27 de abril y 14 y 17 de mayo, el abajo
firmado no se hallaba preparado a ver su mediación desacreditada y de
La Misión Ponsonby
305
cierto modo desautorizada por el presente abandono, por el Brasil, de
cualquiera de los artículos de sus proposiciones originales, retirada que
ninguna expresión, de clase alguna, del señor Balcarce a lord Ponsonby,
puede justificar.
En la opinión del infrascrito es irrisorio decir, ahora, que se fundan
favorables perspectivas en la eficacia de la mediación británica; ni puede
él, después de lo sucedido, concebir cómo al gobierno de Buenos Aires
se le puede inclinar a reconocer la saludable influencia de esa mediación,
de la manera mencionada por el marqués de Aracaly.
Si las proposiciones que fueron firmadas por S.E. y confiadas al
infrascrito el 18 de febrero, hubieran quedado en manos de los ministros
mediadores de Inglaterra, para obrar según ellas, en vez de ser revocadas
por el marqués de Aracaty,por su nota del 23 de abril, hay fundada razón
para creer que una convención preliminar de paz se podría haber firmado
en Montevideo en el curso del mes de junio.
Sólo resta al infrascrito el expresar sus más ardientes deseos por que
el mismo y deseado objetivo no sea indefinidamente retardado. El que
suscribe, etcétera. — (firmado) R. Gordon.
A S.E. el marqués de Aracaly, etcétera.
CORDON A ARACATY
Río de Janeiro, junio 4 de 1828. El que suscribe, E.E. y P. de S.M.B.,
ha recibido órdenes expresas de su gobierno de dirigir una formal
representación a S.E. el marqués de Aracaty, etcétera, respecto a la actual
ineficacia del troqueo del Río de la Plata, por las fuerzas navales del
Brasil.
Al desempeñar este cometido, confía que una justa estimación, por
parte del gobierno brasileño, de la generosa tolerancia que ha caracteri-
zado la neutralidad de Gran Bretaña, durante el conflicto existente entre
este país y Buenos Aires, evitará la posibilidad de cualquier apreciación
306
Luis Alberto de Herrera
equivocada sobre los motivos en virtud de los cuales aquellas órdenes lian
sido impartidas.
Recordando, también, las observaciones que, anteriormente, tuvo el
honor de elevar al marqués de Aracaty, sobre el mismo asunto, el que
suscribe confía que el gobierno brasileño no se sorprenderá de saber,
ahora, que el rey, su señor, tiene la firme determinación de no consentir
más que sus súbditos sufran, a consecuenciade un bloqueo que no se hace
efectivo y que, por tanto, es ilegítimo, por la irregularidad con que se
practica.
Aunque profundamente afectara a S.M. el peijuicio originado a una
porción importante de sus súbditos, por el bloqueo del Río de la Plata, él
no vaciló en reconocerlo, en tanto pareció ser una derivación necesaria
del justo ejercicio del derecho de los beligerantes.
S.M., como neutral, siempre ha respetado esos derechos, cuyo ejerci-
cio ha reclamado en ocasiones anteriores y reclamaría otra vez; pero la
generalidad debe ser la característica de un bloqueo y, si cierta clase de
barcos pueden violarlo con impunidad, resulta ineficaz contra el belige-
rante y puede, por tanto, ser rechazado por el neutral.
Las quejas de los comerciantes ingleses, han sido acompañadas,
desde el principio, por informes dirigidos a probar que el bloqueo, que
tanto daño les causaba, ni era bastante activo, m uniformemente mante-
nido, para hacer incuestionable su validez.
Pero, contrario S.M. a proceder en asunto de tanta trascendencia, a no
ser sobre terreno firme, y resuelto a no rehusar a otros poderes el completo
beneficio de una acción, cuya aplicación él siempre había reclamado en
su propio favor, se ha abstenido de insistir sobre un punto sobre'el cual
dudas razonables podrían alentarse.
Sin embargo, lo que al principio fue motivo de dudas, se ha hecho,
desde entonces, cierto y aunque es imposible fijar, con exacta precisión,
el número de barcos que han eludido hasta el presente a la escuadra
brasileña, sin embargo, se ha demostrado, con pruebas auténticas, que ese
número ha sido tan grande, al extremo de hacer, en conjunto, inútil el
bloqueo.
La Misión Ponsonby
307
No cabe la menor duda de que la fuerza empleada por S.M.I. es
ampliamente suficiente para cumplir sus objetivos; pero, debido a algu-
nas causas, en cuyo examen no es propósito del que suscribe entrar, el
comercio del Río de la Plata está virtualmente abierto a buques de ciertas
condiciones y dispuestos a correr ciertos riesgos, y completamente
cerrado a los barcos ingleses de comercio, que tienen mayor calado y
navegan con más cuidado por prudentes consideraciones.
La protección que el rey de Inglaterra debe a sus súbditos, no le
permite resignarse al sacrificio de su comercio, por una medida que no es
aplicable, por igual, a la navegación comercial de todas clases y de todas
las banderas.
S.M. respetará un bloqueo, así uniformemente sostenido, pero su
almirante ha recibido órdenes de proteger al comercio inglés contra los
efectos de una parcial y, por tanto, injusta exclusión.
El que suscribe, encarecidamente pide a S.E. el marqués de Aracaly
que someta esta reclamación a la inmediata consideración de S.M.I., no
dudando que, si es la intención de S.M.I. continuar el bloqueo, se
adoptarán inmediatamente medidas para cambiar su carácter presente y
hacerlo más uniformemente eficiente; y, no ocurriendo así, el almirante
británico se verá en la necesidad de dar inmediato cumplimiento a las
instrucciones que ya están en su poder, a fin de obtener una justificada
protección para el comercio, tanto como para los derechos legales, de los
súbditos de S.M.B.
El que suscribe tiene el honor, etcétera. — (firmado) R. Gordon.
A S.E. el marqués de Aracaty, etcétera.
GORDON A DUDLEY
Río de Janeiro, junio 6 de 1828. Excmo. señor: No he demorado en
poner en ejecución las instrucciones contenidas en el despacho n s 16 de
V.E., relativo al bloqueo del Río de la Plata, y confío que la reclamación
308
Luis Alberto de Herrera
dirigida a este gobierno, de la cual tengo el honor de incluir una copia, a
la vez de recapitular exactamente las razones articuladas por V.E., será
juzgada de acuerdo con las relaciones amistosas existentes entre S.M. y
el emperador del Brasil.
Cuando el almirante Otway retome al puerto, me pondré en comuni-
cación con él, a fin de concertar ulteriores medidas, en conformidad con
la actitud que este gobierno pueda adoptar, a consecuencia de mi
reclamación.
Soy con gran sinceridad y respeto, etcétera. — (firmado) R. Gordo n.
A S.E. el conde Dudley, etcétera.
GORDON A DUDLEY
Río de Janeiro, junio 18 de 1828. Excmo. señor: Mientras que es de
presumir que la representación que por deseo de V.E., ha hecho a este
gobierno respecto a la ineficacia del bloqueo del Río de la Plata,
provocará su total abandono, es justo declarar que el sistema de corsarios
ha llegado al colmo y que continuará así, tan ilegalmente mantenido por
el lado de Buenos Aires.
Sería tan fácil al Brasil prometer someterse a la ley a vigorizar, como
se debe, sus derechos de beligerante, como ha sido para Buenos Aires
formular promesas similares respecto a los corsarios. Por igual, la
incapacidad de ambas partes, para cumplirlo, es igualmente evidente.
Los comerciantes británicos en ésta están exasperados más allá de lo
imaginable, por el despojo de sus mercaderías, que continúa practicándo-
se por los corsarios, casi a la vista de este puerto.
De esta manera, el George Corning y El iza, buques mercantes han
sido detenidos y saqueados, y sus patrones maltratados, este último mes.
El final del Clorinda habrá sido comunicado por el cónsul de S.M., y de
la captura del Néstor ya enteré a S.E. Si el bloqueo se levanta antes de que
se haga la paz, este merodeo de los corsarios aumentará a un grado
La Misión Ponsonby
309
enorme y los medios y recursos de Buenos Aires para ir contra los
brasileños, se doblarán, mientras que nosotros habremos arrancado de
manos del último la única arma eficaz que hasta ahora ha podido esgrimir,
con buen éxito, contra su enemigo.
Me tomo la libertad de someter estas indicaciones a la consideración
de V.E., en el caso de que la guerra continúe.
Tengo, etcétera. — (firmado) R. Gordon.
A S.E. el conde Dudley, etcétera.
PONSONBY A DUDLEY
Buenos Aires, junio 22 de 1 828. Excmo. señor: El señor Gordon habrá
informado a V.E. de que S.M.I. desea entrar en negociaciones en Río de
Janeiro, en vez de Montevideo, y yo debo hacerle saber que este gobierno
ha consentido.
A fin de dar a V.E. la impresión más clara, y creo que la más breve,
de lo sucedido aquí, adjunto un memorándum de mi conversación con
S.E. el gobernador, mi nota oficial, como resultado de ella y la respuesta
del gobierno.
Mi nota consiste, principalmente, en un extracto de una carta del
marqués de Aracaty, al señor Gordon, de cuyo extracto también le envié
al gobernador una copia, privadamente, en portugués.
He optado por este procedimiento, a fin de evitar toda responsabili-
dad en cuanto a la acepción del concepto “independencia”, que, como
V.E. lo verá, S.M.I. promete otorgar y cuya promesa la toma este
gobierno como razón para mandar plenipotenciarios a Río de Janeiro.
Sé lo que aquí se entiende ser el significado de esa palabra, pero
mucho me temo que el emperador la entienda de manera muy diferente.
Consideré acertado mantenerme alejado, por el momento, de esta
probable dificultad, e liice todo lo posible para procurar un principio de
310
Luis Alberto de Herrera
negociación, lo que considero una cosa muy útil en las presentes circuns-
tancias.
Las manifestaciones del gobernador en esta conversación conmigo,
demuestran que él no está en error, en cuanto a las intenciones del
emperador sobre un punto, y creo que está convencido por la evidencia,
emanada de una multitud de versiones procedentes de Río, de que el
gobierno brasileño piensa cualquier cosa antes que en un arreglo que bajo
el nombre de independencia, dejara a la provincia Oriental sustancial-
mente libre de toda intervención de la autoridad del emperador en sus
asuntos.
El gobernador declara haber obrado, al acceder al envío de la misión
a Río, principalmente con el deseo de mostrar su deferencia a los consejos
del gobierno de S.M. y para probarle que anhela una paz en los términos
que él considera justos y honorables; y yo debo agregar que él, ha hecho,
en efecto, todo lo que se me ha ordenado proponerle sobre la cuestión.
Mis instrucciones no van más allá de recomendar la base sobre la
independencia. V.E. tendrá la bondad de observar que, en mi conversa-
ción, tomé la precaución de dejarle entender indirectamente al gobema- %
dor que lo consideraba comprometido, ante el gobierno de S.M., a
cumplir sus promesas y a continuar la política que él había autorizado al
ministro mediador a comunicar a la otra parte que era la política del
gobierno republicano.
Soy de opinión que el gobernador cumplirá sus compromisos, a
menos que el gobierno brasileño le dé una fácil oportunidad de escaparse
de ellos. En este momento, le interesa hacer la paz sobre la base propuesta
y pienso que podría rechazarla sin arriesgar su propia caída; pero V.E.
sabe que él era violentamente contrario a la independencia de la Banda
Oriental y con cuánta dificultad fue llevado a dar un abierto asentimiento
a esta fórmula.
La perspectiva de éxito de las operaciones militares, no dudo que lo
entusiasmará y lo dispondrá a volver a sus viejas doctrinas, si puede.
Los sucesos producidos últimamente por Fructuoso Rivera (hasta
hace poco un desterrado y al margen de la ley) y el establecimiento de este
La Misión Ponsonby
311
hombre en el poder, en los sitios donde ahora está, han aliviado al
gobernador de la presión que la política y autoridad de Lavalleja le
impusieran; pero todavía espero que será obligado a hacer de la indepen-
dencia de la provincia la base de su gestión.
V.E. puede estar seguro de que, lejos de estar inclinado a pactar lapaz
sobre condiciones inferiores, este gobierno está preparando medidas que,
si tienen éxito, le harán agradecer al emperador poder obtenerlas.
La fuerza doméstica del gobierno ha aumentado considerablemente
frente a sus adversarios internos, cuya real debilidad se ha puesto de
manifiesto en diversas formas, aunque ellos son, todavía, bastante activos
y vigorosos para poder dar una ventaja decidida a cualquier otro partido
que pueda atacar la autoridad del gobierno con firmeza.
Al presente, por lo tanto, creo que, el gobierno puede disponer de casi
todos los recursos del país, y seguramente quedan en él recursos no
desdeñables.
La fracción que acabo de mencionar, ha estado y está haciendo
empeños para producir anarquía en el ejército de Lavalleja.
El gobernador conoce el plan y sus agentes, pero no se puede asegurar,
positivamente, que se esforzará en proteger a Lavalleja, a quien él teme.
Sin embargo, le ha comunicado estos hechos a aquel general.
El gobierno ha comprado un barco francés, que puede ser armado con
veintidós cañones. Está siendo preparado como corsario. Creo que hay
ahora más o menos veinte corsarios en el mar, después de la última
pérdida de uno o dos, por haber encallado y caído en manos del enemigo.
Se esperan considerables aumentos, para esta fuerza, de Norteaméri-
ca, y, también, barcos británicos comprados con este propósito. Un gran
número de embarcaciones ha sido preparado para desembarcar tropas.
El ejército ha sido considerablemente aumentado y el señor López,
gobernador de la provincia de Santa Fe, quien manda en jefe (con
Fructuoso Rivera como segundo) lo que ellos llaman el ejército del Norte,
está destinado a ejecutar parte de un gran plan de operaciones contra el
enemigo.
312
Luis Alberto de Herrera
Creo que el plan consiste en barrer las provincias del Sur del imperio,
y tratar de penetrar hasta San Pablo, provincia que ha sido especialmente
trabajada por los enemigos secretos del emperador, para cooperar, con los
republicanos, en contra de su soberano.
Es innecesario que destaque el gran cambio que la conquista de las
Misiones puede originar en el desarrollo de las negociaciones, pero
confío que V.E. me dará instrucciones al respecto.
He detenido el paquete toda la semana, esperando la decisión del
gobierno sobre la partida de los plenipotenciarios, quienes habían acor-
dado que se embarcarían en él para Río.
Ahora, estoy infonnado de que no partirán y lie fijado para hoy su
salida.
Tengo el honor de adjuntar una copia de mi carta al señor Gordon, con
fecha 1 8 de junio, tocante a la misión a Río, la que puse en conocimiento
del gobernador.
Tengo el honor de saludar a V.E., etcétera. — (firmado) John Pon-
sonby.
A S.E. el cari de Dudley, etcétera.
GORDON A DUDLEY
Río de Janeiro, julio 12 de 1828. Excmo señor: Es muy notable que
mientras he tenido que hacer presente a este gobierno que el bloqueo del
Río de la Plata, como se ha llevado hasta ahora, no puede ser respetado
por más tiempo por el gobierno de S.M., ha circulado en Río de Janeiro
una comunicación oficial del gobierno de Francia, declarando la validez
efectiva de aquel bloqueo.
Tengo el honor de incluir para V.E. un diario que contiene el despacho
del ministro de comercio francés, al efecto. Hasta ahora, lie insistido en
La Misión Ponsonby
313
vano, tanto verbalmente como por carta, para obtener contestación a mi
nota del 4 de junio. Esto es, sin duda, atribuible a la confiada expectativa
que se ha tenido de la llegada de los plenipotenciarios de Buenos Aires,
con quienes el emperador ha determinado, positivamente, fímiar los
preliminares. Se anunciaron en el paquete Wellington, que desgraciada-
mente ha llegado sin ellos.
Digo “desgraciadamente”, porque las resoluciones del emperador
pueden fluctuar, mientras que ahora están firmes a causa del pánico
causado por la última insurrección de los alemanes y de su deseo de
reconciliar a la opinión pública.
V.E. sabrá, por lord Ponsonby, que los plenipotenciarios deben llegar
en el próximo paquete de Buenos Aires, y como la negociación pro paz
debe, en consecuencia, empezarse a principios de agosto, confio que V.E.
aprobará que previamente yo no pida al almirante Otway que levante el
bloqueo, pues hacerlo completamente eficiente está m ás allá del poder de
la armada brasileña.
De otro modo, el gobierno de Buenos Aires no se vería inducido a
hacer la paz y el Brasil se hallaría a su merced, al tratar con ellos; mientras
que el conocimiento de que nuestro almirante debe efectivamente cum-
plir sus instrucciones, necesariamente detendrá cualquier pretensión
injusta, la que se sospecha pueda tener S.M.I., respecto al destino futuro
de la Banda Oriental.
No diré que el emperador no haya dado motivo a sus enemigos para
sospechar tales intenciones y del significado que S.M.I. pudiera querer
dar a la palabra independencia; pero sinceramente afirmo que, si hubieran
llegado aquí los plenipotenciarios de Buenos Aires durante los últimos
seis meses, se habrían firmado preliminares de paz a satisfacción de todas
las partes y, en consecuencia, nunca podré dejar de lamentarlo suficiente,
que tanto tiempo se haya perdido en previas discusiones especulativas.
Tengo, etcétera. — (firmado) R. Gordon.
A S.E. el conde Dudley, etcétera.
314
Luis Alberto de Herrera
PONSONBY A DUDLEY
Buenos Aires, julio 12 de 1828. Excmo. señor: El memorándum
adjunto, sobre una conferencia mantenida con S.E. el gobernador, infor-
mará a V.E. de lo principal de las instrucciones a que los plenipotenciarios
deben sujetarse en Río de Janeiro.
El gobernador se ha apartado de su anterior compromiso conmigo;
pero no creí bien oponerme a lo que él ha propuesto, aunque es evidente
su intención de procurar el afianzamiento de su influencia sobre toda la
provincia Oriental y su ulterior anexión a la república.
Es innecesario molestar a V.E. con un detalle de los medios que
probablemente empleará el gobernador para llevar a cabo tal propósito;
baste decir que sería por medio de Fructuoso Rivera, a quien él cree poder
habilitar para derribar al general Lavalleja, inmediatamente después de
la conclusión de la paz que ahora él ha propuesto.
Mi opinión es que el gobernador no tendría éxito; pero creo que S.M.I.
debe hacer la paz en cualquier forma. Está demostrado que él no ha hecho
ninguna impresión sobre este país por la guerra, que lo coloca en tantas
dificultades y, agregaré, peligros.
Su mejor arma, hasta ahora, ha sido el bloqueo, pero aun éste está a
punto de ser inutilizado, o muy debilitado, por los establecimientos
creados en Salado y Bahía Blanca.
Las instrucciones ahora impartidas, contienen mejoras.
Parecen dar una capa para disimular, un poco, el abandono, por parte
del emperador, de la Banda Oriental; también cubren el abandono, por el
gobernador, de sus viejas declaraciones parlamentarias y públicas contra
la separación de la provincia Oriental de la república y su independencia
y pueden ayudarle a justificar sus medidas pacíficas, con más fuerza,
contra los ataques de sus adversarios de esta ciudad.
El partido que ha apoyado al emperador en Montevideo, etcétera,
posiblemente verá en la presente fórmula una mayor oportunidad de
mantener su influencia y, finalmente, el artículo que estipula el retiro del
La Misión Ponsonby
315
ejército republicano detrás del río Uruguay, elimina, por el momento,
toda cuestión referente a las Misiones, recientemente conquistadas, de la
cual yo temía derivaran dificultades actuales y considerables.
El despacho de V.E. (N 2 5) acompañándome su despacho (N 2 17),
para el señor Gordon, que confirma las instrucciones originales del
gobierno de S.M., aprobando la separación de la provincia en disputa del
dominio de ambos beligerantes, pero, al mismo tiempo, reiterando el
deseo del restablecimiento de la paz, garantirán completamente, creo, los
pasos que he dado y que espero serán aprobados por el gobierno de S.M..
Tengo el honor de saludar a V.E., etcétera. — (firmado). Ponsonby.
A S.E. el earl de Dudley, etcétera.
GORDON A DUDLEY
(Extracto de carta) Río de Janeiro, julio 12 de 1828. V.E. será
informado por lord Ponsonby de que los plenipotenciarios llegarán en el
próximo paquete procedente de Buenos Aires, en consecuencia, las
negociaciones de paz se iniciarán a principios de agosto. Confío que V.E.
aprobará que yo no haya ordenado previamente al almirante Otway la
ruptura del bloqueo, porque mantenerlo completamente eficiente está
más allá del poder de la armada brasileña.
De otro modo, el gobierno de Buenos Aires no tendría empeño en
hacer la paz y, en la negociación con él, el Brasil quedaría a su merced;
mientras la certidumbre de que nuestro almirante deberá eventualmente
cumplir sus instrucciones, necesariamente desvanecerá cualquier injusta
pretensión que se sospeche abrigue S.M.I. con respecto al destino futuro
de la Banda Oriental.
(firmado)/?. Gordon
316
Luis Alberto de Herrera
PONSONBY A DUDLEY
Buenos Aires, julio 24 de 1828. Excmo. señor: Ayer entregué la carta
de S.M. comunicando a S.E. el gobernador mi retiro de esta misión.
Me recibió con toda la ceremonia calculada para mostrar su respeto
a S.M. el rey. Todas las autoridades y funcionarios fueron invitados y
asistieron a la audiencia. Hubo una guardia de honor y saludos de la
fortaleza, a mi llegada y partida.
Dirigí una alocución a S.E., tan concisa como pude, dentro de lo
correcto, evitando, cuidadosamente, mezclar la política. S.E. contestó en
los términos correspondientes.
V.E. encontrará una descripción ce la ceremonia, y también el
discurso del gobernador, en el diario adjunto, con una traducción del mío.
Obedeciendo a las órdenes de S.M., presenté al señor Parish como
encargado de negocios de S.M. Tengo el honor de saludar a V.E.,
etcétera. — (firmado) John Ponsonby.
A S.E. el cari de Dudley, etcétera.
GOUDON A ABERDEEN
Río de Janeiro, agosto l 9 de 1828. Excmo. señor: En mi despacho
n 9 63, a earl Dudley, tuve el honor de manifestar que, en virtud de estar
próximas las negociaciones de paz entre el Brasil y Buenos Aires, no creía
acertado que el almirante Otway llevara a efecto sus instrucciones,
motivadas por la conlir.uada ineficacia del bloqueo del Río de la Plata.
Tengo, ahora, el honor de acompañar a V.E. una copia de la caria que,
sobre el asunto, he dirigido al almirante Otway. He creído que era mi
deber escribirla, desde que, hasta el momento presente, el gobierno
brasileño no ha juzgado oportuno darse por informado de mi nota del 4
de junio.
La Misión Ponsonby
317
Al mismo tiempo, corresponderá a lord Ponsonby determinar con el
almirante Otway, luego de tomar en debida consideración las perspecti-
vas que ofrezcan las próximas negociaciones, basta dónde será conve-
niente adoptar la actitud que se recomienda en la carta adjunta.
Tengo el honor, etcétera. — (firmado) R. Gordon.
A S.E. lord Aberdeen, etcétera.
GORDON A OTWAY
Río de Janeiro, agosto l g de 1828. Señor almirante: Como todos los
días se espera la llegada de los plenipotenciarios de Buenos Aires y como
puede suponerse que esto lleve a una pronta terminación de la guerra, he
considerado que cualesquiera actitud que pueda usted tomar, en este
momento, respecto al bloqueo del Río de la Plata, podría hacer peligrar
el buen éxito de la negociación a iniciarse y frustrar, así, el objeto
principal del gobierno de S.M.
Al mismo tiempo, si no hubiera perspectiva de suscribir los prelimi-
nares hacia el fin de este mes y si la información que usted reciba del Río
de la Plata evidencia satisfactoriamente que el bloqueo no ha adelantado
en rigor, a consecuencia de mi nota del 4 de junio, no vacilo en manifestar
que no se debe permitir, por más tiempo, que se intercepte el comercio
británico, y que creo habrá llegado la hora de que usted haga efectivas las
instrucciones que ha recibido, a fin de dar justa protección a nuestro
comercio con Buenos Aires.
Las razones que he tenido el honor de exponer más arriba, para aguar-
dar, hasta fin de este mes, el resultado de las tralalivas preliminares de
paz, me inducen a aconsejar que las medidas que usted crea convenien-
te adoptar, en cuanto al bloqueo, no deben hacerse públicas hasta que
aquel momento haya llegado.
Tengo el honor, etcétera. — (firmado) R. Gordon.
A S.E. el vicealmirante R.W. Otway, etcétera.
318
Luis Alberto de llen era
GORDON A ABERDEEN
Río de Janeiro, agosto 1- de 1828. Excmo. señor: Habiendo manifes-
tado a lord Ponsonby, hace algún tiempo, que yo volvería a Inglaterra a
fines del mes de julio, he recibido noticia de S.E. de su intención de salir
de Buenos Aires el 19 de ese mes, con el propósito de cumplir sus
funciones como ministro británico ante esta corte.
Deploro muchísimo que el objeto por el cual mi permanencia se
prolongó en este país, no se haya coronado previamente a mi partida; pero
no deja de satisfacerme el enterar a V.E. que mi ausencia, en las actuales
circunstancias, no puede ser perjudicial al servicio de S.M., desde que en
nada puede progresar en sentido de la paz con Buenos Aires hasta la
llegada de los plenipotenciarios de allí; y como lord Ponsonby llegará a
Río de Janeiro más o menos al mismo tiempo que ellos, los beneficios a
esperarse de la mediación de un ministro británico se hallarán perfecta-
mente asegurados con la presencia de S.E.
Presentaré a S.M. mi carta de retiro el 3 del corriente y zarparé el 5 en
el buque de S.M. Bíossom, habiendo presentado previamente al señor
Aston, como encargado de negocios hasta la llegada de lord Ponsonby.
Tengo el honor, etcétera. — (firmado) R. Gordon.
A S.E. el conde Aberdeen, etcétera.
PONSONBY EN RIO
PONSONBY A BALCARCE Y GUIDO
Río de Janeiro, agosto 20 de 1828. El infrascrito, enviado extraordi-
nario y ministro plenipotenciario de S.M.B., tiene el honor de acusar
recibo de una carta, fechada el 20 de agosto, de SS.EE. el general Balcarce
y el general Guido, ministros plenipotenciarios de la república de las
La Misión Ponsonby
319
Provincias Unidas del Río de la Piala, por la cual solicitan ser informado
si el infrascrito, en su calidad oficial, puede garantir el cumplimiento de
las condiciones que se estipularan en un acuerdo preliminar o tratado
definitivo de paz.
En respuesta, el infrascrito tiene el honor de comunicarles que no
tiene autorización de su gobierno para contraer ningún compromiso de
garantía de ninguna convención preliminar o tratado definitivo de paz, y
se permite referir al conocimiento de S.E., el general Balcarce de que,
cuando el infrascrito tuvo el honor y el placer de desempeñar la misión
de representante británico en Buenos Aires, se hallaba en posición
similar.
El infrascrito acompaña a esta nota una carta, en respuesta a ciertas
preguntas formuladas por SS.EE. sobre la cuestión de las garantías reales
o aparentes, a establecer para el estricto cumplimiento de las condiciones
tales como la evacuación de las fortalezas en la Banda Oriental, que
puedan ser convenidas entre los beligerantes. El infrascrito, etcétera -
(firmado) John Ponsonby.
A SS.EE. los ministros plenipotenciarios de la república de la Piala.
PONSONBY A ABERDEEN
Río de Janeiro, agosto 20 de 1828. Excmo. señor: Tengo el honor de
enterar a V.E. de mi llegada aquí y de que S.M.I. ha fijado el 21 del
corriente para la recepción de la carta credencial de S.M.
Tendré oportunidad de remitir un despacho a V.E., el 24, por el B ti ton,
buque de S.M., y entraré al asunto de las negociaciones de paz pendientes.
No puedo, por ahora arriesgar más que mi esperanza de un favorable
resul.r.Jo en ese asunto. Los plenipotenciarios de Buenos Aires, hasta
ahora, se han conducido con gran prudencia y moderación y parecen
haber resultado personalmente muy agradables alos miembros indicados
para tratar con ellos. Espero que hagan tanto como sea probable reciba
320
Luis Alberto de Herrera
ratificación en Buenos Aires.
En consecuencia de la rápida y efectiva ayuda prestada por el
vicealmirante sir Robert Otway, en tiempo de los peligrosos disturbios
ocurridos en esta ciudad, S. M. I. ha manifestado gran consideración
hacia ese distinguido.
S.M.I, después de mi llegada aquí, ha llamado al almirante a su
presencia, quien me dice que nota en el emperador disposición a arreglar
todo en conformidad con los deseos de nuestro soberano.
El almirante ha hecho todo para demostrar su respeto por el cargo con
que tengo el honor de hallarme investido por S.M., y tengo la seguridad
que me prestará gran ayuda con S.M. I. en el cumplimiento de mi deber.
Remito una copia de una carta particular mía al gobernador de Buenos
Aires, escrita con la esperanza de inducirlo a abandonar todos los planes
revolucionarios que más o menos ha apoyado. La paz será el mejor re-
medio para los descontentos y la más segura derrota del partido discon-
forme de aquí, pero no despreciaré paso alguno que crea necesario para
ese propósito.
El barón Mareschal me dijo que S .M.I. no cree aún en la existencia de
ningún plan contra su gobierno e imagina que yo, o alguien más, inventó
un cuento para intimidarle. Tal vez la apreciación del barón, en cuanto a
la opinión actual de S.M.I. en este punto, no sea del lodo cierta. Creo que
es de poca importancia establecerlo, ahora. Tengo el honor, etcétera. —
(firmado) John Ponsonby.
A S. E. lord Aberdeen, etcétera.
PONSONBY A ABERDEEN
Río de Janeiro, agosto 21 de 1828. Excmo. señor: Fui recibido, en
audiencia, esta mañana, y entregué la carta credencial de S.M. a S.M.I. el
emperador, quien tuvo a bien recibirme muy cordialmente. Tengo el
honor, etcétera. — (finnado) John Ponsonby.
La Misión Ponsonby
321
A S.E. lord Aberdeen, etcétera.
rONSONBY A PARIS1I
Río de Janeiro, agosto 27 de 1828. A S.S. Woodbine Parish, etcétera
— Buenos Aires — Señor: Adjunto una copia del acuerdo preliminar que
ha sido convenido entre los plenipotenciarios de la república Argentina
y los plenipotenciarios de S.M. el emperador del Brasil.
Ha habido grandes dificultades que vencer para llegar a feliz término,
derivadas de la naturaleza misma del asunto; pero ellas han sido final-
mente resueltas por la moderación y sabiduría de los ministros a quienes
esa delicada misión fue confiada.
El marqués de Aracaty me ha asegurado que su gobierno ha cedido en
muchos puntos de esa convención, accediendo a los deseos del gobierno
de S.M. y él, insistentemente, me pidió que le diera seguridades de que
el gobierno de la república confirmaría el acto de sus plenipotenciarios.
Le contesté que yo no podía responder por la conducta de los demás, pero
que tenía plena confianza en la buena fe de S.E. el señor Dorrego, que
especialmente me había prometido sancionarlo que los plenipotenciarios
de la república convinieran.
En aquella ocasión, manifesté a S.E. el señor Dorrego que yo con-
sideraba a su gobierno y a ambos beligerantes (que había deseado y
aceptado la mediación de S.M. ), obligados, por un compromiso de honor,
a cumplir con escrupulosa exactitud todos los convenios a que arribaran
con el ministro de S.M. y que cualquier desviación, fuere cual fuese el
pretexto que se alegare, de esos acuerdos, se convertiría en causa del más
serio conflicto entre el gobierno que los violara o tratara de eludirlos y
S.M. el rey de Inglaterra.
El marqués se declaró satisfecho y me manifestó que confiaba en el
gobierno republicano y que, por su parte, el gobierno imperial cumpliría,
con la más estricta fidelidad, sus compromisos.
322
Luis Alberto de Herrera
Ruego a S.S. que explique, detenidamente, todo esto a S.E. el go-
bernador, haciéndole notar la responsabilidad que lie contraído sobre mí,
proveniente de mi absoluta confianza en su proceder, basada en el
conocimiento que de él lie adquirido. No será necesario insistir demasia-
do, al hablarle sobre el seguro desagrado que se produciría entre Gran
Bretaña y Buenos Aires, si el gobierno republicano cayera en la tentación
de separarse del espíritu de sus promesas, lo que — debo advertirlo —
sería considerado como un insulto por el gobierno británico, pues el señor
Dorrego, con su innata perspicacia, abarcará todas esas eventualidades.
Las consideraciones establecidas y adoptadas en esta convención, son
de tal naturaleza que la república puede estar orgullosa de haberlas
obtenido y el gobierno que ha logrado alcanzarlas merece la eterna
gratitud de su país.
Puedo afirmarle, con seguridad, que el emperador sólo necesita la
adopción de una medida muy sencilla y fácil para asumir una posición
beligerante muy distinta a la mostrada, hasta ahora, en su contienda con
la república, porque, con sólo gastar una pequeña parte de sus recursos
pecuniarios está en condición de procurarse buenos oficiales, que puede
encontrar en crecido número; y yo agregaré que S.M.I. está enterado de
la necesidad de adoptar esa medida.
Opino, por consiguiente, que la paz debe ser hecha ahora o, de lo
contrario, la república tendrá que encarar dificultades un millar de veces
mayores que las que hasta ahora se le han presentado. Algunos trabajos
se han hecho aquí para convencer de que la escuadra francesa estaba
próxima a forzar el bloqueo del Plata, a consecuencia de las diferencias
surgidas entre el gobierno francés y el de S.M.I. por cuestiones relacio-
nadas con fletes marítimos, etcétera. Debo, por lo tanto, comunicarle que
esas diferencias han sido resueltas y que el gobierno imperial ha conve-
nido en pagar la cantidad pedida por Francia como compensación,
etcétera.
El hecho es que los franceses hacen circular los rumores que he men-
cionado con el fin de convertir la guerra entre la república y el emperador
en instrumento de sus propias pretensiones y S.S. observará que ha sido,
La Misión Ponsonby
323
desde el arreglo de las dificultades con Francia, que el gobierno imperial
ha consentido en la convención preliminar y por consiguiente, que no ha
sido influenciado, en ningún grado, por los temores de una hostilidad
francesa para resolver sobre la continuación de la guerra.
El emperador desea estar en los términos más amistosos con la
república y nada sería más ventajoso para todos que así sucediera.
Estoy tan plenamente convencido de esto y de la firme opinión de
nuestro gobierno sobre el particular, que tomé sobre mí la responsabili-
dad de exhortar a los plenipotenciarios, en la forma más expresiva, a
aceptar ciertas condiciones propuestas por el gobierno imperial, de las
que yo sabía que el emperador no desistiría , pero respecto a las que había
alguna resistencia de parte de los plenipotenciarios republicanos. Refie-
ro, particularmente, a la evacuación de las Misiones, asunto, en sí,
completamente desprovisto de importancia para los intereses de la
república, en las actuales circunstancias, pero que, probablemente, si
hubiera sido rechazado, habría dado lugar a sucesos en esa región que
habrían renovado la guerra y que, por consiguiente, era, en mi opinión,
ventajoso para el bien común de parte del gobierno imperial.
No encuentro palabras adecuadas para expresar a S.S. mi opinión
sobre los peligros a que la república se expondrá, si la convención pre-
liminar no fuera confirmada; pero S.S. conoce demasiado los sentimien-
tos de nuestro gobierno y el estado de sus relaciones con la república, para
no estar perfectamente enterado de las consecuencias que para esas
futuras relaciones podrían derivarse inmediatamente, por la adopción de
parte de la república, de una política tortuosa.
S.S. sabe que yo confío en el general Dorrego y, también, sabe cuánto
deseo ver a su gobierno consolidar la fuerza real del país, y mi convicción
de que la prosperidad de la república contribuirá a fomentar nuestros
propios intereses y retribuirá nuestros deseos de ser los más fieles y firmes
amigos de Buenos Aires. Por lo tanto, S.S. comprenderá la intensidad de
la zozobra que tengo de que el señor Dorrego se exponga al cierto e
inevitable derrumbe de su propio poder en la repúbüca, por ser causa
ostensible y marcada de los más graves males que a un estado en la
condición en que está la república se le pueden acarrear.
324
Luis Alberto de Herrera
No es una situación como la actual, ni en asunto de tan inmensa tras-
cendencia para el bienestar de un país, que un hombre de inteligencia
ordinaria y sentido común usaría un lenguaje de vanas cortesías; y un
hombre de la alta capacidad mental del señor Dorrego, no dejaría de
considerar tal lenguaje con el desprecio que se merece.
Por consiguiente, diré que Buenos Aires es un país débil comparado
con Gran Bretaña y que Inglaterra puede peijudicar a la república más que
loque cualquier otro estado puede hacerlo, si su justo resentimiento fuera
provocado; y que, entre los naturales efectos que la actitud hostil de
Inglaterra causaría en el pueblo de Buenos Aires, no sería el menor su
enojo contra el autor de la desavenencia: y el señor Dorrego destacaría
prominentemente, ante el concepto público, como ere hombre. Es, para
mí, un deber muy grato de mi parte, poner en su conocimiento la
inteügente, conciliadora y patriótica conducta de los plenipotenciarios
tan acertadamente elegidos por S.E. el señor gobernador para llevar a la
práctica sus prudentes y sabias instrucciones. Sus maneras corteses y
correctas y la franqueza de su conducta, han producido honda impresión
en el ánimo de los ministros de S.M.I., han facilitado la solución de
muchas dificultades y, estoy seguro, han puesto los fundamentos sobre
los que la futura y permanente existencia de razonables y cordiales
sentimientos, entre los dos estados, podría descansar, pues, en realidad,
sus intereses son demasiado distintos para chocar y la común convenien-
cia mantendrá esa amistosa consideración entre ambos.
Permítome insistir ante S.S. sobre la necesidad de llevar a feliz
término, cuanto antes, este asunto; nada más urgente. El marqués de
Aracaty ha prometido enviar un plenipotenciario a Montevideo, para
firmar la ratificación, etcétera. Le recordaré para que la cumpla, sin
tardanza, su promesa.
Piense cuántos accidentes pueden ocurrir, si se pierde tiempo, y qué
fatal sería una renovación de *as hostilidades para los grandes intereses
del país, que ambos tan vivamente deseamos ver floreciente. El goberna-
dor está comprometido con nosotros a no permitir que la convención de
Santa Fe destruya la obra de sus plenipotenciarios y yo sé que él tiene
poder para mantener su promesa.
La Misión Ponsonby
325
S.S. convendrá conmigo, estoy cierto, en que, cualquier alteración
que se intente introducir en este acuerdo preliminar, responderá al intento
de destruirlo y, también, en que no existe la necesidad de introducir
modificación, por cuanto, lodo lo que se desee hacer a ese respecto, puede
realizarse al negociar el tratado definitivo de paz. Por consiguiente,
consideraré la alteración como un mero pretexto y tendré cuidado de
poner en conocimiento del gobierno de S.M. este juicio que lie formado.
Nuestro almirante lia sido muy conciliador y lia hecho todo lo que
nuestros amistosos anhelos han deseado.
Confío que ahora tendrán término definitivo los disgustos entre
Inglaterra y Buenos Aires, motivados por el asunto de las avaluaciones,
etcétera, y que los dos países continuarán, hasta la eternidad de los
tiempos, estimándose mutuamente y unidos por la más sincera amistad.
Tengo el honor de saludar a V.E., etcétera. — (firmado) John Pon-
sonby.
PONSONBY A ABERDEEN
Río de Janeiro, agosto 29 de 1828. Excmo. señor: lie mencionado a
V.E., las aprehensiones que algunos sienten, para el futuro, por la falta de
seguridad para el mantenimiento de la paz, en vista del poder que se dice
tiene el emperadorpara renovar el bloqueo del Plata. Se me propuso a mí,
por persona íntimamente ligada a la misión argentina, que Inglaterra
garantizara la libre navegación del río.
Impedí la agitación de esa cuestión, creyendo imprudente aventurar
la introducción de cualquier nueva incidencia en una cuestión a dirimirse
entre partidos fácilmente inclinables a la sospecha.
Creo que la renpvación del bloqueo no es probable y sería demasiado
difícil de efectuarse para que lo intente el emperador, después del
abandono de Montevideo (hablo de la capacidad para la guerra, en este
momento, de S.M.I.) Pero presumo que no pueda confiadamente esperar-
se que S.M.I. nunca apr?nda a aplicar sus fuerzas (tan superiores a las del
326
Litis Alberto de Herrera
estado argentino), de manera capaz de darles eficaz aplicación para
producir sus naturales efectos.
Si esto se creyera probable, y si también no se tuviera por absoluta-
mente improbable que la ambición de este país, u otras causas, produjeran
una renovada agresión sobre los estados argentinos con esfuerzos mejor
dirigidos, etcétera, se podría encontrar que el deseo de los argentinos por
la garantía británica tendría un fundamento justo y que la necesidad de esa
medida protectora envolvería otra vez a Sudamérica en una situación
onerosa al comercio británico, y peligroso a muy esenciales intereses
generales.
Ya me he extendido largamente sobre la importancia política del Plata
y la situación en que la Banda Oriental podría mantenerse, y cómo esos
sucesos pueden afectar a los súbditos de S.M. y al comercio británico. No
debo, pues, renovar el lema, pero ruego a V.E. que quiera considerar esta
cuestión relacionada con lo que anteriormente he dicho, agregando,
solamente, que me ratifico en esa opinión. Tengo el honor, etcétera. —
(firmado) John Ponsonby.
A S.E. lord Aberdeen, etcétera.
PONSONBY A ABERDEEN
Río de Janeiro, agosto 29 de 1 828. Excino. señor: Tengo la gran satis-
facción de enviar a V.E. una copia de la convención preliminar de paz que
ha sido concertada y firmada por los plenipotenciarios de S.M.I. el
emperador y los del gobierno de la república Argentina.
Confío que V.E. encontrará razón para sentirse satisfecho, en todo
sentido, de ese documento y estoy seguro que verá en el cese de las
hostilidades alcanzado por ese medio un importante beneficio para los
intereses comerciales de los súbditos de S.M.
No han sido escasas las dificultades que ha habido que vencer para
culminar en el perfeccionamiento de ese acuerdo y yo he creído de mi
deber usar un lenguaje enérgico con los que creaban obstáculos y
La Misión Ponsonby
327
consideré merecedores de ser tratados con reprobación.
Pienso que la persona que más apoyo prestaba a esas resistencias, el
general Balcarce, estaba influenciado, principalmente, por el temor de
provocar disconformidad en Buenos Aires y yo, en consecuencia, tomé
sobre mí ese peso, que él temía cargar. Tengo el honor de adjuntar copia
de las notas que dirigí a los plenipotenciarios sobre los puntos a que lie
aludido.
El general Guido ha procedido con igual prudencia y habilidad en toda
esta transacción. Yo me había asegurado de él, antes de dejar Buenos
Aires, pero ha excedido a mis previsiones en la capacidad que ha
desplegado en la tramitación de negocios delicados. Espero que llegará
a ser un eminente y poderoso miembro del gobierno, porque creo que se
inclina al lado de Inglaterra y que será muy útil.
Me place, también, enterarlo de la franca y juiciosa conducta obser-
vada por el marqués de Aracaty y el gobierno imperial, lo que supongo
que será debido, no en poco, a la influencia del emperador. Creo que, en
el curso de la negociación, ninguna objeción que no fuera razonable se
formuló de parte del gobierno, si se tiene en cuenta el hábito de este
pueblo de atribuir enorme importancia a niaras palabras.
Estoy, lo confieso, sorprendido de haber encontrado tan poca de esa
demencia en el presente caso. Al leerme el marqués de Aracaty el texto
de la convención preliminar, dijo, categóricamente, que su gobierno ha-
bía cedido, en muchos puntos, solamente para demostrar su considera-
ción a los deseos de S.M.
Me pidió, insistentemente, le prometiera que el gobierno de Buenos
Aires ratificaría la convención, manifestándome que esperaba de mí que
no se repetiría lo que había pasado con la convención firmada por el señor
García. Le contesté que no estaba en condiciones de garantir por la
conducta de los demás; pero que, privadamente, confiaba en la promesa
del señor Dorrego en cuanto a la ratificación de los términos convenidos
por sus plenipotenciarios; que yo estaba convencido de que el señor
Dorrego, ahora, pensaba que convenía a su interés personal concluir la
paz y que yo estaba cierto de que él no podía rehusar su sanción a esta
328
Luis Alberto de Herrera
convención preliminar sin exponerse a ser derribado del gobierno de
Buenos Aires. Agregué que yo había expresado terminantemente al señor
Dorrego que, cualquier transgresión de su parte a los compromisos
contraídos conmigo, como ministro del soberano mediador, plantearía
los más serios conflictos entre el gobierno de S.M. y la república
Argentina, porque era claro constituiría una demostración de la mayor
falta de respeto a nuestro monarca, si cualquiera de los beligerantes,
después de haber solicitado la mediación de S.M. y haberse comprome-
tido formalmente a adoptar ciertas condicior.es sobre las que se fundaría
la restauración de la paz, cambiara esas condiciones e liiciera infructuo-
sos, con su rechazo, los largos esfuerzos de S.M., para servir el interés de
estos países. Pensé, por este medio, insinuar a S.E. la posición en que su
propio gobierno debe considerarse colocado. Ya lo había hecho así antes,
y en términos bastante enérgicos, y entonces, como en esta última oca-
sión, el marqués dio un claro asentimiento a mi dicho.
He escrito al señor Parish, en la forma más enérgica, para que entere
al señor Dorrego de las contingencias a que le expondría cualquier
tergiversación de su parte y sobre la utilidad de pretender introducir
alteraciones en la convención preliminar, lo que sería atribuido, por todos
los que conozcan los hechos, al intento Je anular lo acordado, ya que las
negociaciones para el tratado definitivo de paz ofrecerán oportunidades
para hacer los cambios y enmiendas que se juzgaren convenientes para
alcanzar una completa pacificación.
Para ahorrarle a V.E. mayor molestia, me remito a mi despacho al
señor Parish, adjunto.
Creo que las negociaciones, hasta aquí, han anulado los esfuerzos de
los descontentos y que la confirmación de la paz paralizará la acción de
los conspiradores. Tuve, antes de salir de Buenos Aires, una confesión
precisa del primer ministro de ese gobierno, sobre la existencia de esa
conspiración; pero me negó su participación en ella, o un exacto conoci-
miento de la misma. Me prometió poner su mayor empeño para evitar que
se llevara a efecto, y me dijo que creía que el gobernador, sinceramente,
la repudiaría. Opino lo mismo. Respecto al poder que ese partido puede
tener aquí, todavía no estoy informado, pero pienso que no hay que
La Misión Ponsonby
329
temerlo, ahora, a menos que la desesperación, no induzca a algún fanático
a atentar contra el emperador, lo que no considero probable. Tengo el
honor de saludar a Y.E., etcétera. — (firmado) John Ponsonby.
A S.E. el earl de Aberdeen, etcétera.
PONSONBY A ABERDEEN
Río de Janeiro, agosto 29 de 1828. Excmo. señor: Se me propuso, por
persona íntimamente vinculada a la misión argentina, que Inglaterra
garantiera la Ubre navegación del río.
Evité que se agitara esta cuestión, considerando imprudente aventurar
la introducción de cualquier nueva sugestión en un negociado tramitado
entre partes tan fácilmente inclinables a la sospecha.
Creo que no es probable la renovación del bloqueo y que sería muy
difícil restablecerlo, si el emperador lo intentara, después de la liberación
de Montevideo. (Refiero a los actuales recursos de guerra del emperador).
Pero creo que no debe presumirse, en forma absoluta, que S.M.I. nunca
aprenderáausarsusfuerzas.lansuperiores alas de los estados argentinos,
de manera acertada para que rindan sus efectos naturales. — (fumado)
John Ponsonby
PONSONBY A DORREGO
Río de Janeiro, agosto 30 de 1828. A S.E. el general Dorrego,
gobemadory capitán general de Buenos Aires. Excmo. señor: Confío que
V.E. me permitirá presentarle mis más calurosas congratulaciones por el
resultado de las inteligentes y prudentes medidas adoptadas por S.E. para
devolver la paz a su país y, como consecuencia de esa bendición, obtener
el desarrollo de las fuerzas vivas de Buenos Aires y su seguro avance
330
Luis Alberto de Herrera
hacia un lugar preeminente entre las naciones del mundo.
S.E. estará enterado, por los despachos e informes de sus plenipoten-
ciarios, de los enérgicos pasos que he dado para prevenir cualquier
interrupción en las negociaciones por la presencia o influencia de
sospechas respecto a la sinceridad con que los compromisos que ellos
contrajeran serían cumplidos; y V.E. sabrá, por la misma fuente, que yo
no titubeé en responsabilizarme, en alto grado, de la completa sinceridad
de intenciones de V.E. Tomé esa muy seria actitud de acuerdo con la
confianza que personalmente V.E. me inspira. Estoy convencido de que
V.E. no se apartará nunca de las seguridades que me dio, pudiendo V.E.
estar cierto de que yo sería el primero en relevarle de cualquier compro-
miso que hubiera contraído conmigo, si pudiera acarrear algún peijuicio
a su país o dañar a V.E.
El honor y las ventajas que encierra esta convención preliminar, son
igualmente grandes y, en mi opinión, sería locura exponerse a perderlos.
Es más que probable que una dilación en la ratificación pueda ser causa
de riesgo para ellas y, cualquier cambio en las cláusulas de la convención,
seguramente la anularía.
No dudo que estos hechos serán bastante conocidos por sus conciu-
dadanos y que aquellos que, por enemistad hacia V.E. o para satisfacer su
avaricia o su ambición personal, desean continuarla guerra, se esforzarán
por obstaculizar y destruir la obra de vuestros plenipotenciarios y que
dirigirán sus afanes a influir sobre la conducta de la convención de Santa
Fe, como el medio mejor para lograr su objeto. Confío en que, si así lo
hicieran, V.E. sabrá desbaratar sus esperanzas.
Sé que V.E. tiene influencia personal, preponderante, sobre esa
asamblea y que, como gobernador de Buenos Aires, puede ordenar a
hombres que reciben de esa provincia la importancia que tienen y apoyo
pecuniario.
Todo Buenos Aires conoce este estado de cosas y los enemigos, o
falsos amigos de V.E., no podrán ocultar a los ojos de la opinión las
intrigas que se tramen en Santa Fe, o las causas de división que pueden
ser creadas allí por la asamblea.
La Misión Ponsonby
331
S.M.I. ha observado una conducta aquí que, al mismo tiempo que
pone de manifiesto su sincero deseo de paz, acredita una política firme,
digna del jefe de una nación. El fue clamorosamente solicitado por
algunos para que sometiera la convención preliminar a la consideración
de la asamblea, antes de firmarla. El la suscribió, desatendiendo el
consejo que se le daba, e hizo bien.
En la asamblea, se hubieran producido numerosas dificultades y
objeciones, fundadas en cavilaciones y bagatelas que, en realidad, res-
ponderían a intrigas emanadas de un partido que persigue la caída o la
desgracia de su soberano y que procura satisfacer sus deseos demorando
la paz, objeto, éste, que habrían conseguido. ¿Por qué no procede V.E.
con igual decisión? ¿Por qué no ratificar, en seguida, el tratado prelimi-
nar?
Será suficiente que V.E. someta a la convención el tratado definitivo.
La convención de Santa Fe, en realidad, no tiene ningún interés en la
convención preliminar, ya consumada aquí. No podría, aunque quisiera,
ayudar a Buenos Aires con el valor de un peso papel para continuar la
guerra. No podría, tampoco, peijudicar a Buenos Aires, aunque lo
quisiera, si ésta sella la paz con el Brasil.
El propósito de una asamblea de esa naturaleza puede ser el gobernar
a V.E. , que encontrará en ella su peor enemigo, si le permite intervenir en
este asunto.
Entiendo que no existe ninguna necesidad constitucional que obligue
a V.E. a comunicar la convención preliminar a la asamblea de Santa Fe
y me parece que, como S.M. el emperador — y creo que todos los jefes de
gobiernos representativos — V.E. está en completa libertad de ratificarla.
Si la constitución estuviera sancionada, sería necesario someterel tratado
definitivo a la aprobación del soberano, o de un cuerpo legislativo,
etcétera; pero yo considero que una medida preliminar es, en esencia, una
cosa de índole completamente distinta.
V.E. fue plenamente autorizado para enviar plenipotenciarios a
concertar una convención preliminar y, por impulso de su propia volun-
tad y decisión, V.E., reservó la ratificación del acuerdo para sí y para el
332
Luis Alberto de Herrera
gobierno de Buenos Aires. Por lo tanto, creo que la convención prelimi-
nar puede ser ratificada por la misma autoridad.
Doy, pues, por establecido que S .E. no encontrará ninguna dificultad
en la asamblea de Santa Fe, respecto a la ratificación de los preliminares;
pero creo que ellos surgirán, bajo la forma de un dilema que el gobierno
de V.E. deberá dilucidar, pues tendrá que decidir entre el sacrificio de un
tratado, el más honorable y ventajoso para Buenos Aires, o el sacrificio
del honor y dignidad de la convención de Santa Fe. Debe tenerse
especialmente en cuenta que la asamblea de Santa Fe no puede estar
animada de los mismos sentimientos y anhelos e intereses que Buenos
Aires. La guerra no afecta a la mayoría de sus miembros y probablemente
ellos no serán contrarios a su continuación si, como es posible, algún
sentimiento de celos por la preponderancia de Buenos Aires, por su fuerza
y riqueza sobre las otras provincias de la Unión, se albergara, por acaso,
en el corazón de los miembros de ese cuerpo.
Sé, como lo he manifestado antes, que V.E. y el gobierno de Buenos
Aites, pueden reprimir cualquier oposición real que se levantara en Santa
Fe; pero considero de mejor política evitar la posibilidad de ser obligado
a recurrir a esa asamblea.
Temo, también, los efectos que aun un intento de oposición de esa
parte podría tener sobre la negociación del tratado definitivo de paz, y
cómo disminuiría, en la opinión del Brasil y del mundo entero, la
estimación del poder y energía del gobierno de Buenos Aires, y, por
último, debe considerarse si una diferencia de opinión sobre un asunto de
tan vital trascendencia (como lo es esta paz) entre Buenos Aires y los
representantes de las otras provincias, no engendraría mala voluntad y
discordias y confusiones intestinas que ha sido el orgullo y el honor de
V.E. haber sofocado y destruido. Yo, por mi parte, no puedo dudar que
Buenos Aires insistirá en el cumpümiento de los términos de la conven-
ción preliminar y que V.E. se sentirá obligado e inclinado, voluntaria-
mente, a dar efectividad al anhelo público.
Posiblemente sería más sabio evitar el riesgo de ser colocado en un
dilema y es preferible hacer cuanto antes lo que tendrá que hacerse al fin:
lo que puede hacerse con facilidad, ahora, y quizás sea difícil más
La Misión Ponsonby
333
adelante. Ahorrar a V.E. la perplejidad de tener que decidir entre dos
procedimientos; para la adopción de uno, tendría V.E. que desacreditar
a una asamblea cuyo carácter desea mantener y, por el otro, arruinar su
propio podery aparecer siendo la causa de la prolongación de las penurias
de su país.
Confío que V.E. creerá en el sincero buen deseo por su prosperidad
que me ha inducido a escribir esta carta, que me permite expresarle las
seguridades de mi mayor consideración. — (firmado) John Ponsonby.
A S.E. el capitán general don Manuel Dorrego, gobernador de
Buenos Aires.
I’ONSONBY A LAVALLEJA
Río de Janeiro, agosto 31 de 1828. Excmo. señor: Creo oportuno
poner en conocimiento de V.E. el hecho de que ha sido firmada por los
plenipotenciarios de S.M.I. y los del gobierno de la república Argentina,
una convención preliminar y cesación de hostilidades, cuyo documento
se envía a Buenos Aires por el mismo buque que conduce esta carta a V.E.
No dudo que el gobierno republicano creerá oportuno dar su pronta
ratificación a la convención, porque lo considero evidentemente e inne-
gable un arreglo en el más alto grado honorable y ventajoso para la
república, poseyendo además la propiedad muy valiosa de ser también
honorable y útil a S.M.
Yo me congratulo de que V.E. “se halla bien impuesto de mi conducta
política”, y de los sentimientos porque ha sido dirigida desde que tuve el
honor de ser ministro de S.M. Británica en Sudamérica, y tengo la
seguridad de que V.É. dará crédito a lo que he dicho antes, hablando en
términos generales, de la naturaleza de la convención, en cuyos detalles
no entraré, por cuanto darlos a V.E. será la feliz prerrogativa del gobierno
de la república, haciendo, sin embargo, mención de uno o dos puntos.
La independencia absoluta del país nativo de V.E. es reconocida y el
334
Luis Alberto de Herrera
establecimiento de su gobierno y constitución dejado absolutamente en
manos de su mismo pueblo.
A la república no se le exige ningún sacrificio, ni ninguna concesión.
Toda la convención se halla fundada sobre el principio de una pacifica-
ción sincera, y los arreglos que se han adoptado para llevarla inmediata-
mente a efecto, son sólo los que han parecido necesarios a asegurar su
justo y amigable cumplimiento.
Sobre uno de estos arreglos deseo llamar la atención particular a V.E.
Es aquel que establece la inmediata desocupación de las Misiones por las
tropas ya sea bajo el mando del general López o del general don Fructuoso
Rivera, o de cualquier otro comandante, que ahora ocupan militarmente
esa provincia. Puedo informar a V.E. que si este punto no hubiese sido
concedido por los plenipotenciarios republicanos, la paz no hubiera
podido jamás realizarse. Que yo como ministro mediador lo aconsejé del
modo más enérgico a los ministros argentinos y añadiré que, si no se
hubiera convenido por ellos, las esperanzas de paz y la cierta segura
independencia del país de V.E., hubiesen sido sacrificadas por una
negativa. Inglaterra habría cesado de ser el mismo amigo que la república
Argentina siempre ha encontrado en esa nación.
Considero que la evacuación de las Misiones, es, en sí misma, muy
ventajosa para la república, y particularmente para la Banda Oriental. Si
a las tropas de López o Rivera se les permite ocuparlas, tendrán el poder
(y quizá la intención) de desbaratar las medidas adoptadas para el bien
general. V.E. sabe con cuánta facilidad una soldadesca irregular puede
cometer actos de hostilidad por los que el gobierno tiene que ser
responsable, y cuán peligroso es para la paz que cuestiones, relativas a
tropelías e injurias, nazcan entre dos estados en el mismo momento del
arreglo de una querella. V.E. conoce bien la naturaleza y el carácter de la
fuerza que ahora ocupa las Misiones, y conoce aún más cuánto puede ser
necesaria a V.E. para asegurar la obediencia debida a las órdenes de una
autoridad legítima y superior, tanto en lo político como en lo militar.
Supongo que difícilmente puede creerse posible que el gobierno de
Buenos Aires retarde la ratificación de la convención preliminar, ni que
permita que alguien la retarde. Confío, por tanto, que se darán órdenes
La Misión Ponsonby
335
inmediatamente para la evacuación de las Misiones. Sobre este punto,
sólo tengo que repetir lo que antes he dicho, que, si las Misiones no son
evacuadas, todavía habría que combatir por la independencia de la Banda
Oriental, Montevideo no sería evacuada por los brasileños y la guerra
podría durar todavía por un espacio de tiempo indefinido.
Presumo que el gobierno de Buenos Aires cuidará de que la conven-
ción de Santa Fe no destruya la grande obra que ha sido ejecutada. Bien
conozco la importancia real de esa asamblea y, en común con lodo el
mundo, rehusaré dar crédito a cualquiera que pretenda que el retardo en
la ratificación, o alteraciones en los artículos de los preliminares, pueda
ser efectivamente interpuesto por esa asamblea, en oposición a los deseos
del gobierno de Buenos Aires. Diré francamente a V.E. que, en mi
opinión, la demora es altamente peligrosa y las alteraciones serán fatales
a la paz.
Concluiré, pues ofreciendo a V.E. mi más solemne seguridad de que
firmemente creo en la sinceridad del gobierno imperial en esta negocia-
ción y convención, y confío en su fidelidad a sus compromisos, si la
república obra de una vez con perfecta buena fe. Estoy cierto de que el
gobierno imperial y, sobre todo, S.M.I. misma, cree y sabe que es su in-
terés poner término a la guerra, bajo las condiciones en que ha consentido.
Repito que no tengo duda de su sinceridad y V.E. debe advertir en el
inmediato levantamiento del bloqueo del Río de la Plata (por cuyo acto
S.M. se priva de inmediato de su arma más poderosa), un testimonio
insospechable de que desea hacer la paz con sinceridad y honor.
V.E. tiene en los negocios de su país esa gran influencia que necesa-
riamente pertenece a los grandes servicios y a una habilidad reconocida.
Sé que V.E. debe conocer el mérito y beneficios resultantes a su país del
tratado; su influencia será puesta en acción con la prudencia y energía que
también le pertenecen, si fuese necesario; y como V.E. ha roto las cadenas
de su país, debe vigilar cuidadosamente sobre su libertad naciente.
Tengo el honor de asegurar a V.E. de mi alta consideración y
aprecio. — (firmado) John Ponsonby.
A S.E. el general Juan Lavalleja, etcétera.
336
Luis Alberto de Herrera
IIOOD A LAVALLEJA
Montevideo, 12 de setiembre de 1828. Excmo. señor: El despacho que
se acompaña de lord Ponsonby, fue recibido esta mañana y se lo envío sin
demora alguna por intermedio del general Oribe.
Me complazco en saludar a S.E. con la más alta consideración y
congratularlo por el feliz término de la guerra.
Tengo el honor de suscribirme de S.E. su más humilde servidor. —
(firmado) Tomás Samuel Hood.
Excmo. general don Juan Antonio Lavalleja.
PARISH A PONSONBY
Buenos Aires, setiembre 16 de 1828. Excmo. señor: El paquete
Swallow, llegado aquí anteayer, trajo el duplicado de la carta que V.E. me
dirigió el 27 del pasado y el de la convención preliminar firmada ese día
por los plenipotenciarios del Brasil y B uenos Aires. Acudí, sin pérdida de
tiempo, ante S.E. el gobernador, quien me manifestó que el Swallow sólo
le había traído, sobre este importante asunto, una carta privadadel general
Guido, felicitando a S.E. por la satisfactoria conclusión de las negocia-
ciones en Río de Janeiro y declarando que los términos, en general, eran
tales que no dudaba serían aceptados por la república. Por consiguiente,
tuve la satisfacción de ser el primero en trasmitir al gobierno de Buenos
Aires, los detalles del acuerdo preliminar.
S.E. leyó, en mi presencia, la copia de la convención, expresando su
satisfacción al fin de la lectura de cada artículo, y, cuando la hubo
terminado, me manifestó, en la forma más calurosa, su aprobación de
todo lo estipulado y su gratitud hacia la mediación de S.M.B., a la que él
atribuye, principalmente, el honorable convenio que ha sido concertado
por los dos países; y solemnemente me aseguró que él lo ratificaría, por
parte de la república, tan pronto como recibiera la comunicación oficial
La Misión Ponsonby
337
de los plenipotenciarios, que lo pusiera en condiciones de llenar las
fórmulas necesarias.
Rogué a S.E. que autorizara al ministro a enviarme, por escrito, lo que
él verbalmente acababa de manifestarme, a fin de que yo pudiera des-
pachar el paquete de inmediato y hacerlo conocer a V.E. para satisfacción
de S.M.I. S.E. me prometió que así lo haría, y ahora tengo el honor de
adjuntar una copia de la nota oficial que me fue dirigida en ese sentido por
el gobierno, en respuesta a una en la que yo había incluido la copia de la
convención que tuvo a bien remitirme por el Swallow.
Despacho, inmediatamente, al paquete Elizabeth con esta comunica-
ción y V.E. puede confiar en que haré todos los esfuerzos posibles para
dar el toque final a esta buena obra, con la menor dilación, así que se
reciban las notas oficiales, esperadas, de un momento a otro, por el Heron
o el Nocton. Tengo el honor de saludar a V.E., etcétera. — (firmado).
Woodbine Parish.
Setiembre 17. Acaba de llegar el Noctou y el señor Cavia, ha
desembarcado con la paz, que ha sido recibida con toda clase de
demostraciones de público regocijo. El fuerte y los barcos de guerra han
hecho salvas y la satisfacción por la grata nueva es general. El Heron, que
conduce a los plenipotenciarios, es todavía esperado. — W.P.
A S.E. lord Jolm Ponsonby, etcétera.
DORREGO A PONSONBY
Buenos Aires, setiembre 17. Excmo. señor: Con la más agradecida
satisfacción, he recibido las congratulaciones de V. E. por el éxito de las
gestiones pacificadoras y, en respuesta a las benevolentes expresiones
con que V.E. me favorece en su carta del 30 de agosto, debo expresarle
a V.E. laprofunda gratitud de este país hacia el soberano de Gran Bretaña,
por su constante anhelo por el bien y prosperidad de esta república y,
también, hacia V.E., en particular, por sus buenos oficios y por la sabia
energía y decisión puestos de manifiesto en la tramitación de este tan
338
Luis Alberto de Herrera
importante asunto.
El nombre de S.E. quedará unido, para siempre, a la memoria de tan
importante y esencial acontecimiento. La convención preliminar será en
breve ratificada. Hoy mismo, los señores don Manuel Moreno y don
Pedro Feliciano Cavia, parten hacia Sante Fe, donde está actualmente
reunida la asamblea nacional. Dentro de seis días, recibiré la autorización
de ese cuerpo para ratificar ese documento y V.E. puede abrigar la plena
seguridad de que ningún obstáculo se alzará en su camino. Esto, lo repito
y se lo aseguro a V.E. de la manera más decidida y formal. La naturaleza
e importancia del tratado, la dignidad de S.M. el emperador del Brasil y
el respeto debido a la alta potencia mediadora, requieren que el acto
mencionado sea revestido de toda legalidad y solemnidad a fin de
imprimirle, al mismo tiempo, mayor fuerza y duración.
He explicado al señor Parisli, en forma más detallada, mis sentimien-
tos sobre este asunto y le he reiterado, también, lá certidumbre que tengo
de que la convención preliminar no encontrará dificultades en el seno de
la asamblea nacional.
Ayer fue celebrada la paz en esta capital y solemnes demostraciones
fueron hechas por paite del gobierno.
V.E. puede, con absoluta confianza, garantir a S.M. el emperador del
Brasil que la convención preliminar será ratificada y que la república
desea sinceramente mantener una eterna paz con el emperador del Brasil.
Los intereses de ambos países lo exigen, así como que sus respectivos
gobiernos se unan, cordialmenle, para garantir el orden social que afirme
y acreciente el bienestar de las dos naciones y contribuya al desarrollo de
la civilización del continente. Soy de V.E. atento y seguro servidor. —
(firmado) Manuel Dorrego.
A S. E. lord Jolin Ponsonby, etcétera.
LAVALLEJA A PONSONBY
Cuartel General en Cetro Largo. Setiembre 20 de 1828. Milord: Con
mucho placer he recibido la honorable caita de V.E. de fecha 31 del
La Misión Ponsonby
339
pasado, cuyo contenido me instruye de la convención preliminar y
cesación de hostilidades que ha sido firmada por los plenipotenciarios de
la república Argentina y los de cuyos documentos, según me lo
comunica V.E., se dirigen al gobierno republicano en el mismo buque que
ha conducido la distinguida nota de V.E., para que sean ratificados.
Sin embargo que V.E. tiene la bondad de instruirme de los principales
artículos de aquel documento, espero por instantes que ese gobierno me
comunique el todo de ellos y estoy firmemente persuadido que obrará
gustoso el reconocimiento de un tratado preliminar que, haciendo honor
a la república, obvie también la continuación de la guerra en que se halla
empeñada, por sostener nuestros más sagrados derechos.
La nación Argentina y a la vez el pueblo Oriental, serán siempre muy
gratos a los buenos oficios que V.E. ha prodigado en representación de
su gobierno, para mediar en este interesante negocio y desde ahora me
felicito de que tendrá un puntual cumplimiento, pues no debe hallarse un
motivo que lo impida, cuando ha prestado su intervención el Excmo.
señor ministro de S.M.B., a cuyo señor, el gobierno republicano, por
diferentes motivos, ungirá con el mayor reconocimiento por su antigua
amistad.
En cuanto a la desocupación de los pueblos de las Misiones, soy de
opinión que el gobierno de la república no trepidará en comunicar ter-
minantes órdenes para que se verifique, mayormente cuando su negativa
envolverá el que no pudiera ajustarse la paz, como V.E. lo indica.
Yo siento no poder dar a V.E. una contestación afirmativa sobre este
particular, puesto que, como digo a V.E., aún no he recibido la notifica-
ción que espero me comunique el gobierno, sobre el asunto de que se
versa. Sin embargo, por mi opinión particular, creo que todo se allanará
y S.E. será recompensado en sus servicios por el bien de la república, por
medio de un reconocimiento general de los preliminares que se remitie-
ron al gobierno para su aprobación.
Concluyo esta comunicación agradeciendo a V.E., del modo más
elevado, sus saludables insinuaciones, excitando mi actividad, opinión y
empeño para velar por la conservación de la libertad naciente del país, y
340
Luis Alberto de Herrera
puedo asegurar a V.E. que será tan infatigable en estos principios, como
ardoroso en el rompimiento de las cadenas que lo oprimieron anterior-
mente.
Con estos sentimientos, tengo el honor de ofrecer a S.E. mi sincera
amistad, aprovechando la ocasión de saludarlo con mi más alta conside-
ración y respeto. — (firmado) Juan Antonio Lavalleja.
A S.E. lord John Ponsonby, etcétera.
PONSONBY A ABERDEEN
Río de Janeiro, setiembre 22 de 1828. Excmo. señor: Tengo el honor
de acompañar copia de dos cartas, una de las cuales fue dirigida al señor
Dorrego, y, otra, al general Lavalleja.
Consideré necesario tomar todas las precauciones que pude imaginar
para que el poder ejecutivo de la república mantuviera fumes sus
declaraciones de paz.
Creo que las manifestaciones que le he liecho por escrito al señor
Dorrego, no serán mal recibidas por él y confío que las medidas que he
tomado, consideradas en sentido general, facilitarán y probablemente
asegurarán la paz, aunque el señor Dorrego tratara de oponer alguna
oposición. Tengo el honor de saludar a V.E., etcétera. — (firmado) John
Ponsonby.
A S.E. el cari de Aberdeen, etcétera.
PONSONBY A ABERDEEN
Río de Janeiro, setiembre 22 de 1828. Excmo. señor: Los generales
Balcarce y Guido se han embarcado con destino a Buenos Aires el 9 del
corriente, en la balandra lleron de S.M., y con ellos un oficial al servicio
La Misión Ponsonby
341
de S.M. el emperador, quien conduce plenos poderes para uno de los
ministros de S.M. en Montevideo para ratificarla convención preliminar
suscrita por los plenipotenciarios de la república del Río de la Plata y los
de S.M.I.
Los plenipotenciarios republicanos deseaban tener una nota escrita
por mí, persuadiéndolos de la conveniencia de asentir a la evacuación por
las tropas republicanas, de las Misiones, que ellos pudieran comunicar a
su gobierno, si fuera necesario. Por consiguiente, les escribí una nota,
cuya copia adjunto, suavizando el modo y los términos de una nota
anterior (ya comunicada a V.E. con el n 5 5), que yo creo, decidió su
consentimiento de evacuar el territorio en cuestión.
Me es muy grato comunicar a V.E. que el general Guido me lia
expresado su firme convicción de que el gobierno de Buenos Aires
ratificará, sin dilación, la convención preliminar; y, én respuesta a ciertas
observaciones mías, sobre la posibilidad de que se tropezara con dificul-
tades para la tan necesaria terminación de este asunto, el general me liizo
la promesa formal de tomar todas las medidas para inducir a su gobierno
a cumplir fielmente con su deber, diciéndome, además, que, antes de su
partida de Buenos Aires, había adoptado algunas disposiciones en el
sentido aludido, para asegurar el éxito. Al expresarse así, el general
hablaba con toda sinceridad — tengo razones para suponerlo — , y creo
que Dorrego puede ser arrojado del gobierno, y lo será, si hesitara en
concluir la paz iniciada.
No molestaré a V.E. con detalles sobre el particular; pero me aventu-
raré a manifestarle que mis medidas han sido concertadas para obtener
por la presión, si fuera necesario, el fiel cumplimiento de lo que Dorrego
se ha comprometido a hacer, como parte, para el perfeccionamiento de la
ratificación final de la convención preliminar, aunque la sometiera a la
asamblea de Santa Fe y fuese alterada o rechazada por aquel cuerpo.
Tengo el honor de saludar a V.E., etcétera. — (firmado) John Ponsonby
A S.E. el cari de Aberdeen, etcétera.
342
Luis Alberto de Herrera
PONSONBY A ABERDEEN
Río de Janeiro, octubre 13 de 1828. Excmo. señor: Los despachos del
señor Parish enterarán a V.E. de todo lo que ha ocurrido en Buenos Aires
y,porlotanto, sólomolestaré a V.E. trasmitiéndole copiade una carta que
S.E. el gobernador Dorrego me dirigió, en la cual me expresa su deter-
minación de ratificar la convención preliminar y me manifiesta las ra-
zones que tiene para someterla a la convención de Santa Fe.
Si el gobernador está en lo cierto al confiar en la cooperación de ese
cuerpo, opino que ha procedido bien al darle intervención en este asunto
y creo que puede contar, con bastante seguridad, que asentirá a lo que él
está resuelto a hacer. El resultado, sin embargo, puede ser distinto; pero
sé, por mi correspondencia privada, que Buenos Aires obligaría a su
propio gobierno a la ratificación, si aquél demostrara alguna vacilación
en realizarla. Creo que no habrá muchas dificultades o demoras para
llegar a un tratado definitivo, si la convención preliminar fuera, de una
vez, aprobada.
Espero que V.E. estará satisfecho con la solución que este molesto y
difícil asunto ha tenido. Considero que S.M. será por siempre reverencia-
do y amado, como un protector y benefactor de la república. Confío que
el inmediato alivio dado al comercio británico, será satisfactorio.
Comuniqué al marqués de Aracaty la buena inteligencia de Buenos
Aires, en nota de la que adjunto copia y, por otra, de índole privada, en
la que le digo que había recibido una carta del gobernador Dorrego
prometiéndome que la convención preliminar sería ratificada, tan rápida-
mente como fuera posible, y despachada a Montevideo.
Entiendo que el marqués expresó su sorpresa por la prontitud con que
Dorrego había consentido en la ratificación y, también, su satisfacción
por las buenas nuevas.
Debo prevenir a V.E. que surgirán dificultades, cuando se trate de la
formación del gobierno de la Banda Oriental y cuando éste comience a
actuar; pero me atreveré a predecir que esas dificultades desaparecerán,
siempre que los gobiernos del Brasil y Buenos Aires honestamente se
La Misión Ponsonby
343
abstengan de intervenir en los asuntos internos de la provincia y yo creo
que el gobierno de S.M.B. podrá orientar los asuntos de esa parte de
Sudamérica, casi como le plazca. Tengo el honor de saludar a V.E.,
etcétera. — (firmado) John Ponsonby.
P.D. — Tengo el honor de adjuntar una copia de la respuesta del
marqués de Aracaty a mi nota oficial, de fecha 10 del corriente.
A S.E. el earl de Aberdeen, etcétera.
ARACATY A PONSONBY
Habiendo S.M. el emperador y el gobierno de la república de las
Provincias Unidas del Río de la Plata, ratificado la convención preliminar
de paz, firmada en esta corte el 27 de agosto último, por sus respectivos
plenipotenciarios, el infrascrito, etcétera, se apresura a comunicar este
feliz acuerdo a lord Ponsonby, etcétera, para su propia información y la
de su gobierno y, también, que el bloqueo mantenido por la escuadra
brasileña en el Río de la Plata ha sido, en consecuencia, levantado.
El infrascrito, etcétera — (firmado) Marqués de Aracaty . — Palacio,
Río de Janeiro, octubre 24 de 1828.
A S.E. lord Jolui Ponsonby, etcétera.
PONSONBY A ABERDEEN
Río de Janeiro, octubre 27 de 1828. Exento, señor: La notificación
oficial del canje de las ratificaciones de la convención preliminar,
celebrada en Montevideo el 4 del actual, llegó aquí el 23, por el paquete
de S.M. Swallow. He recibido del ministro y secretario de relaciones
exteriores una notificación oficial del acto, que adjunto.
S.M.I. ha designado una comisión para que reciba las felicitaciones
que llegan con motivo de la restauración de la paz. Se me ha dicho que
la convención es muy censurada, por muchos, en Río de Janeiro. Las
344
Luis Alberto de Herrera
personas cuyas opiniones son contrariadas por la paz, toman, natu-
ralmente, ese punto de vista, y fanfarronean y la condenan otros muchos
que no se sacrificarían para sostener la guerra.
S.M.I. parece haber procedido con constancia, desde que resolvió
poner fin a las hostilidades, y creo que es una suerte, porque una dilación
habría aparejado muy serios trastornos. Las comunicaciones de Buenos
Aires, trasmitidas por el señor Parish, convencerán de ello a V.E., si es
que mis anteriores y minuciosos informes no lo prepararon ya a esperarlo.
De las bases de la convención, la que se refiere, por ejemplo, a la
independencia de la Banda Oriental, es, ciertamente, la única sobre la que
puede ser fundada una posibilidad de paz duradera; pero he observado
siempre, y así lo he manifestado en distintas ocasiones, que mucha
confusión y desorden debe presumirse que se originarán allí, provocados
por los partidos contendientes, etcétera.
Completamente ignoro los planes de V.E. más allá de lo que concierne
al trabajo que se me ordenó ejecutar y que ya está hecho, ni puedo pre-
tender presumir que sea la intención del gobierno de S.M. que su ministro
aquí intervenga, en ningún sentido, en los asuntos del nuevo estado, luego
que la mediación de S.M. haya cesado, lo que sucederá tan pronto como
el tratado definitivo de paz sea suscripto.
Hace mucho tiempo, enteré a V.E. del propósito que abrigaba Buenos
Aires de atacar al Paraguay. El señor Parish habrá ya comunicado a V.E.
que ese proyecto parece próximo a llevarse a efecto. Cuando el general
Guido estuvo aquí, como plenipotenciario, mucho le urgí que tratara de
evitarlo y me dijo que estaba convencido por mis argumentos, prometién-
dome oponerse a ese plan. Francia es un anciano y el único apoyo de su
sistema, que pronto debe morir con él, si continuara dispuesto a mante-
nerlo; yo opino que está deseoso de hacerlo (como se lo he comunicado
últimamente a V.E.) y que una confederación para la defensa del libre
comercio del Plata y el Paraná podría formarse, si Gran Bretaña lo
considerara conveniente, y que Inglaterra podría ejercer una influencia
dirigente, permanente, en todos estos países, fundada sobre el mejor
interés de sus habitantes.
Creo que el gobierno brasileño vería con desagrado y celos cualquier
La Misión Ponsonby
345
incursión victoriosa de los republicanos al Paraguay y no me sorprendería
si la agresión planeada motivara alguna dificultad en el arreglo de la paz
definitiva. El levantamiento del bloqueo ha dejado enteramente librada
a nuestros comerciantes la custodia de sus propios intereses.
Creo que la idea de requerir la garantía de S.M. para la libre na-
vegación del Plata, ha sido abandonada. Si volviera a resurgir, de nuevo
la combatiría, en el convencimiento de que, procediendo así, interpreto
debidamente los deseos del gobierno de S. M.
Tengo el honor de incluir copia de una carta que he recibido del señor
Dorrego, como también de una que el general Lavalleja me dirigió, en
respuesta a una mía, una copia de la cual fue enviada a V.E. junto con mi
despacho n 9 7. Tengo el honor de saludar a V.E., etcétera. — (firmado)
John Ponsonby.
A S.E. el cari de Abcrdeen, etcétera.
PONSONBY A ABERDEEN
Río de Janeiro, diciembre 29 de 1828. Excmo. señor: Un buque
americano llegó ayer de Buenos Aires y trajo el pliego que tengo el honor
de adjuntar. Es una proclama lanzada por el general Lavalle, que ha sido
declarado gobernador provisorio de la provincia de Buenos Aires. La
mejor narración que he podido procurarme hasta ahora de este asunto, la
he obtenido del señor Tudor, encargado de negocios norteamericano en
Buenos Aires; la última fecha es de 3 de diciembre.
El señor Forbes dice que el general Alvear y el general Lavalle
parecen haber ganado a los soldados recién llegados de la Banda Oriental
y haber tenido buen éxito al lanzarse sobre el gobierno porque Dorrego
se dejó adormecer por los informes de su policía o por su confianza
demasiado grande en su propio poder y actividad.
Dorrego salió de Buenos Aires en la noche del 30 de noviembre y fue
escoltado por treinta o cuarenta personas hasta la estancia de don Manuel
Rosas, a quien he descrito particularmente en mis despachos de Buenos
346
Luis Alberto de Herrera
Aires.
Dicen que Dorrego alcanzó la vecindad inmediata de la ciudad,
acompañado por Rosas y una gran fuerza, y se supone que la completa
derrota de Lavalle debe tener lugar.
Dice el señor Forbes que la gente de Buenos Aires está decididamente
por Dorrego y que todas las personas más respetables también están de
su lado, contra la usurpación militar.
También he oído decir que un caballero que venía en el buque arriba
mencionado, de Buenos Aires, ha dicho que todo el asunto ya ha pasado
y que Lavalle ha fracasado.
No sé nada del señor Parish, pero me parece bien trasmitir a V.E. los
más exactos informes recogidos sobre ese asunto, que si hubiera termi-
nado con el buen éxito de Lavalle y sus oficiales y soldados descontentos,
ocasionará, muy probablemente, según creo, una infinidad de desastres
en toda Sudamérica, incluyendo el Brasil. Yo, sin embargo, doy crédito
a lo que se dice de la disposición de la gente de la ciudad y de la campaña
a favor del gobierno legal y creo que Dorrego logrará (si ya no lo ha
hecho) establecer su autoridad.
Hace largo tiempo ya, tuve conocimiento de los designios de los
generales Alvear y Lavalle y de que Rivadavia actuaba con ellos de
acuerdo (no parece que hubiera tomado una parte decidida en los su-
cesos). Escribí, más de una vez, al señor Parish, al general Guido y a un
amigo particular del señor Dorrego, enterándolos de lo que pasaba e
incitándolos a tomar precauciones. Don Julián Segundo de Agüero es el
hombre de más peso entre todos los conspiradores: es un sacerdote y era
primer ministro cuando Rivadavia era presidente de la república. Tiene
alguna instrucción, habla bien y tiene grandes relaciones de familia, pero
confieso que yo poco le temería en tiempos azarosos.
Alvear, tanto como soldado y como hombre, es inferior al desdén. El
general Lavalle tiene la reputación de ser un bravo soldado, pero se le
tiene por débil y vanidoso. Tengo el honor, etcétera. — (firmado) John
Ponsonby.
A S. E. lord Aberdeen, etcétera
TRATATIYAS
EN 1829
La Misión Ponsonby
349
PONSONBY A PARISII
(Extracto de una carta de lord Ponsonby a W. Parish, fechada en Río
de Janeiro el 5 de enero de 1829.)
(Privada). Río de Janeiro, enero 5 de 1829. Usted me dice que el
general Guido está dispuesto a volver aquí como plenipotenciario, para
terminar los trabajos complementarios de la paz. Por lo tanto he conside-
rado conveniente enterarlo de que yo no lo intervendré como ministro
mediador, ni prestaré protección o ayuda a ninguna misión emanada del
gobierno de Buenos Aires. En mi carácter oficial, no reconozco a
semejante gobierno. Aunque a esa provincia le complazca complicarse
con asesinos y traidores, no puede darles a ellos título para tratar con un
estado civilizado, en nombre de la república Argentina: elbs pueden
pretender establecer gobierno, pero, con él, S.M. nada tiene que hacer en
asuntos políticos.
Usted queda en libertad de manifestar al señor Díaz Vélez que yo
ignoro a su gobierno y no cumpliré ninguno de sus pedidos. Si la república
Argentina, por medio de un gobierno que legítimamente recoja la voz de
la nación, me solicita para cualquier gestión, que esté dentro de los límites
de mi deber, estimaré un honor cumplir con su pedido.
He expresado al almirante Otway mi opinión sobre la situación en que
este servidor de S.M. está colocado, ahora, respecto al partido que ocupa
el poder en Buenos Aires. Creo que ese gobierno no tiene más derecho
que yo para decidir un solo acto de estado y confío que el almirante
mantendrá vigilancia para que ellos no echen al mar un barco de guerra.
En mi concepto, el tratado con el Brasil no puede ahora ser legalmente
concertado: una de las partes concurrentes a él está imposibilitada pro
tempore y sólo la sanearía un acto de voluntad de la república de la Plata,
delegando su autoridad en una u otra persona que tomase a su cargo las
relaciones exteriores del país.
Con el gobierno provincial de Buenos Aires, destruido por la traición,
ha expirado la autoridad delegada para la paz. Los traidores que asesina-
ron a su gobernante legal, pueden, quizás, pretender, prescindiendo de la
350
uis Alberto de Herrera
sanción del pueblo de La Plata, establecer un nuevo gobierno legal; pero,
como dije antes, ese gobierno no podrá revivir el poder de que estaba
investido el anterior. Ud. debe recordar con cuánta tenacidad el infortu-
nado Dorrego rehusó conceder a la junta provincial la facultad de pro-
ceder, en general , en asuntos nacionales, trasmitida a su gobierno, desde
la presidencia de Rivadavia, aunque él deseaba tenerla, derivada de sus
atribuciones, como una medida temporal y necesaria. Usted recordará
que yo me negué a reconocer tal poder en la junta y mi conducta fue
aprobada por el gobierno de S.M.
No hay más que un solo camino que Buenos Aires puede seguir para
salvarse del descrédito y la degradación en que caerá; si apoya cualquiera
de los actos derivados del impuro origen del poder de los traidores,
etcétera. Esa medida es la restauración, tan pronto como sea posible, de
la vieja junta y gobierno, como existían el 30 de noviembre. Esa res-
tauración hará resurgir la autoridad asignada al antiguo gobierno por las
provincias, para tratar con las potencias extranjeras, y el tratado con el
Brasil podría, entonces, ser legalmente celebrado, bajo la mediación del
rey de Gran Bretaña. La república obtendrá, todavía, su reconociinientc
por Inglaterra y otras naciones.
El crédito sería en parte restaurado, demostrando al mundo que no
está en poder de un simple puñado de desalmados derribar las institucio-
nes del país y gozar los frutos de su traición. Se evitaría la guerra con las
provincias y Buenos Aires sería estimada por ellas como una amiga, en
vez de detestada como una enemiga. (Fin del extracto). — (firmado) John
Ponsonby.
PONSONBY A ABERDEEN
Río de Janeiro, enero 5 de 1829. Excmo. señor: El paquete Goldfincli
ha traído noticias sobre la desastrosa terminación de la lucha por el poder,
producida en Buenos Aires, y el señor Parish me comunica, en carta
privada, que el señor Díaz Vélez, ministro interino, deseaba que me
La Misión Ponsonbv
351
%
garantiera que su partido estámuy anheloso de hacerplenamente efectiva
la convención firmada con el emperador y que su principal propósito es
abrir las negociaciones para la celebración del tratado definitivo de paz.
He considerado de mi deber trasmitir esas manifestaciones al mar-
qués de Aracaty, pero por carta estrictamente privada.
También he enviado al marqués una Gaceta extraordinaria, aparecida
en Buenos Aires el 30 de noviembre de 1828, del gobierno de entonces,
conteniendo copia de las comunicaciones que aquel había cambiado con
Fructuoso Rivera, y la decisión de éste de mover sus tropas de las
Misiones y trasladarlas a la provincia de la Banda Oriental. V.E. tendrá
también conocimiento, supongo, de que éste ha ofrecido sus servicios al
nuevo gobierno establecido allí.
Espero que el señor Hood habrá enterado debidamente a V.E. de los
sucesos acaecidos en Montevideo y en la provincia. Tengo el honor de
saludar a V.E. etcétera. — (firmado) Ponsonby.
A S. E. cari Abcrdeen, etcétera.
PONSONBY A ABERDEEN
Río de Janeiro, enero 6 de 1829. Excmo. señor: He dirigido al señor
Parish una carta privada y, creyéndolo de mi deber, he extractado una
parte que me hago un honor en trasmitir a V.E., poique ampliamente
explica las razones de mi actitud y la línea de conducta que me considero
obligado a seguir, si el gobierno usurpador de Buenos Aires enviara aquí
algún plenipotenciario con el propósito de continuar las negociaciones
para un tratado definitivo de paz entre S.M.I. y la república Argentina.
Ya he enterado a V.E. que escribí al general Guido una carta,
exactamente en el mismo sentido, quien, según el señor Parish, estaba
dispuesto a aceptar el cargo de plenipotenciario. Escribiendo como lo he
hecho, privadamente, al general Guido, he entrado, a fondo, en el co-
mentario de la ruina que probablemente caerá sobre su país, como con-
352
Luis Alberto de Herrera
secuencia del último derrocamiento de la constitución y del horrible
asesinato del jefe legal de la nación, y le he sugerido el modo de
desembarazarse de las dificultades en que Buenos Aires debe encontrar-
se, lo que he trasmitido también al señor Parish y figura en el extracto de
la carta que tengo el honor de trasmitir a V.E.
No he titubeado, en este caso, en usar del aprecio personal que creo
gozo en Buenos Aires para esforzarme en salvar a ese país de la ruina que
lo amenaza, y en la cual, desgraciadamente, estará incluida la fortuna de
muchos de los súbditos de S.M.
He obrado, en todo, en carácter personal y el nombre u opiniones del
gobierno de S. M. no ha sido comprometido en lo más mínimo. La
importancia de la crisis que afecta a todas las regiones de Sudamérica y
sur del Brasil, me ha hecho suponer que V.E. aprobaría cualquier gestión
(realizada dentro de los debidos Emites) dirigida a conservar la tranqui-
lidad de estos países; y estoy también convencido de que el Brasil no
podrá escapar ileso, si la confusión general que los amenaza se propagase
y lomara consistencia.
Dejaré constancia a V.E. de que estoy lejos de sentirme seguro de que
Fructuoso Rivera no creará conflictos; espero, sin embargo, que quedará
satisfecho con su nombramiento, que se espera de un momento a otro, del
principal comando del ejército de la provincia Oriental. Yo sé que él tiene
en sus manos el lulo de la vieja intriga de la separación de Río Grande,
del dominio de S.M.I. Creo que la mayoría de los habitantes de las
ciudades de Porto Alegre y Río Grande están ansiosos de levantarse
contra el emperador y, aunque su intento ha sido impedido por la paz,
todavía abrigan la esperanza de llevar a la práctica ese proyecto.
La idea es formar una república, constituida con esas ciudades y sus
territorios, la Banda Oriental, Entre Ríos, las Misiones y, tal vez,
Corrientes. Tengo el honor de saludar a V.E., etcétera. — (firmado) John
Ponsonby.
A S. E. earl Aberdeen, etcétera.
La Misión Ponsonby
353
PONSONBY A ABERDEEN
Río de Janeiro, enero 6 de 1829. Excmo. señor: La nota de la cual
tengo el honor de adjuntar copia, llegó demasiado tarde para que se
pudiera hacer su traducción; por la misma razón, sólo puedo someterla,
en las mismas condiciones que me llegó, a la consideración de V.E.
La importancia de la cuestión y la incapacidad en que me hallo, con
mis actuales instrucciones, para tomar medidas más enérgicas de las que
ya he adoptado, me inducen a aguardar el arribo del próximo paquete, que
es diariamente esperado, y entonces preguntar a este gobierno cuáles son
las proposiciones, que ellos dicen haber formulado, de S.M.; y si ellos no
ofrecen un cumplimiento incondicional a las demandas de S.M.; respon-
deré que presumo que mi gobierno considerará la actitud del gobierno
imperial como equivalente a una denegación y que se seguirán las
consecuencias ya establecidas en mi nota del 12 de diciembre.
También dejaré constancia, luego, de que yo no puedo admitir que la
medida de detener los barcos brasileños, por violación del tratado sobre
comercio de esclavos, sea invocada como una causa legítima para diferir
la respuesta definitiva a las urgentes demandas del gobierno británico.
Tengo el honor de saludar a V.E., etcétera. — (firmado) John Ponsonby.
A S. E. el cari de Aberdeen, etcétera.
PONSONBY A ABERDEEN
Río de Janeiro, enero 6 de 1 82^. Excmo. señor: Está convenido, en la
convención preliminar, que se negociará un tratado definitivo de paz
entre S.M.I. y el gobierno de la república del Río de la Plata, bajo la
mediación de S.M.
V. E. ha sido informado, por mi despacho n Q 1 , de este año, y presumo
que por el señor Parish también, que el partido ahora en el poder en
Buenos Aires está deseoso de entrar en negociaciones para un tratado
354
Luis Alberto de Herrera
definitivo.
El último gobierno de Buenos Aires, es decir el del señor Dorrego, fue
legalmente autorizado por las provincias de la república Argentina a
dirigir las relaciones exteriores de todo el estado.
El partido colocado ahora en el poder por la violencia militar, aunque
ha usurpado el gobierno de la provincia, no puede ostentarel menor título
para ser considerado como el órgano de las Provincias Unidas del Río de
la Plata para sus comunicaciones con los países extranjeros.
V. E. recordará que, por el artículo 7- de la convención preliminar,
está establecidt que .a constitución sea dictada por el gobierno provisio-
nal de la Banda Oriental y, para regir en ese nuevo estado, debe someterse
al examen del gobierno de S.M.I. y el de la república Argentina; que
ambas partes apreciarán si alguna cosa contiene ella contraria a la se-
guridad de una u otra, a fin de remediar el mal de acuerdo con la regla y
la manera fijada. Es obvio que una de las referidas partes ya no existe y,
si S.M.I. viera en la nueva constitución puntos que requieren discusión,
para ser alterados, no sé cómo se puede mantener y observar el tenor y
espíritu del artículo.
Pero me parece que estoy est rictame nte obligado por mi deber a e vitar
actuar como ministro mediador en cualquier procedimiento que tenga
relación con el gobierno usurpador de Buenos Aires, hasta que reciba
instrucciones de V.E.
De otro modo, parecería comprometer el nombre de mi gobierno en
una causa que puede ser decididamente desaprobada por S.M.
Una contrarrevolución, que restableciera la forma del último gobier-
no, restauraría, también, la legítima autoridad de
La Misión Ponsonby
355
este gobierno para obrar en representación de la república en general, a
pesar de la muerte de Dorrego; y, bajo tales circunstancias, yo podría
continuar prestando servicios a las dos partes, como ministro mediador,
en cuanto sea considerado útil para llegar a un arreglo definitivo de paz.
Este gobierno, no me ha hecho ninguna observación, todavía, sobre
la revolución de Buenos Aires , y como S .M.I. está fuera de la ciudad, creo
que no se dirá nada antes de la partida del paquete. Tengo el honor de
saludar a V.E., etcétera. — (firmado) John Ponsonby.
A S. E. lord cari Aberdecn, etcétera.
PONSONBY A ABERDEEN
Río de Janeiro, enero 10 de 1829.Excmo. señor: Como creo puede ser
del agrado de V.E. tener informes exactos del proceder que he juzgado de
mi deber adoptaren la actual situación de Buenos Aires, en lo que a este
país se refiere en cuanto a las medidas tomadas, o a tomarse, tendientes
a la confirmación de la paz, aprovecho la partida para Inglaterra de un
barco mercante inglés para enviar a V.E. la copia de un despacho que he
dirigido al señor Parish, donde oficialmente le comuiücaba que yo
rehusaría intervenir, como ministro mediador, con cualquier persona que
no estuviera debidamente autorizada para actuar, aquí, en nombre de la
república Argentina y afinnándole, al mismo tiempo, que no considero
al actual gobierno de Buenos Aires investido del poder necesario para
resolver ningún asunto en nombre de la república de La Plata.
También comuniqué al señor Parish que había escrito al contralmi-
rante, sir Robert Otway, trasmitiéndole mi opinión de que el gobierno
actual de Buenos Aires no tiene títulos para ser considerado por los
servidores y súbditos de S.M. como autorizado para asumir, o ejecutar,
cualquier gestión o derecho.en nombre de la república de las Provincias
Luis Alberto de Herrera
356
Unidas de La Plata. Me complazco en adjuntar una copia de esta carta.
Tengo el honor de saludar a V.E., etcétera. — (firmado) John Ponsonhy.
P.D. — Habiendo llegado el paquete y diferida por varios días la
partida del barco mercante, he conservado este despacho, en su forma
original, para enviarlo por el correo ordinario. — P.
A S. E. cari Aberdeen, etcétera.
PARISH A ABERDEEN
Buenos Aires, febrero 20 de 1829. Excmo. señor: En mi despacho n 9
43, del 14 del ppdo. diciembre, tuve el honor de poner en conocimiento
de V.E. que el señor Díaz Vélez me había trasmitido los deseos de su
partido de cumplir, al pie de la letra, los últimos compromisos contraídos
por la república con S.M.I., el emperador del Brasil y que vería con agrado
que yo repitiera sus seguridades, a sus efectos, a lord Ponsonby.
Consideré de suma importancia que S.E. conociera las pacíficas
intenciones del señor Díaz Vélez y su partido, y no dejé de escribirle,
privadamente, satisfaciendo el pedido que aquel señor me solicitaba; y,
al mismo tiempo, trasmití a V.E. mi opinión de que, tal vez, al general
Guido lo comisionaran para terminar las negociaciones y que, él estaba
dispuesto a llenar ese cometido.
Lord Ponsonby parece haber creído que el gobierno provisional, sin
previa autorización, pensaba asumir la responsabilidad de enviar un ple-
nipotenciario a Río de Janeiro para concluir el tratado definitivo de p az
con el Brasil, y como S.E. me ha escrito, así como a varias personas de
aquí, declarandoque él no se consideraría autorizado a lomar parte, como
ministro mediador, en las gestiones de tal agente, y ha comunicado lo
mismo, según entiendo, al gobierno de S.M., considero necesario dejar
establecido que yo nunca pensé que de aquí se enviara un plenipotencia-
rio, sin estar debidamente autorizado por un gobierno capaz de negociar
en representación de toda la república. No supuse, tampoco, pudiera
La Misión Ponsonbv
357
entrar en los cálculos de S.M.I. tratar con semejante agente, ni que el
general Guido, ni ningún hombre de sentido común, habría aceptado esa
misión. V.E. encontrará establecido en mi mencionado despacho n 9 43,
que mi conversación con el señor Díaz Vélez, sobre el particular, tuvo
lugar cuando el gobernador, general Dorrego, estaba prisionero y cuando,
si no hubiera sido por el acto atroz que se siguió y que levantó a todo el
país contra ellos, tal vez existía una probabilidad de que ‘el partido
victorioso pudiera establecer su poder, conforme a las leyes, y obtuviera,
por medio de una pacífica transacción con las provincias, que éstas
continuaran delegando en él su autoridad para tratar los asuntos externos
de la nación. Tengo el honor de saludar a V.E., etcétera. — (firmado)
Woodbine Parish.
A S. E. earl Abcrdeen, etcétera.
ABERDEEN A PONSONBY
Londres, marzo 26 de 1829. A lord Jolm Ponsonby.
Excmo. señor: Con referencia al despacho de V.E. n 9 5, comunicando
que si el gobiemode Buenos Aires, como está ahora constituido, mandara
un plenipotenciario a Río de Janeiro, con el propósito de negociar un
tratado definitivo de paz con el Brasil, V.E. ha determinado rehusar su
intervención como ministro mediador, es menester que expüque los
motivos por los cuales el gobierno de S .M. no está del lodo preparado para
aprobar esa determinación.
No es, de ninguna manera, para atenuar la conducta y sucesos de la
reciente revolución producida en Buenos Aires, ni con el deseo de
efectuar un inmediato reconocimiento del gobierno existente, por parte
de Gran Bretaña, que dirijo ia presente comunicación a V.E.; pero deseo
recordarle que el único objeto tenido en cuenta por este gobierno para
sancionar una intervención, de cualquier clase, de un ministro británico,
ha sido, invariablemente, para obtener una cesación en las hostilidades e
impedir, efectivamente, su renovación en el hemisferio occidental.
358
Luis Alberto de Herrera
Sería, por lo tanto, contradecir, en cieito sentido, nuestra política, si
V.E. adoptase una línea de conducta que pudiese impedir el arreglo
definitivo de las diferencias existentes entre el Brasil y Buenos Aires.
Es más bien el gobierno del emperador Don Pedro quien debe decidir
a quién elige para negociar el tratado definitivo de paz; y nuestros buenos
oficios no deben rehusarse para concurrir, bajo cualquier circunstancia,
a la obra de pacificación.
Si examinamos demasiado el carácter y autoridad de los diferentes
gobiernos que lian sido sucesivamente formados en Buenos Aires, con
referencia a sus relaciones con las provincias linderas, y el grado de
obediencia y apoyo dado a Buenos Aires, como estado central y metro-
politano, encontraremos que a todos ellos, desde algunos años atrás, han
alcanzado las mismas objeciones.
El gobierno del general Dorrego, que ha sido recientemente derriba-
do, no forma excepción a este juicio. Su establecimiento constituyó,
igualmente, una usurpación y fue el efecto simplemente, de una revolu-
ción parcial y local. Ultimamente, no ha habido unión verdadera entre las
así llamadas “Provincias Unidas del Río de la Plata” y es bien sabido que
la provincia de Buenos Aires sola ha sostenido la guerra contra el Brasil
y sola ha soportado los gastos por ella originados. Por eso, por necesario
que sea que el encargado de negocios de S.M. use de circunspección en
cualquier gestión con el actual gobierno usurpador de esa provincia,
parece que no hay justo motivo para que V.E. rehúse ofrecer sus buenos
oficios en Río de Janeiro, si ellos pueden conducir a una paz permanente
entre las partes, cuyas contenciones, si por desgracia fuesen renovadas,
tienen que ser altamente perjudiciales a los intereses británicos.
Por eso, ruego a V.E. que exprese estos sentimientos al gobierno
brasileño y, también, que V.E. corrijalas impresiones que puedenhaberse
derivado de sus recientes comunicaciones a sir Roberto Otway y míster
Parish, en cuanto estén en desacuerdo con el tenor del presente despacho.
Tengo el honor de saludar a V.E. etcétera. — (firmado) Aberdeen.
La Misión Ponsonby
359
PONSONBY A ABERDEEN
Río de Janeiro, mayo 23 de 1829. Excmo. señor: Me permito someter
a V.E. una relación de parte de las negociaciones políticas en las cuales
he intervenido, a fin de explicar, hasta cierto punto, las razones que
guiaron mi conducta con respecto a la mediación de S.M. entre el imperio
y la república, que no han tenido la aprobación de V.E.
La misión con que tuve el honor de ser encargado por S.M. fue acre-
ditada ante las Provincias Unidas del Río de la Plata, de las cuales la pro-
vincia de Buenos Aires era, notoriamente, solo un miembro.
El congreso, compuesto por diputados de todas las provincias, que,
cuando llegué, estaba reunido en Buenos Aires, reconoció, de la manera
más formal, la soberanía del estado investida en la totalidad de la Unión
y declaró su obligación de someter la constitución, entonces en proyecto,
al conocimiento de todas las provincias, haciendo de su aceptación o
rechazo por ellas, la condición de su existencia legal o de su anulación.
La renuncia de la presidencia de la república, por el señor Rivadavia,
causada por dificultades políticas, fruto de su propia ineptitud, no fue el
efecto de la coacción. El congreso terminó también por muerte natural;
no por la violencia.
La antigua junta de la provincia y ciudad de Buenos Aires, que había
sido ilegalmenle suprimida por el señor Rivadavia, reasumió sus funcio-
nes legales, cuando dicha p'ersona se retiró de su puesto, y el congreso
expiró.
La junta ejercía su legítimo poder, de estricta conformidad con la ley
y el uso, cuando eligió al selor Dorrego gobernador de la provincia de
Buenos Aires; y fue bajo el apremio de la necesidad que el señor Dorrego
asumió la autoridad de obrar, en nombre de la república Argentina, en la
dirección de las relaciones exteriores del estado.
El, sin embargo, la asumió provisoriamente y sólo hasta que la
voluntad de las provincias se declarase en cuanto a la persona en quiencsa
autoridad debía ser delegada. A su debido tiempo, fue conferida a
360
Luis Alberto de Herrera
Dorrego, pero, durante el período que medió entre la toma del mando por
el señor Dorrego y su formal investimiento con ella, por las provincias,
yo seguí rehusándome a reconocer, por acto público u oficial, la existen-
cia en su gobierno del derecho de representar al poder ejecutivo general
de la república de LaPlata en los asuntos exteriores, y mi conducta, en este
sentido, fue aprobada por el gobierno de S.M.
La revolución de diciembre último (1828), fue llevada a cabo por la
violencia militar, y el asesinato del jefe de la nación fue perpetrado por
la orden arbitraria de un oficial subalterno.
Yo sabía que las provincias negarían la autoridad del gobierno
usurpador para obrar en nombre y representación de la república Argen-
tina, y que ellas, tan pronto como les fuese posible, afirmarían sus
derechos contra la facción de Buenos Aires, que se les había desconocido.
El señor Díaz Vélez y su gobierno ansiaban obtener para sí las
ventajas que podían derivarse de la apariencia de aparecer reconocidos
por S.M. el rey, y proyectaron una misión a Río de Janeiro para negociar
el tratado definitivo de paz, bajo la mediación de S.M., que les habría dado
oportunidad para alegar que S.M., reconocía en ellos el poder ejecutivo
de la república.
Yo creí prudente evitar una situación que me obligaría a dar, más
públicamente, pasos decisivos, y escribí al señor Parish la carta que me
obliga a molestar a V.E. con explicaciones.
Algunas de las razones que me movían aparecen en la relación de
hechos arriba mencionados; pero confío que me puedo permitir llamar
hacia ellos, especialmente, la a.e.:ción de V.E.
El nuevo gobierno de Buenos Aires era, sin disputa, aun como
gobierno provisional, una usurpación: no pretendía ser el gobierno de la
república Argentina. Yo me había rehusado a reconocer en el gobierno
legítimo del señor Dorrego, de Buenos Aires, el derecho de representar
a la república hasta que dicho derecho le fue otorgado por las provincias;
y mi conducta, al proceder así, fue aprobada por el gobierno de S.M. Si,
en mi capacidad de ministro mediador, hubiese obrado de acuerdo con un
ministro enviado por el gobierno de Buenos Aires, no podría sino
La Misión Ponsonby
361
reconocer, virtualmente, la legítima autoridad de ese gobierno, al ayudar-
lo a contratar un solemne compromiso con el aliado de S.M. el emperador
del Brasil; pero, procediéndose así, habría obrado en contradicción
directa con lo que había heclio anteriormente y contra la conducta que
había aprobado el gobierno de S.M.
Hubiera sido imposible redactar un tratado definitivo de paz, teniendo
por base la convención preliminar, sin afinnar como cierto un hecho que,
evidentemente, no lo era.
La convención preliminar, como lo he recordado, fue suscrita entre
S.M.I. y la república Argentina: el tratado definitivo lo habría sido entre
S.M.I. y el gobierno de Buenos Aires.
Yo habría tenido que aceptar que el gobierno de Buenos Aires tema
un derecho inherente, de obrar en representación de toda la república, o
que el poder de hacerlo le había sido delegado — ambos asertos contrarios
a la verdad notoria — o habría debido ayudar al gobierno provincial de
Buenos Aires a hacer un tratado definitivo, cuyas disposiciones, si
deducidas de la convención preliminar, necesariamente dispondrían de
los derechos de toda la república de La Plata.
Era probable que también hubiera sido instrumento, siguiendo esta
línea de conducta, para inducir al gobierno imperial a concluir un tratado
con partes incapaces de cumplir sus compromisos. La república Argen-
tina seguramente no se consideraría obligada, por el honor o por cualquier
otra razón, para dar efecto a las estipulaciones acordadas por una facción
en Buenos Aires, que debía su poder a la caída de la autoridad nacional;
y si la oportunidad se presentara, es posible que la república sintiera la
tentación de vengarse del Brasil y, en revancha del apoyo público
prestado por el gobierno imperial a los usurpadores y traidores de Buenos
Aires, ayudara y apoyase a los elementos desafectos de las provincias del
imperio y a los que procuran la destrucción de la monarquía y del
monarca.
Además de este aspecto general del asunto, por el cual fui influencia-
do, me creo particularmente obligado por las instrucciones secretas, de
las cuales tengo el honor de acompañar una copia a V.E.
362
Luis Alberto de Herrera
V.E. verá, por ellas, cuánto, precisamente, se me ha ordenado no
comprometer el nombre del rey, si cualquier cambio se produjese en el
gobierno de Buenos Aires.
Presumo que será admitido que, apesar de no ser más ministro de S.M.
en Buenos Aires, todavía estoy, como consecuencia de la mediación, en
relación con ese estado, en cuanto concierne a la paz, y que mi conducta
— que he tratado de explicar — estaba directa e últimamente ligada con
ese asunto.
Siento haber obrado contra la opinión que sé V.E. sustenta, pero
puedo asegurar que mi error no fue ocasionado por descuido ni por
ligereza; fue fruto de meditada consideración del caso y los defectos de
mi criterio son, únicamente, la causa de mi equivocación.
Felizmente, no ha causado ningún daño la parte que tomé; y conocía
demasiado bien la situación de los negocios y del gobierno usurpador
para abrigar la menor aprehensión de que la guerra se reabriera.
Estaba seguro de que el tratado defimtivo no era necesario para
asegurar la continuación de la paz, por un largo período, y debo confesar
que pienso que más peligro importaría para la estabilidad de la paz la
tentativa de negociar el tratado definitivo que cualquier otra solución que
se adoptara.
No vacilo en afirmar, ahora, que los súbditos de S.M. no corren mngún
riesgo de estar, otra vez, expuestos a los males de los que la convención
preliminar los ha aliviado.
Estoy seguro de que el gobierno imperial, no puede reiniciar las
hostilidades y que aún está más lejos del poder del gobierno de Buenos
Aires hacerlo.
No sé tanto de la situación del país, últimamente mencionado, como
puede saber V.E. antes de que yo llegue a Inglaterra; pero, sí, creo que los
actuales dirigentes de Buenos Aires pueden, aun en el momento actual,
haber sido despojados del poder o, tal vez, haber sido ejecutados por
traición, y la junta legítima restaurada en su autoridad, arrebatada por la
fuerza militar; y, en consecuencia, que la oportunidad no se presentará de
poner en ejecución las instrucciones Ce V.E., en sentido de que prestara
La Misión Ponsonby
363
al gobierno de Buenos Aires el apoyo de la mediación de S.M. Tengo el
honor de saludar a V.E., etcétera. — (firmado) John Ponsonby.
A S. E. earl Aberdeen, etcétera.
PONSONBY A ABERDEEN
Río de Janeiro, junio 28 de 1829. Excrno. señor: Siéndome necesario,
a causa de mi salud, aprovechar el permiso, graciosamente concedido por
S.M., para ausentarme por algún tiempo de mi puesto en este país, solicité
una audiencia, a fin de ofrecer mis respetos a S.M.I. el emperador, con
motivo de mi partida, y para presentar a S.M. el señor Aston, secretario
de la legación, en su capacidad de encargado de negocios durante mi
ausencia. S. M. se dignó fijar la fecha del 28 y, ese día, tuve el honor de
despedirme y de presentar al señor Aston, en el carácter referido.
Me embarcaré, por la tarde, en el buque de S.M. Gangues, siguiendo
inmediatamente para Portsmouth. Tengo el honor de saludar a V.E.,
etcétera. — (firmado) John Ponsonby.
A S. E. earl Aberdeen, etcétera.
La Misión Ponsonby
365
INDICE
LA MISION PONSONBY (II)
La Diplomacia Británica y la
Independencia del Uruguay
Pag
[AÑO 1824]
Alvear a Canning 3
Hullet a Canning 6
[AÑO 1826]
Canning a Ponsonby 9
Canning a Ponsonby 11
Canning a Ponsonby 11
Canning a Inhambupe 12
Canning a Ponsonby 13
Ponsonby a Canning 20
Ponsonby a Canning 24
Ponsonby a Canning 24
Ponsonby a Inhambupe 25
Ponsonby a Canning 34
Inhambupe a Ponsonby 36
Ponsonby a Inhambupe 41
Ponsonby a Canning 43
LA PROPOSICION 45
Inhambupe a Ponsonby 45
Ponsonby a Canning 46
Ponsonby a Inhambupe 47
Inhambupe a Ponsonby 48
Inhambupe a Ponsonby 49
Ponsonby a Inhambupe 50
Inhambupe a Ponsonby 51
Ponsonby a Inhambupe 52
Ponsonby a Canning 54
Ponsonby a Canning 60
Canning a Ponsonby 62
Ponsonby a Canning 63
366
Luis Alberto de Herrera
Pág.
PONSONBY EN BUENOS AIRES 65
Ponsonby a Canning 65
Ponsonby a García 66
Proyecto de Bases del Mediador 67
Ponsonby a Rivadavia 69
Ponsonby a Rivadavia 70
Ponsonby a García 70
Ponsonby a Canning 71
De la Cruz a Ponsonby 79
Ponsonby a De la Cruz 81
De la Cruz a Ponsonby 85
Ponsonby a Canning 86
Ponsonby a Canning 87
Ponsonby a De la Cruz 94
De la Cruz a Ponsonby 95
García a Ponsonby 96
Bases de las Provincias Unidas 97
Ponsonby a Canning 99
Ponsonby a Canning 102
Ponsonby a De la Cruz 105
Ponsonby a Gordon - 105
De la Cruz a Ponsonby 107
Ponsonby a Canning 108
Canning a Ponsonby 109
Ponsonby a Canning 111
Gordon a Ponsonby 112
Canning a Ponsonby 114
Ponsonby a García 114
García a Ponsonby 116
Ponsonby a Canning 112
Ponsonby a Canning H9
TRATATTVAS EN 1827 121
Ponsonby a Gordon 121
Ponsonby a Canning 130
Ponsonby a Gordon 131
Canning a Ponsonby 131
Gordon a Queluz 132
Gordon a Ponsonby 133
La Misión Ponsonby
367
Pág.
Ponsonby a Canning 134
Queluz a Gordon 141
Canning a Ponsonby 142
Ponsonby a Canning 143
Gordon a Queluz 144
Gordon a Canning 144
Ponsonby a Canning 145
Ponsonby a Canning 146
Lavalleja a Trápani 147
Parish a Gordon 148
Primera Conferencia
Ponsonby-De la Cruz 150
Segunda Conferencia
Ponsonby-De la Cruz 151
Tercera Conferencia
Ponsonby-De la Cruz 152
De la Cruz a García 153
Gordon a Canning 154
Gordon a Ponsonby 155
Canning a Ponsonby 156
Gordon a Canning 157
Gordon a Canning 158
Gordon a Ponsonby 159
Ponsonby a Canning 162
Ponsonby a Canning 163
Gordon a Canning 165
De la Cruz a Ponsonby 168
Ponsonby a De la Cruz 169
De la Cruz a Ponsonby 170
Ponsonby a Gordon 170
Olivera a Ponsonby 172
Ponsonby a Canning 173
Ponsonby a Canning 178
Ponsonby a Canning 179
-Ponsonby a Canning 18 1
Ponsonby a Canning 186
Canning a Ponsonby 188
Ponsonby a Canning 188
36S
Luis Alberto de Herrera
Pág.
Gordon a Dudley 189
Gordon a Dudley 190
Canning a Ponsonby 192
Ponsonby a Canning 193
Gordon a Dudley 195
Gordon a Dudley 195
Ponsonby a Canning 198
Gordon a Dudley 199
Canning a Ponsonby 201
Gordon a Dudley 202
Gordon a Dudley 203
Ponsonby a Dudley 204
Carta de Río Grande 207
Ponsonby a Balcarce 208
Balcarce a Ponsonby 209
Ponsonby a Dudley 209
Ponsonby a Balcarce 212
TRATATTVAS DE 1828 Y LA PAZ 215
Ponsonby a Dudley 217
Ponsonby a Dudley 217
Ponsonby a Hood 218
Ponsonby a Dudley 219
Gordon a Dudley 220
Gordon a Dudley 222
Balcarce a Ponsonby 223
Gordon a Dudley 224
Ponsonby a Balcarce 225
Ponsonby a Dudley 228
Balcarce a Ponsonby 233
Ponsonby a Balcarce 234
Ponsonby a Dudley 235
Ponsonby a Dudley 242
Gordon a Dudley 244
Gordon a Lavalleja 245
Gordon a Ponsonby 246
Dudley a Ponsonby 246
Dudley a Ponsonby 247
Gordon a Ponsonby 248
La Misión Ponsonby
369
Pág.
Ponsonby a Balcarce 249
Ponsonby a Gordon 251
Balcarce a Ponsonby 255
Ponsonby a Dudley 256
Gordon a Dudley 257
Gordon a Dudley 258
Lavalleja a Gordon 259
Lavalleja a Gordon 260
Ponsonby a Gordon 260
Ponsonby a Dudley 262
Gordon a Dudley 263
Ponsonby a Dudley 264
Dudley a Gordon 269
Gordon a Dudley 270
Fraser a Gordon 271
Ponsonby a Dudley 280
Ponsonby a Dudley 281
Gordon a Aracaty 286
Gordon a Dudley 287
Gordon a Aracaty 288
Gordon a Aracaty 289
Gordon a Aracaty 290
Gordon a Dudley 290
Ponsonby a Dudley 292
Ponsonby a Gordon 293
Ponsonby a Dudley 295
Gordon a Dudley 298
Gordon a Dudley 300
Gordon a Ponsonby 300
Gordon a Ponsonby 301
Gordon a Ponsonby 303
Gordon a Aracaty 303
Gordon a Aracaty 305
Gordon a Dudley 307
Gordon a Dudley 308
Ponsonby a Dudley 309
Gordon a Dudley 312
Ponsonby a Dudley 314
370
Luis Alberto de Herrera
Pag.
Gordon a Dudley 315
Ponsonby a Dudley 316
Gordon a Aberdeen 316
Gordon a Otway 317
Gordon a Aberdeen , 318
Ponsonby en Río 318
Ponsonby a Balcarce y Guido 318
Ponsonby a Aberdeen 319
Ponsonby a Aberdeen 320
Ponsonby a Parish 321
Ponsonby a Aberdeen 325
Ponsonby a Aberdeen 326
Ponsonby a Aberdeen 329
Ponsonby a Dorrego 329
Ponsonby a Lavalleja 333
Hood a Lavalleja 336
Parish a Ponsonby 336
Dorrego a Ponsonby 337
Lavalleja a Ponsonby 338
Ponsonby a Aberdeen 340
Ponsonby a Aberdeen 340
Ponsonby a Aberdeen 342
Aracaty a Ponsonby 343
Ponsonby a Aberdeen 343
Ponsonby a Aberdeen 345
TRATATIVAS EN 1829 347
Ponsonby a Parish 349
Ponsonby a Aberdeen 350
Ponsonby a Aberdeen 351
Ponsonby a Aberdeen 353
Ponsonby a Aberdeen 353
Ponsonby a Aberdeen 355
Parish a Aberdeen 356
Aberdeen a Ponsonby 357
Ponsonby a Aberdeen 359
Ponsonby a Aberdeen 363
Se terminó de imprimir
en el mes de Marzo de 1 989 en
TRADINCO S.A.
Minas 1 367 - Montevideo
Dep. Legal N s 239.948
Comisión del Papel
Edición impresa al amparo del
artículo 79 de la Ley 1 3.349
El tiraje de la presente edición es
de mil ejemplares.
Impreso en la
República Oriental del Uruguay
1898: Por la Patria
1900: El acuerdo de los
Partidos
1901: La Tierra Charrúa
1904: El programa de la
Revolución. Las
verdaderas bases de
paz
1904: Desde Washington
1905: Labor Diplomática
en N. América
1908: La Doctrina Drago y
el interés del Uru-
guay
1908: La Diplomacia
Oriental en el Para-
guay (I)
1910: La Revolución Fran-
cesa y Sudamérica
1911: La Diplomacia
Oriental en el Para-
guay (II)
1912: El Uruguay Interna-
cional
1917: Acción Parlamenta-
ria, tres años de
Cámara
1919: Buenos Aires, Urqui-
za y el Uruguay
1919: Uno que Vio
1 920: La Clausura de los
Ríos
192Q: La Encuesta Rural
1923: Una Etapa
1923: En la Brecha
1926: El Drama del 65: la
Culpa Milrista
1928: Sin Nombre
1930: La Misión Pon-
sonby
1940: La Paz de 1828
1941: Orígenes de la Gue-
rra Grande
1946: El Canadá, visto y
leído de cerca
1946: Por la Verdad Histó-
rica
1947: La Seudo-historia
para el Delfín
1951: Antes y después de
la Triple Alianza
Falleció a los 85 años, el 8
de abril de 1959